sábado, 2 de julio de 2016

Michel Foucault. Un diálogo sobre el poder.


Foucault señala que los intelectuales han descubierto que las masas no los necesitan para saber. Sin embargo, sostiene que hay un sistema de poder que intercepta e invalida ese saber de las masas, y donde los mismos intelectuales forman parte de ese sistema de poder. El papel del intelectual sería entonces luchar contra las formas de poder allí donde es a la vez su objeto e instrumento: en la dimensión del “saber”, del “discurso”, de la “verdad”, de la “consciencia”. Con ello la teoría no expresaría una práctica, sino que es la práctica, pero no totalizadora, sino local.
Foucault ha puesto entre paréntesis una serie de postulados tradicionales en los análisis del poder. En este diálogo con Deleuze realizan una crítica al poder, a la posición del intelectual y a los medios de lucha frente a la totalización del poder. Ese diálogo comienza con la disertación acerca las relaciones entre teoría y práctica. Éste señala que la práctica se ha concebido o bien como aplicación de la teoría o como inspiradora de la misma. Eran relaciones concebidas bajo la forma de un proceso de totalización, sin embargo ahora las relaciones teoría-práctica son más parciales y fragmentarias: una teoría siempre se aplica a un pequeño campo, y en cuento se profundiza en ella aparecen obstáculos y tropiezos que hacen que sea relevada por otro tipo de discurso. La práctica es un conjunto de relevos de un punto teórico a otro, y la teoría un relevo de una práctica a otra. En este contexto el intelectual teórico ya no es una consciencia representativa.
Deleuze afirma que la teoría no totaliza, es el poder el que realiza esas totalizaciones. La teoría es como una caja de herramientas y es preciso que funcionen para la gente, darle voz a estas personas sería una de las preocupaciones de la antropología. Considerando la situación actual, el poder tiene una visión total o global. Las actuales formas de represión se totalizan fácilmente desde el punto de vista del poder: por ejemplo en la enseñanza o contra la juventud en general. En cualquier caso, formas diversas de exclusión social que las etnografías deberían recoger, como discursos que deben ser interpretados por la Antropología (Los “vínculos laterales” que señala Foucault, como mecanismo para enfrentarse a la política global de poder).
Puedo relacionar este texto con las reflexiones de George Ritzer (2010) respecto a la identificación de las dos ideas nucleares de la metodología de Focault: la “arqueología del saber” y la “genealogía del poder”. Ritzer sistiene que la  preocupación de “decir la verdad” guarda relación directa con la genealogía del poder de Focault. La genealogía es un tipo muy característico de historia intelectual pues está reñida con otros tipos de estudios históricos que atribuyen centralidad a esas leyes o necesidades; es intrísicamente crítica e implica una “interrogación constante de lo que supuestamente es dado, necesario, natural o neutral” (Ritzer, 2010:568).
A Focault le preocupa el modo en que las personas se gobiernan a sí mismas y gobiernan a otras mediante la producción de conocimiento. Pues ese conocimiento genera poder al convertir a las personas en sujetos y al gobernarlos mediante el uso del mismo. Entonces interesaría identificar las técnicas, las tecnologías que se derivan de ese conocimeinto y por el modo en que las utilizan diversas instituciones a fin de ejercer poder sobre las personas. Focault cree que el conocimiento-poder siempre genera oposición; siempre hay resistencia contra él. Lo que le interesa fundamentalmente es el mundo moderno: “escribo la historia del presente” desde el uso crítico para hacer inteligibles las posibilidades del presente.
La paradoja del poder es la de ser visible e invisible a la vez, la de estar presente y oculto al mismo tiempo, indica Foucault. Como podemos observar en el ámbito político actual, seguimos sin saber aún quién detetenta realmente el poder, quién lo ejerce exactamente: nadie es su titular o todos a la vez y, sin embargo, el poder se ejerce en determinada dirección en la clásica dicotomía: unos a un lado (derecha y centro derecha) y otros en el otro (izquierda, centro izquierda); aún no sabiendo quién lo detetenta exactamente, sabemos con certeza quién no lo tiene; una vez más los ciudadados. En todo caso, y tal como hemos podido extraer del texto, de esta indefinición resulta la dificultad para encontrar las formas de lucha adecuadas. Y las luchas se vienen desarrollando alrededor de lugares específicos de poder, como pueden ser un jefe, un funcionario, un profesor, un cocinero, un estudiante, etc., los que algunos hablan de ese “cambio necesario desde abajo”, como prácticas o micro prácticas que realizamos o reproducimos todos los actores societarios. Designar esos lugares, denunciarlos públicamente, es la lucha política continua, porque aunque algunos no quieran hacerlo, obliga a tratar este asunto, forzando a todos los actores del tapete político a abordarlo, quién ha hecho qué, por qué y con qué objetivo; esto es un primer paso necesario y tremendamente sustantivo para la lucha contra el poder.
Bibliografía
Foucault, M, (2012). Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. Alianza Editorial. Madrid. 
Ritzer, G. (2010) Teoría Sociológica Moderna. McGraw Hill. Madrid.

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