jueves, 31 de mayo de 2012

Historia de las Ideas Políticas Resúmenes Parte 48


En la asignatura de Historia de las Ideas Políticas del primer cuatrimestre del Grado en Sociología de la UNED, algun@s compañer@s realizamos un trabajo coral; resúmenes del libro Ideas y Formas Políticas: Del triunfo del Absolutismo a la Posmodernidad, bibliografía básica de esta asignatura. Quiero agradecer el esfuerzo, compromiso y dedicación desplegado por tod@s.  Derechos reservados, sus autores.

José Rodrigo Crespo - Tema 1 El triunfo del absolutismo // Elisa Ruiz Rodríguez - Tema 2 De la Ilustración al Estado Liberal // Alejandro Gessé Ponce - Tema 3 Los fundamentos de la democracia: de Rosseau a la Revolución Francesa // María Hernando García - Tema 4 El idealismo // Tomás Javier Prieto González - Tema 5 Tradicionalismo y Conservadurismo // Mónica Platero - Tema 6 El pensamiento político norteamericano: de los Founding Fathers a la consolidación de la nación americana // Juan José Amate Ruiz - Tema 7 El liberalismo posrevolucionario // Víctor Riesgo Gómez - Tema 8 Utilitarismo y liberalismo en Inglaterra // Pedro Medina Charavía - Tema 9 Del socialismo utópico al anarquismo // Carla Torres Segura - Tema 10 El anarquismo // Antonio Jesús Acevedo Blanco - Tema 11 Karl Marx y el Marxismo // José Bargallo Roges - Tema 12 El nacionalismo en el siglo XXI // Julio Monteagudo Diz – Tema 13 Totalitarismo (I): Fascismo y Nacional-Socialismo // Inocencia González Fernández Tema 14 Totalitarismo (II): El Comunismo Marxista-Leninista // Eva Del Riego Eguiluz – Tema 15 Los Liberalismo de posguerra // Carolina Judith Rabazo Pérez - Tema 16 Políticas del posmodernismo



Introducción
Marx y Engels analizaron el funcionamiento y evolución del sistema capitalista. Para Marx y Engels la sociedad capitalista de mediados del XIX, describiendo y definiendo sus características para intentar anticipar su futuro y predecir una nueva sociedad comunista. La revolución acabaría pronto con el capitalismo, apoyado en unas relaciones económicas injustas en las que los privilegiados, (burguesía), oprimían a los más débiles, (proletariado) y donde el Estado solo era un instrumento represivo al servicio de la lucha de clases utilizado por la burguesía para reprimir a la clase obrera y asegurar el correcto funcionamiento del sistema capitalista, por lo que, el proletariado solo abandonaría su opresión a través de una revolución violenta que sustituyera el Estado burgués por el Estado proletario primero y suprimiera el propio Estado, después. Sin embargo, para alcanzar ese estadio de libertad y sin división de clases eran necesarias tres etapas: la dictadura del proletariado, el socialismo y el comunismo. La dictadura que instaure el proletariado permitía ese primer paso que solo puede ocurrir por medio de operaciones despóticas sobre el derecho de propiedad y las relaciones burguesas de producción.
La dictadura y el socialismo, son concebidas como una preparación para la última y definitiva fase de la historia a de la humanidad: una sociedad comunista, sin conflictos y donde resplandecerán la libertad y la igualdad. La necesidad de abolir el Estado inmediatamente o después de una etapa de transición fijo el debate entre los anarquistas, partidarios de lo primero y los marxistas, defensores de la dictadura del proletariado. La ruptura de la Primera Internacional, con la expulsión del anarquista Bakunin, se produjo como consecuencia de la oposición de los anarquistas a la creación de un Estado proletario.
Marx y Engels no realizaron ni un pequeño esbozo de cómo debía ser ese Estado, sus características, organización o estructura, aunque Marx tenía intención de hacerlo en un cuarto libro de El Capital. Tampoco dieron muchas pistas sobre como tendría lugar la revolución, quién la organizaría o cuando debería producirse, siendo incluso contradictorios incluso respecto a la posibilidad del carácter violento de la misma. Su activismo político y sus múltiples actividades, provocaron no pocas lagunas en sus teorías.
Más tarde sería Lenin quien, consciente de estas carencias fundamentales y condicionado por sus necesidades revolucionarias, completo las teorías marxistas del partido revolucionario, la revolución socialista y el Estado. Su objetivo práctico era la organización de un partido político revolucionario dirigido a la consecución del poder y la determinación de las características del nuevo Estado revolucionario. Sus aportaciones conformarían el  llamar marxismo-leninismo, cuya ideología y programa político condicionaron la historia del siglo XX.

LENIN: TRAYECTORIA VITAL
Vladimir Ilich Ulianov. (Simbirsk 1870- Moscú 1924) De familia acomodada de clase media de pequeña nobleza, con rasgos asiáticos calcumos. Su padre (de temprano fallecimiento) era profesor de matemáticas e inspector de educación y su madre ama de casa instruida. Su hermano Alexander, relacionado con un grupo revolucionario, se vio implicado en un intento de atentado contra el Zar y fue ejecutado.
 Se matricula en la universidad de Kazan,.es acusado de actividad revolucionaria y condenado a arresto domiciliario, donde se dedico a la lectura de literaturasocial rusa y de autores como Marx o Chernishevski. En 1892 acaba derecho en la Univ. de San Petersburgo, donde conocería su mujer Nadiejda Krupskaia, quien le introdujo en ambientes políticamente más comprometidos. Viaja a Suiza para contactar con el marxismo ruso exiliado y en 1895 es detenido por su actividad subversiva y paso una temporada en la cárcel antes de ser desterrado a Siberia, donde permaneció hasta 1900 traduciendo, leyendo y estudiando junto a su mujer. Al finalizar su destierro toma el nombre del rio Lena para adoptar el apodo de “Lenin”.
Tras el destierro huye a suiza, y edita un periódico socialista: Iskra, “La Chispa”. En 1902 escribió una de sus importantes obras “¿Qué hacer?”, poniendo las bases de un partido rígidamente disciplinado, obediente, en parte clandestino, profesionalizado y dirigido a la consecución rápida del poder. Precisamente, el diseño del Partido acabó dividiendo en 1903 a los miembros del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia: los seguidores de Lenin formarían parte del grupo denominado bolchevique (mayoritario) y sus opositores, encabezados por Martov, del menchevique (minoritario). En 1909 publico su principal obra filosófica, “Materialismo y empirocriticismo”, donde desarrolla conceptos clave de la filosofía marxista, realizo una dura crítica del empirocriticismo idealista del s. XIX centrado en el análisis crítico de la experiencia.
La revolución de febrero de 1917 cogió a Lenin por sorpresa y dedicado a finalizar su libro “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, y le empujo a una actividad frenética. Un mes después regresaría a su país, a través de una Europa en guerra, gracias al apoyo del Estado Mayor alemán, que organizo el viaje para favorecer la presencia de Rusia de quien abogaba por la retirada inmediatamente de las tropas y el fin de la guerra. En los meses siguientes redactaría las “Tesis de abril”, defendiendo el abandono de la guerra, la retirada de apoyo al Gobierno Provisional y la entrega de todo el poder a los soviets. Escapado en Finlandia por el intento de insurrección de julio, redactaría “El Estado y la revolución” y organizaría y dirigiría el proceso de toma de poder de los bolcheviques. A partir de entonces y durante  cinco años, ejerció el poder prácticamente sin oposición: creo la policía secreta (Cheka), disolvió la Asamblea Constituyente, organizó con Trosky el ejécito rojo, firmo la paz con Alemania  e hizo frente a la guerra civil. En 1921 prácticamente había aplastado toda oposición a los bolcheviques, en especial al resto de la izquierda, había vencido a los ejércitos blancos y había puesto en marcha la Nueva Política Económica. Tras transformar el viejo imperio ruso en la nueva Unión de Republicas Socialistas Soviéticas (URSS), en 1922 sufrió varios ataques de hemiplejia que le fueron retirando del poder hasta su fallecimiento en 1924.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Historia de las Ideas Políticas Resúmenes parte 47



