sábado, 26 de marzo de 2016

SEGREGACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO: TERRITORIO PÚBLICO VERSUS INTERESES PRIVADOS: UN ANÁLISIS DE USOS EN LA CASA DE CAMPO DE MADRID


El estudio realizado por Traude Müllauer-Seichter (2004) durante cuatro años en la Casa de Campo de Madrid, basado en la utilización del espacio público y la observación de nuevos usos y ordenanzas, ha permitido documentar un proceso de privatización del suelo público en Madrid. En relación a ello, surgen una serie de cuestiones fundamentales en relación a este estudio: ¿qué cualidades debe reunir un parque público?, ¿dónde comienza la privatización de espacio público?, ¿en qué medida la situación local justifica la apropiación de terreno público? y ¿cómo se implican los usuarios en la toma de decisiones sobre esta apropiación?

1 Vidas y vivencias en la Casa de Campo

El análisis de los casos estudiados demuestra la fragilidad de la línea que separa lo público y lo privado. Algunos colectivos estudiados aluden al derecho de uso exclusivo de determinadas zonas en horarios concretos del día, algo relacionado con el concepto our park (Müllauer-Seichter, 2004:587) creado por Werner Nohl (entre 1974 y 1982). La ocupación del terreno se justifica frecuentemente con la vinculación del derecho a arreglar el lugar a su gusto, y para delimitar su territorio se reparten el cuidado del mismo y la presencia de sus miembros a lo largo del día.

Otros colectivos que ocupan pequeñas parcelas de la Casa de Campo se basan en derechos otorgados por el ayuntamiento; en su momento se trató de una ocupación espontánea, pero han conseguido con el paso del tiempo una cesión por escrito.

Otro tipo de cesión temporal puntual son los eventos deportivos, como los maratones o el “triatlon” (Müllauer-Seichter, 2004:593). Otros eventos, como la celebración del “Orgullo Gay”, han causado rechazo por sus consecuencias ecológicas en la Casa de Campo.

Müllauer-Seichter asevera que resulta complicada la privatización del espacio por medio de su utilización asidua por parte de un colectivo numeroso, como por ejemplo los ecuatorianos, algo que ejemplifica una clara relación entre inmigración, desempleo, ocio y utilización del espacio verde urbano de acceso libre y gratuito. El parque es el espacio en el que determinados colectivos raciales buscan su cohesión interna, su identidad y su cultura, al mismo tiempo que desarrollan sus redes sociales en un espacio abierto y gratuito.

La siguiente unidad de análisis la conforma una serie de organizaciones sociales, sin ánimo de lucro, instaladas en el parque, mayoritariamente entidades dependientes del Ayuntamiento de Madrid, tales como la Cruz Roja, la policía municipal o el albergue para indigentes. Las tensiones surgen a partir de su situación espacial dentro del parque.

No obstante, uno de los aspectos más polémicos entre los usuarios del parque ha sido el de las cesiones para entidades lucrativas, ya que apuntan a una exclusión social selectiva según el nivel adquisitivo. Esto se ha traducido en una disminución del suelo público destinado a todos los usuarios en beneficio de nuevos locales de restauración de alto nivel. 
2 El espacio abierto: el equilibrio entre conservación y apropiación

Si bien es el parque más grande de Madrid, la Casa de Campo no ha gozado, en las últimas décadas, de grandes inversiones económicas. Teniendo en cuenta el crecimiento de la inmigración en la capital, es fundamental la protección de los espacios de libre acceso como enclaves lúdicos y de ocio, lejos de la obligación de consumir. Dentro del sistema de valores de nuestra sociedad, el propio concepto de “ocio” apunta a la necesidad de consumir, de gastar dinero; así, la línea entre lo público y lo privado es muy delgada.
3 Reflexión sobre lo observado: Descuidos o ausencias intencionados
La irregular satisfacción de los usuarios de la Casa de Campo en cuanto a las demandas que ofrece puede estar relacionada con el tamaño del parque, debido al cual su planificación se lleva a cabo de manera fragmentada y no unitaria. En relación con esta cuestión, Müllauer-Seichter sostiene que debemos tener en cuenta que el afán de albergar la mayor cantidad posible de atracciones y ofertas de ocio puede llevar a la creación de una masa heterogénea sin propiedad; esto puede ser positivo en espacios nuevos, de reciente creación, como los parques temáticos, pero puede hacer perder las cualidades intrínsecas del lugar si se trata de un espacio que ya tiene un recorrido en la historia de la ciudad.

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Müllauer-Seichter, T. (2004) Segregación del espacio público: Territorio público versus intereses privados: un análisis de usos en la Casa de Campo de Madrid,  en: Anales del Instituto de Estudios Madrileños,Vol. XLIV, pp. 585 -611, Madrid.

sábado, 19 de marzo de 2016

Elitización: propuesta en español para el término gentrificación. Luz Marina García Herrera


Durante las últimas tres décadas del siglo pasado, los entornos urbanos del mundo desarrollado han visto una gran transformación de parte de sus áreas centrales, algo que ha afectado a los núcleos de población populares. Este fenómeno se ha pasado a llamar, en el ámbito anglosajón, gentrification (Ruth Glass, 1964).
 
