El cantante Stephane Senechal interpreta una pieza para sus vecinos durante el confinamiento. Lafargue Raphael/ABACAGTRES
La obligación de clausurar temporalmente las actividades no
esenciales, una circunstancia desconocida en Europa desde la primera
mitad del siglo pasado, nos ha puesto delante de los ojos una realidad
que no siempre tenemos presente: la cultura es un bien de primera
necesidad. Confinados en casa, sentimos la urgencia de oír música, leer
libros, ver producciones audiovisuales e incluso visitar museos, aunque
sea de forma virtual. Es muy importante que tengamos los medios para
hacerlo y por eso me parece una gran noticia que los teatros de ópera,
desde nuestro Real hasta el Met de Nueva York, las editoriales, las
productoras y distribuidoras de audiovisual y los museos hayan abierto
generosamente sus catálogos y sus plataformas. También la Escuela Reina
Sofía está aportando su granito de arena ofreciendo las grabaciones de
sus conciertos y sus clases. Según me dicen, están siendo muy visitados,
lo que me reafirma en mi impresión de que esta crisis está cambiando
nuestros hábitos más profundamente de lo que pudiera parecer.
El arte y las humanidades proporcionan un esparcimiento que alivia la
cotidianeidad, pero sirven, además, para algo bastante más importante:
nos ayudan a desarrollarnos como personas y refuerzan los lazos que nos
mantienen unidos como sociedad. Hay pensadores, como Yuval Noah Harari,
que van más allá y afirman que el relato compartido que la cultura crea y
difunde es, precisamente, lo que nos hace humanos. Por mi parte,
siempre he creído que la cultura —y, más concretamente, la música— tiene
la capacidad de transformar a los individuos y las sociedades y por eso
me he esforzado en facilitar a los jóvenes el camino hacia la música.
Aunque no entendamos muy bien cómo, la música nos hace mejores personas.
A lo largo de los años, todos los grandes músicos que me han ayudado
han subrayado el poder que tiene la música de facilitar la convivencia.
“No os limitéis a tocar, cobrar y volver a casa”, dijo Zubin Mehta a los
alumnos de la Escuela; y añadió: “La música tiene el poder de hacer que
las personas convivan, incluso aquellas que no quieren convivir.
¡Usadlo!”. Parecidos mensajes nos trajeron —y, sobre todo, practicaron—
Menuhin, Rostropóvich, Larrocha, Maazel, Abreu y, más recientemente,
Mutter, Dudamel, Camarena y muchos otros. También los jóvenes dan
testimonio. Hace dos años, reunimos en un trío a un violinista
azerbaiyano, un violonchelista armenio y una pianista turca, procedentes
de tres países que llevan siglos en conflicto. Al principio se miraban
con recelo, pero han acabado siendo grandes amigos y formando uno de los
mejores grupos de cámara de la Escuela. De hecho, si la pandemia lo
permite, tocarán el Triple concierto de Beethoven bajo la
batuta de Sir András Schiff en el concierto de fin de curso. No se puede
hacer música juntos y, a la vez, estar en guerra.
La música, como las otras artes, es un factor de cohesión social. Nos
permite conocer el mundo interior de otra persona —el compositor, el
intérprete, el artista— y, en espejo, conocer mejor el nuestro. De ahí
la importancia de apoyar a las escuelas de música y reforzar la
presencia de las artes en la enseñanza general. En el ámbito de la
educación se oye hablar mucho de la necesidad de reforzar las materias
llamadas STEM —iniciales en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y
matemáticas—, que son las herramientas que nos permiten actuar sobre el
mundo. Tener herramientas está muy bien, pero solo si sabemos para qué
las queremos. Algún día, nuestros niños y jóvenes se preguntarán
—¡espero!— qué uso quieren dar a la tecnología que han aprendido y quizá
echen de menos entonces las horas de formación en música, artes y
humanidades que no les estamos dando hoy. Añadamos la A de
artes a la fórmula, como tantos están pidiendo; convirtámosla en STEAM,
porque esa letra es la que da sentido a las otras cuatro.
En estos días, todos apreciamos la importancia de la cultura y
agradecemos a los músicos y escritores que estén donando gratuitamente
su trabajo, pero, además de darles las gracias, tenemos que protegerlos
para el futuro inmediato. La cultura no es gratis y no se hace sola. La
crean personas, que comen y pagan facturas como los demás. Compositores,
intérpretes, escritores, pensadores, actores, dramaturgos, bailarines,
pintores, cineastas y demás creadores van a necesitar el apoyo de todos,
porque se avecinan tiempos difíciles. Es imprescindible que, en los
próximos meses, España mantenga vivas las estructuras de su industria
cultural y que, entre las medidas de emergencia que haya que tomar para
poner en marcha el país después de este obligado parón, nuestros
gobernantes tengan en cuenta a la cultura y le den la prioridad que le
corresponde como el sector esencial que es. De nada servirá cubrir las
necesidades materiales de la población si no atendemos también las
morales, que son las que aseguran nuestra convivencia.
Paloma O'Shea es presidenta fundadora de la Escuela Superior de Música Reina Sofía.
La Orquesta Sinfónica de Tenerife en un concierto.CARSTEN W. LAURTISEN
La Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST) emitirá hoy, por primera vez en sus 35 años de historia, un concierto online.
La señera formación clásica tinerfeña se ha propuesto continuar
ofreciendo música a los tinerfeños durante estas semanas de parada
obligatoria en su temporada. Los gestores, los músicos y el personal
administrativo que forman parte de la OST continúan trabajando desde
casa y han preparado este regalo. "No solo lo hacemos por nuestros
abonados sino por todos los aficionados a la música y el público en
general", explicó el presidente del comité de empresa, Ángel Camacho.
El primer concierto de este tipo tendrá lugar mañana a
partir de las 19:30 horas a través de las redes sociales de la
Sinfónica. Sus perfiles de Facebook e Instagram son el canal escogido
para esta primera emisión. "Había que buscar una fórmula para
llegar a nuestro público y consideramos que la mejor era apoyarnos en
nuestras redes", detalló Camacho. El recital ha sido bautizado Sinfónica de Tenerife, Emociones desde el salón.
Están invitados todos los amantes de la música de calidad y todos
aquellos canarios que quieran acercarse a la que es, sin duda, la
formación clásica más emblemática de la Isla. "Estamos muy emocionados",
añadió el músico.
El
programa ha sido diseñado por el equipo de la OST y organizado por
secciones musicales. Resulta muy complejo grabar por separado este tipo
de composiciones. Los integrantes de la sección de flautas, la sección
de violas y la sección de cellos serán los primeros en presentarse ante
su público a distancia. Las flautas comenzarán a las 19:30 horas con Dance of the reed,
de Tschaikovsky. Los músicos que darán vida a esta pieza son Catherine
Mooney, Francisco García y Sarabel Delgado. A continuación, a las 20:00
horas, será el turno de las violas con Ma Poupée cherie, de
Deodad de Séverac. Participan, en este caso, Sviatoslav Belonogov,
Alexandre Mikheile, Andrey Pavlyuchenkov, Patrick Doumeng, Brett
Kronewitter, Blanca Sellers y Alba Correa. Finalmente, a partir de las
20:30 horas, la sección de cellos interpretará el segundo movimiento de
la Sinfonía número 7 de Beethoven.
