sábado, 30 de mayo de 2015

Encuentros etnográficos en contexto colonial: Devolver e indagar memorias en el terreno. Un ejemplo de Timor Oriental III

A día de hoy, lo único que se sabe de estos objetos es que se perdieron tras un incendio en esta casa sagrada. Sin embargo a Sousa este detalle le parece muy significativo, pues no comprende cómo unos objetos que eran tan importantes para un pueblo pudieran desaparecer sin dejar rastro. Por este motivo, Sousa sostiene que en Timor debía de existir una memoria local sobre este acontecimiento, no tanto la presencia de Almeida como la del incendio. Se plantea que los artículos de Almeida tendrían que formar parte de la memoria de la región, documentos etnográficos que han podido adquirir una especie de transferencia de valor -retributivo- desde los objetos descritos -desaparecidos-, por lo tanto puede haber una cesión del valor del propio objeto a la representación/interpretación que sería el artículo etnográfico per se.
En 2012 el equipo de antropólogo -misión postcolonial- de Sousa se desplazó a Timor, llevando consigo copias de los artículos de Almeida y fotografías impresas de los objetos que desaparecieron tras el incendio. Cuando llegaron a Baguia, la región donde había tenido lugar el encuentro que Almeida describe en 1957, allí hablaron con varias personas, algunas de las cuales reconocieron a aquellas que aparecían en las fotografías -sus antepasados-. Hablaron con un anciano lo que ellos denominan “Liana'in”, el señor de la palabra, el encargado oficial de recoger las palabras sagradas, y que se emocionó mucho al leer los artículos de Almeida.
En 2013 Sousa volvió a Timor y pudo comprobar que no habían desaparecido todos los objetos sagrados, pero que ya estos objetos no tenían el valor que tenían en su origen. Para él existen dos visiones opuestas; para Almeida, aquellas piedras tenían un valor y un significado histórico, ya que revelaban la presencia Neolítica en Timor; pero las informaciones que Sousa ha obtenido durante 2012-2013 revelan que las piedras siguen siendo importantes, utilizándose en la actualidad unas distintas, pero cumpliendo aún su función ritual, en cuanto valores compartidos, “sostenidos por los grupos (…) que definen gran parte de lo que podemos llamar (…) cultura pública” (Kopytoff, 1991:105). Para los timorenses todos los objetos -bandera, piedras, etc.- son importantes, no obstante, el valor reside en que esas piedras -como bastiones de autoridad- estuvieron allí, y la historia que cuentan es su historia. Objetos como testigos de origen, que legitiman la división geográfica como el origen de esa división.

Sousa concluye diciendo que la gente con la que ha hablado tiene una memoria de la época en sí, es decir, no tanto de Almeida como de su contexto. Hablaron mucho de la dictadura, y de que ese encuentro probablemente se llevó a cabo porque aquellos objetos eran unos “objetos de mando”, y el hecho de mostrarlos era como una forma de legitimar las posiciones políticas en esta época. Los objetos originarios se han perdido, pero se han sustituido por otros que están alojados en la casa sagrada, que permanece como dualidad entre los muertos y los vivos, y en paralelo con esos objetos. Por todo esto concluye de la misma forma que comienza su intervención, afirmando que “las interpretaciones que podemos hacer con los datos que se recogen en el campo pueden variar dependiendo de la persona”. Por último, se subraya la importancia en cómo un artículo etnográfico puede convertirse en objeto de memoria.

sábado, 16 de mayo de 2015

Encuentros etnográficos en contexto colonial: Devolver e indagar memorias en el terreno. Un ejemplo de Timor Oriental II

