Mostrando entradas con la etiqueta libro. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta libro. Mostrar todas las entradas

jueves, 2 de abril de 2020

Las cosas como son

Si las artes fueran un lujo o un capricho para privilegiados, no habrían formado parte de todas las culturas humanas


Ópera de Puccini cancelada en Trieste a causa del Covid-19. NurPhoto / Getty Images
Nada como el choque contra la inmisericorde realidad para poner a prueba la fortaleza y el sentido y hasta la razón de ser de las artes. En medio de la calamidad uno entiende instintivamente que ha de medir sus palabras, porque en estas circunstancias el oído ético y estético se afina hasta volverse doloroso, y detecta enseguida cualquier nota falsa, salida de tono, hasta el indicio más disimulado de irresponsabilidad o egocentrismo. No estamos para bromas. La indulgencia perezosa hacia la palabrería ahora da paso a lo que Ernest Hemingway llamaba an in-built bullshit detector: una especie de sismógrafo incrustado en uno mismo que salta y dispara su alarma ante la tontería halagadora y consentida, ante la impúdica simulación que usurpa el vocabulario de lo verdadero.

No son momentos para juegos de manos ni juegos de palabras. Como un cuerpo debilitado por la enfermedad, la conciencia sobrecogida rechaza impulsivamente lo que intuye como tóxico o como superfluo, lo que pueda provocarle una sobreestimulación estéril. Hay un mundo de diferencia entre el fervor y la fiebre. En épocas de abundancia nadie repara en el despilfarro; cuando se disfruta de un confort y seguridad en el porvenir, el desarreglo y el trastorno, la novedad neuróticamente renovada, pueden ofrecer simulacros de plenitud, y desde luego parece que alejan el peligro del tedio. Cualquier sospecha de lentitud o de gravedad se vuelve intolerable, cualquier paréntesis de inactividad o silencio.

Las artes se pueden permitir el lujo del ensimismamiento: porque nadie va a pedirles seriamente consuelo, sustento o refugio, las artes pueden consagrarse a los fuegos de artificio sin el menor peligro de que se les exija responsabilidad alguna. Los que se acerquen a ellas quedarán satisfechos si pueden confirmar su pedantería o su esnobismo. Los artistas recibirán el prestigio que conceden a cada momento los administradores ocultos de los valores de la moda: cuanto más abstrusos sean, más alejados de la vida real y de las cosas prácticas, de los trabajos de las manos, de las palabras de todos los días y las historias comunes, mayor será su prestigio.

Las artes ya no precisan reflejar el mundo ni medirse con él: su principal objeto son ellas mismas; su público es el de los especialistas y los enterados. Los artistas, si dicen algo, lo dicen en el lenguaje de los críticos y los teóricos del arte, que es un lenguaje tan cerrado que solo lo saben manejar y lo comprenden ellos mismos, y que no sirve para nombrar nada que esté fuera de su territorio acorazado. Los escritores escriben —mea culpa— sobre el proceso de su propia escritura. Las novelas tratan de escritores que se encuentran y se emborrachan con otros escritores en congresos internacionales o comarcales de literatura. El impulso hacia el ensimismamiento es tan poderoso, y tan universal, que hasta los programas del corazón tratan sobre los periodistas del corazón, y son ellos mismos los que ocupan con preferencia las portadas de sus revistas especializadas. Los directores de cine hacen películas sobre directores de cine obsesionados y angustiados por sus propias películas. Una fotógrafa tan canonizada como Cindy Sherman hace fotos cada vez de mayor tamaño y barroquismo de la propia Cindy Sherman.

La fotografía, como el periodismo o la novela, es un arte tan pegado a la realidad exterior y tan capacitado para retratarla que resiste muy mal, a mi juicio, cualquier tentativa de retorcimiento formal y de abierto narcisismo. La fotografía está hecha de las imágenes de la realidad igual que la novela lo está de las vidas comunes y de las palabras de todos los días. La nobleza literaria del periodismo, que puede no ser menos alta que la de la poesía o la novela, se cumple sobre todo cuando quien escribe da cuenta fehaciente, palabra por palabra, de lo que acaba de suceder, de lo que está sucediendo ahora mismo. Una gran parte de la prosa narrativa o reflexiva de los años treinta en España estaba tan enferma de retórica que algunas de las mejores páginas de aquel tiempo se encuentran en crónicas de Chaves Nogales, de Pla, de Elena Fortún, de Josefina Carabias.

