sábado, 31 de marzo de 2012

Thomas Hobbes - La justicia Parte 2

Comentario de texto. Historia de las Ideas Políticas. Grado en Sociología UNED

La justicia
Cumplir los pactos es la tercera ley de la naturaleza.
Y en esta ley se encuentra la fuente y origen de la justicia, pues donde no ha precedido pacto, no ha sido transferido derecho, y todo hombre tiene derecho a toda cosa y, por consiguiente, ninguna acción puede ser injusta. Pero cuando se ha celebrado un pacto, entonces romperlo es injusto, y la definición de INJUSTICIA no es otra cosa que el no cumplimiento del pacto.
Y todo aquello que no es injusto es justo.
Thomas Hobbes – Leviatán (Libro 1º, cap. XV)






Hobbes sostiene que los derechos del soberano y los deberes de los súbditos se derivan de la naturaleza del hombre, que nos es conocida por la experiencia. El pensamiento hobbesiano es fundamentalmente individualista, y lo que establece al absolutismo es el derecho del individuo a su propia conservación, y apunta al origen del absolutismo como el egoísmo ilustrado, donde este individuo alcanza su más perfecto desenvolvimiento en el Estado más autoritario. Como argumentación del poder político a través del contrato social, sin reconocimiento de privilegios ni cargas particulares a favor o en contra de ninguno de los súbditos del Soberano. En este estado normativo el individuo encuentra, a la vez, su interés y su felicidad, su placer y su bienestar[1]. Por tanto, los individuos acuerdan racional y conscientemente someterse al Estado o Leviatán. Éste se presenta, pues, como la institución necesaria para resolver el problema humano del orden social, y su fuerza justificadora la consigue a través de una elección racional; la legitimación del poder en dependencia de un acto de consentimiento individual[2]. Ante la ausencia de cualquier barrera normativa, sea moral o jurídica, los individuos pueden perseguir  sin límites cualquier deseo que ansíen, y dadas las condiciones de escasez del estado, emergerán los conflictos violentos, y el estado de la naturaleza se conformará en un estado bélico y proclive a la guerra. De este modo, la teoría hobbesiana  concibe al Estado como el medio que hace posible sacar al hombre de la guerra propia del estado de naturaleza, para llevarlo a la situación de paz. Hobbes, como todo su siglo, ama la paz y el orden y cree que los mismos son obra de la razón; la sinrazón, las pasiones, en cambio, son las causas de la inseguridad, del miedo, del caos[3].

Todo ello se realiza desde la transferencia, esto es, transferir los derechos propios y recíprocamente por contrato. Así, pues, la sociedad se halla fundada en un contrato social, en un pacto bilateral de no aniquilarse mutuamente. Ahora bien, un contrato sujeto y garantizado bajo la concentración del poder en las manos de un soberano. La sociedad contractual -como un tipo de asociación en contraste con el modelo más holístico durkheimiano[4]-, queda unida en la persona a la cual se han transferido los derechos[5]. El regente de la sociedad debe tener un poder absoluto, pero no para imponer su voluntad personal, sino para hacer respetar el contrato social. La sociedad como una construcción artificial que se mantiene unida a través de la combinación que se da entre los intereses personales racionales, violencia, intimidación y engaño. Y por último, un hombre como construcción o realidad artificial, cuya soberanía sería un alma artificial que da vida y movimiento al cuerpo total.

Si el Leviatán pretende representar el único medio eficaz para encauzar el conflicto: un contrato o pacto arroja un concierto de voluntades, y una voluntad, también colectiva. La justicia por acuerdo presupone un estadio anterior a dicho pacto –estado de naturaleza o de anarquía en la tradición del contrato social- en el cual una serie de individuos tratan de superar sus diferencias, conflictos e intereses contrapuestos obteniendo un equilibrio asumible por todos. Hobbes construye una clasificación de las ciencias donde sitúa las ciencias de lo justo y de lo injusto como derivación del lenguaje aplicado a la función de contratar[6]. Las definiciones de justicia e injusticia son para él irrefutables: “ (…)  cuando se ha celebrado un pacto, entonces romperlo es injusto, y la definición de INJUSTICIA no es otra cosa que el no cumplimiento del pacto”. La justicia e injusticia no son facultades del cuerpo ni de la mente, son cualidades relativas al hombre en sociedad, no en soledad; y, al no haber normas morales, no hay propiedad, ni tuyo ni mío.