Luz Marina García Herrera (2001) afirma que este concepto se usó para referirse al traslado de sectores de clase media a barrios populares de Londres en los que se rehabilitaban viviendas humildes y abandonadas. A partir de la misma experiencia en París, Castells (1974) hace uso del término “reconquista urbana” (García Herrera, 2001:2), planteando que el proceso de esas rehabilitaciones respondía más al cambio de la ocupación social del espacio que a la mejora de la vivienda.

En un primer momento, y según sostiene esta autora, los estudios dedicados al análisis de la gentrification tuvieron un carácter eminentemente empírico, escaseando los trabajos teóricos al respecto hasta finales de los años setenta.

Desde un punto de vista teórico, nacen dos corrientes interpretativas contrapuestas, una que entendía la gentrification como un cambio en las preferencias de consumo del individuo, y otra que daba importancia al rol de los agentes institucionales.

Autores como Smith (1996) interpretan la gentrification como una recuperación de la ciudad por parte de las clases altas anglosajonas, si bien para otros estudiosos este término se relaciona más bien con las oportunidades de consumo y el estilo de vida de las clases medias.

Los términos en lengua española para denominar la gentrification. Una propuesta alternativa: elitización

Si nos desplazamos al contexto hispanohablante García Herrera subraya que se ha recurrido a varias denominaciones del fenómeno, tales como “recualificación social”, “aburguesamiento”, “aristocratización”, “gentrificación” y “elitización residencial”; no obstante, ante la necesidad de recurrir a una expresión que aluda a la cualidad esencial de este fenómeno, esta autora propone la adopción del término elitización, ya que apunta a la esencia de clase que se relaciona con el proceso, y permite la inclusión de los segmentos de carácter medio-alto (García Herrera, 2001:4). De esta manera se incluye en este término el concepto de élite, fundamental para entender este proceso, entendiendo élite como un grupo privilegiado que protagoniza la vida social y la toma de decisiones. Las élites cuentan con un capital económico y cultural suficiente para modificar espacios hasta identificarlos con una concepción social excluyente, algo que han aprovechado también los promotores inmobiliarios para potenciar la producción y el consumo relacionados con criterios de exclusividad.

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García Herrera, L.M. (2001) Elitización: propuesta en español para el término gentrificación. Revista Bibliográfica De Geografía Y Ciencias Sociales Vol. VI, nº 332, 5 de diciembre de 2001. Universidad de Barcelona.
 