Si el arte, la música, la poesía, las historias han ocupado un lugar de primacía en todas las sociedades humanas, al menos desde Chauvet y muy probablemente desde mucho antes, es porque han cumplido tareas fundamentales para la vida, para la supervivencia personal y colectiva. Si las artes fueran un lujo o un capricho para privilegiados, no habrían formado parte de todas las culturas humanas, en todas las épocas, en todos los lugares. Es en momentos de máxima gravedad cuando nos damos cuenta, cuando lo recordamos si lo supimos y se nos había olvidado. Necesitamos las artes para que nos expliquen el mundo y para que nos alejen del mundo, para saber lo más posible sobre la realidad inmediata y para escaparnos y consolarnos de ella.

Escucho una crónica en la radio sobre los médicos desbordados en un hospital, leo un ensayo en el periódico y me entero de los mecanismos de contagio del virus y hasta de su extraña naturaleza biológica. Pero un poco después, igual que he necesitado el alimento de la información, necesito también cobijarme temporalmente de ella, o asomarme a lo real a través de la perspectiva de una película o de una novela, o acogerme al consuelo, al efecto casi terapéutico de serenidad y armonía de una cierta música, a su afirmación del todo física y del todo espiritual de entusiasmo y arrebato. Músicas y músicos que en otras circunstancias he podido disfrutar ahora me inquietan o me perturban y tengo que detenerlas apenas han comenzado, porque ahora tengo una tolerancia muy baja para la agitación y la estridencia, que en este tiempo derivan rápidamente en angustia. En épocas de mucha confusión parece que la sensibilidad pide voces claras y nítidas y formas definidas, afirmaciones jubilosas de vitalidad, expresiones sobrias de la pesadumbre o del duelo. La efusión emocional está siempre muy cerca de una congoja en la que también cabe la alegría. Duke Ellington revela su parentesco con Bach y el júbilo de Mozart tiene veladuras de melancolía anticipada del paso del tiempo como las que lo estremecen a uno en las mejores canciones de los Beatles.

Pero todo esto es un privilegio. En los hospitales hay ancianos que mueren en soledad ahogados por la neumonía y médicos y enfermeras que trabajan hasta caer agotados y tienen que protegerse con bolsas de plástico por falta de material sanitario. Ahora mismo la tarea principal de la imaginación es abarcar la magnitud devoradora del desastre.

sábado, 28 de marzo de 2020

La cultura gratuita en la Red no convence a todos

El sector se debate entre el servicio público y el riesgo de regalar sus productos ante la debacle económica


Representación de 'Fortunata y Benito', ofrecida gratis en la Red. En vídeo, el tráiler de la obra. DAVID RUANO (EL PAÍS) (VÍDEO: TEATROS DEL CANAL)


“La cultura nos salva de esta locura”, se lee en las redes sociales estos días de confinamiento, en reconocimiento al acompañamiento que artistas e instituciones están procurando a una parte de la población, a través de las distintas plataformas de contenidos. Para superar la emergencia sanitaria se reclama “solidaridad” a la industria cultural que, a pesar de sostenerse en un tejido precario y vulnerable, el año pasado dio trabajo a 710.200 personas, la cifra más alta registrada, según el Instituto Nacional de Estadística. Por un lado, los creadores han respondido ofreciendo su talento y su obra en la Red, a menudo de forma gratuita o con precios reducidos, para que cualquiera pueda acceder. Pero, mientras siguen los conciertos en streaming o las muestras virtuales, también emerge un debate: tanta oferta sin retribución, en un sector donde abundan autónomos y empresas minúsculas, arroja la duda de quién salvará a la cultura.
 
“De igual manera que otros ofertan su solidaridad con lo que pueden, está fenomenal que nosotros aportemos lo mismo para entretener a la gente”, asegura Borja Cobeaga, cineasta y presidente de Dama, la entidad de gestión de los derechos de autor audiovisuales. “Si limitamos el fenómeno a esta excepcionalidad -y así se está dejando claro-, es un gesto de apoyo en una situación complicada”, defiende Antonio Guisasola, presidente de Promusicae, la asociación que reúne a las principales discográficas. Todos coinciden en que mantener esta oferta gratuita a largo plazo es insostenible para el sector. Pero, si se circunscribe a un contexto crítico como el actual, tanto Guisasola como Carlota Navarrete, directora general de la Coalición de Creadores, creen que la explosión cultural online puede tener además varios efectos positivos, tal vez duraderos: acercar definitivamente al público a nuevos formatos y modelos de consumo; reforzar la relación con los creadores y, de paso, generar un efecto promocional: el que descargue gratis y disfrute un videojuego o un cómic tal vez sí quiera pagar por comprar otro.