[1] Historia de las ideas políticas. Touchard, J. Tecnos. Madrid 2010.
[2] Diccionario de Sociología. Giner, Salvador et alia. Alianza Editorial segunda edición. Madrid 2006.
[3] Libertad, igualdad y justicia en Hobbes. Bermudo, J.M.  Ideas y Valores Nº 108 Diviembre 1998 Bogotá, Colombia.
[4] Vid. Siete teorías de la sociedad. Campbell, Tom. Cátedra, séptima edición. Madrid 2007.
[5] Diccionario de Filosofía. Ferrater Mora, José. Ariel 2ª edición Barcelona 2009.
[6] Vid. Diferencias internas en la teoría moral de la justicia como acuerdo: Hobbes y Buchanan a propósito de la igualdad. Pérez Bermejo, Juan Manuel. Revista de Filosofía, 3ª época, vol XIII (2000), núm. 24, pp. 217-245. Servicios de Publicaciones, Universidad Complutense de Madrid.

viernes, 30 de marzo de 2012

Thomas Hobbes - La justicia Parte 1

Comentario de texto. Historia de las Ideas Políticas. Grado en Sociología UNED


La justicia
Cumplir los pactos es la tercera ley de la naturaleza.
Y en esta ley se encuentra la fuente y origen de la justicia, pues donde no ha precedido pacto, no ha sido transferido derecho, y todo hombre tiene derecho a toda cosa y, por consiguiente, ninguna acción puede ser injusta. Pero cuando se ha celebrado un pacto, entonces romperlo es injusto, y la definición de INJUSTICIA no es otra cosa que el no cumplimiento del pacto.
Y todo aquello que no es injusto es justo.
Thomas Hobbes – Leviatán (Libro 1º, cap. XV)

Thomas Hobbes (1588-1679) fue filósofo y teórico político inglés y junto a Maquiavelo es considerado generalmente como el creador de la ciencia política moderna[1]. Leviatán (1655), muestra un paradigmático intento por organizar una legitimación del absolutismo monárquico desde la adaptación del método mecanicista de la ciencia natural moderna, a la filosofía política. Filosofía mecanicista con el propósito de afrontar el problema político capital, el de la constitución de la sociedad y como bálsamo preventivo de la guerra civil. Desde el materialismo científico, mecanicismo, positivismo: la filosofía de Hobbes es esencialmente racionalista, y Leviatán ha sido, es y será indispensable en la producción de la filosofía política, rompiendo con el modelo aristotélico de pensar y fundamentar el poder político. Hobbes quería darle un fundamento racional a la ciencia del Estado como aquel que tienen las matemáticas, la geometría y las ciencias de la naturaleza. Su interés era construir una explicación filosófica racional que permitiera describir la generación o la causa de la asociación civil[2], desde un enfoque racional y científico. Hobbes dividió en tres partes su sistema de filosofía científica: La que se ocupa de los cuerpos físicos, la que se ocupa de la fisiología y de la psicología y la que se ocupa del cuerpo artificial, del Estado o de la sociedad.

Leviatán, aquel poder más grande sobre este mundo, aquel poder que era absoluto, irrevocable e indivisible[3], donde el ejercicio de este dominio era incuestionable e inexorable bajo el argumento según el cual el pacto instituyente no se realiza por el pueblo y el soberano, “ (…) cumplir los pactos es la tercera ley de la naturaleza. (…) pues donde no ha precedido pacto, no ha sido transferido derecho”. Según el modelo hobbesiano, el Estado no es el resultado de una evolución natural de la familia, sino de una asociación deliberada y pactada por individuos artífices racionales; el individualismo característico de la filosofía política moderna inaugurada por Hobbes, son consideraciones utilitarias que permiten recordar a Bentahm y Locke. Así el Estado aparece como una persona, como la suma de los intereses particulares, el que fundamenta la propiedad y a la vez es, eclesiástico y civil. Hobbes rechazó la idea de que la política debe subordinarse al logro del bien último en la vida espiritual y propuso que la autoridad suprema en este mundo es un Estado secular cuyo único fin es la protección de la vida física[4]. La existencia racional del sujeto hobbesiano no es originariamente evidente como pura existencia pensante sino como existencia práctica corporal de un súbdito individual, de un Estado cuya potencia consiste en la riqueza y abundancia de todos los miembros particulares y cuya salvación son sus negocios[5], “(…) y todo hombre tiene derecho a toda cosa y, por consiguiente, ninguna acción puede ser injusta”.


[1] Diccionario de Sociología. Giner, Salvador et alia. Alianza Editorial segunda edición. Madrid 2006.
[2] Vid. La ética de la autoconservación y la teoría de los deberes políticos en el Leviatán de Hobbes. Cortés, Francisco. Areté Revista de Filosofía. Vol. XIV, Nº1, 2002 pp. 5-40.
[3] Vid. La domesticación del Leviatán: de Hobbes a Locke. Meneses Sarmiento, Alfredo. Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa 2007.
[4] Vid. La política como teología secularizada, Una interpretación del Leviatán de Hobbes. Negreto, Gabriel L. RIFP Nº20. 2002 pp. 113-125.
[5] Vid. Leviatán como pretexto: T. Hobbes y la invención moderna de la razón. Moya Valgañón, Carlos. REIS Nº5 1979 pp 7-36.

jueves, 29 de marzo de 2012

Montesquieu - La libertad política Parte 2

Comentario de texto. Historia de las Ideas Políticas. Grado en Sociología UNED


La Libertad Política
 La libertad política de un ciudadano depende de la tranquilidad del espíritu que nace de la opinión que tiene cada uno de su seguridad. Y para que exista la libertad es necesario que el gobierno sea tal que ningún ciudadano pueda temer nada de otro.
Cuando el poder legislativo está unido al poder ejecutivo en la misma persona, o en el mismo cuerpo, no hay libertad porque se puede temer que el monarca o el senado promulguen leyes tiránicas para hacerlas cumplir tiránicamente. Tampoco hay libertad si el poder judicial no está separado del legislativo no del ejecutivo. Si va unido  al poder legislativo, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, pues el juez sería al mismo tiempo legislador. Si va unido al poder ejecutivo, el juez podría tener la fuerza de un opresor.