En la asignatura de Historia de las Ideas Políticas del primer cuatrimestre del Grado en Sociología de la UNED, algun@s compañer@s realizamos un trabajo coral; resúmenes del libro Ideas y Formas Políticas: Del triunfo del Absolutismo a la Posmodernidad, bibliografía básica de esta asignatura. Quiero agradecer el esfuerzo, compromiso y dedicación desplegado por tod@s.  Derechos reservados, sus autores.

José Rodrigo Crespo - Tema 1 El triunfo del absolutismo // Elisa Ruiz Rodríguez - Tema 2 De la Ilustración al Estado Liberal // Alejandro Gessé Ponce - Tema 3 Los fundamentos de la democracia: de Rosseau a la Revolución Francesa // María Hernando García - Tema 4 El idealismo // Tomás Javier Prieto González - Tema 5 Tradicionalismo y Conservadurismo // Mónica Platero - Tema 6 El pensamiento político norteamericano: de los Founding Fathers a la consolidación de la nación americana // Juan José Amate Ruiz - Tema 7 El liberalismo posrevolucionario // Víctor Riesgo Gómez - Tema 8 Utilitarismo y liberalismo en Inglaterra // Pedro Medina Charavía - Tema 9 Del socialismo utópico al anarquismo // Carla Torres Segura - Tema 10 El anarquismo // Antonio Jesús Acevedo Blanco - Tema 11 Karl Marx y el Marxismo // José Bargallo Roges - Tema 12 El nacionalismo en el siglo XXI // Julio Monteagudo Diz – Tema 13 Totalitarismo (I): Fascismo y Nacional-Socialismo // Inocencia González Fernández Tema 14 Totalitarismo (II): El Comunismo Marxista-Leninista // Eva Del Riego Eguiluz – Tema 15 Los Liberalismo de posguerra // Carolina Judith Rabazo Pérez - Tema 16 Políticas del posmodernismo