Para hacer este primer concierto online,
el equipo de la OST ha tirado de ingenio y recursos propios. El
presidente de la OST y director insular de Cultura, Leopoldo Santos,
valoró la implicación e iniciativa de la orquesta. "Estuvimos hasta el
último momento pendientes de ver si podíamos grabar el ensayo general de
la ópera Lucrezia Borgia para emitirla luego. Fue imposible,
pero desde ese primer momento, los músicos y todo el equipo se pusieron
manos a la obra para continuar con su actividad", destacó el portavoz
insular.
Tanto el comité de
empresa como la comisión artística de la OST han trabajado estas dos
semanas para coordinar el esfuerzo de todos y cada uno de los miembros
de la orquesta. "Todos están implicados de una u otra forma. No solo nos
vamos a quedar en la organización de estos pequeños conciertos,
queremos acercarnos al público y mostrarles nuestro día a día", adelantó
Camacho.
Complejidad técnica
Para
poder grabar estas piezas, han tenido que estudiar varias estrategias.
En algunas obras han empezado por grabar el solo y pasar la grabación a
sus compañeros, que grabaron asimismo sus partes encima de esa primera
interpretación. En otros casos han optado por la referencia metronómica
para coordinarse. "Todo está escrito, los valores, los motivos y las
notas, pero es esencial establecer a qué velocidad se va a tocar para
que el resultado sea óptimo", explicó Camacho. "Nos hemos reinventado,
ha sido todo un reto y todos los compañeros han mostrado una gran
implicación. Estamos deseando ver qué acogida van a tener", concluyó.
Ópera de Puccini cancelada en Trieste a causa del Covid-19.Jacopo LandiNurPhoto / Getty Images
Nada como el choque contra la inmisericorde realidad para poner a
prueba la fortaleza y el sentido y hasta la razón de ser de las artes.
En medio de la calamidad uno entiende instintivamente que ha de medir
sus palabras, porque en estas circunstancias el oído ético y estético se
afina hasta volverse doloroso, y detecta enseguida cualquier nota
falsa, salida de tono, hasta el indicio más disimulado de
irresponsabilidad o egocentrismo. No estamos para bromas. La indulgencia
perezosa hacia la palabrería ahora da paso a lo que Ernest Hemingway llamaba an in-built bullshit detector:
una especie de sismógrafo incrustado en uno mismo que salta y dispara
su alarma ante la tontería halagadora y consentida, ante la impúdica
simulación que usurpa el vocabulario de lo verdadero.
No son momentos para juegos de manos ni juegos de palabras. Como un
cuerpo debilitado por la enfermedad, la conciencia sobrecogida rechaza
impulsivamente lo que intuye como tóxico o como superfluo, lo que pueda
provocarle una sobreestimulación estéril. Hay un mundo de diferencia
entre el fervor y la fiebre. En épocas de abundancia nadie repara en el
despilfarro; cuando se disfruta de un confort y seguridad en el
porvenir, el desarreglo y el trastorno, la novedad neuróticamente
renovada, pueden ofrecer simulacros de plenitud, y desde luego parece
que alejan el peligro del tedio. Cualquier sospecha de lentitud o de
gravedad se vuelve intolerable, cualquier paréntesis de inactividad o
silencio.
Las artes se pueden permitir el lujo del ensimismamiento: porque
nadie va a pedirles seriamente consuelo, sustento o refugio, las artes
pueden consagrarse a los fuegos de artificio sin el menor peligro de que
se les exija responsabilidad alguna. Los que se acerquen a ellas
quedarán satisfechos si pueden confirmar su pedantería o su esnobismo.
Los artistas recibirán el prestigio que conceden a cada momento los
administradores ocultos de los valores de la moda: cuanto más abstrusos
sean, más alejados de la vida real y de las cosas prácticas, de los
trabajos de las manos, de las palabras de todos los días y las historias
comunes, mayor será su prestigio.
Las artes ya no precisan reflejar el mundo ni medirse con él: su
principal objeto son ellas mismas; su público es el de los especialistas
y los enterados. Los artistas, si dicen algo, lo dicen en el lenguaje
de los críticos y los teóricos del arte, que es un lenguaje tan cerrado
que solo lo saben manejar y lo comprenden ellos mismos, y que no sirve
para nombrar nada que esté fuera de su territorio acorazado. Los
escritores escriben —mea culpa— sobre el proceso de su propia
escritura. Las novelas tratan de escritores que se encuentran y se
emborrachan con otros escritores en congresos internacionales o
comarcales de literatura. El impulso hacia el ensimismamiento es tan
poderoso, y tan universal, que hasta los programas del corazón tratan
sobre los periodistas del corazón, y son ellos mismos los que ocupan con
preferencia las portadas de sus revistas especializadas. Los directores
de cine hacen películas sobre directores de cine obsesionados y
angustiados por sus propias películas. Una fotógrafa tan canonizada como
Cindy Sherman hace fotos cada vez de mayor tamaño y barroquismo de la propia Cindy Sherman.
La fotografía, como el periodismo o la novela, es un arte tan pegado a
la realidad exterior y tan capacitado para retratarla que resiste muy
mal, a mi juicio, cualquier tentativa de retorcimiento formal y de
abierto narcisismo. La fotografía está hecha de las imágenes de la
realidad igual que la novela lo está de las vidas comunes y de las
palabras de todos los días. La nobleza literaria del periodismo, que
puede no ser menos alta que la de la poesía o la novela, se cumple sobre
todo cuando quien escribe da cuenta fehaciente, palabra por palabra, de
lo que acaba de suceder, de lo que está sucediendo ahora mismo. Una
gran parte de la prosa narrativa o reflexiva de los años treinta en
España estaba tan enferma de retórica que algunas de las mejores páginas
de aquel tiempo se encuentran en crónicas de Chaves Nogales, de Pla, de
Elena Fortún, de Josefina Carabias.
Si el arte, la música, la poesía, las historias han ocupado un lugar
de primacía en todas las sociedades humanas, al menos desde Chauvet y
muy probablemente desde mucho antes, es porque han cumplido tareas
fundamentales para la vida, para la supervivencia personal y colectiva.
Si las artes fueran un lujo o un capricho para privilegiados, no habrían
formado parte de todas las culturas humanas, en todas las épocas, en
todos los lugares. Es en momentos de máxima gravedad cuando nos damos
cuenta, cuando lo recordamos si lo supimos y se nos había olvidado.
Necesitamos las artes para que nos expliquen el mundo y para que nos
alejen del mundo, para saber lo más posible sobre la realidad inmediata y
para escaparnos y consolarnos de ella.
Escucho una crónica en la radio sobre los médicos desbordados en un
hospital, leo un ensayo en el periódico y me entero de los mecanismos de
contagio del virus y hasta de su extraña naturaleza biológica. Pero un
poco después, igual que he necesitado el alimento de la información,
necesito también cobijarme temporalmente de ella, o asomarme a lo real a
través de la perspectiva de una película o de una novela, o acogerme al
consuelo, al efecto casi terapéutico de serenidad y armonía de una
cierta música, a su afirmación del todo física y del todo espiritual de
entusiasmo y arrebato. Músicas y músicos que en otras circunstancias he
podido disfrutar ahora me inquietan o me perturban y tengo que
detenerlas apenas han comenzado, porque ahora tengo una tolerancia muy
baja para la agitación y la estridencia, que en este tiempo derivan
rápidamente en angustia. En épocas de mucha confusión parece que la
sensibilidad pide voces claras y nítidas y formas definidas,
afirmaciones jubilosas de vitalidad, expresiones sobrias de la
pesadumbre o del duelo. La efusión emocional está siempre muy cerca de
una congoja en la que también cabe la alegría. Duke Ellington
revela su parentesco con Bach y el júbilo de Mozart tiene veladuras de
melancolía anticipada del paso del tiempo como las que lo estremecen a
uno en las mejores canciones de los Beatles.