Montesquieu – El Espíritu de las leyes


La libertad puede ser destruida cuando los poderes se unifican, ya sea en manos de un solo individuo o bien en las de todo un pueblo “(…) cuando el poder legislativo está unido al poder ejecutivo en la misma persona, o en el mismo cuerpo, no hay libertad porque se puede temer que el monarca o el senado promulguen leyes tiránicas para hacerlas cumplir tiránicamente”. Una libertad que no consiste en hacer lo que se quiera, sino en poder hacer lo que se debe querer hacer bajo un marco legal  “(…)  La libertad política de un ciudadano depende de la tranquilidad del espíritu que nace de la opinión que tiene cada uno de su seguridad”. Desde el primer capítulo El espíritu de las leyes, Montesquieu plantea un dilema fundamental para el análisis de las sociedades humanas: cómo explicar las sociedades existentes, cómo interrelacionar las leyes y las instituciones. Unas leyes que rigen las sociedades pero que no dependen únicamente de la voluntad humana, pero a la vez son maleables como para implementar las correcciones precisas y necesarias, siempre que éstas tengan en cuenta los complejos factores que las determinan[1].

  Para Montesquieu existen tres formas de gobierno posibles, el despótico, el monárquico y el democrático. Y cada uno de ellos es definido por referencia a dos conceptos, que de acuerdo con la denominación del autor de El espíritu de las leyes son la naturaleza y el principio del gobierno[2]. Inclinándose por la monarquía, pues señalaba la democracia como un ideal utópico, Montesquieu y de Jean-Jacques Rousseau, habían negado que los gobiernos representativos pudieran ser genuinamente democráticos, “La representación o el gobierno representativo (...) puede considerarse una nueva invención, desconocida en tiempos de Montesquieu (...) La democracia representativa (...) es la democracia que se ha hecho practicable durante un largo período y en un vasto territorio[3]”. John Stuart Mill, en Consideraciones sobre el gobierno representativo (1861) llegó a la conclusión de que “el tipo ideal de gobierno perfecto” sería a la vez democrático y representativo. Augurando evoluciones que habrían de tener lugar durante el siglo XX.

La monarquía de Montesquieu tendría que ser libre y alejada de los excesos despóticos tanto de las formas orientales como las que poco a poco adoptaba la francesa, sobre todo desde el auge del poder real en Luis XIV[4].  Una monarquía no absoluta, moderada por poderes intermedios, una monarquía constitucional. Sin la existencia de poderes intermedios, la monarquía se convierte en opresora. Unos poderes donde cada uno de ellos tiene su esfera propia e independiente y en ello reside el cuidado de la libertad política. Entre la democracia, como forma legitimada, pero irrealizable, y el despotismo como la decadencia de la monarquía, se encuentra la constitución en la cual la subordinación de poderes se hallan regidos por la ley, armonizados y contrapesados conforme a las normas legisladas, “(…) si va unido  al poder legislativo, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, pues el juez sería al mismo tiempo legislador”.



[1] Los orígenes de la teoría sociológica. Iglesias, María del carmen et alia. Akal Madrid 2006.
[2] Vid. Las etapas del pensamiento sociológico. Aron, Raymond. Tecnos. Madrid. 2004.
[3] La Democracia. Dahl, Robert.  Post Data 10. Diciembre 2004 (págs. 11-55).
[4] Diccionario de Filosofía. Ferrater Mora, José. Ariel 2ª edición Barcelona 2009.





miércoles, 28 de marzo de 2012

Montesquieu - La libertad política Parte 1

Comentario de texto. Historia de las Ideas Políticas. Grado en Sociología UNED


La Libertad Política
 La libertad política de un ciudadano depende de la tranquilidad del espíritu que nace de la opinión que tiene cada uno de su seguridad. Y para que exista la libertad es necesario que el gobierno sea tal que ningún ciudadano pueda temer nada de otro.
Cuando el poder legislativo está unido al poder ejecutivo en la misma persona, o en el mismo cuerpo, no hay libertad porque se puede temer que el monarca o el senado promulguen leyes tiránicas para hacerlas cumplir tiránicamente. Tampoco hay libertad si el poder judicial no está separado del legislativo no del ejecutivo. Si va unido  al poder legislativo, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, pues el juez sería al mismo tiempo legislador. Si va unido al poder ejecutivo, el juez podría tener la fuerza de un opresor.