El Fascismo: la vía italiana hacia el totalitarismo

La participación italiana en la Gran Guerra significó para el país afrontar un considerable esfuerzo de integración espiritual mediante la movilización de millones de soldados y más de seiscientos mil muertos. Al lado de la movilización militar, estuvo la movilización civil y productiva en términos industriales, que presentó un gran crecimiento del país. Italia  estuvo al lado de los vencedores pero fue marginada, la posguerra estuvo llena de contradicciones y violencias destructivas.
Mussolini
El nacionalismo italiano consideró que la participación en la Guerra había supuesto una victoria mutilada. Una de las manifestaciones más significativas fue la ocupación de Fiume por las tropas italianas, que instauro en la ciudad una regencia y promulgó la Carta del Carnaro; muchos fascistas vieron el ideal del futuro Estado italiano. La Carta establecía simultáneamente,  en un modelo común, dos dimensiones esenciales del futuro régimen fascista: la dimensión socioeconómica, que refleja el modelo corporativo y productivista; y la dimensión cultural, que se plasmó en la introducción de criterios y modos estéticos en la política.
La Revolución bolchevique inflamó a las masas de la izquierda, pero no lograron el poder. El bienio rojo (1919-1920) se caracterizó por la conflictividad social, la ocupación de las fábricas, la indecisión socialista-marxista y la división del movimiento obrero.
Mussolini fundo en Milán los Fasci Italiani di Combatimento, que consiguieron articular una fuerza política, consistente, armada y violenta. Organizados como partido-milicia, los Fasci habían surgido de la fusión de varias fuerzas políticas dispares: nacionalistas, futuristas, sindicalistas revolucionarios, excombatientes. Mussolini logró, gracias a su movimiento, integrar alrededor a los sectores de la alta burguesía industrial y agraria y clases medias emergentes y excombatientes. Su programa político se autodefinía como revolucionario, por ser antidogmático y antidemagógico. Propugnaba el sufragio universal y la legibilidad para las mujeres; la abolición del Senado; la instauración del sistema corporativo de relaciones laborales; la jornada de ocho horas; el salario mínimo; participación de los trabajadores en el funcionamiento técnico de las industrias; institucionalización de la milicia Nacional; nacionalización de las fábricas de armamento y explosivos; política exterior nacional “entendida en un sentido de valorizar a la Nación italiana en el mundo en la competencia pacífica de la civilización”.
Los inicios del poder fascista se dieron confusamente en la llamada Marcha sobre Roma (1922), que marcó la claudicación del Estado liberal ante la presión de grupos armados bajo banderas fascistas.
Desde el acceso al poder de Mussolini pudo observarse una clara política de subversión total de los ordenamientos liberales. El adjetivo totalitario tuvo su cuna en Italia, totalitarios, porque manifestaban una clara tendencia hacia el dominio absoluto e incontrolado de la vida política y administrativa. El totalitarismo representaba un desafío inaudito jamás lanzado antes a las bases que se había fundado la política europea desde hacía más de un siglo.
Una vez en el poder, Mussolini logró una dictadura personal y del Partido Nacional Fascista, que en 1922 se había fusionado con los nacionalistas, aboliendo progresivamente las instituciones del régimen liberal.
Marcha sobre Roma
Tras  la superación de las crisis Mateotti, el propio Mussolini asumió el término totalitario de forma positiva. Paulatinamente, el régimen liberal fue transformado en régimen totalitario. Los partidos políticos y los sindicatos de clase fueron declarados fuera de la ley. El derecho a huelga abolido. Los sindicatos fascistas lograron ser considerados como la única representación legal de los intereses de la clase obrera. El Gran Consejo Fascista se convirtió en el órgano supremo encargado de coordinar todas las actividades del nuevo régimen. El centro del régimen fue el Estado y el partido quedó relegado a un papel secundario, el régimen fue el resultado de una serie de pactos con la Monarquía, la Iglesia, el Ejército y la alta burguesía; todo lo cual limitó sus aspiraciones totalitarias.
Sin embargo, el proyecto político totalitario existió. Y el fascismo pudo contar con el apoyo de un importante sector de la intelectualidad italiana.
El intelectual fascista más significado fue Gentile, filosofo, siempre se sintió muy compenetrado con los valores de la tradición del Risorgimento, interpretados desde una perspectiva laica. Junto a Croce, combatió el positivismo y la escolástica, y ofreció su propia interpretación del marxismo: las formas reales del espíritu, el acto de pensar, son el arte, como subjetividad, la religión como objetividad y la filosofía como síntesis dialéctica.
El actualismo se presentaba como un historicismo absoluto, para el que nada es y todo deviene. No hay más realidad que la realidad querida; no hay más obstáculo que la voluntad. Para el actualismo, no hay ni puede haber un corte neto entre el pensamiento y la acción, entre la cultura y la vida moral y civil.
Gentile entendió la filosofía desde una perspectiva política y pedagógica. Antes de su adhesión al fascismo, Gentile se considera liberal, pero distinguía entre dos tipos de liberalismo. Condenaba al liberalismo del siglo XVIII, al que juzgaba de individualista y materialista, basado en las abstracciones del contractualismo rousseauniano. Gentile consideraba el genuino y autentico liberalismo aquel que atribuye al Estado el valor primerio y absoluto frente a los individuos y a sus intereses particulares. El límite de fondo del liberalismo clásico nacido del siglo XVIII está en presuponer la libertad del Estado y en concebirlo como condicionado por la voluntad y por los derechos de los individuo. El único liberalismo consecuente era el derivado del renacimiento espiritualista del siglo XIX, que revalorizaba la libertad del Estado y el Estado concebido como realidad ética universal.
Frente al liberalismo individualista, Gentile estima que el individuo sólo se realiza plenamente cuando llega a ser consciente de sí mismo como algo intrínseca y sustancialmente relacionado con los otros. Esta consciencia surge previamente de la familia. Esta consciencia se articula más ampliamente por la pertenencia del individuo a entidades a las que representa un interés colectivo inmediato y aquellas que para realizarse a sí mismas debe oponerse en consonancia con la totalidad de los diversos intereses. El individuo se crea a sí mismo como personalidad a través de sus agentes, y esos agentes, la familia, la corporación, el sindicato, la Iglesia, etc., reciben todo el reconocimiento jurídico del Estado, que es su encarnación concreta. Por medio de ellos, el Estado se desprende el individuo de su particularidad momentánea y se hace con su verdadero yo. La humanidad sólo se hace realidad a través de la Nación, y el individuo sólo puede alzarse hasta la conciencia de su humanidad a través y como miembro de la Nación.
El desarrollo del hombre como hombre necesita de una regular y esencial implicación de otros hombres en el amor, en el lenguaje, en el arte, en la religión y en la conciencia.
Esto constituye la sociedad, la sociedad concreta de la nación. Y puesto que la Nación es el medio a través del que estas implicaciones tienen lugar y la sociedad sólo es posible concretamente por virtud de un Estado como voluntad autoconsciente dada históricamente, el Estado se revela como fundamentalmente ético dirigido hacia la articulación de la humanidad real de los individuos, que son sus momentos constitutivos. El Estado representa la voluntad real, distinta de los momentos e irreflexivos deseos de los yos particulares. Tal voluntad libera e impone obligaciones. Al manifestar esa voluntad revela su ordenamiento como acuerdo con la Ley Moral.
Gentile contribuyó decisivamente a relacionar a un sector de la alta intelectualidad italiana con los fascistas. Fue el redactor del Manifiesto de los Intelectuales del Fascismo, en el que se definía al fascismo como un movimiento político y religioso, cuyos orígenes se encontraban en el Risorgimento y en los movimientos como la Joven Italia. Su carácter religioso explicaba su intransigencia y su recurso a la violencia frente a un Estado, como el liberal, al que se definía como agnóstico y abstencionista. Croce se convirtió en el líder de la oposición político-intelectual al régimen fascista.
Gentile pretende elaborar el perfil filosófico del nuevo régimen. Por encargo de Mussolini que añadió algunos planteamientos de su antiguo ideario sindicalista revolucionario, Gentile redactó los puntos de La Doctrina del Fascismo, en los que se fijaron los elementos fundamentales de la concepción fascista del Estado. El Fascismo se autodefinía como antiindividualista. Gentile se pronunciaba también por el individuo y reafirmaba al Estado como auténtica realidad del individuo. Se pronunciaba igualmente por la libertad, en la medida en que esta era el atributo del hombre real. Una libertad que coincidió con el Estado y con el individuo en cuanto perteneciente al Estado. El Fascismo se definió como totalitario, y el Estado se autoafirmaba como síntesis y unidad de todos los valores, que interpreta, potencia y desarrolla toda la vida del pueblo. La doctrina fascista se presentaba como antidemocrática sólo si el concepto de pueblo se reducía a una entidad numérica. Para Gentile, la Nación no es una realidad natural; tampoco fruto de la voluntad de los individuos; se trataba de la realización de un proyecto político encarnado en el Estado, que da al pueblo, consciente de su propia unidad moral, una voluntad, y por consiguiente una existencia efectiva. La Nación, como Estado, es una realidad ética, que existe y vive en la medida en que se desarrolla. En este sentido, tenía derecho a extenderse fuera de su marco territorial, como fruto de la voluntad de su imperio. El Fascismo rechazaba el pacifismo, se oponía al marxismo,  “que paraliza el movimiento histórico en la lucha de clases e ignora la unidad estatal que funde las clases en una sola realidad económica y moral”; lo mismo que al sindicalismo de clase.
Victor Emmanuel III
Esta transformación de las instituciones políticas se acompañó de un cambio en las relaciones entre la economía y política. Detrás se encontraba la exigencia de intervencionismo estatal en la economía, nacido del proceso de corporativización de las sociedades europeas y de la crisis del capitalismo liberal. Para Mussolini, el Estado era quien podía resolver las dramáticas contradicciones del capitalismo. El Fascismo fue, en el terreno económico, una tentativa capitalista de superar la crisis de postguerra y de reorganizar la producción sobre nuevas bases centralizadas. Mussolini estableció ciertas afinidades y paralelismo entre su Estado ético y el New Deal de Roosevelt. En 1927 la Carta del Trabajo (de Rocco) trazaba las líneas del Estado corporativo, del Estado que debería armonizar las fuerzas del trabajo en nombre los intereses superiores de la Nación. La Nación italiana era un organismo cuyos fines, vida y medios son superiores por duración a los individuos, una unidad moral, política y económica que se realiza integralmente en el Estado fascista. El corporativismo fascista era monístico; se encontraba ligado al idealismo actualista; y en consecuencia subordinaba las corporaciones del Estado. Sus formulaciones más radicales, suponía la subordinación de todos los elementos de la sociedad al Estado, concebido este como síntesis de los intereses materiales y espirituales de la nación; lo que conduciría a la abolición del conflicto de clases.
El Fascismo se configuró como una concepción estética de la política. En el Estado totalitario, la vida civil se convertía en un espectáculo continuo, donde el hombre nuevo fascista se exaltaba en el flujo de las masas, con la repetición de ritos, la exposición y veneración de símbolos, como vehículos de solidaridad colectiva. La organización fascista del consenso de masas se fundaba en esas ceremonias. El Fascismo reducía, casi inevitablemente, la participación política al espectáculo de masas. Ofreció al pueblo, no sus derechos, sino la oportunidad de expresarse introduciendo la estética en su política. Su finalidad era conjurar el espíritu nacionalista, infundir respeto al régimen y crear un estado de ánimo para la guerra.
En el ámbito de lo simbólico radicaba la importancia de la religión política fascista. En torno a 1926-32 se consolidó la liturgia política fascista, que llegó a confundirse con el culto a la Patria. El partido único, como nueva elite política dirigente, fue concebido para el reclutamiento de las élites y para la educación de las masas, a través, sobre todo, de las organizaciones juveniles, los Balillas, o de las organizaciones recreativas y culturales. El partido único se configuró como una especie de seminario, donde se criaba y educaba a los nuevos dirigentes del Estado totalitario. Las juventudes fascistas tenían que pasar por una serie de ritos semejantes a la confirmación católica. El culto a los caídos suponía la exaltación del sentido comunitario de la sociedad, que integraba al individuo en el grupo.
El elemento esencial de la religión fascista fue el mito Mussolini, a cuyo carisma se atribuían efectos taumatúrgicos. Era el Duce, el estadista, el escritor, el profeta, el mesías, el apóstol. Se trataba, en definitiva, del prototipo de nuevo italiano. Para la burguesía, el salvador de la Patria; para las clases populares que no habían sufrido la violencia fascista, el hijo del pueblo.
Las relaciones del nuevo régimen con la Iglesia Católica pasaron por diversas fases. Mussolini era anticlerical, pero intentó evitar conflictos, y consideraba que el catolicismo podría ser utilizado para la expansión nacional.
Relaciones con el Vaticano
La conciliación con la Santa Sede, los Pactos de Letrán (1929), dan prestigio al fascismo. La situación de no reconocimiento del Estado italiano por la iglesia católica se remonta a la llamada “cuestión romana” en 1870. El Tratado reconoce ahora la soberanía del Papa sobre la ciudad del Vaticano y se le indemniza por la pérdida de los Estados de la Iglesia. No obstante, se fue abriendo un foso entre las tendencias autoritarias del Duce y la Iglesia en las cuestiones de familia, enseñanza y religión. Fueron mal recibidos por los sectores laicos y anticlericales del partido y del régimen, porque consideraban que los pactos entraban en contradicción con el totalitarismo proclamado por el Fascismo.
El régimen fascista disfrutó de un consenso generalizado en la sociedad italiana. La llegada de Hitler al poder tuvo un profundo impacto en el régimen italiano. Los fascistas no simpatizaban con el nacional-socialismo. Hasta 1936, la Italia fascista fue un serio obstáculo para la creación de la Gran Alemania, mediante la anexión de Austria. El Fascismo se consideraba un movimiento político de carácter universal. La conquista de Abisinia, y las consiguientes sanciones de la Sociedad de Naciones y la enemistad inglesa, unido a la participación italiana en la guerra civil española, tuvieron como consecuencia el acercamiento entre Hitler y Mussolini, luego plasmado en el Eje Roma-Berlín. Lo cual influyó en la evolución ideológica del régimen italiano. En 1938 se promulgó la Declaración de la Raza, donde se establecían una serie de medidas discriminatorias contra la población de estirpe hebrea y de religión judía. Lo que afecto a no pocos antiguos simpatizantes y militantes fascistas.
La desastrosa intervención de Italia en la Segunda Guerra Mundial provocó la caída del régimen fascista en 1943, con la destitución de Mussolini, por parte del rey Víctor Manuel III, y su ulterior prisión. Liberado por los alemanes, el Duce y sus partidarios fundaron la Republica Social Italiana.
Con la derrota en la guerra, el Partido Fascista fue declarado ilegal, aunque sus seguidores se agruparon en torno al Movimiento Social Italiano.