sábado, 12 de marzo de 2016

EL ANIMAL PÚBLICO. HACIA UNA ANTROPOLOGÍA DE LOS ESPACIOS URBANOS. Manuel Delgado


Contextualizar la antropología en terrenos en los que no se había tenido en cuenta es una tarea complicada; los motivos por los que nació la disciplina ya no tienen sentido hoy en día, ya que no podemos aplicar el calificativo de “simples” o “primitivas” (Delgado, 1999:9) a las sociedades actuales. Manuel Delgado (1999) subraya la existencia de una tendencia a considerar al antropólogo como aquel que se ocupa de los focos de estudio que las demás ciencias sociales desechan, algo así como los restos que dejan los estudios de las sociedades contemporáneas. Esto se confirma con la tendencia a asignar a los antropólogos las tareas de inventariado, tipificación y escrutamiento de sectores conflictivos de la sociedad.
No obstante, la antropología no tiene por qué dejar de estudiar y analizar la vida cotidiana de personas ordinarias que viven en sociedad, a través del método comparativo, la metodología empírica, los planteamientos holísticos, el desarrollo de técnicas cualitativas de investigación y el relativismo. De esta concepción y según señala Ulf Hannerz (1991) surge la antropología urbana, siendo “considerados urbanólogos” (Delgado, 1999:11) aquellos que se dedican a ella. Resulta fundamental tener en cuenta y hacer uso de la importancia de la antropología a la hora de considerar el significado de la diversidad cultural y sus beneficios.
Es indispensable para Delgado tener en cuenta también que la ciudad no es lo mismo que lo urbano. Este autor sostiene que la ciudad es un gran asentamiento de construcciones estables, con una población numerosa y densa; ahora bien, la urbanidad es un tipo de sociedad que no tiene por qué desarrollarse en la ciudad. Lo que implica la urbanidad es la movilidad, los equilibrios en las relaciones humanas. Por tanto, la antropología urbana se ocuparía de configuraciones sociales poco orgánicas, sin solidificación, constantemente oscilantes y rápidamente desvanecidas (Delgado, 1999:12). Se trata, a fin de cuentas, de aplicar métodos antropológicos a hechos, hasta cierto punto, inéditos. Esto se relaciona con una división que se generalizó a partir del siglo XIX: la de lo público contra lo privado.
De lo público se derivan sociedades instantáneas, protagonizadas por personajes desconocidos, anónimos, que protegen su intimidad de un mundo que pueden entender como hostil. Si la antropología de las sociedades contemporáneas se ocupa de las hibridaciones generalizadas, una antropología que se ocupa de las cosas que suceden en las calles viene a ser una especie de muestrario de entes imposibles. Este autor relaciona esta idea con el Hombre Invisible de H.G. Wells y de la película de James Whale (1933): su protagonista es visto porque se visibiliza (usa gafas, guantes y envuelve su cabeza con vendas), pero, dado que es conceptualmente invisible, no puede ser controlado (Delgado, 1999:17). Esto se relaciona con una inmensa humanidad intranquila, nómada, sin territorio, destinada a disolverse y reagruparse constantemente, y, a fin de cuentas, altamente maleable. Esta maleabilidad, esta invisibilidad, es a lo que debe hacer frente la antropología urbana. Aquí, el antropólogo debe moverse casi a tientas, recabando la ayuda de todas las disciplinas científicas que se han ocupado de las manifestaciones de la complejidad de la vida en general.
En la década de los ’70, autores como Jane Jacobs (1973) y Richard Sennet (1974) hablaron de la decadencia de un espacio público que solamente merecía la pena por lo que conservaba del caos amable en movimiento y de la disonancia creativa del siglo XIX. No obstante, con el paso de los años la calle ha vuelto a reivindicarse como espacio para la creatividad y la emancipación. Han nacido también nuevas modalidades de espacio público, como el ciberespacio, algo que nos obliga a redefinir el concepto de antropología urbana.
Por último, Delgado sostiene que es importante tener en cuenta que nuestro objeto de estudio no se circunscribe única y exclusivamente a las sociedades modernas urbanizadas; resulta necesario recurrir a la antropología simbólica y a la etnología de la religión para comparar y analizar un problema común: lo insensato de las sociedades, lo deforme de los organismos sociales y la impotencia de las instituciones.


Delgado, M. (1999) El animal público. Hacia una antropología de los espacios urbanos. Editorial Anagrama, Barcelona.

sábado, 5 de marzo de 2016

ANTROPOLOGÍA DEL PAISAJE CULTURAL Traude Müllauer-Seichter

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Según afirma Traude Müllauer-Seichter (2015), si bien el concepto del paisaje cultural es relativamente reciente, se trata de un campo que ha sido alimentado desde varias disciplinas, sacando a la luz las manifestaciones de la memoria colectiva y la percepción del paisaje cultural y social. La mayoría de las aportaciones en este sentido se han llevado a cabo en EEUU y en el norte y centro de Europa.
Hasta ahora, el paisaje cultural no ha despertado demasiado interés entre los antropólogos, siendo utilizado mayoritariamente como contexto de otros objetos de estudio dentro de la antropología. En este sentido, y según afirma esta autora el concepto se presenta como una de las “convenciones constitutivas que informa sobre la intención del investigador” (Müllauer-Seichter, 2015:2), así como una manera de referirse a las percepciones de grupos locales, en relación con su contexto cultural y físico.
El término landscape, que designa al paisaje o paisaje cultural, pasa del campo de la pintura del siglo XVII al lenguaje inglés. Hace referencia a escenas idílicas con vistas de origen europeo, en un entorno campestre y bucólico, idealizando la vida rural en respuesta al crecimiento de las ciudades y la industrialización.
Algunos autores repasan las diversas nomenclaturas del término como Keith Thomson (1984) que se refiere al paisaje como una relación de “foreground” y “background” de la vida social (Müllauer-Seichter, 2015:3). En 1987, Carter asigna al término “foreground” el estar en el sitio en el presente, es decir, el contexto y la forma de la vida cotidiana, y a “background” el espacio y la visión del mundo. No obstante, es muy complicado considerar el concepto de paisaje de manera aislada a una serie de conceptos como “lugar” y “espacio”, “dentro” y “fuera” o “imagen” y “representación”. Así y por último, en 1994 Tim Ingold, tras realizar una investigación etnográfica entre los Saami y la población finlandesa en Laponia, define el paisaje de la siguiente manera: el paisaje se presenta como proceso cultural.

martes, 1 de marzo de 2016

Yo estuve allí



El punto de vista desde el cual fueron escritos buena parte de los documentos de la etnografía clásica se halla contenido en la expresión “yo estuve allí”. El profesor Díaz de Rada desgrana algunas implicaciones metodológicas de ese particular lugar de enunciación: la presencia del investigador sobre el terreno; su disposición a experimentar sensorialmente; la construcción posterior de un relato sobre las convenciones y reglas culturales que rigen en un lugar y tiempo dados.