Pero todo esto es un privilegio. En los hospitales hay ancianos que
mueren en soledad ahogados por la neumonía y médicos y enfermeras que
trabajan hasta caer agotados y tienen que protegerse con bolsas de
plástico por falta de material sanitario. Ahora mismo la tarea principal
de la imaginación es abarcar la magnitud devoradora del desastre.
Instituciones públicas,
privadas, empresas, autónomos... todas las áreas de un sector que suma
el 2,5% del PIB sufren parálisis o se ven amenazadas por la crisis
económica causada por la pandemia
Cada vez que la palabra crisis se hace realidad, el sector de la cultura,
que aporta a la economía nacional el 2,5% del PIB, es de los primeros
en sufrir. Con todos los esfuerzos del país orientados en salvar vidas y
en evitar una depresión económica, la producción cultural ve con temor
la posibilidad de reducción de la financiación pública y la caída
abismal del consumo que paga por contenidos. EL PAÍS ha recorrido
distintos sectores para comprobar cómo el confinamiento ha paralizado
buena parte de la vida cultural e instalado el temor a la destrucción de
empleos.
ERTE en las librerías
El
mundo editorial es uno de los más afectados por la crisis de la
pandemia y las librerías son las primeras en caer. Casa del Libro
prepara un ERTE de entre 500 y 600 trabajadores; La Central, todos menos
una decena (cerca de 80); en Laie, los que atienden al público (un 80%)
de sus casi 200 trabajadores. “Todo nos lo estamos mirando”, admite
Mari Carme Ferrer, presidenta del Gremi de Libreros de Cataluña. Entre
las editoriales, las más afectadas son las medianas y pequeñas (el 70%
de las empresas y el 56% del empleo de un sector con 12.714
trabajadores).
Pero el daño se amplia. “Los factores que
ponen en peligro a muchos editores están en la propia cadena de
producción del libro: el cierre de librerías implica anulación de
pedidos, devoluciones, retraso en planes editoriales; habrá dificultades
de cobro y de financiación. La situación es crítica”, explica Miguel
Barrero, presidente de la Federación de Gremios de Editores.
Los efectos se notan en todos los ámbitos. “Me acaba de decir mi
editora que no podrá darme el adelanto, las librerías no pagan, la
distribución e impresión, frenadas, ferias anuladas. Terrible. Me
gustaría pagar el alquiler con un capítulo o un cuento”, se quejaba en
Twitter la escritora argentina Ariana Harwicz.
Además, el
88,7% de las editoriales recurre a personal externo, muy vulnerable:
traductores, correctores, ilustradores e incluso editores
independientes. “Tenemos trabajo hasta finales de año; lo que vemos es
que los editores nos están frenando libros más o menos apalabrados con
miras a inicios de 2021”, afirman traductores próximos a la Asociación
Colegial de Escritores.
Me
acaba de decir mi editora que no podrá darme el adelanto, las librerías
no pagan, la distribución e impresión de libros frenada, las ferias
anuladas. No somos una Transnacional, dijo. Le dije al dueño del depto q
alquilo a ver si se solidarizaba, onda je suis escritor, y, no.
Las
instituciones culturales, públicas y privadas, han cerrado sus puertas,
aunque ofrecen numerosos servicios a través de sus webs. La directora
de la Biblioteca Nacional,
Ana Santos, lamenta que “se hayan desbaratado los planes presenciales,
como las exposiciones y el acceso de lectores”. “Además, cuando
volvamos, nos vamos a encontrar con miles de ejemplares para el depósito
legal, lo que nos va a causar un atasco”, señala. La BNE recuperará, no
obstante, las muestras previstas, pero las del próximo año quedan
pendientes del presupuesto público. “Preocupación” es la palabra que
repite el director del Instituto Cervantes,
Luis García Montero, organismo con trabajadores en 86 centros de todo
el mundo. “Como institución del Estado, dependiente de Exteriores,
estamos ayudando a los españoles que están fuera", señala García
Montero. En cuanto a la parte económica, “más del 40% del presupuesto es
autofinanciación, lo que limita nuestras posibilidades”, añade.
“Así
que, los ingresos van a caer, esto nos golpeará, pero cuando volvamos
tiene que ser con fuerza, hacer pocas cosas pero de calidad, y buscando
patrocinios”, dice el director del Instituto Cervantes. El caso del Círculo de Bellas Artes
de Madrid (lo público solo cubre el 7% de su presupuesto) demuestra,
según su presidente, Juan Miguel Hernández León, “lo complejo y
especialmente frágil que es el tejido cultural español”. “De aquí al
verano podremos mantenernos, pero depende de lo que dure la cuarentena”,
dice. Para Hernández León, “las grandes crisis generan cambios y en
esta vendrá por la innovación tecnológica”. La SGAE ha lanzado para sus
120.000 socios "un servicio de asesoramiento para que soliciten ayudas
públicas”, explican desde la entidad. A la vez, reciben decenas de
consultas sobre su programa de ayuda de emergencia social, con el que la
entidad apoya a los socios más vulnerables.
La Real Academia Española (RAE) ha suspendido sus plenos, “aunque mantiene sus proyectos, como la 24ª edición del Diccionario", explica
su director, Santiago Muñoz Machado, que mantiene cada semana una
reunión telemática con los académicos. “Los que nos dedicamos al estudio
de la lengua estamos acostumbrados al aislamiento”, añade. Con ayudas
estatales aprobadas, el director de la RAE no cree que el coronavirus
aporte muchas palabras a la lengua. Desde la Real Academia de la
Historia señalan que este contexto ha acelerado su apuesta por lo
digital y que se percibe un mayor interés por la institución. Su Diccionario Biográfico
recibe tres millones de consultas al día, aunque lo que ocurra con su
financiación (40% pública y 60% privada) es una incógnita. En lo que
coinciden desde la RAH con la directora de la BNE es que estas
instituciones “tienen que dar un servicio público”.
Pantallas sin ingresos
Para
el cine, la hecatombe. Primero, por el cierre de salas. En España, en
2019, había 3.593 pantallas. Esas salas cuentan con 11.500 trabajadores,
según la Federación de Entidades de Empresarios de Cine de España
(FECE), personal que, en contados casos, está yendo a sus trabajos a
labores de mantenimiento. Marzo y abril son meses medianos en taquilla,
pero iba a haber estrenos con tirón: cada semana se dejan de recaudar de
seis a ocho millones.
Segundo, rodajes parados. Según la
Spain Film Commission, se han suspendido unos 300, el 26% de ellos,
anuncios; el 13%, series de televisión; el 12%, programas de televisión,
y el 11%, largometrajes. Casi la mitad eran internacionales. Solo en
gastos de mantenimiento de sus productoras, la Asociación Estatal de
Cine habla de 26 millones mensuales y sin ingresos. Otras fuentes
cuantifican entre gastos y dinero no ingresado en el cine en España
hasta 20 millones de euros diarios. Los rodajes se han quedado colgando y
ni siquiera ha llegado una apuesta legislativa para impulsar el cine en
Internet (hay 50 filmes esperando que se aclare el calendario), o una
línea de crédito y ayudas rápidas. Además, los técnicos e intérpretes,
que no son asalariados, están viviendo sin ingresos.
