Instituciones públicas, privadas, empresas, autónomos... todas las áreas de un sector que suma el 2,5% del PIB sufren parálisis o se ven amenazadas por la crisis económica causada por la pandemia
Madrid - 27 mar 2020 - 00:30 CET
Cada vez que la palabra crisis se hace realidad, el sector de la cultura,
que aporta a la economía nacional el 2,5% del PIB, es de los primeros
en sufrir. Con todos los esfuerzos del país orientados en salvar vidas y
en evitar una depresión económica, la producción cultural ve con temor
la posibilidad de reducción de la financiación pública y la caída
abismal del consumo que paga por contenidos. EL PAÍS ha recorrido
distintos sectores para comprobar cómo el confinamiento ha paralizado
buena parte de la vida cultural e instalado el temor a la destrucción de
empleos.
ERTE en las librerías
El
mundo editorial es uno de los más afectados por la crisis de la
pandemia y las librerías son las primeras en caer. Casa del Libro
prepara un ERTE de entre 500 y 600 trabajadores; La Central, todos menos
una decena (cerca de 80); en Laie, los que atienden al público (un 80%)
de sus casi 200 trabajadores. “Todo nos lo estamos mirando”, admite
Mari Carme Ferrer, presidenta del Gremi de Libreros de Cataluña. Entre
las editoriales, las más afectadas son las medianas y pequeñas (el 70%
de las empresas y el 56% del empleo de un sector con 12.714
trabajadores).
Pero el daño se amplia. “Los factores que
ponen en peligro a muchos editores están en la propia cadena de
producción del libro: el cierre de librerías implica anulación de
pedidos, devoluciones, retraso en planes editoriales; habrá dificultades
de cobro y de financiación. La situación es crítica”, explica Miguel
Barrero, presidente de la Federación de Gremios de Editores.
Los efectos se notan en todos los ámbitos. “Me acaba de decir mi
editora que no podrá darme el adelanto, las librerías no pagan, la
distribución e impresión, frenadas, ferias anuladas. Terrible. Me
gustaría pagar el alquiler con un capítulo o un cuento”, se quejaba en
Twitter la escritora argentina Ariana Harwicz.
Además, el
88,7% de las editoriales recurre a personal externo, muy vulnerable:
traductores, correctores, ilustradores e incluso editores
independientes. “Tenemos trabajo hasta finales de año; lo que vemos es
que los editores nos están frenando libros más o menos apalabrados con
miras a inicios de 2021”, afirman traductores próximos a la Asociación
Colegial de Escritores.
Instituciones solidarias
Las
instituciones culturales, públicas y privadas, han cerrado sus puertas,
aunque ofrecen numerosos servicios a través de sus webs. La directora
de la Biblioteca Nacional,
Ana Santos, lamenta que “se hayan desbaratado los planes presenciales,
como las exposiciones y el acceso de lectores”. “Además, cuando
volvamos, nos vamos a encontrar con miles de ejemplares para el depósito
legal, lo que nos va a causar un atasco”, señala. La BNE recuperará, no
obstante, las muestras previstas, pero las del próximo año quedan
pendientes del presupuesto público. “Preocupación” es la palabra que
repite el director del Instituto Cervantes,
Luis García Montero, organismo con trabajadores en 86 centros de todo
el mundo. “Como institución del Estado, dependiente de Exteriores,
estamos ayudando a los españoles que están fuera", señala García
Montero. En cuanto a la parte económica, “más del 40% del presupuesto es
autofinanciación, lo que limita nuestras posibilidades”, añade.
“Así
que, los ingresos van a caer, esto nos golpeará, pero cuando volvamos
tiene que ser con fuerza, hacer pocas cosas pero de calidad, y buscando
patrocinios”, dice el director del Instituto Cervantes. El caso del Círculo de Bellas Artes
de Madrid (lo público solo cubre el 7% de su presupuesto) demuestra,
según su presidente, Juan Miguel Hernández León, “lo complejo y
especialmente frágil que es el tejido cultural español”. “De aquí al
verano podremos mantenernos, pero depende de lo que dure la cuarentena”,
dice. Para Hernández León, “las grandes crisis generan cambios y en
esta vendrá por la innovación tecnológica”. La SGAE ha lanzado para sus
120.000 socios "un servicio de asesoramiento para que soliciten ayudas
públicas”, explican desde la entidad. A la vez, reciben decenas de
consultas sobre su programa de ayuda de emergencia social, con el que la
entidad apoya a los socios más vulnerables.