martes, 29 de mayo de 2012

Historia de las Ideas Políticas Resúmenes Parte 46


En la asignatura de Historia de las Ideas Políticas del primer cuatrimestre del Grado en Sociología de la UNED, algun@s compañer@s realizamos un trabajo coral; resúmenes del libro Ideas y Formas Políticas: Del triunfo del Absolutismo a la Posmodernidad, bibliografía básica de esta asignatura. Quiero agradecer el esfuerzo, compromiso y dedicación desplegado por tod@s.  Derechos reservados, sus autores.

José Rodrigo Crespo - Tema 1 El triunfo del absolutismo // Elisa Ruiz Rodríguez - Tema 2 De la Ilustración al Estado Liberal // Alejandro Gessé Ponce - Tema 3 Los fundamentos de la democracia: de Rosseau a la Revolución Francesa // María Hernando García - Tema 4 El idealismo // Tomás Javier Prieto González - Tema 5 Tradicionalismo y Conservadurismo // Mónica Platero - Tema 6 El pensamiento político norteamericano: de los Founding Fathers a la consolidación de la nación americana // Juan José Amate Ruiz - Tema 7 El liberalismo posrevolucionario // Víctor Riesgo Gómez - Tema 8 Utilitarismo y liberalismo en Inglaterra // Pedro Medina Charavía - Tema 9 Del socialismo utópico al anarquismo // Carla Torres Segura - Tema 10 El anarquismo // Antonio Jesús Acevedo Blanco - Tema 11 Karl Marx y el Marxismo // José Bargallo Roges - Tema 12 El nacionalismo en el siglo XXI // Julio Monteagudo Diz – Tema 13 Totalitarismo (I): Fascismo y Nacional-Socialismo // Inocencia González Fernández Tema 14 Totalitarismo (II): El Comunismo Marxista-Leninista // Eva Del Riego Eguiluz – Tema 15 Los Liberalismo de posguerra // Carolina Judith Rabazo Pérez - Tema 16 Políticas del posmodernismo



INTRODUCCIÓN

En general para que un régimen político sea considerado como totalitario se consideran indispensables los siguientes elementos:
1.     Una ideología suficientemente elaborada y con pretensión abarcadora y exclusiva que descansa, en parte, en el rechazo de los valores tradicionales y en la recusación del pasado, y, en parte, en la invocación de expectativas de futuro. Proyecto de una nueva sociedad e, incluso, de un hombre nuevo.
2.     Un movimiento de masas uniformado, centralizado y políticamente unificado, que se considera como portador de una politización tan total como sea posible  una integración de los ciudadanos y de una superación de la sociedad liberal y de clases.
3.     Pleno control de todos los medios relevantes de comunicación y de coacción.
4.     Control burocrático de la economía y de las relaciones sociales por el camino del dirigismo estatal, de la socialización o de las nacionalizaciones.
5.     Liderazgo carismático
6.     Democracia plebiscitaria o directa, basada en la aclamación como mecanismo idóneo de expresión de la voluntad popular. El paso de lo privado a lo público sólo podía tener lugar cuando el individuo manifestaba su opinión formando parte de la multitud reunida en la plaza pública.
Los totalitarismos tienen como objetivo esencial la supresión de las fronteras entre el estado y la sociedad. Postulan la absorción de la sociedad civil por el Estado. En su variante fascista y nacional-socialista, presuponen la sociedad de masas. Surgen de lo que el historiador George L. Mosse ha denominado la nacionalización de las masas, es decir, de la construcción de la identidad nacional a través de instituciones como la escuela o el Ejército, de monumentos, festividades, liturgias, lugares sagrados, etc. Estos movimientos de vieron favorecidos por el clima intelectual de la época, provocado por la crisis del positivismo y de las filosofías racionalistas.
Sus orígenes más próximos se encuentran, sin embargo, en la experiencia movilizadora de la Gran Guerra, que contribuyó decisivamente a trasformar la mentalidad y la cultura política de las masas. Al finalizar la guerra las sociedades europeas entraron en un período de profunda inestabilidad política. Las legitimidades tradicionales entraron en crisis. Se buscaban alternativas sociales y políticas a un liberalismo y a un parlamentarismo cada vez más debilitados por la experiencia de la guerra y la revolución bolchevique.
Sin embargo fascismo y nacional-socialismo fueron movimientos políticos, sociales y culturales ideológicamente diversos. Pese a coincidir en: antimarxismo, interclasismo, fijación del liderazgo carismático, legitimidad plebiscitaria, populismo, corporativismo; diferían en la interpretación del hecho nacional. Para el fascismo era estatal y proyectiva, que no se define ni por la tradición, ni en función del origen étnico de sus componentes, sino a partir de una memoria colectiva, de un culto común y de una voluntad de integrarse en la comunidad nacional. Por el contrario, la concepción nacional-socialista era racial.