Silencio en la música en directo
Ya
lo advertía la cantaora Rocío Márquez al principio de la epidemia: “Las
condiciones de los autónomos en este país es mucha tela. Llevo dada de
alta y pagando impuestos desde los 18 años [tiene 34]. Ante la
cancelación de actuaciones, no tengo derecho a paro”. La Federación de
Música de España ha cuantificado las perdidas en 764 millones. “Esta
crisis afectará a las empresas y personas que trabajan en la industria
de la música en vivo. Necesitarán ayudas para mantener sus empleos”,
señala la federación. Ese sector emplea en España, directa o
indirectamente, a 300.000 personas. Los consultados estiman que “la
mitad” perderá el empleo si la situación se extiende varios meses.
Mientras, las compañías de discos ven como mal menor la opción de un
ERTE, al que muchas se han acogido. Además, se están mostrando las
costuras del negocio del streaming, como apunta el músico Martí
Perarnau, líder del grupo Mucho: “Entregamos nuestras canciones a cambio
de nada a plataformas, por aquello de que no se vendían discos para
obtener ingresos irrisorios, y nos vimos obligados a poder vivir de
nuestros conciertos. Ahora es cuando viene la palmada”.
La fotografía es de autónomos
Un sector poblado por autónomos es la fotografía. El leonés Álvaro Laiz,
de 39 años, acaba de regresar de Nicaragua, de fotografiar pueblos que
viven junto a yacimientos arqueológicos, “un proyecto que ahora está en
el aire”, dice. Como también ve incertidumbre en la exposición, con
libro, que prepara para septiembre. “Un trabajo con National Geographic y
el Museo Universidad de Navarra en el que he seguido las huellas de las
migraciones que cruzaron el estrecho de Bering”. Laiz aprovecha el
parón “para editar, hacer maquetas… como hacemos los fotógrafos en
agosto”. “La diferencia es que no sabemos cuál será la fecha de salida y
cómo arrancará esto”. Su colega Susana Girón, de 44 años, freelance
también, ve cómo se ha aplazado a noviembre la exposición que iba a
inaugurar en Sídney sobre una familia de pastores trashumantes. Y otro
proyecto de larga cocción, un libro sobre una bailaora, no sabe cuándo
podrá mostrarlo. “Ya estaba en imprenta”, apunta. Girón vive de
reportajes para medios que se están empezando a cancelar. Por eso, junto
a otros siete fotógrafos, ha formado un grupo en Instagram que sube imágenes de esta cotidianidad, para ver si de ahí surgen encargos.
Alarmas en el arte
Las
alarmas saltaron en el arte el lunes 23, cuando la Fundació Miró
anunció un ERTE a sus 57 empleados. Empezó así el goteo de los despidos
temporales en el sector privado, si bien por ahora no se ha abierto del
todo el grifo. Consultadas grandes fundaciones como Telefónica, La
Caixa, Mapfre y Juan March, estas aseguran que ―por el momento― no se
plantean “decisiones traumáticas” para sus plantillas. Pero no todas ha
seguido el mismo camino: ante la prórroga del confinamiento, la
Fundación Caja de Burgos ha solicitado un ERTE parcial para su
plantilla, con la excepción de colegios y residencias.
Más
complicada resulta la situación para las galerías, que no cuentan con
el respaldo de grandes entidades. Desde el sector se calcula que la
mayoría perderán entre 20.000 y 40.000 euros y subrayan el efecto dominó
que se desencadenará. “El cierre influye en el aplazamiento y
cancelación de exposiciones, producciones y comisariados que estaban en
marcha, publicaciones...”, apuntan desde la asociación Arte Madrid; sin
olvidar a “proveedores, transportistas, viajes, seguros…”. Los
principales museos de titularidad pública, como el Prado o el Reina
Sofía, mantendrán los puestos de trabajo, tanto de funcionarios como
laborales.
Otra cosa son las compañías externas que les
proporcionan servicios, aunque desde el Prado aseguran que intentarán
agilizar los pagos pendientes para que estas empresas “sufran lo menos
posible”. Entidades más modestas, como el MARCO de Vigo, también
descartan un ERTE. Su director, Miguel Fernández-Cid, declara que “la
situación ya es lo suficientemente dura”.
El teatro, inviable
Lo
mejor que le puede pasar estos días a un trabajador de las artes
escénicas es que le apliquen un ERTE. Eso significa que tiene
garantizado un empleo cuando vuelvan a abrirse los teatros. Pocos tienen
esa suerte: personal de gestión de salas o productoras y artistas o
técnicos de montajes estatales (Inaem), o de gran formato (musicales).
El resto posee contratos ligados a la duración de un espectáculo que se
cancele “por causa de fuerza mayor".
Según un informe de la Unión de Actores y Actrices,
a partir de una encuesta entre 1.500 profesionales, el 23% de los
intérpretes que estaban trabajando en teatro, cine o televisión cuando
sobrevino la crisis se han quedado en el paro (el 85% de estos sin
indemnización) y calculan una pérdida a corto plazo de casi siete
millones. Muchos dan la temporada por muerta y auguran que el empleo no
se recuperará hasta los festivales de verano. “No es solo que se hayan
suspendido espectáculos en cartelera, es que los estrenos de mayo son
inviables porque no se puede ensayar ni construir decorados”, lamenta el
productor Jesús Cimarro, presidente de la asociación de empresarios
(Faeteda).
El futuro es más negro para las pequeñas
compañías y creadores experimentales. “Son más vulnerables, ni siquiera
logran cobrar paro porque sus contratos son muy cortos”, comenta Jacobo
Pallarés, presidente de la Red de Teatros Alternativos. Y por encima de
todo sobrevuela una angustia: ¿querrán los ciudadanos volver a disfrutar
juntos en un teatro?
Con información de Manuel Morales, Juan Carlos Galindo, Carles Geli, Carlos Marcos, Silvia Hernando, Raquel Vidales, Gregorio Belinchón y Tommaso Koch.
Imagen del público en la edición de Mad Cool de 2019. Foto: Julian Rojas@ Julian Rojas
En uno de los últimos mensajes en su cuenta de Twitter, Taylor Swift muestra una foto donde se ve a su gata Meredith en lo que parece su lugar de descanso preferido, una tinaja con un ventanuco.
El texto de la estrella del pop dice: “Para Meredith la autocuarentena
es una forma de vida. Sé como Meredith”. A día de hoy, Swift sigue
siendo cabeza de cartel de la próxima edición de Mad Cool, que tiene
lugar en Madrid del 8 al 11 de julio. “Nuestro objetivo es que se
celebre en las fechas anunciadas. Somos positivos a pesar de las
circunstancias. La suspensión no entra en nuestros planes”, dice a este
periódico el director de la muestra, Javier Arnaiz.
Mad Cool no es el único que se mantiene. Sónar (del 18 al 20 de junio en Barcelona) se celebra, Arenal Sound (del
28 de julio al 2 de agosto en Castellón) también, Bilbao BBK Live (del 9
al 11 de julio) lo mismo… La intención de Primavera Sound (del 3 al 7
de junio en Barcelona) va en ese sentido, pero introducen un matiz:
“Seguimos trabajando desde casa en la planificación de la edición, pero
también estamos estudiando otras posibilidades para que pueda celebrarse
este año”. La ampliación del estado de alerta sanitaria y sus
consecuencias hacen temblar a los organizadores de los festivales en
España, justo cuando arranca la temporada.
Todos destacan
lo principal: “Garantizar la seguridad y bienestar de nuestro público,
de los artistas y de todas las personas que trabajan en el festival”. A
partir de ahí, la incertidumbre. Confirman que la venta de entradas se
ha frenado desde hace dos semanas y ya miran el calendario en caso de
que haya que posponer. “La mayoría están tranquilos, esperando
acontecimientos. Con confianza en que se puedan llevar a cabo en fecha.