La Real Academia Española (RAE) ha suspendido sus plenos, “aunque mantiene sus proyectos, como la 24ª edición del Diccionario", explica
su director, Santiago Muñoz Machado, que mantiene cada semana una
reunión telemática con los académicos. “Los que nos dedicamos al estudio
de la lengua estamos acostumbrados al aislamiento”, añade. Con ayudas
estatales aprobadas, el director de la RAE no cree que el coronavirus
aporte muchas palabras a la lengua. Desde la Real Academia de la
Historia señalan que este contexto ha acelerado su apuesta por lo
digital y que se percibe un mayor interés por la institución. Su Diccionario Biográfico
recibe tres millones de consultas al día, aunque lo que ocurra con su
financiación (40% pública y 60% privada) es una incógnita. En lo que
coinciden desde la RAH con la directora de la BNE es que estas
instituciones “tienen que dar un servicio público”.
Pantallas sin ingresos
Para
el cine, la hecatombe. Primero, por el cierre de salas. En España, en
2019, había 3.593 pantallas. Esas salas cuentan con 11.500 trabajadores,
según la Federación de Entidades de Empresarios de Cine de España
(FECE), personal que, en contados casos, está yendo a sus trabajos a
labores de mantenimiento. Marzo y abril son meses medianos en taquilla,
pero iba a haber estrenos con tirón: cada semana se dejan de recaudar de
seis a ocho millones.
Segundo, rodajes parados. Según la
Spain Film Commission, se han suspendido unos 300, el 26% de ellos,
anuncios; el 13%, series de televisión; el 12%, programas de televisión,
y el 11%, largometrajes. Casi la mitad eran internacionales. Solo en
gastos de mantenimiento de sus productoras, la Asociación Estatal de
Cine habla de 26 millones mensuales y sin ingresos. Otras fuentes
cuantifican entre gastos y dinero no ingresado en el cine en España
hasta 20 millones de euros diarios. Los rodajes se han quedado colgando y
ni siquiera ha llegado una apuesta legislativa para impulsar el cine en
Internet (hay 50 filmes esperando que se aclare el calendario), o una
línea de crédito y ayudas rápidas. Además, los técnicos e intérpretes,
que no son asalariados, están viviendo sin ingresos.
Silencio en la música en directo
Ya
lo advertía la cantaora Rocío Márquez al principio de la epidemia: “Las
condiciones de los autónomos en este país es mucha tela. Llevo dada de
alta y pagando impuestos desde los 18 años [tiene 34]. Ante la
cancelación de actuaciones, no tengo derecho a paro”. La Federación de
Música de España ha cuantificado las perdidas en 764 millones. “Esta
crisis afectará a las empresas y personas que trabajan en la industria
de la música en vivo. Necesitarán ayudas para mantener sus empleos”,
señala la federación. Ese sector emplea en España, directa o
indirectamente, a 300.000 personas. Los consultados estiman que “la
mitad” perderá el empleo si la situación se extiende varios meses.
Mientras, las compañías de discos ven como mal menor la opción de un
ERTE, al que muchas se han acogido. Además, se están mostrando las
costuras del negocio del streaming, como apunta el músico Martí
Perarnau, líder del grupo Mucho: “Entregamos nuestras canciones a cambio
de nada a plataformas, por aquello de que no se vendían discos para
obtener ingresos irrisorios, y nos vimos obligados a poder vivir de
nuestros conciertos. Ahora es cuando viene la palmada”.