Montesquieu – El Espíritu de las leyes


Charles Louis de Secondat, barón de la Bréde y de Montesquieu (1689-1755) fue uno de los más célebres representantes de la Ilustración y uno de los pocos teóricos que, por su trabajo sobre la separación de poderes, es universalmente conocido[1]. Su gran obra El espíritu de las leyes (1748) es una colección de 31 libros escritos durante más de 20 años, y este extracto del texto corresponde a esa colección. Montesquieu desarrolló un complejo y a la vez preciso aparataje teórico sobre ese “ideal” consistente en obtener la libertad máxima, pero dentro de los límites dictados por las circunstancias naturales e históricas, “(…) para que exista la libertad es necesario que el gobierno sea tal que ningún ciudadano pueda temer nada de otro”. Esos límites en los que debe mantenerse la convivencia humana para evitar tanto el desgobierno como la tiranía[2]. En esta obra no se reduce únicamente a la teorización de la separación de poderes, sino además un esfuerzo teórico sobre la naturaleza de la libertad política en el “gobierno moderado”, y con otras muchas innovaciones que están en la raíz de las modernas sociedades libres[3].

Montesquieu señala claramente en este texto su objeto de estudio capital; la separación de poderes en legislativo, ejecutivo y judicial, tal como él los encontró en la Inglaterra de su tiempo, y cuya concepción quiso importar para Francia[4] como antídoto contra la tentación totalitaria, que siguiendo a las tesis lockianas, creía efectivo en tierras británicas. Aún identificando al pueblo inglés como libre, donde cada individuo disfruta de su libertad, ésta tenía sus fallos y sus costos, pero podía bien servir como modelo teórico constitucional. Montesquieu como vulgarizador de la Constitución inglesa[5], adepto del perfecto liberalismo y muy próximo a Locke, realizó una metodología rigurosa y matizada, pero haciendo un lugar preeminente a la debilidad humana, por eso es considerado unos de los fundadores de la sociología. Mostesquieu estima que el pluralismo institucional a través de los poderes intermedios franceses podía garantizar la libertad, incluso más eficientemente que el desarrollo de integración por el que Inglaterra practicó su constitución.

Como la sociedad es un mosaico muy complejo de elementos y variables, son todos objeto de atención de diversas ciencias sociales. Pudo surgir la diferenciación entre las esferas de lo político y lo social, con el descubrimiento de la realidad social. La definición de un ámbito propio de la sociedad civil, con la emergencia de nuevas clases sociales y nuevas formas organización social y económica; el mismo concepto de sociedad fue formulado sólo durante el ascenso de la burguesía moderna, como concepto de la verdadera sociedad en oposición a la Corte[6]. Lo que Montesquieu intenta propugnar, como buen analista político y social, es una armonía entre los poderes, una atribución conjunta e indivisa del poder entres órganos, la co-soberanía de tres fuerzas políticas, y por ende, de tres fuerzas sociales: rey, pueblo y aristocracia.


[1] Diccionario de Sociología. Giner, Salvador et alia. Alianza Editorial segunda edición. Madrid 2006
[2] Ideas y formas políticas: del triunfo del absolutismo a la posmodernidad. González Cuevas, Pedro Carlos et alia. UNED Madrid 2010.
[3] Vid. El espíritu de las leyes. Edición de Demetrio Castro Alfín. Istmo Madrid 2002.
[4] Diccionario de Filosofía. Ferrater Mora, José. Ariel 2ª edición Barcelona 2009.
[5] Historia de las ideas políticas. Touchard, J. Tecnos. Madrid 2010.
[6] Lecciones de sociología. Adorno, Theodor. Horkheimer, Max. Proteo Argentina 1969.

martes, 27 de marzo de 2012

John Stuart Mill - El Individuo y la sociedad Parte 2

Comentario de texto - Historia de las Ideas Políticas - Grado en Sociología UNED


El individuo y la sociedad
Cada persona se hace más valiosa para sí misma en proporción al desarrollo de su individualidad, y es por consiguiente capaz de ser más valiosa para los demás. Hay mayor plenitud de vida en su existencia, y cuando hay más vida en las unidades, hay también más vida en la masa que componen. (…) Para jugar limpio con la naturaleza de cada uno, es esencial que se permita a personas diferentes llevar vidas diferentes. Una época será digna de mención para la posteridad según la proporción en que se haya practicado esa tolerancia. Ni siquiera el despotismo produce sus peores efectos en la medida en que subsiste la individualidad; pero cualquier cosa que aplaste la individualidad es despotismo, sea cual sea el nombre que se le dé, tanto si se pretende estar haciendo cumplir la voluntad de Dios como si se pretende hacer cumplir mandatos de los hombres.
John Stuart Mill – Sobre la libertad

La “libertad” como vocablo polisémico, Mill desde el comienzo de su ensayo, se afana en localizarlo no como sentido ético o metafísico, sino al contrario, como “la libertad social o civil”[1]. En clara dicotomía con la posición hobbesiana, por cuanto el Estado es consignatario de la coerción, por tanto de la antilibertad. Una nueva perspectiva de la idea de libertad que ofrece Stuart Mill, y que no necesariamente se ajusta con la que el Estado liberal simbolizaba. El mercado como ente exigente de una concepción atomista y mecanicista de la sociedad; la utopía liberal. Un marco que impulsó la figura del homo aeconomicus, como verdadero átomo de la teoría individualista, la racionalidad concebida en la medida de los propósitos economicistas, cientificistas y liberales; un preferidor racional orientado a la satisfacción individual.