Tampoco es fácil mover todo un cartel entero a otro mes”, explica
Patricia Gabeiras, presidenta de la Asociación de Festivales de Música
(FMA), donde se agrupan la mayoría. El más inmediato de los grandes,
Viña Rock, que iba a celebrarse del 30 de abril al 2 de mayo, se ha
pospuesto a octubre (8 a 11 de octubre), prácticamente con el mismo
cartel “con algún pequeño cambio”. El Mallorca Live Festival, previsto
del 14 al 16 de mayo, corre hasta octubre, del 8 al 10.
Aunque
públicamente siguen manteniendo que no hay suspensión, en privado
algunos ya piensan en la edición de 2021 y dan el año por perdido. “Un
festival grande mueve a unos 100 empleados y se trabaja durante un año.
Si se decide cancelar las pérdidas serían grandes. El roto sería enorme,
incluso para plantearse una redefinición del sector”, afirma Gabeiras.
El responsable de Mad Cool es de la misma opinión: “Si no se consiguen
llevar adelante sería un mazazo importante. Podrían tambalearse
muchísimas empresas del sector musical”.
Está la
posibilidad de que en los próximos meses se flexibilicen las medidas y
se permitan aforos reducidos. Arnaiz es tajante: “Las autoridades
sanitarias tendrían la última palabra, pero personalmente no entendería
que la solución pasase por recortar el aforo al 50% en todos los locales
públicos, medios de transporte, estadios, restaurantes, festivales…
Económicamente no sería viable ni sostenible tener la mitad del aforo”.
Algunos han presentado ERTES y otros aún resisten, aunque no los descartan. La situación fuera es similar. Hace unos días, Rolling Stone titulaba: “Es un caos: el negocio de la música en directo perderá millones”.
Ya se han visto afectados los dos festivales más grandes del mundo,
Coachella, en Estados Unidos (pospuesto a octubre) y Glastonbury, en
Inglaterra (suspendido). En España todas las miradas están puestas ahora
en el más cercano, Sónar.
Los creadores isleños comienzan a suscribirse
de forma masiva en los perfiles de sus compañeros para monetizar los
canales v La iniciativa, bautizada '#tumesiguesyotesigo'
El guitarrista grancanario Yul Ballesteros, uno de los impulsores de la iniciativa, durante uno de sus conciertos.EL DÍA
La crisis del coronavirus ha puesto a prueba, también, a la industria musical canaria.
La fulminante cancelación de conciertos y giras ha dejado al sector muy
tocado y, lo que es peor, es imposible aventurar aún una fecha cierta
para el final del estado de alarma y la suspensión de las medidas
actuales de confinamiento.
Para
empezar a paliar, al menos un poco, las primeras consecuencias
económicas en un sector ya de por sí bastante vulnerable, los músicos de
las Islas han tirado de originalidad y solidaridad. Las redes sociales
han sido esenciales -como en otros tantos aspectos- a la hora de
comunicarse y empezar a trabajar juntos.
Hace
una semana que los artistas de las Islas han decidido empezar a
seguirse unos a otros en sus respectivos canales de Youtube para poder
llegar a monetizarlos e ingresar algo de dinero. La iniciativa
es un "movimiento global" que ha calado rápidamente entre los creadores
canarios. El guitarrista grancanario Yul Ballesteros ha sido uno de los
primeros en impulsar esta idea entre sus compañeros. "Un amigo mío
mexicano que es bajista fue el que se puso en contacto conmigo y me
habló de este movimiento que a mí me pareció una idea genial y hemos
empezado a promocionarla también en las Islas", explicó esta misma
semana.
La idea es sencilla, se
trata de que los músicos se suscriban en los canales de sus compañeros
porque a partir de 1.000 seguidores existe la posibilidad de empezar a
monetizarlo. "En este tipo de canales, todos lo sabemos, se mueve mucho
dinero. El asunto es más complicado en nuestro caso porque además del
número de suscriptores se tienen en cuenta las visualizaciones
conseguidas", aclaró. "Además debes tener los derechos de autor de lo
que cuelgas, claro", matizó.
Contra viento y marea
Pese
a estas dificultades y de que sea complicado obtener ingresos
reseñables, lo cierto es que Ballesteros valora también que este
movimiento les esté dando a los artistas nuevos canales de comunicación,
colaboración y distintas influencias. "Realmente esto no servirá para
paliar las tremendas consecuencias de lo que estamos viviendo pero es
una forma de conocernos más entre todos y en la música saber qué se hace
en el mundo es muy importante", aclaró.
Por
el momento, ya son muchos los artistas canarios que han optado por
sumarse a este movimiento. Entre ellos, y por citar tan solo unos pocos
ejemplos, están los tinerfeños Sergio Cebrián, Josele del Pino, Santi
Bobet, Ruts Barreto y David Minguillón. Sus compañeros de Gran Canaria
han hecho también lo propio. Algunos ejemplos allí son David Quevedo, Germán López, Flor de Canela o José Carlos Cubas.
Por
este motivo, estos días los perfiles de los artistas se han llenado del
mismo mensaje donde piden que se suscriban a su canal y se comprometen a
corresponder a todas las personas que lo hagan con la misma medida.
"Los mil involucrados debemos suscribirnos a los canales de los demás
para que cada uno pueda monetizar su canal", explican.
Asimismo,
también se animan unos a otros a "reproducir los vídeos de los canales
de los demás". Esta iniciativa ha sido bautizada como #tumesiguesyotesigo.
"Hagamos que las redes trabajen para nosotros ahora que estamos pegados
a ellas todo el día. Procuremos subir contenido en estos días para
seguir trabajando, produciendo arte y aportando creaciones artísticas",
se animan unos a otros.
Los
músicos canarios continúan trabajando desde sus hogares durante estos
días de confinamiento obligatorio con la esperanza puesta en que la
situación sanitaria revierta lo antes posible. La mayoría son autónomos y
la paralización de su actividad los aboca a pasar una difícil situación
económica durante los próximos meses.
Por su parte, el Gobierno de Canarias
se ha comprometido esta misma semana a lanzar una línea de ayudas de al
menos un millón de euros para tratar de compensar, en parte, los gastos
y pérdidas derivadas de todas las cancelaciones anunciadas. Los
aplazamientos y la suspensión de actividades se extienden ya hasta el
próximo mes de mayo y si los contagios no se reducen es posible que haya
que cancelar nuevos eventos.
Representación de 'Fortunata y Benito', ofrecida gratis en la Red. En vídeo, el tráiler de la obra. DAVID RUANO (EL PAÍS) (VÍDEO: TEATROS DEL CANAL)
“La cultura nos salva de esta locura”, se lee en las redes sociales
estos días de confinamiento, en reconocimiento al acompañamiento que
artistas e instituciones están procurando a una parte de la población, a
través de las distintas plataformas de contenidos. Para superar la
emergencia sanitaria se reclama “solidaridad” a la industria cultural
que, a pesar de sostenerse en un tejido precario y vulnerable, el año
pasado dio trabajo a 710.200 personas, la cifra más alta registrada,
según el Instituto Nacional de Estadística. Por un lado, los creadores
han respondido ofreciendo su talento y su obra en la Red, a menudo de
forma gratuita o con precios reducidos, para que cualquiera pueda
acceder. Pero, mientras siguen los conciertos en streaming o las muestras virtuales, también emerge un debate: tanta oferta sin retribución, en un sector donde abundan autónomos y empresas minúsculas, arroja la duda de quién salvará a la cultura.