 Fascismo italiano
Orígenes ideológicos

Ideológicamente, el fascismo italiano fue la expresión política de posguerra de los movimientos intelectuales nacidos del Risorgimento (proceso que a lo largo del siglo XIX llevó a la unión de los diversos estados en que estaba dividida la península Itálica) y de la crisis del positivismo iniciada a finales del siglo XIX. Las corrientes ideológicas que desembocan en el fascismo se nutren de diversos aspectos del nacionalismo italiano, del sindicalismo revolucionario y del neohegelianismo.

Giuseppe Mazzini
La nacionalización de las masas (la participación activa del conjunto de la población en la vida política y su integración en la sociedad nacional, a través de ritos, símbolos, mitos, fiestas, monumentos, etc, al igual que de los principales agentes de socialización, desde la escuela al servicio militar. Un proceso en el que participa no sólo el Estado, sino sociedades culturales y gimnásticas e incluso sectores importantes del movimiento obrero) en Italia tuvo mucho menos éxito que en Alemania o Francia. El Risorgimento tuvo como consecuencia la ruptura de la alianza entre el Estado y la Iglesia. El nacionalismo italiano decimonónico tuvo por su principal adalid a Giuseppe Mazzini, portavoz de un nacionalismo laico basado en la Religión de la Patria. Mazzini decía que no podía existir la unidad política nacional sin una unidad moral en torno a una fe colectiva y una conciencia de misión. En el fondo, la nación era una comunión de creyentes. Su modelo era republicano, unitario y revolucionario.
El nuevo Estado italiano inició una ambiciosa campaña de expansión colonial en África, y en sus deseos de ampliar su presencia en el Cuerno de África, recibió un duro golpe en la batalla de Adua (Abisinia).

Los fracasos del primer imperialismo italiano dieron origen a las primeras publicaciones de carácter nacionalista. En 1910, apareció la Asociación Nacionalista Italiana, cuyo principal teórico fue Corradini. El nuevo nacionalismo italiano tenía como objetivo la lucha contra el liberalismo y la articulación de una cultura y de una mística nacional unitaria, a través de los mitos de la Roma antigua, de la Italia medioeval y el Renacimiento. Los nacionalistas italianos glorificaban el progreso económico, las élites burguesas, al igual que reivindicaban la expansión colonial. Se tiñó de tendencias populistas, con el célebre concepto de nación proletaria. Su unidad política era aún incipiente, en consecuencia, el objetivo común, por encima de las clases y de las ideologías, debía ser la expansión colonial, sobre todo en África; y no la democracia o la lucha de clases.

Surgieron tendencias nacionalistas de izquierda, cuyo proyecto político era acercar el movimiento nacionalista al sindicalismo revolucionario, coincidentes ambos en el rechazo hacia la democracia liberal y el pacifismo, a favor de una común visión heroico-histórica, mística y activista de la política.

A ello se unió la incidencia cultural de la escuela neoidealista, comprometida en el redescubrimiento de los contenidos y de las sugerencias de la tradición cultural italiana y vieron en el Estado la misión ética característica de la filosofía hegeliana, subrayando la necesidad de una amplia labor formativa y educativa de la nuevas generaciones, opuesta tanto al catolicismo como al positivismo y el marxismo. La victoria de los neoidealistas fue arrasadora y cambio no sólo la concepción general de la filosofía, sino el gusto, el estilo, las aficiones de toda una época cultural. Las vanguardias artísticas contribuyeron igualmente a la modernización  y nacionalización de la cultura italiana, mediante la exaltación de la innovación tecnológica y económica, de la velocidad y el riesgo. El Futurismo era una filosofía de la vida, concebida como una lucha inagotable, que exaltaba, entre otras cosas, la guerra.
Fue importante el desarrollo de la ciencia política italiana, con la obra de los sociología elitistas Mosca y Pareto. Eran liberales, pero no demócratas. El liberalismo italiano rechazó siempre la concepción rousseauniana del gobierno popular. Tomaron como premisa científica el fundamento siempre minoritario del poder, a través de su teoría de la élite o de la clase política. Para Pareto, la vida social está caracterizada por una continua circulación de élites de diverso tipo y valor, insistió en que en la vida social y la historia, las acciones no-lógicas prevalecen definitivamente sobre las acciones lógicas. Otro sociólogo alemán, Robert Michels, nacionalizado italiano abordó el tema de la compatibilidad entre los ideales democráticos y la férrea ley de la oligarquía, que rige a los modernos partidos políticos de masas.
Benito Mussolini
A todo ello es preciso añadir la formación político-intelectual de Benito Mussolini, como futuro líder del movimiento fascista italiano. Militó en el Partido Socialista, dentro de su sector más revolucionario y maximalista. Su formación fue, sin embargo, ecléctica. Tuvo ocasión de asistir a las clases Pareto en la Universidad de Lausana (Suiza). Su teoría de la elite marcó profundamente su pensamiento político. A esta influencia hay que añadir Marx, Nietzsche y sindicalistas revolucionarios (Sorel entre otros). Mussolini lucho contra el reformismo social-demócrata y el liberalismo. Mussolini soñaba con el derrocamiento del régimen liberal mediante la huelga general y con la formación de un sistema proletario regido por los sindicatos. La idea de Sorel más influyente en Mussolini fue la del mito como director e inspirador de las energías y de las acciones políticas. El mito no es una especie de utopía, sino todo lo contrario: no la descripción de una perfecta sociedad del futuro, sino la llamada a una batalla decisiva. Su valor no es cognitivo; no se trata de una predicación científica; es una fuerza que inspira y organiza la conciencia militante de un grupo autosuficiente. El mito del proletariado es la huelga general. Sólo mediante un mito puede un grupo combativo mantener su solidaridad, heroísmo y espíritu de autosacrificio. Se trata de un estado mental que espera y se prepara para la violenta destrucción del orden existente.
Tras sus campañas contra la guerra de Libia,  Mussolini consiguió convertirse en una figura nacional, que encabezaba la corriente revolucionaria el socialismo italiano, una corriente que salió vencedora en el congreso celebrado en Reggio Emilia en julio de 1912. A partir de esa fecha empezó una época de ruptura con la ideas del socialismo. Desilusionado por la incapacidad revolucionaria del proletariado y de los socialistas, evolucionó, al estallar la gran Guerra, hacia posiciones nacionalistas e intervencionistas. Se trataba de un nacionalismo de nuevo tipo, que busca la síntesis con un socialismo que ya se autodefinía como antimarxista, y que apostaba por la colaboración entre las distintas clases sociales. Su objetivo era la modernización de la sociedad italiana, a través de una tercera vía entre el capitalismo liberal y el socialismo marxista. El mito por excelencia ya no sería la huelga general, sino la nación italiana.
Tras su decisión de apoyo a la entrada de Italia en la Gran Guerra, Mussolini fue expulsado del Partido Socialista y fundó su propio periódico “Il Popolo d’Italia”.