La fotografía es de autónomos
Un sector poblado por autónomos es la fotografía. El leonés Álvaro Laiz,
de 39 años, acaba de regresar de Nicaragua, de fotografiar pueblos que
viven junto a yacimientos arqueológicos, “un proyecto que ahora está en
el aire”, dice. Como también ve incertidumbre en la exposición, con
libro, que prepara para septiembre. “Un trabajo con National Geographic y
el Museo Universidad de Navarra en el que he seguido las huellas de las
migraciones que cruzaron el estrecho de Bering”. Laiz aprovecha el
parón “para editar, hacer maquetas… como hacemos los fotógrafos en
agosto”. “La diferencia es que no sabemos cuál será la fecha de salida y
cómo arrancará esto”. Su colega Susana Girón, de 44 años, freelance
también, ve cómo se ha aplazado a noviembre la exposición que iba a
inaugurar en Sídney sobre una familia de pastores trashumantes. Y otro
proyecto de larga cocción, un libro sobre una bailaora, no sabe cuándo
podrá mostrarlo. “Ya estaba en imprenta”, apunta. Girón vive de
reportajes para medios que se están empezando a cancelar. Por eso, junto
a otros siete fotógrafos, ha formado un grupo en Instagram que sube imágenes de esta cotidianidad, para ver si de ahí surgen encargos.
Alarmas en el arte
Las
alarmas saltaron en el arte el lunes 23, cuando la Fundació Miró
anunció un ERTE a sus 57 empleados. Empezó así el goteo de los despidos
temporales en el sector privado, si bien por ahora no se ha abierto del
todo el grifo. Consultadas grandes fundaciones como Telefónica, La
Caixa, Mapfre y Juan March, estas aseguran que ―por el momento― no se
plantean “decisiones traumáticas” para sus plantillas. Pero no todas ha
seguido el mismo camino: ante la prórroga del confinamiento, la
Fundación Caja de Burgos ha solicitado un ERTE parcial para su
plantilla, con la excepción de colegios y residencias.
Más
complicada resulta la situación para las galerías, que no cuentan con
el respaldo de grandes entidades. Desde el sector se calcula que la
mayoría perderán entre 20.000 y 40.000 euros y subrayan el efecto dominó
que se desencadenará. “El cierre influye en el aplazamiento y
cancelación de exposiciones, producciones y comisariados que estaban en
marcha, publicaciones...”, apuntan desde la asociación Arte Madrid; sin
olvidar a “proveedores, transportistas, viajes, seguros…”. Los
principales museos de titularidad pública, como el Prado o el Reina
Sofía, mantendrán los puestos de trabajo, tanto de funcionarios como
laborales.
Otra cosa son las compañías externas que les
proporcionan servicios, aunque desde el Prado aseguran que intentarán
agilizar los pagos pendientes para que estas empresas “sufran lo menos
posible”. Entidades más modestas, como el MARCO de Vigo, también
descartan un ERTE. Su director, Miguel Fernández-Cid, declara que “la
situación ya es lo suficientemente dura”.
El teatro, inviable
Lo
mejor que le puede pasar estos días a un trabajador de las artes
escénicas es que le apliquen un ERTE. Eso significa que tiene
garantizado un empleo cuando vuelvan a abrirse los teatros. Pocos tienen
esa suerte: personal de gestión de salas o productoras y artistas o
técnicos de montajes estatales (Inaem), o de gran formato (musicales).
El resto posee contratos ligados a la duración de un espectáculo que se
cancele “por causa de fuerza mayor".
Según un informe de la Unión de Actores y Actrices,
a partir de una encuesta entre 1.500 profesionales, el 23% de los
intérpretes que estaban trabajando en teatro, cine o televisión cuando
sobrevino la crisis se han quedado en el paro (el 85% de estos sin
indemnización) y calculan una pérdida a corto plazo de casi siete
millones. Muchos dan la temporada por muerta y auguran que el empleo no
se recuperará hasta los festivales de verano. “No es solo que se hayan
suspendido espectáculos en cartelera, es que los estrenos de mayo son
inviables porque no se puede ensayar ni construir decorados”, lamenta el
productor Jesús Cimarro, presidente de la asociación de empresarios
(Faeteda).
El futuro es más negro para las pequeñas
compañías y creadores experimentales. “Son más vulnerables, ni siquiera
logran cobrar paro porque sus contratos son muy cortos”, comenta Jacobo
Pallarés, presidente de la Red de Teatros Alternativos. Y por encima de
todo sobrevuela una angustia: ¿querrán los ciudadanos volver a disfrutar
juntos en un teatro?
Con información de Manuel Morales, Juan Carlos Galindo, Carles Geli, Carlos Marcos, Silvia Hernando, Raquel Vidales, Gregorio Belinchón y Tommaso Koch.
Madrid - 27 mar 2020 - 00:30 CET
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