Timor era la más alejada de las colonias portuguesas, y en cierta forma esto hizo que fuera siempre la más olvidada, incluso cuando se empieza con las misiones antropológicas después de la II Guerra Mundial; no en vano, la llegada a Timor fue de las últimas misiones, expedición que se desarrolló gracias a Almeida. «La Misión Antropológica de Timor» fue creada en “junio de 1953 en el ámbito de la Junta de las Misiones Geográficas y de Investigaciones del Ultramar, con la creación del Centro de Investigación” (Sousa, 2011:4) y se ejecutó en tres periodos: de 1953 a 1954, en 1957 y en 1963. Sousa subraya que el gran objetivo de la Misión era la elaboración de un “Mapa Etnolingüístico de Timor, que incluiría etnolinguística, prehistoria, lingüística, toponímia, antroponímia, etnobotánica y etnozoología, etnología y antropología biológica”.
Hay que mencionar que Antonio de Almeida no era un antropólogo común; era médico interesado en las cuestiones etnográficas. Se convirtió en una figura destacada como profesor de la «Escuela Colonial Portuguesa». Fue director de estudios etnológicos de Ultramar, que en 1962 pasaría a llamarse «Centro de Investigación en Antropología»; también fue «Secretario General de la Sociedad Geográfica de Lisboa». Entre 1938-1957 fue miembro de la «Asamblea Nacional», un cuerpo político en tiempo de la dictadura portuguesa, y durante la 5ª a la 6ª legislatura sería el representante de la Colonia de Timor, algo de lo que se beneficiará, ya que durante las primeras misiones se puede comprobar el entrecruzamiento de la práctica científica, con la práctica política-colonial.
Muchos de estos viajes eran usados como propaganda política, de ahí que encontremos un gran número de películas llamadas “filmes etnográficos”. Esta práctica etnográfica tiene también una dimensión personal, pues encontramos una doble condición, la de antropólogo y la de hombre del régimen. El equipo de Almeida no era recibido en Timor como un equipo de antropólogos corrientes que va a realizar una investigación de campo; eran recibidos como autoridades -políticas, religiosas o militares-, con recepciones oficiales y desfiles. De hecho, la observación de algunas de las películas de las misiones, muestran que Almeida era recibido formalmente por las autoridades locales portuguesas y timorenses, no tanto como investigador, sino en calidad de representante del gobierno colonial portugués (Sousa, 2011:5).
El principal objetivo de esta misión era aclarar el origen étnico del pueblo de Timor y sus relaciones con los pueblos de la “Melanesia e Insulindia, en especial la famosa línea divisoria de Wallace” (Sousa, 2011:4). No les interesaba desarrollar un estudio de antropología social o cultural, por lo que realizaron fundamentalmente estudios de sangre a la población, medían -antropometría- a los habitantes para establecer, a través de la constitución de sus cuerpos, qué trabajos podían desarrollar los nativos. Sousa afirma que los protocolos que se seguían eran los mismos que aquellos desarrollados en el siglo XIX, lejos de las preocupaciones antropológicas y sociales de la época contemporánea.
En total, Almeida publicó 35 artículos sobre Timor portugués; son artículos que abordaban en su contenido tres grandes áreas:
  1. Prehistoria -arqueología-,
  2. antropología física -antropobiología- y,
  3. antropología cultural, pero sobre todo la antroponimia, ya que les interesaba saber el nombre de los lugares, su origen, los nombres sagrados..., aunque todo de una forma muy generalizada, no les interesaba profundizar en la materia.

Los artículos tampoco hablan de los aspectos metodológicos empleados, aunque se sabe que en lo que se refiere a la relación de los informantes con Almeida ésta se llevaba a cabo de una manera directa, pero era muy breve, llegando a describir que “en muchas ocasiones los informantes no satisfacían su curiosidad”. El grueso del trabajo estaba destinado a la recogida de datos antropométricos y fisiológicos de varios grupos. Todo ello desde la observación y registros descriptivos (Sousa, 2011:4) recogiéndose también apuntes sobre la lengua y aspectos de la cultura, y en ocasiones danzas y otras informaciones rituales, pero en muy contadas ocasiones. Es interesante resaltar el carácter de reunión entre autoridades; la colonial y la local, que también es designada en cuanto tal por la autoridad colonial. Sousa afirma que Almeida era designado no tanto como antropólogo sino más bien como una autoridad.
El viaje a Baguia tiene lugar durante la segunda misión antropológica, en 1957; en este artículo describe un encuentro que se desarrolló en la montaña de Matebian (Montaña de las almas de los muertos), y no habla de las circunstancias precisas en las que el encuentro se llevó a cabo. Para Almeida este encuentro fue casual, y allí se produjo la presentación de unos objetos que custodiaban los jefes de la aldea., entre los Makai Liliki una especie de “hechizero o sacerdote y su ayudante o Cabo” (Sousa, 2011:7). Almeida divide este artículo en tres partes, primero hace una presentación de la investigación histórica de Timor, en segundo lugar habla de la historia de esos objetos que les mostraron, y por último hace una descripción de las características de los objetos haciendo una mención especial a unas piedras neolíticas. Instrumentos de piedra talladas, piedras redondas y otras cosas (bandera, fusil, espadas, silbato, etc.)…, Sousa sostiene que el interés por estos objetos de los locales no es el mismo que para Almeida.

Todos los objetos están alojados en una casa sagrada “Lúlik” con el nombre nativo de Sokolai Mau Besi -que en realidad son dos casas: hombre y mujer-, objetos que no se sabe su origen, y que además los locales no quieren vender, pues sostienen que si lo hacen sería muy negativo para su pueblo; para ellos son designados como sagrados, separados de las esferas de intercambio. Así pues, nos encontramos con la dicotomía entre sociedades precoloniales donde la cultura y la economía están en relativa armonía, y sociedades comercializadas, monetizadas y  altamente mercantilizadas, tendentes a la homogeneización del valor, propias de un sistema de intercambio (Kopytoff, 1991:105). Estos objetos son registros etnográficos, que interpretan conceptos como alma, espíritus, divinidad o poder dentro de un sistema que los separa “respecto de lo mundano y común” (Kopytoff, 1991:95).