lunes, 28 de mayo de 2012

Historia de las Ideas Políticas Resúmenes Parte 45


En la asignatura de Historia de las Ideas Políticas del primer cuatrimestre del Grado en Sociología de la UNED, algun@s compañer@s realizamos un trabajo coral; resúmenes del libro Ideas y Formas Políticas: Del triunfo del Absolutismo a la Posmodernidad, bibliografía básica de esta asignatura. Quiero agradecer el esfuerzo, compromiso y dedicación desplegado por tod@s.  Derechos reservados, sus autores.

José Rodrigo Crespo - Tema 1 El triunfo del absolutismo // Elisa Ruiz Rodríguez - Tema 2 De la Ilustración al Estado Liberal // Alejandro Gessé Ponce - Tema 3 Los fundamentos de la democracia: de Rosseau a la Revolución Francesa // María Hernando García - Tema 4 El idealismo // Tomás Javier Prieto González - Tema 5 Tradicionalismo y Conservadurismo // Mónica Platero - Tema 6 El pensamiento político norteamericano: de los Founding Fathers a la consolidación de la nación americana // Juan José Amate Ruiz - Tema 7 El liberalismo posrevolucionario // Víctor Riesgo Gómez - Tema 8 Utilitarismo y liberalismo en Inglaterra // Pedro Medina Charavía - Tema 9 Del socialismo utópico al anarquismo // Carla Torres Segura - Tema 10 El anarquismo // Antonio Jesús Acevedo Blanco - Tema 11 Karl Marx y el Marxismo // José Bargallo Roges - Tema 12 El nacionalismo en el siglo XXI // Julio Monteagudo Diz – Tema 13 Totalitarismo (I): Fascismo y Nacional-Socialismo // Inocencia González Fernández Tema 14 Totalitarismo (II): El Comunismo Marxista-Leninista // Eva Del Riego Eguiluz – Tema 15 Los Liberalismo de posguerra // Carolina Judith Rabazo Pérez - Tema 16 Políticas del posmodernismo



¿QUÉ ES UNA NACIÓN? E. RENAN, H. VON TREISCHKE.

Ernest Renan
A la altura del último tercio del siglo XIX ya era clara la distinción entre un nacionalismo político y otro cultural, y el debate entre “nación” o “nacionalismo” se encontraba en  un momento creciente. La reorganización del mapa de Europa  con la unificación de Alemania e Italia, con cambios en los Balcanes y Francia tras el desastre de Sedan (1871), se preguntaban qué significaba Francia y cuál era su esencia. En este contexto de incertidumbre, en 1882, E. Renan promulgó una resonante en la Sorbona, con el título ¿Qué es una nación? En la que habló de la nación como “un plebiscito cotidiano”, pero también como “el resultado histórico inducido por una serie de hechos que convergen en un mismo sentido” y que hicieron expresar su firme voluntad de tener un futuro en común. Pero además, E. Renan también resaltaba lo erróneo de equiparar a la nación con la raza o la lengua, como también era necesaria la nación como garantía de la existencia de la libertad, que se demuestra en la firme voluntad de tener un futuro común. Las ideas de Renan no eran novedosas. La nación era un hecho político, no un hecho cultural o racial, pero aceptaba que se fortaleciera mediante el desarrollo de elementos que crearan solidaridad (la educación obligatoria, museos, servicio militar, elementos que según E. Weber ayudaron a que el ciudadano tomara conciencia de su nacionalidad.

En el otro lado del Rhin, el discurso de Fitche se convirtió en mito; la filosofía de Hegel ayudó a que la nación alemana se convirtiera en una realidad primordial del alemán. Con la victoria de Sedam quedó demostrado el poder y la fuerza de la nueva Alemania.

H. von Treitschke
Heinrich von Treitschke (1834-1896) Este historiador, hijo de un general, fue un ferviente defensor de la unificación alemana bajo la dirección del Estado prusiano. Fue un admirador de Bismark y la dinastía de los Hozenzollern, en el se conjugaron sobre todo los “Los discursos a la nación alemana” de Fitche y del irracionalismo, también la filosofía de Hegel, ya que creía en el papel del Estado como director de la vida del ciudadano, a lo que unió la justificación de la institucionalización del autoritarismo y de la fuerza para lograr sus objetivos.
Para él, la nación alemana era una realidad latente por el hecho de existir una cultura alemana, prueba de su unidad de origen. Heredero de Fitche y tenía influencia de la filosofía hegeliana. En su opinión era necesario que el pueblo alemán cumpliera la misión que se le había encomendado y para la que estaba determinado, y esa era que mostrara al mundo, a través de la fuerza, si fuera necesario, la grandeza de su filosofía, de su política y de su legado cultural, para que sirviera de elemento civilizador, y así poder desempeñar un papel protagonista en las relaciones internacionales. Para él, como para los nacionalistas culturales alemanes, ser alemán era hablar alemán, ser poseedor de la cultura alemana y todos los obstáculos que impidieran esto había que destruirlos. L. von Treichske fue un ferviente defensor de la patria y la nación alemana y por ello un ferviente antisemita y un xenófobo, en general. Fue miembro del Reichstag, donde fue partidario de que Alemania entrara de lleno en la carrera imperialista, enfrentándose al resto de potencias europeas, para hacer más grande y próspera la nación alemana. Una misión para la que no dudó en justificar el uso de la fuerza militar.

EL VIRAJE RADICAL DEL NACIONALISMO, EL IMPERIALISMO Y LA XENOFOBIA.

En el último tercio del siglo XIX, las grandes potencias europeas iniciaron una carrera por crear un imperio colonial, y en ello influyeron tanto motivos económicos como políticos, relacionados con el prestigio internacional. Para Niall Ferguson, el imperialismo fue un proceso de colonización, cristianización, capitalización y conquista, de grandes extensiones de territorios (África, América y Asia). En este proceso se desarrollaron una gran multitud de sistemas políticos de gobierno de estas colonias, lo que marcó la forma y la extensión en la que se desarrolló el imperialismo sobre las colonias.

En general, los grupos conservadores relacionaban, el imperialismo con la idea de la superioridad de las naciones europeas. De este modo, entre las potencias europeas se produjo el reparto de África, tras la conferencia de Berlin se produjo el reparto de influencia en los Balcanes y se consolidaron los enclaves portuarios de ingleses, portugueses y franceses en la India y Sureste asiático, donde se inició un comercio mundial a gran escala, pero también un trasvase de formas políticas, económicas y sociales.