Los actores no actúan en el vacío, un medio físico y social acoge siempre la acción, imponiendo restricciones, ya sea por su naturaleza física o a nuestras capacidades personales. La acción de un individuo va siempre asociada a un medio social integrado por otros actores y por instituciones, normas, costumbres, “(…) Una época será digna de mención para la posteridad según la proporción en que se haya practicado esa tolerancia”. Un medio así obliga al actor a considerar el significado que cobrarán sus actos para los otros actores, así como evaluar el significado de los actos de los demás. La acción cotidiana discurre, de la mano de patrones de conducta repetitivos, ofreciéndonos esquemas de acción y conocimiento socialmente reconocidos y reconocibles[2]. El individualismo relacionado con el redescubrimiento de la vida privada, de la pluralidad de los estilos de vida. Una concepción atomista, la suma de individuos en el mundo social, la antítesis de la sociedad de clases prevista por Max Weber; individualismo religioso, ascetismo intramundano y al capitalismo o, Karl Marx, desde su perspectiva de una sociedad sin clases, donde las personas se inclinan a verse simplemente como individuos y no como parte de una clase social.

Tocqueville ya delimitó su sentido sociopolítico; “(…) los americanos combatieron el individualismo, el fruto de la igualdad, con la libertad, y vencieron[3]”. Emilie Durkheim se refirió a un culto al individuo legatario de los derechos individuales y Georg Simmel en su distinción del individualismo del siglo XVII en su batalla por la igualdad y el XIX, enaltecedor de la particularidad y la diferencia. Simmel afirma “el ego puede llegar a ser más claramente consciente de su unidad, en la medida en que se vea más obligado a reconciliarse consigo mismo dentro de una diversidad de grupos de intereses”[4]. La separación el individualismo en descriptivo y valorativo, los intereses, deseos y felicidad del individuo frente a los individuos sin adhesión a los valores del individualismo competitivo, por ejemplo desde la ideología liberal de Adam Smith, que contribuyó al desarrollo de la noción abstracta de mercado, la imagen de un hombre volcado en el intercambio económico de bienes y servicios desde una posición de egoísmo utilitarista e interés crematístico (del dinero o relativo a él)[5]. O el antagónico punto de vista del individualismo socialista que enfatiza la naturaleza sustancialmente cooperativa de la autorrealización humana de Emile Durkheim.



[1] Sobre la libertad. Stuart Mill, John. Prólogo de Antonio Rodríguez Huescar. Aguilar.
[2] Vid. Metodología de las Ciencias Sociales. Una introducción crítica. Castro Nogueira, Luis Castro et alia. Tecnos. Madrid 2008.
[3] De la Democracia en América. Tocqueville, Alexis De. Imprenta José Trujillo. Madrid 1854.
[4] Siete teorías de la sociedad. Campbell, Tom. Cátedra, séptima edición. Madrid 2007.
[5] Vid. Metodología de las Ciencias Sociales. Una introducción crítica. Castro Nogueira, Luis Castro et alia. Tecnos. Madrid 2008.

lunes, 26 de marzo de 2012

John Stuart Mill - El Individuo y la sociedad Parte 1

Comentario de texto - Historia de las Ideas Políticas - Grado en Sociología UNED


El individuo y la sociedad
Cada persona se hace más valiosa para sí misma en proporción al desarrollo de su individualidad, y es por consiguiente capaz de ser más valiosa para los demás. Hay mayor plenitud de vida en su existencia, y cuando hay más vida en las unidades, hay también más vida en la masa que componen. (…) Para jugar limpio con la naturaleza de cada uno, es esencial que se permita a personas diferentes llevar vidas diferentes. Una época será digna de mención para la posteridad según la proporción en que se haya practicado esa tolerancia. Ni siquiera el despotismo produce sus peores efectos en la medida en que subsiste la individualidad; pero cualquier cosa que aplaste la individualidad es despotismo, sea cual sea el nombre que se le dé, tanto si se pretende estar haciendo cumplir la voluntad de Dios como si se pretende hacer cumplir mandatos de los hombres.
John Stuart Mill – Sobre la libertad


John Stuart Mill (1806-1873) fue la tercera gran figura de la teoría económica clásica después de Adam Smith y David Ricardo. Un reconocido seguidor del utilitarismo que defendió apasionadamente las libertades individuales en su breve y célebre ensayo Sobre la libertad (1859)[1]. Un utilitarismo que no obedece únicamente a principios egoístas, sino fundamentalmente en la búsqueda de la felicidad de todos, pues la felicidad es un bien en sí misma[2]. Aunque la concepción individualista como tal y sobre las instituciones, afirma que el egoísmo individual, la búsqueda del interés personal y el propio enriquecimiento es, precisamente, el origen de la bondad de lo público y lo colectivo.