“De igual manera que otros ofertan su solidaridad con lo que
pueden, está fenomenal que nosotros aportemos lo mismo para entretener a
la gente”, asegura Borja Cobeaga, cineasta y presidente de Dama, la
entidad de gestión de los derechos de autor audiovisuales. “Si limitamos
el fenómeno a esta excepcionalidad -y así se está dejando claro-, es un
gesto de apoyo en una situación complicada”, defiende Antonio
Guisasola, presidente de Promusicae, la asociación que reúne a las
principales discográficas. Todos coinciden en que mantener esta oferta
gratuita a largo plazo es insostenible para el sector. Pero, si se
circunscribe a un contexto crítico como el actual, tanto Guisasola como
Carlota Navarrete, directora general de la Coalición de Creadores, creen
que la explosión cultural online puede tener además varios efectos positivos, tal vez duraderos: acercar definitivamente al público a nuevos formatos y modelos de consumo;
reforzar la relación con los creadores y, de paso, generar un efecto
promocional: el que descargue gratis y disfrute un videojuego o un cómic
tal vez sí quiera pagar por comprar otro.
“Sin duda,
esto ha supuesto de manera forzosa una inmersión de muchos hogares en el
ámbito digital. Intentamos que en este espacio se den a conocer los
mejores servicios y los ciudadanos se familiaricen con la enorme oferta
que hay”, afirma Navarrete. “Hemos ganado la batalla a la piratería, el
consumo se ha disparado”, agrega Juan Carlos Tous, CEO de Filmin. En su
portal de cine online, la media de visionados por familia ha pasado de dos filmes por semana a una película diaria.
Pero el entusiasmo creativo no esconde ciertos temores hacia el futuro.
O incluso el presente. “Los próximo dos meses van a ser una debacle
antes del gran despertar”, dice Enrique Redel, director de la editorial
Impedimenta. “Esto es un paréntesis y debemos tener paciencia para
esperar a las librerías. No podemos regalar libros, porque restamos
valor a nuestro producto y a nuestro trabajo. Tampoco podemos rebajar su
precio”, añade Redel. Sí han liberado capítulos de algunas obras, como
de Mircea Cărtărescu.
Planeta ha optado por lo contrario y
ofrece descargas gratuitas -hasta el 31 de marzo- de los clásicos
superventas de la casa, como El código da Vinci, de Dan Brown; El tiempo entre costuras, de
María Dueñas. A la campaña del lanzamiento del libro electrónico la han
llamado #keepreadingencasa y aseguran que el fin es “seguir acompañando
a los lectores y hacerles más llevadera esta situación”. “Era el
momento de anteponer el valor al precio”, explican desde Planeta, donde
prefieren no facilitar los datos de descargas. Su competidor directo,
Penguin Random House, ha liberado dos audiolibros a la semana y bajado
los precios de sus obras electrónicas. “La cultura no es gratis, pero en
esta situación excepcional hay que hacerla más accesible”, comentan
fuentes oficiales del grupo. “Su valor no se va a ver alterado”, añaden.
En
Libranda, la distribuidora líder del libro electrónico, han detectado
un crecimiento de ventas del doble de lo habitual, en la primera semana
de confinamiento. También comentan que han aumentado las descargas
gratuitas, fruto de las campañas de liberación de editoriales como
Errata Naturae o Anagrama. Juan Pablo Villalobos, autor de este último
sello, ha liberado Fiesta en la madriguera, su primera novela. Es
uno de los cinco escritores que han puesto gratis una de sus obras
antiguas. “Es un gesto para llamar la atención de cinco autores que
tienen novedad, pero que no pueden seguir con su promoción. Es una medida puntual y restringida,
no apoyo la idea de crear y compartir gratis”, apunta. Cree que es un
buen momento para leer esos libros de las estanterías que están
pendientes: “No he leído al menos un 30% de mi biblioteca”.
El
editor de Libros del Asteroide, Luis Solano, cree que la industria se
ha “pasado de frenada” al regalar libros. Pide reflexión antes de seguir
improvisando campañas de publicidad que puedan dañar el valor de la industria cultural que más aporta al PIB.
Al
igual que otras actividades, al fin y al cabo, la cultura también es un
negocio. “Nos enorgullece mucho como sector lo que está ocurriendo pero
no escondemos la preocupación de consolidar una serie de hábitos que no
son sostenibles en un mundo no restringido. Va a ser una prueba de
cuánto hemos progresado en ese ámbito”, insiste Navarrete. “Volveremos a
un modelo de rentabilización”, profetiza Guisasola. Aunque tal vez
quede alguna lección de la crisis. “El tiempo ha demostrado que si hay
un catálogo de contenidos legal y amplio no se piratea. El siguiente
paso es que la oferta que hay en los cines pueda ir rápidamente a teles y
plataformas”, defiende Cobeaga.
La solidaridad sí es
responsabilidad de las instituciones culturales, como indica Ana Santos,
directora de la Biblioteca Nacional de España (BNE). “Una institución
tiene la obligación de escuchar a su sociedad y debemos ofrecer nuestro
contenido para acompañarla. Somos un servicio público y tenemos que
aportar valor con generosidad”, mantiene Santos. En esta semana la web
de la BNE ha disparado su tráfico al doble, ahora son 46.000 visitas al
día. La Biblioteca Digital Hispánica ofrece más de 200.000 libros y
música, entre otras opciones. Por ejemplo, toda la obra de Galdós está
lista para ser leída gratis. Hay 990 títulos de autores y autoras en las
mismas condiciones.
Interior del teatro Bankia Príncipe Pío en marzo de 2020.KIKE PARA
Otro día más de cuarentena,
otra jornada más de paranoia y tedio. Esperamos tener ocasión para
hacer balance de la catástrofe; hoy sabemos que, como todos, el negocio
de la música está siendo devastado, con la anulación de conciertos y festivales, el cierre de tiendas y locales, el desplazamiento del interés público hacia cuestiones más vitales.
No
es asunto baladí. Habrá que confirmarlo pero el runrún sugiere que,
estos días, se registra un menor consumo de música en los servicios de streaming.
Donde precisamente esperaban lo contrario, con el aumento del tiempo
libre y el paso de su competidor, la radio musical, al modo automático.
Se
me ocurren varias hipótesis. La teoría del agua potable: el hecho de
que la música (en absoluto toda la música pero aceptemos la hipérbole)
esté disponible a cualquier hora y en todo lugar hace que su consumo
resulte menos urgente. Segundo, la función anestésica: se oye música
camino al trabajo, haciendo ejercicio, en los viajes; sin esas rutinas,
se evapora la melomanía. Tercero, la primacía de la experiencia grande:
aplanado en sus dimensiones sonoras, el pop no puede competir con la
variedad de ganchos que ofrecen las series televisivas, el cine
espectacular, los videojuegos, el porno; encerrados, queremos compensar
nuestra frustración con emociones fuertes.
También es
cierto que, reducida a poco más de un nombre, un título y una imagen
tamaño sello de Correos, la música creativa va perdiendo la capacidad de
cimentar comunidades. El pop actual solo parece despertar pasiones
masivas cuando se suma el elemento competitivo, a lo Operación Triunfo
o Eurovisión. Sin olvidar esos productos asiáticos que son el resultado
de exitosos experimentos de ingeniería social y marketing avanzado,
como el K-pop o el J-Pop; si quieren paladear esas
“exquisiteces”, busquen los videos de BTS o AKB48, aunque allí se oculta
bien su aterradora intrahistoria.