En todo este proceso, el nacionalismo tuvo un papel protagonista como elemento de legitimación política del discurso imperialista. El colonialismo y el imperialismo no solo tuvieron que ver con el desarrollo de la lógica del capitalismo y de sus modos de producción, como así lo pusieron de manifiesto los estudios marxistas sobre la cuestión, sino que también tuvo que ver con el ejercicio de gobierno autoritario, basándose en la idea de superioridad, sobre extensiones de terreno cada vez mayores. Se buscaba la grandeza y la hegemonía en las relaciones internacionales, romper con el equilibrio europeo del periodo anterior.

En el desarrollo de esta idea de superioridad también incidieron algunos otros factores como el darwinismo social, cuyo principal representante fue H. Spencer (1820-1903) y del racismo representado por Joseph A. Gobinau (1816-1882) que ayudaron a que en el discurso imperialista se conjugaran exaltaciones nacionales y que hicieron que el nacionalismo desarrollara su versión más étnica, esencialista y xenófoba. Fue así como se elaboró un discurso en el que la superioridad de unas razas sobre otras se convirtió en uno de sus pilares centrales. Un discurso que no solo se aplicó a las colonias, sino que también apareció en el debate político de los Estados europeos.

En Francia, por ejemplo, la derrota de Sedán (1871) fue un trauma de primera magnitud, que llevó a intelectuales y políticos a reflexionar sobre que era Francia y cuáles debían ser los valores nacionales. Aparecieron partidos políticos nacionalistas que cuestionaron las conquistas de la revolución y que rechazaban incluso la propia idea de República, a favor de la tradición, el catolicismo y la monarquía como los valores esenciales de Francia. Este fue a grandes rasgos el corolario político de Action francaise, el partido políticdfo ultranacionalista que abanderó este discurso xenófobo, reaccionario y antisemita. Un discurso que se hizo muy popular en Francia con el “affaire Dreyfuss”, pero que se inició en la sociedad francesa tras la derrota de Sedán.

domingo, 27 de mayo de 2012

Historia de las Ideas Políticas Resúmenes Parte 44


En la asignatura de Historia de las Ideas Políticas del primer cuatrimestre del Grado en Sociología de la UNED, algun@s compañer@s realizamos un trabajo coral; resúmenes del libro Ideas y Formas Políticas: Del triunfo del Absolutismo a la Posmodernidad, bibliografía básica de esta asignatura. Quiero agradecer el esfuerzo, compromiso y dedicación desplegado por tod@s.  Derechos reservados, sus autores.

José Rodrigo Crespo - Tema 1 El triunfo del absolutismo // Elisa Ruiz Rodríguez - Tema 2 De la Ilustración al Estado Liberal // Alejandro Gessé Ponce - Tema 3 Los fundamentos de la democracia: de Rosseau a la Revolución Francesa // María Hernando García - Tema 4 El idealismo // Tomás Javier Prieto González - Tema 5 Tradicionalismo y Conservadurismo // Mónica Platero - Tema 6 El pensamiento político norteamericano: de los Founding Fathers a la consolidación de la nación americana // Juan José Amate Ruiz - Tema 7 El liberalismo posrevolucionario // Víctor Riesgo Gómez - Tema 8 Utilitarismo y liberalismo en Inglaterra // Pedro Medina Charavía - Tema 9 Del socialismo utópico al anarquismo // Carla Torres Segura - Tema 10 El anarquismo // Antonio Jesús Acevedo Blanco - Tema 11 Karl Marx y el Marxismo // José Bargallo Roges - Tema 12 El nacionalismo en el siglo XXI // Julio Monteagudo Diz – Tema 13 Totalitarismo (I): Fascismo y Nacional-Socialismo // Inocencia González Fernández Tema 14 Totalitarismo (II): El Comunismo Marxista-Leninista // Eva Del Riego Eguiluz – Tema 15 Los Liberalismo de posguerra // Carolina Judith Rabazo Pérez - Tema 16 Políticas del posmodernismo



G. MAZZINI Y LA UNIFICACIÓN ITALIANA.

G. Mazzini (1805-1872) fue uno de los principales protagonistas del desarrollo del discurso nacionalista durante el siglo XIX, y no sólo porque fuera uno de los principales instigadores de la unificación italiana, que lo fue, sino porque su pensamiento fue una síntesis entre el nacionalismo político y el cultural, lo que lo convertiría en un referente intelectual del pensamiento nacionalista de su tiempo y de los posteriores.

Pero hay que tener en cuenta que una vez concluido el proceso de  unificación el pensamiento de Mazzini no se tuvo muy en cuenta a la hora de construir el Estado-Nación italiano, pero fue, sin duda, muy importante para iniciar el proceso revolucionario contra el Imperio Austríaco y fue lo suficientemente sólido como para que el pueblo italiano pudiera desarrollar una conciencia nacional lo suficientemente importante como para aceptar este proceso.

En el pensamiento de Mazzini podría sintetizarse que el Estado italiano debía ser liberal y democrático, ya que  el ser humano solo podría desarrollarse plenamente en cuanto a su autonomía y su capacidad creativa bajo estos valores, a la vez que sólo bajo un Estado la nación podría desarrollar su sentido social de asociación para fomentar su propio bienestar y progreso. Mazzini era partidario de que cada nación tuviera su Estado, ya que era, en su opinión, la forma natural de que el ser humano pudiera canalizar su progreso moral, el ámbito principal en el que el ser humano debía desarrollarse, más allá de que también se pudiera desarrollar en el ámbito económico o social, a la vez que eso supondría el final del Imperio Austríaco, el invasor de Italia.

Para él, la nación era el paso intermedio entre el individuo y la humanidad. Apostó por una Europa de naciones. Fundó el movimiento La Joven Italia (1831) para canalizar el independentismo italiano y quiso que este tipo de organizaciones se extendiera por Europa a los países que vivían dentro de los imperios, para poder cumplir su deseo de crear una Europa de naciones libres.

Tenía muy claro el papel de Dios en el proceso de construcción de naciones, cuando afirmó “estamos escalando una pirámide cuya base abraza la tierra, y cuyo vértice se levanta hacia Dios. La subida es lenta y penosa, y podemos realizarla sólo uniendo nuestras manos, uniendo nuestras fuerzas, cerrando filas, como la falange macedonia, si uno de nosotros cayera exhausto por la fatiga. En esta necesidad reside la legitimidad de la democracia, de sus aspiraciones hacia la emancipación, la mejora, la cooperación de todos”.

En esta idea de progreso, la nación jugaba para Mazzini un papel esencial. Primero porque la nación “es misión y deber común”, la nación era para él “un instinto que Dios infundió en vuestro corazón (el de los italianos), una voz que os llega del sepulcro de vuestros mayores, un signo que la naturaleza poderosa de Italia marcó en vuestra frente y en vuestra mirada, os dice que sois hermanos, llamados a tener una única bandera, un solo pacto, un solo templo, en lo alto del que resplandezca, con caracteres visibles a todas las gentes, la misión italiana, el encargo que Dios encomendó a la nación italiana para el engrandecimiento de la humanidad”.