El ensayo Sobre la libertad es, quizá, con El utilitarismo, la obra más divulgada de Stuart Mill[3], para muchos una obra profética donde Mill fijó su atención sobre la emergencia de la amenaza a las libertades individuales y que hoy paradójicamente, parece que se confirmaban sus temores y previsiones. La libertad e independencia del individuo, en una forma más maliciosa e intensa, localizando no sólo al Estado como oponente principal; “(…) pero cualquier cosa que aplaste la individualidad es despotismo”, sino la propia sociedad como entidad que ejerce su acción coercitiva sobre el individuo; “el nuevo poder que inicia su marcha ascendente (…) sobre el horizonte del mundo civilizado”[4]. Los utilitaristas ingleses J. Bentham y el propio Mill se encuentran entre los más acérrimos defensores del individualismo, y sus ideas, tanto en lo relativo a las concepciones teóricas como metodológicas, constituyen las bases de los desarrollos posteriores del individualismo metodológico.

Este extracto del texto de Mill, sitúa notoriamente las bases de lo que actualmente es el individualismo metodológico, al considerar que toda explicación de la realidad social debe iniciarse por el individuo y sus deseos/intenciones. Podemos estar pues ante una actitud, un posicionamiento deliberado, una conducta que podría explicarse en términos de una teoría de la naturaleza humana. Puede estar enlazado con los principios del hedonismo, el interés de libertad contractual, la iniciativa individual, el laissez faire[5]. El individuo guiado por su propio interés y haciendo uso de su racionalidad, eligiendo los mejores medios para satisfacer sus fines. El individualismo permitió construir un vigoroso edificio lógico-matemático, pero soportado sobre un imaginario poco efectivo, como se ha comprobado con el paso del tiempo.


[1] Diccionario de Sociología. Giner, Salvador et alia. Alianza Editorial segunda edición. Madrid 2006
[2] Ideas y formas políticas: del triunfo del absolutismo a la posmodernidad. González Cuevas, Pedro Carlos et alia. UNED Madrid 2010.
[3] Sobre la libertad. Stuart Mill, John. Prólogo de Antonio Rodríguez Huescar. Aguilar.
[4] Sobre la libertad. Stuart Mill, John. Prólogo de Antonio Rodríguez Huescar. Aguilar.
[5] Vid. Diccionario de Sociología. Pratt Fairchild, Henry. Fondo de Cultura Económica Quinta reimprensión México 2010

domingo, 25 de marzo de 2012

Las redes sociales, entre la influencia, la adicción y el narcisismo


Estudios recientes confirman la creciente necesidad de muchos usuarios de estar permanentemente conectados para interactuar con sus conocidos a través de plataformas como Facebook


Día 24/03/2012 - 10.04h


AFP / Una mujer argentina, conectada a Facebook desde
su <>
Las redes sociales en internet han modificado durante los últimos años la manera en la que muchas personas se relacionan cada día y se han convertido en unas herramientas capaces de dar voz al ciudadano, pero también de acentuar trastornos de la personalidad.

Estudios recientes confirmaron la creciente necesidad de muchos usuarios de estar permanentemente conectados para interactuar con sus conocidos a través de plataformas comoFacebook, la más popular de las redes sociales, u otros servicios de mensajes a través del teléfono.
"Los medios sociales son adictivos porque eres el centro de la experiencia, por lo que de forma natural quieres pasar más tiempo en ellos, para ver cómo la gente te responde o responde a aquello que compartes", dijo a Efe el analista Brian Solís, de origen mexicano y español y experto de la consultora Altimeter Group.

24 horas sin internet

En esa dependencia se reconocen síntomas comunes en cualquier adicción, tal y como confirmó un experimento llevado a cabo en 2011 por la Universidad de Maryland, en EEUU, en el que se pidió a un millar de universitarios de 37 países que pasaran 24 horas sin internet ni medios de comunicación.
Tras un día sin contactos en la red, alrededor de un 20% de los estudiantes manifestaron un síndrome de abstinencia tecnológico con sentimientos de "desesperación", "vacío" o "ansiedad", unas respuestas que van en la línea de una encuesta realizada por la empresa tecnológica TeleNav en EEUU hace menos de un año.
Más de la mitad de los consultados aseguraron que preferían dejar el chocolate, el alcohol o la cafeína durante una semana antes que desprenderse temporalmente de sus teléfonos.

Día Nacional de la Desconexión

Campañas como el Día Nacional de la Desconexión, que celebra hoy en EEUU su tercera edición, intentan concienciar hacia un empleo más sano de las redes sociales, cuyo uso puede derivar en un narcisismo patológico, según un estudio publicado este mes en la revista Personality and Individual Differences.
Tras analizar los hábitos en Facebook de casi 300 personas de entre 18 y 65 años, los investigadores hallaron evidencias de dos elementos socialmente perjudiciales propios del narcisismo, como el ansia de protagonismo y la voluntad de aprovecharse de los demás.
Esas actitudes resultaron estar más patentes en aquellos que tenían más amigos en la red social, actualizaban su cuenta y su foto de perfil con más frecuencia y reaccionaban más agresivamente a quienes les criticaban en Facebook.

