Lo que sube, baja, lo que se infla se desinfla. El primer párrafo de este
capítulo aclara muchas cosas de la situación de crisis que estamos viviendo
desde 2008:
Ashes, 1894 by Edvard Munch |
“El
estudio de las grandes crisis financieras, del pánico y del crac con que
concluyen, demuestra que éstas no golpean desde fuera el movimiento eufórico y
euforizante de la expansión continua de los negocios que las ha precedido, como
lo harían un destino maléfico o una catástrofe inexplicable, sino que en cierto
modo, se encuentran programadas, como la muerte en vida, dentro de ese mismo
movimiento. Sólo son inciertos el día y la hora”[1].
Apenas unas líneas explicitan de manera clara lo que ha sucedido en la economía
global en los últimos años, desde la crisis de las hipotecas hasta el crack en
el que está sumido occidente. La clave: la especulación. La utilización de
informaciones privilegiadas para delimitar, mover, y dirigir el movimiento de
los mercados, de manera fraudulenta y ficticia, hasta que explota.
“Lo
que dijimos del paso de la masa al pánico debe aplicarse, por lo tanto, al paso
de la especulación al pánico financiero”, indica el autor. Las crisis, todas
las crisis, y pone como ejemplo la del 29, están precedidas por una marea de
fondo, que no se sabe cuándo arrasará la costa, pero que todos, o los más
entendidos, van viendo llegar. Y añade un dato más curioso, más en nuestra
época “para que se produzca la especulación es preciso que justo en el momento
que precede al hundimiento los operadores cuenten con ganancias probables más
elevadas que nunca”[2]. Este libro
es de 1999, y esta afirmación parece hecha tras la debacle de Lehman Brothers o
de las cajas españolas, Bankia incluida.
Y
sí, aunque parezca mentira, los estadistas son capaces de crear fórmulas
matemáticas que establezcan unas incógnitas y den medidas racionales para medir
los índices de especulación. No pretendo en este resumen explicarlas, ya lo
hace Dupuy en el último capítulo de su libro. Por supuesto se trata de cálculos
de probabilidad, en los que entran no sólo factores matemáticos y estadísticos
sino también elucubraciones, análisis de informaciones, tráficos de
influencias, etc.
Manejando
este tipo de informaciones, vamos a denominar un corpus de información, y
consiguiendo que el mercado actúe de determinada manera ante ellas, el
especulador puede conseguir sacar partido a tenerlas de antemano. En base a su
reacción, si consigue que los mercados la reproduzcan, conseguirá saber dónde
está su ganancia y dónde no. “El buen especulador es aquel que adivina mejor
que la masa lo que la masa va a hacer”, afirma el francés.
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