Con todo, la situación podría ser peor. Me he despertado cada mañana temiendo encontrarme con la declaración de algún bocachancla
de esos que arreglan el mundo entre su segundo y su tercer álbum. Y no:
por lo general, las estrellas han enmudecido y eso se agradece. Se
contentan con modestos conciertos desde casa o incluso (bendito Pancho
Varona) ofreciendo clases de guitarra.
Al menos, a día de hoy, por aquí no se han cometido aberraciones como ese Imagine
concebido por la actriz Gal Gadot para lucimiento de ella y sus amigos
famosos, cada uno buscando dar sentido a un verso del calcificado
“himno” de John Lennon.
Como primera lección del
desastre, debemos destacar la autosuficiencia. Es la aspiración de Jack
White, antes de The White Stripes. Su cuartel general en Nashville
incluye una fábrica de discos, una tienda y —ahora descubrimos— un
modesto plató que ha abierto a sus amigos, para que puedan ofrecer conciertos de verdad, nada de desenchufados improvisados.
Concierto de Txarango en el Canet Rock del 2018. /
FERRAN SENDRA
La crisis del coronavirus implicará pérdidas de hasta 764 millones de euros para el sector de la música en vivo en toda España, según un informe de la Federación de la Música de España. (Esmúsica). El cálculo asume que la crisis se alargará hasta septiembre, o
al menos sus consecuencias, y que golpeará al sector en sus meses
álgidos de festivales y conciertos. El estudio considera que la demanda no se recuperará del todo hasta mediados del 2021, que la recuperación de la industria de la música en vivo no comenzará hasta finales del 2022 -y eso en función de las ayudas del Gobierno-, y que no se consolidará hasta el 2023.
El informe subraya que la crisis ya está afectando a la música en vivo y que lo seguirá haciendo durante los cruciales meses de primavera y verano. Según los datos de la federación, la facturación de la música en vivo de gestión profesional entre marzo y septiembre del 2020 ascendería a 471 millones de euros, teniendo
en cuenta tanto los ingresos en taquilla (65% del total) como los
derivados de patrocinios, ayudas públicas y hostelería (35%). Eso, sumado a la facturación de la música en vivo gestionada por entidades públicas, que
ascendió a 293 millones en el 2019, daría un total de 764 millones. En
un comunicado, Esmúsica señaló que la crisis del coronavirus afectará a
todas las empresas y personas que trabajan en el sector de la música en
vivo, un sector que representa 300.000 puestos de trabajo directos e indirectos al año.
Artículo de Héctor Pavon publicado en Clarín el 1/12/2017
Arjun Appadurai. Foto: David Fernández
Parece estar siempre de buen humor Arjun
Appadurai. Será para contrarrestar el universo de pesadumbres y
violencias políticas y sociales en el cual suele internarse. De las
minorías, sus derechos, a la agresividad del mundo financiero vuela sin
escalas. Habla rápido y conecta ideas, tiempos y lugares con precisión.
Es antropólogo y posee una mirada inquieta: no se le escapa detalle de
lo que pasa a su alrededor en el hall del más clásico y refinados de los
hoteles de la ciudad. Estuvo en Buenos Aires invitado por la Fundación
Medifé, dio una conferencia en el Malba acompañado por su colega
Alejandro Grimson y trajo bajo el brazo su reciente libro Hacer negocios con palabras (Siglo XXI).
En
este trabajo, Appadurai aborda el capitalismo contemporáneo y sostiene
que la crisis del sistema financiero de 2007-2008 fue una crisis del
lenguaje. ¿Cómo lo explica? A través del concepto de “derivada”. Se
trata de un activo que posee un valor encadenado al de otro activo que a
su vez, también puede ser derivado. Es por ello que sostiene que este
círculo financiero se transforma en un fenómeno lingüístico porque
adquiere fuerza en el intercambio. Es decir, cuando dos partes firman un
contrato escrito para hacer una transacción y cumplir con lo prometido.
El antropólogo explica que el sistema financiero actual está asentado
en este papel firmado, muy antiguo, que entró en crisis. Y es aquí donde
encuentra una verdadera revolución en la historia del capitalismo: los
contratos más lucrativos ya no son esos que las partes honran el pacto
inicial. Son aquellos con los que una parte gana sumas siderales cuando
el otro no cumple. Parte de estos temas, ya los había tratado en El futuro como hecho cultural (FCE).
Appadurai
también aprovechó esta incursión en el mundo financiero para
entretenerse con una decena de películas que retratan el mundo
financiero como Wall Street; El lobo de Wall Street; La gran apuesta,
etcétera. “Esas películas captan el espíritu de Wall Street, la
agresión, el estrés, y esa sensación de estar siempre en el límite, en
el abismo de la ilegalidad, todos quieren más dinero”.
–O sea que estamos viviendo la era del dinero, de... –La era de las finanzas o de la financiarización. Es un proceso muy grande y es lo que define nuestros planes.
–¿Desde cuándo estamos viviendo esta época? –Es
algo que comienza en los inicios de los 70 en los EE.UU. cuando un
economista y un grupo de estudiantes de negocios crearon un modelo
matemático nuevo para poner los valores a futuro. Eso es la
financiarización, es decir, la forma en que el dinero se utiliza para
obtener más dinero a través de créditos, especulaciones e inversiones.
Así se introduce la comercialización de “futuros” de todas las
mercancías en esos mercados de mediados del siglo XIX en Estados Unidos.
Era imposible saber lo que iba a costar una mercancía en el futuro pero
así se valúan las commodities. En realidad no hay suficientes
mecanismos para calcular el precio de esos valores. Este modelo de
intercambios financieros se intensificó en los 70, 80, 90 y después
creció desmesuradamente por más de quince años y lo hizo en un nivel muy
muy alto. Y después colapsó en 2007, 2008. Hoy realmente la
financiarización domina el mundo de la economía, y tiene efectos en
otras cosas.
–¿De qué globalización estamos hablando, cuál es la que usted define? –Claro,
hay diferentes modelos pero lo que veo es que la globalización está
regida por la idea del dinero que produce más dinero, y esto tiene que
ver con la creación de servicios, la producción de manufacturas, las
fábricas. Y lo que veo es que el campo del dinero que hace dinero, el de
las finanzas, es el que más está creciendo. La globalización, en
realidad, es efecto de esto porque las finanzas provocan las mudanzas de
fábricas, por ejemplo. Constantemente se están buscando mercados
globales. Ellos siempre están en temporada de caza. ¿Dónde van? Van
adonde están los mejores valores, los mejores intercambios, y es por
esto que tienen efectos en la política, la cultura, la sociedad incluso
si la gente no es consciente de ello. Lo que ocurre con las economías
nacionales es que están realmente contentas de pertenecer a este
entramado. Qué pasaría si las finanzas fueran realmente eliminadas, si
hubiera un control nacional de la economía. Entonces la gente comenzará a
sentir que ellos tienen el poder de las fuerzas reales y verían los
resultados de esto. Y esos resultados pueden ser muy diversos:
populismos, en algunos casos terrorismo, brexit, exit, separatismos como
el catalán, por ejemplo. En todos los casos hay conexión con profundas
crisis económicas, escenarios de finanzas rotas. A veces la conexión es
directa, porque la gente se enoja con los bancos como en Grecia, en
Brasil donde las pensiones son cada vez más pequeñas,y en otros casos,
la gente no sabe por qué está enojada. La gente no puede vivir si no
tiene crédito. Y eso no está bien porque también vemos que hay gente que
vive extremadamente bien que lleva el dinero al banco y el banco, a su
vez, la trabaja con pensiones, seguros, salud.