Famosos digitales

El peso adquirido por las redes sociales ha llegado al punto de que, según la Universidad de Maryland, la forma en la que se interrelaciona en ellas contribuye a crear la identidad del usuario frente a los demás y frente a uno mismo, una vinculación que no tiene por qué ser necesariamente negativa.
"Cualquier persona tiene la oportunidad de convertirse en un famoso en el mundo digital y las compañías y las marcas han visto ya que pueden conseguir buenos resultados cuando se relacionan con gente que ha logrado tener un estatus en la red", explicó Solís, autor del reciente informe "The Rise of Digital Influence".
En ese trabajo, planteado como una guía para ayudar a las empresas a sacar partido a las redes sociales, se apuntó la importancia que juega en este nuevo entorno virtual la figura del internauta influyente.
"La influencia no es popularidad y la popularidad no es influencia", indicó Solís, quien desmitificó la idea de que lo importante sea tener muchos seguidores en las redes sociales.
"Lo relevante es cómo reacciona la gente a lo que tú digas. Se trata de ver tu capacidad para causar un efecto. Puedes comprar todos los usuarios que quieras pero eso no afectará a tu influencia", añadió.

«United rompe guitarras»

Uno de los ejemplos destacados por Solís sobre el poder que dan al consumidor los nuevos medios sociales fue el caso del músico Dave Carroll, cuya guitarra fue dañada en un vuelo de United Airlines. La aerolínea se negó a pagar y el músico protestó en YouTube.
Carroll compuso la canción "United Breaks Guitars" (United rompe guitarras) y lanzó tres vídeos que han tenido 11 millones de visitas. Finalmente la compañía aérea accedió a cubrir los costes, aunque para entonces el artista dijo no estar interesado.
El daño económico causado a la imagen de United por los vídeos de Carroll, según se recoge en el informe de Solís, pudo suponer unas pérdidas de 180 millones de dólares (unos 135 millones de euros) en capitalización bursátil.

sábado, 24 de marzo de 2012

Cada vez más solos... por elección

Elena Mengual | Madrid
domingo 18/03/2012


¿No es bueno que el hombre esté solo? ¿Más vale solo que mal acompañado? Aunque el Génesis y el refranero popular no se pongan de acuerdo, lo cierto es que de 50 años a esta parte cada vez son más los hogares ocupados por una sola persona. Una tendencia que no ha podido frenar ni la crisis económica.
Se trata de un fenómeno global que los expertos relacionan con el progreso de los países. Esto es, a mayor nivel de desarrollo, mayor número de viviendas unipersonales. El sociólogo de la Universidad de Nueva York Eric Klinenberg acaba de publicar 'Going Solo: The Extraordinary Rise and Surprising Appeal of Living Alone' (algo así como "el extraordinario auge y sorprendente atractivo de vivir solo"). En él, destaca cómo, por primera vez en la Historia de la Humanidad, "un número importante de personas se asienta en solitario".
Según Klinenberg, en países como Alemania, Francia, Reino Unido o Japón, en torno al 40% de las viviendas están ocupadas por una sola persona, cifra que se eleva hasta el 50% en ciudades como París, y al60% en Estocolmo.
En Estados Unidos las cifras no alcanzan las del viejo continente, si bien en ciudades como Atlanta, Denver, Seattle, San Francisco o Mineápolis, el 40% de las casas sólo tienen un inquilino. Y como prueba de la relación entre este incremento y el desarrollo económico, pone ejemplos como los de China, la India o Brasil, donde los hogares unipersonales crecen casi a la par que sus economías.

También en España

España no queda ajena a esta tendencia. En las últimas décadas, el incremento de los hogares unipersonales no ha cesado. Según cifras de la EPA (Encuesta de Población Activa), en diciembre de 2011, 3,4 millones de personas vivían solas en nuestro país. En su mayoría, población no activa (especialmente jubilada): hasta 1,89 millones.
Llama la atención que, desde el inicio de la crisis, el número de estos hogares no sólo no ha disminuido, sino que se ha incrementado, hasta el punto de que, según recoge la EPA, el número de hogares cuyo único inquilino pertenece al grupo de población activa ha crecido en 300.000, es decir, un 27%, hasta los 1,51 millones.
Este crecimiento es mucho mayor que el del total de viviendas. Si entre 2005 y 2007 éstas crecieron a un ritmo del 8%, desde el inicio de la recesión a la actualidad ha bajado la cadencia hasta el 6,5%, lo que se relaciona con el fin del 'boom' inmobiliario.
Sin embargo, en ese mismo espacio de tiempo, los hogares unipersonales han aumentado un 17,7%, hasta representar el 20% del total. El único aspecto en el que podría intuirse la crisis es en el número de viviendas cuyo único inquilino está parado: de 76.000 antes del inicio de la crisis, a 281.000 en diciembre de 2011, un 266% más.

A qué se debe este cambio

Son varios los factores que favorecen esta tendencia. En primer lugar, elincremento de la esperanza de vida. La población anciana cada vez es mayor, y si la salud y la pensión lo permiten, son muchos los que optan por vivir solos antes que con sus hijos o en una residencia. Para Klinenberg esa independencia es una "conquista social" respecto a las generaciones previas. Sin embargo, advierte también del riesgo que conlleva: el aislamiento y la muerte en soledad.