De esta manera se conjugaban los dos tipos de nacionalismos que se habían desarrollado en Europa. Uno por mandato divino que hizo de Italia un pueblo elegido para mostrar al mundo su capacidad y su creatividad a través de la cultura; y desarrollando la ecuación Estado=nación=progreso en el que el Estado sería el instrumento modernizador bajo el que se lograrían las conquistas sociales y morales, principalmente la libertad; y relacionando el nacionalismo con la idea ilustrada de progreso, pero además con algunos elementos culturales propios del discurso de Fitche. La cultura italiana, con el Renacimiento como referente, mostró la unidad de origen, para luego relacionarla con la misión divina encomendada al pueblo italiano. Los conceptos de familia, nación y humanidad se asemejaba a un discurso conservador y tradicional que a una ruptura con lo anterior. El sentimiento nacional era algo intrínseco del ser humano “El hombre está en el mundo para continuar con la raza humana, no para refundarla”. Atacó a Saint Simón, Fourier, a sus seguidores y en general a todo el socialismo, por romper los lazos con el pasado, porque, para él, el sentimiento nacional era algo intrínseco a los ciudadanos de cualquier período, con lo que el socialismo, como el absolutismo, se alejaba de la idea de progreso, porque destruían al individuo como sujeto creador y moral y en el caso del socialismo, no tenían en cuenta la sociedad en la que se desarrollaba. Su nacionalismo no aspiraba a romper con todo lo anterior, pero si darle un nuevo sentido a la vida del ser humano. La humanidad tenía una historia de la que debía aprender y desde la que debía avanzar hacia el futuro, y lo haría mediante el desarrollo lógico que ofrecía la escala de la que formaban parte la familia, la nación y la humanidad.

LA NACIÓN Y EL LIBERALISMO INGLÉS.

En Inglaterra, el fenómeno del nacionalismo como idea política recurrente para la construcción del Estado-nación moderno fue un hecho que ya tuvo su importancia antes de la Revolución francesa. Desde la revolución de 1688, en Inglaterra, el liberalismo se consolidó a través de la filosofía de J. Locke, y su relación con la construcción del Estado moderno ya era muy estrecha durante buena parte del siglo XVIII. En Inglaterra, la conjunción entre el Liberalismo, Parlamentarismo y construcción del Estado se convirtió en un precepto innegociable en los años posteriores. Por ello en Inglaterra, el nacionalismo, como idea política del continente europeo se convirtió en un objeto de estudio por parte de filósofos y especialistas, que se centraron en su relación con el liberalismo y la construcción del Estado-nación moderno.
La obra de J.S. Mill nos indica el interés que el nacionalismo despertó en los círculos académicos ingleses. En sobre el gobierno representativo, definió la nación como:

“(…) la reunión de hombres atraídos por simpatías comunes que no existen entre ellos y otros hombres, simpatías que les impulsan a obrar de concierto mucho más voluntariamente que lo harían con otros, a desear vivir bajo el mismo gobierno y a procurar que este gobierno sea ejercido por ellos exclusivamente o por algunos de entre ellos” y afirmaba que las causas de estos sentimientos eran por “identidad de raza y de origen; frecuentemente contribuyen a hacerle nacer la comunidad de lenguas, otras las de religión” con lo que se tenían identificados los rasgos principales que distinguieron a los dos nacionalismos que se habían desarrollado en los años anteriores. En primer lugar, su relación con la construcción del Estado-nación moderno bajo la soberanía nacional, una de las características principales que definían a la nación, pero también el sentimiento de solidaridad intergrupal existente entre individuos de una misma raza, que aquí tiene un sentido estricto, con una misma lengua o algún otro elemento que denote un mismo origen, ya fuera histórico o mítico, propios del nacionalismo cultural, que fue derivando a una nacionalismo de corte radical e integrista propio de los partidos conservadores y reaccionarios de los diferentes países de Europa.

Lo que le preocupaba a J. Stuart Mill, no eran los nacionalismos, sino la construcción del Estado-moderno, y de cómo el liberalismo sirvió de ideología dominante para tal propósito, desarrollando valores como la igualdad y la libertad y el ejercicio de soberanía por parte del ciudadano el ejercicio de la acción de gobierno por parte del Estado. Coincidía con los postulados anteriores de Mazzini de la creación de un Estado para cada nación, ya que en su opinión “las instituciones libres son casi imposibles en un país compuesto por nacionalidades diferentes, en un pueblo donde no hay lazos de unión, sobre todo si ese pueblo lee y habla distintos idiomas”. Era bastante escéptico a que en esta situación, tanto la administración, las instituciones y un gobierno representativo o que los ciudadanos pudieran ejercer la soberanía nacional, porque entre otras cosas el Estado contaría con la deslealtad de algunos ciudadanos, de los que se sintieran en inferioridad.

Para J.S. Mill cuando un pueblo no tenía la preparación suficiente era necesario que se estableciera un gobierno de transición, una dictadura, y retrasar un gobierno representativo. En este período, el gobierno británico estaba creando un imperio colonial muy importante en América, África, Asia y Oceanía, y a este respecto afirmó:

“…este sistema de gobierno es tan legítimo como los demás, si es el que, dadas las condiciones de pueblo sometido, facilita su elevación a este a un rango superior. Hay (…) condiciones sociales en que un despotismo vigoroso es en sí el gobierno que antes inculcará al pueblo las cualidades particulares que le faltan para ser capaz de una civilización superior”.
Para ello, el gobernante debía ser un buen déspota que produjera  el bien de los pueblos atrasados. Se empezaron a establecer diferencias de grado entre individuos, estableciendo diferencias de capacidad entre razas, resaltando la superioridad de unas sobre otras, elemento que se convirtió en parte del nacionalismo en el último tercio de siglo.

Lord Acton
Lord Acton (1834-1902) y otros intelectuales discrepaban con Mill; pronto captaron el poder revolucionario del nacionalismo, pero también su posible deriva integrista como así lo plasmó en su obra Nationalism (1862) donde reflejaba la alianza liberalismo nacionalismo, pero que también el nacionalismo podía ser una ideología contraria a éste. Por ello era partidario de separar la el desarrollo de la acción de gobierno y la construcción del Estado, de la cultura y la lengua de los ciudadanos. Así, lo que para algunos era el ejemplo de convivencia imposible de nacionalidades distintas, el imperio Austro-húngaro, para Lord Acton era la prueba clara de que todas las nacionalidades podían tener cabida en un Estado.

Lo que Lord Acton percibió fue el carácter esencialista e integrista del principio de unidad nacional que habían promulgado Mazzini o J.S.Mill. Por eso para él una cosa era la política y otra la cultura y  el hecho de que el Imperio Austro-húngaro perviviera y su gobierno evolucionase hacia una forma de Estado liberal cosmopolita significaría el éxito del liberalismo y de la convivencia de los ciudadanos. A esta percepción contribuyó el hecho de que Lord Acton era un  cosmopolita, hijo de un diplomático. Nació en Italia y se educó en Alemania e Inglaterra y gran viajero con una gran inquietud intelectual. Pensaba que el nacionalismo étnico era un problema de falta de formación, de libertad y de instituciones liberales. Para él las diferencias culturales eran un signo de riqueza intelectual y no causa de problema político; a diferencia de J.S. Mill, la variedad de culturas nacionales era fuente de riqueza y éxito de convivencia.

Para Lord Acton y J.S. Mill su preocupación era el desarrollo del liberalismo y su papel para construir el Estado Moderno.