–¿Por qué cree que la crisis del 2007-2008 fue un problema lingüístico? –En
la crisis de 2007-2008 cayó un castillo hecho de palabras de contratos,
que eran una cadena, una montaña generada por la acumulación de los
valores monetarios que venían de las apuestas a precios futuros que
nadie puede conocer. Cuando los mercados se detuvieron y no hubo más
compradores colapsó la estructura de promesas en la que se apoyó el
negocio de las finanzas. En el sector financiero los países
latinoamericanos participan de los negocios globales como pasó en Buenos
Aires, Río de Janeiro. Los mercados globales financieros encuentran una
presencia muy sofisticada en América Latina. Eso no ocurre en otros
lugares, ni siquiera en la India, donde ni los bonos ni los fondos
buitres son situaciones tan avanzadas. Aquí, en Latinoamérica, hay
mercados similares a los europeos o de EE.UU pero se distinguen porque
el mercado financiero se basa en la capacidad de producir deuda: deuda
estudiantil, de seguros, de consumidor, cada vez que producimos un dólar
de deuda, alimentamos esa fe global. Es nuestro dinero que luego se
multiplica y todo vuelve a comenzar. Me pregunto si en Latinoamérica,
con sus complejidades como región, si no hay preocupación por la
relación siempre complicada con el sector financiero.
–Antes de escribir este libro, ¿usted conocía este mundo? –Publiqué
este libro en 2015 pero nació cuando yo era estudiante de posgrado en
el Comité de Pensamiento Social de la Universidad de Chicago, fue
entonces que tomé contacto con la obra de Max Weber. Escribí pensando en
cómo la antropología podía explicar el mundo de las finanzas. Y lo que
quise demostrar es que la crisis financiera 2007- 2008 fue una crisis
del lenguaje. Su papel en el mercado
–¿La gente común puede entender este mundo? –En
mi opinión esta es la forma en que las operaciones, instituciones se
representan a sí mismas, es muy complejo, muy sofisticado que ellos
nunca comprenderán. Y no se entiende porque, entre otras cosas, el mundo
de las finanzas se compone de gente muy agresiva.
–Hay religión aquí, usted habla del mercado como algo sagrado... –Claro,
lo sagrado, la salvación, etcétera. Esta idea viene de Max Weber, padre
de la sociología, que analizó el capitalismo moderno. La religión sería
un conjunto de significados y prácticas con el que se hace visible lo
invisible y eso es precisamente el costado financiero de nuestras vidas.
El mercado –básicamente el de los Estados Unidos– es tomado como un
espacio que se confundía con Dios o lo sagrado, tal como lo planteaba
Emile Durkheim. O sea, hacer negocios en el capitalismo está relacionado
con la salvación. La gente que hace esa suerte de negocios en el
capitalismo, hacen algo más que lo simplemente económico. Es un
simbolismo que tiene que ver con la religión, la fe, pero no
necesariamente se cree en Dios. Esta gente cree en el mercado y en las
finanzas. Hay una idea de que el éxito del mercado es poder conectar lo
invisible con las fuerzas visibles de nuestro mundo. Y así se termina
con cualquier idea de solidaridad o comunidad moral.
–¿Cómo se sale de la antinomia -antigua pero vigente- de regulación del mercado o de la mano invisible del mercado? –Esa
idea está aún ahí en los mercados financieros, y entre los bancos. En
sus pensamientos, el mercado es siempre eficiente, todo puede andar mal
pero los mercados se creen eficientes y esa vieja idea de la mano
invisible del mercado es pensar que el mercado sabe algo: eso es
incorrecto. Son desregulados, y se los toma como lo que reúne a Dios y
al sacerdote, está detrás de todo. Todo está allí, incluso si la
realidad colapsa, si la casa se viene abajo, si el trabajo
desapareciera, los mercados seguirían allí. El mercado es inteligente,
eficiente, óptimo, ellos se ven a sí mismos como los sacerdotes del
mercado. Pregunta: ¿si son dios y sacerdote, por qué no hacen algo
mejor? La regulación del estado puede ser una situación tramposa cuando
los mercados están un poco a la deriva. Algunos estados han tenido más o
menos éxito controlando la capacidad de riesgo de las finanzas. En
Latinoamérica ha habido controles, por ejemplo bajo los Kirchner, Pero
hay límites, en Europa o en la India –con el banco central– hay
controles por parte del estado pero con límites, regulan los bancos y
las financieras. Pero en el mundo, la industria financiera empuja
siempre un poco, más en los países donde el capitalismo es el más
avanzado, donde el mercado es el dios de la biblia.
–El mercado es un ser vivo.... –Hay
una palabra que usamos para la eficiencia, es algo nuevo y no es del
estilo de Adam Smith. Esa palabra es liquidez. En la liquidez estamos
seguros. Ese es el trabajo de un dios, mover el dinero para tener
ganancias. Después del colapso, muchos bancos grandes, reforzaron la
liquidez tanto porque es importante y porque deben continuar. Liquidez
es todo, es conectar, es la nueva forma. El mercado es inteligente y es
Dios y por eso estamos seguros, y el mercado es justo.
–El
profesor de arte en la Universidad de Columbia, Jonathan Crary en su
libro 24/7, tomó como ejemplo el mundo financiero para hablar de quienes
trabajan las 24 horas del día, toda la semana. ¿Este ritmo ha
contaminado nuestro estilo de vida? –Es así. Hice una
investigación y vi la conexión. Nuestro trabajo está muerto. Estamos
aburridos de la tele, de la casa, de estudiar, de ir al club, y cuando
estás aburrido, te dedicás a crear dinero y a gastarlo, los bancos lo
saben y lo hacen. Esa es la base de la trampa: es el dinero que viene de
nosotros. Tu trabajo como periodista y el mío de profesor son
importantes para nosotros pero no para el sistema. Sí lo es el del que
está en un banco. Todo es aburrido.
–¿Su libro La modernidad desbordada (FCE), fue un libro optimista? Entonces, usted creía en una armonía global. Luego, llegó el 11/9... ¿Qué piensa hoy? –La
idea de que este es un mundo de flujos de personas, ideas, commodities,
todavía lo creo de verdad. Esos flujos crecen todo el tiempo. Cuando
escribí ese libro en 1996, tenía la idea de que las naciones estaban en
una gran posición y eso desapareció. Pero no me equivoqué en la esencia
de que las naciones tienen muchos canales como los movimientos sociales,
movimientos transnacionales, compañías multinacionales, muchos canales
que no son controlados por las naciones. Me criticaron porque decían que
era un libro escrito en un clima de celebración, con expectativas de un
nuevo mundo de fronteras abiertas, mercados libres y democracias
jóvenes. Años después escribí El rechazo de las minorías (Tusquets)
analizando cómo esa globalización produjo movimientos etnocidas en los
90 y una guerra contra el islam en el siglo XXI. Muchos ven la
globalización con efectos peligrosos, como el terrorismo, es posible
porque el dinero influye y sirve para producir drogas, atentados,
operaciones, populismos, represión a las minorías, refugiados, ¡mirá
Trump! Los indios, por ejemplo, son optimistas, capaces de comunicarse
rápido, usan la potencia de los redes sociales, pueden contar historias,
usan twitter, tienen resultados maravillosos inmediatamente, hay
posibilidades de que pasen cosas buenas con la globalización. Por otro
lado, creo que hay sentimientos a los que nadie presta atención y es
importante empezar a estudiarlos y seguirlos: ira, odio, envidia,
ansiedad. Estas cosas se instalan, muchas veces desde los sectores más
reaccionarios.
Artículo de Héctor Pavon publicado en Clarín el 1/12/2017