sábado, 12 de marzo de 2016

EL ANIMAL PÚBLICO. HACIA UNA ANTROPOLOGÍA DE LOS ESPACIOS URBANOS. Manuel Delgado


Contextualizar la antropología en terrenos en los que no se había tenido en cuenta es una tarea complicada; los motivos por los que nació la disciplina ya no tienen sentido hoy en día, ya que no podemos aplicar el calificativo de “simples” o “primitivas” (Delgado, 1999:9) a las sociedades actuales. Manuel Delgado (1999) subraya la existencia de una tendencia a considerar al antropólogo como aquel que se ocupa de los focos de estudio que las demás ciencias sociales desechan, algo así como los restos que dejan los estudios de las sociedades contemporáneas. Esto se confirma con la tendencia a asignar a los antropólogos las tareas de inventariado, tipificación y escrutamiento de sectores conflictivos de la sociedad.
No obstante, la antropología no tiene por qué dejar de estudiar y analizar la vida cotidiana de personas ordinarias que viven en sociedad, a través del método comparativo, la metodología empírica, los planteamientos holísticos, el desarrollo de técnicas cualitativas de investigación y el relativismo. De esta concepción y según señala Ulf Hannerz (1991) surge la antropología urbana, siendo “considerados urbanólogos” (Delgado, 1999:11) aquellos que se dedican a ella. Resulta fundamental tener en cuenta y hacer uso de la importancia de la antropología a la hora de considerar el significado de la diversidad cultural y sus beneficios.
Es indispensable para Delgado tener en cuenta también que la ciudad no es lo mismo que lo urbano. Este autor sostiene que la ciudad es un gran asentamiento de construcciones estables, con una población numerosa y densa; ahora bien, la urbanidad es un tipo de sociedad que no tiene por qué desarrollarse en la ciudad. Lo que implica la urbanidad es la movilidad, los equilibrios en las relaciones humanas. Por tanto, la antropología urbana se ocuparía de configuraciones sociales poco orgánicas, sin solidificación, constantemente oscilantes y rápidamente desvanecidas (Delgado, 1999:12). Se trata, a fin de cuentas, de aplicar métodos antropológicos a hechos, hasta cierto punto, inéditos. Esto se relaciona con una división que se generalizó a partir del siglo XIX: la de lo público contra lo privado.
De lo público se derivan sociedades instantáneas, protagonizadas por personajes desconocidos, anónimos, que protegen su intimidad de un mundo que pueden entender como hostil. Si la antropología de las sociedades contemporáneas se ocupa de las hibridaciones generalizadas, una antropología que se ocupa de las cosas que suceden en las calles viene a ser una especie de muestrario de entes imposibles. Este autor relaciona esta idea con el Hombre Invisible de H.G. Wells y de la película de James Whale (1933): su protagonista es visto porque se visibiliza (usa gafas, guantes y envuelve su cabeza con vendas), pero, dado que es conceptualmente invisible, no puede ser controlado (Delgado, 1999:17). Esto se relaciona con una inmensa humanidad intranquila, nómada, sin territorio, destinada a disolverse y reagruparse constantemente, y, a fin de cuentas, altamente maleable. Esta maleabilidad, esta invisibilidad, es a lo que debe hacer frente la antropología urbana. Aquí, el antropólogo debe moverse casi a tientas, recabando la ayuda de todas las disciplinas científicas que se han ocupado de las manifestaciones de la complejidad de la vida en general.
En la década de los ’70, autores como Jane Jacobs (1973) y Richard Sennet (1974) hablaron de la decadencia de un espacio público que solamente merecía la pena por lo que conservaba del caos amable en movimiento y de la disonancia creativa del siglo XIX. No obstante, con el paso de los años la calle ha vuelto a reivindicarse como espacio para la creatividad y la emancipación. Han nacido también nuevas modalidades de espacio público, como el ciberespacio, algo que nos obliga a redefinir el concepto de antropología urbana.
Por último, Delgado sostiene que es importante tener en cuenta que nuestro objeto de estudio no se circunscribe única y exclusivamente a las sociedades modernas urbanizadas; resulta necesario recurrir a la antropología simbólica y a la etnología de la religión para comparar y analizar un problema común: lo insensato de las sociedades, lo deforme de los organismos sociales y la impotencia de las instituciones.


Delgado, M. (1999) El animal público. Hacia una antropología de los espacios urbanos. Editorial Anagrama, Barcelona.

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