Las mujeres también tienen mucho que ver en este fenómeno. Su incorporación al mercado laboral ha favorecido su emancipación: ya no necesitan tener a un hombre al lado para subsistir, y si las cosas no van bien, divorciarse ya no es la opción impensable de hace años.
Klinenberg destaca además el papel de jóvenes o profesionales que no quieren compartir piso o comprometerse, que optan por retrasar la maternidad, y cuya solvencia económica les permite vivir solos. En Estados Unidos, cinco millones de personas entre los 18 y los 34 años no conviven más que consigo mismos.
Además, después de las parejas sin hijos, el tipo de vivienda más común en EEUU es aquélla en la que reside una sola persona: unos 30 millones, según datos publicados por 'The New York Times'. De ellos, 15 millones corresponden al grupo entre 34 y 65 años, en general viudos y divorciados. "Actualmente oscilamos entre diferentes 'arreglos'", explica Klinenberg. "Vivimos solos, convivimos, volvemos a vivir solos otra vez..."
Y luego está la revolución en las comunicaciones. Klinenberg insiste en que "vivir solo no es estar solo", y menos en la época de Internet y las redes sociales, que permiten mantener contacto permanente con otros. Ello, sumado a que vivir solo ya no estigmatiza, si no más bien al contrario, ha contribuido a que en el centro de las grandes ciudades cada vez sean más los 'singles', mientras que las familias se desplazan hacia el extrarradio.

Solos, del estigma al privilegio

Para Klinenberg, los 'solos' ejercen el papel de "dinamizador social". Revitalizan las ciudades y animan los espacios públicos. Tienden más que la gente que vive en pareja a salir a tomar algo, al gimnasio, a tomar clases de arte o de baile, a asistir a conciertos o al teatro, a asumir tareas de voluntariado...
"Para algunos profesionales", explica, "vivir solo es un signo de éxito y distinción, de libertad y de anonimato en la gran ciudad. Para personas recientemente divorciadas, es una manera de recuperar el control sobre su vida y tal vez de sentirse menos solo. Un mal matrimonio te puede hacer sentir más solo que vivir solo", argumenta Klinenberg.
"Vivir solo se relaciona con valores de la modernidad: la libertad, el control personal y la realización. Y en contra de lo que podría pensarse, fomenta la vida social. Paradójicamente, nuestra especie, siempre definida en función de su sociabilidad, se ha podido embarcar en la aventura de vivir solo gracias a que las sociedades se han convertido en interdependientes. Por ejemplo, los nuevos sistemas de comunicación nos permiten vivir solos pero estar en contacto con mucha gente cuando y cómo queramos", continúa el sociólogo.
Aunque algo exagerados, los grupos de amigos retratados en series como 'Sexo en Nueva York' o en la saga literaria 'Bridget Jones' son cada vez más habituales. Círculos compuestos por personas que tienen intereses en común, amistades muchas veces surgidas en entornos laborales en los que las jornadas son eternas.
Al mercado no le pasa inadvertido, como prueba la proliferación de lospaquetes de comida individuales, las agencias de viajes y actividades para 'singles' o los muebles de Ikea ideales para casas en las que, por mucho que uno se empeñe en lo contrario, sólo puede vivir una persona.

¿Y la crisis?

En una época en la que la falta de empleo y las apreturas económicas obligan a muchas personas a regresar o permanecer en el hogar paterno, a compartir piso, y en la que los divorcios y separaciones se posponen precisamente por el coste que supone mantener dos casas... ¿Cómo se explica tal tendencia?
Klinenberg cree que la crisis precisamente provoca el efecto opuesto: frena a la gente a establecer vínculos familiares. Una coyuntura que no garantiza que uno pueda mantenerse a sí mismo lleva a huir del compromiso con otras personas. Y en las parejas establecidas, las estrecheces generan conflictos y provocan crisis y rupturas.
Para la socióloga del CSIC Margarita Delgado, "es indudable que muchos de estos hogares seguirán creciendo por la mortalidad", en referencia a las personas que enviudan. Sin embargo, recuerda que "la sociedad española y la estadounidense son muy diferentes, preferentemente en cuanto a su grado de emancipación. El sur de Europa presenta un retraso en el calendario de emancipaciónrespecto al lugar origen. Y en su conjunto, la sociedad española no se parece ni a la nórdica ni a la estadounidenses en cuanto a proporción de jóvenes y edad de emancipación".
Desde el sector inmobiliario tampoco creen que ésta sea la tendencia. Según fuentes de idealista.com, en el segmento de pisos compartidos, hasta ahora copado por estudiantes, ha crecido la media de edad. Cada vez son más las personas jubiladas, paradas y divorciadas que optan por convivir con otros.
"También hemos comprobado que, en los últimos tres años, más familias ponen en alquiler habitaciones dentro de sus casas". Y proliferan los anuncios de "se alquila habitación en piso compartido con jubilado", en general personas viudas a las que la pensión ya no les da para vivir. Las estadísticas que manejan, lo corroboran: "En el último año la oferta de alquiler de pisos compartidos ha crecido un 180%, frente a un aumento del 80% en la demanda".
Artículo de Elena Mengual publicado el domingo 18 de marzo en El Mundo.es