“Sin duda, esto ha supuesto de manera forzosa una inmersión de muchos hogares en el ámbito digital. Intentamos que en este espacio se den a conocer los mejores servicios y los ciudadanos se familiaricen con la enorme oferta que hay”, afirma Navarrete. “Hemos ganado la batalla a la piratería, el consumo se ha disparado”, agrega Juan Carlos Tous, CEO de Filmin. En su portal de cine online, la media de visionados por familia ha pasado de dos filmes por semana a una película diaria.
Pero el entusiasmo creativo no esconde ciertos temores hacia el futuro. O incluso el presente. “Los próximo dos meses van a ser una debacle antes del gran despertar”, dice Enrique Redel, director de la editorial Impedimenta. “Esto es un paréntesis y debemos tener paciencia para esperar a las librerías. No podemos regalar libros, porque restamos valor a nuestro producto y a nuestro trabajo. Tampoco podemos rebajar su precio”, añade Redel. Sí han liberado capítulos de algunas obras, como de Mircea Cărtărescu.

Planeta ha optado por lo contrario y ofrece descargas gratuitas -hasta el 31 de marzo- de los clásicos superventas de la casa, como El código da Vinci, de Dan Brown; El tiempo entre costuras, de María Dueñas. A la campaña del lanzamiento del libro electrónico la han llamado #keepreadingencasa y aseguran que el fin es “seguir acompañando a los lectores y hacerles más llevadera esta situación”. “Era el momento de anteponer el valor al precio”, explican desde Planeta, donde prefieren no facilitar los datos de descargas. Su competidor directo, Penguin Random House, ha liberado dos audiolibros a la semana y bajado los precios de sus obras electrónicas. “La cultura no es gratis, pero en esta situación excepcional hay que hacerla más accesible”, comentan fuentes oficiales del grupo. “Su valor no se va a ver alterado”, añaden.

En Libranda, la distribuidora líder del libro electrónico, han detectado un crecimiento de ventas del doble de lo habitual, en la primera semana de confinamiento. También comentan que han aumentado las descargas gratuitas, fruto de las campañas de liberación de editoriales como Errata Naturae o Anagrama. Juan Pablo Villalobos, autor de este último sello, ha liberado Fiesta en la madriguera, su primera novela. Es uno de los cinco escritores que han puesto gratis una de sus obras antiguas. “Es un gesto para llamar la atención de cinco autores que tienen novedad, pero que no pueden seguir con su promoción. Es una medida puntual y restringida, no apoyo la idea de crear y compartir gratis”, apunta. Cree que es un buen momento para leer esos libros de las estanterías que están pendientes: “No he leído al menos un 30% de mi biblioteca”.

El editor de Libros del Asteroide, Luis Solano, cree que la industria se ha “pasado de frenada” al regalar libros. Pide reflexión antes de seguir improvisando campañas de publicidad que puedan dañar el valor de la industria cultural que más aporta al PIB.

Al igual que otras actividades, al fin y al cabo, la cultura también es un negocio. “Nos enorgullece mucho como sector lo que está ocurriendo pero no escondemos la preocupación de consolidar una serie de hábitos que no son sostenibles en un mundo no restringido. Va a ser una prueba de cuánto hemos progresado en ese ámbito”, insiste Navarrete. “Volveremos a un modelo de rentabilización”, profetiza Guisasola. Aunque tal vez quede alguna lección de la crisis. “El tiempo ha demostrado que si hay un catálogo de contenidos legal y amplio no se piratea. El siguiente paso es que la oferta que hay en los cines pueda ir rápidamente a teles y plataformas”, defiende Cobeaga.

La solidaridad sí es responsabilidad de las instituciones culturales, como indica Ana Santos, directora de la Biblioteca Nacional de España (BNE). “Una institución tiene la obligación de escuchar a su sociedad y debemos ofrecer nuestro contenido para acompañarla. Somos un servicio público y tenemos que aportar valor con generosidad”, mantiene Santos. En esta semana la web de la BNE ha disparado su tráfico al doble, ahora son 46.000 visitas al día. La Biblioteca Digital Hispánica ofrece más de 200.000 libros y música, entre otras opciones. Por ejemplo, toda la obra de Galdós está lista para ser leída gratis. Hay 990 títulos de autores y autoras en las mismas condiciones.

 

domingo, 22 de marzo de 2020

La pandemia del coronavirus aboca al sector editorial a un cambio de modelo

La pandemia del coronavirus aboca al sector editorial a un cambio de modelo

Con librerías cerradas, novedades pospuestas o canceladas y ferias y presentaciones aplazadas, el mundo del libro busca redefinir una oferta sobredimensionada y salir adelante con el menor daño

Carles Geli|Juan Carlos Galindo |Andrea Aguilar 

Barcelona / Madrid - 17 mar 2020 - 00:30CET


Librería Fortuna, en Madrid.INMA FLORES
El estado de alerta en el que está sumida España por el coronavirus se ha trasladado al sector editorial con un efecto de distinta intensidad según el actor afectado. Librerías cerradas que no saben cuanto podrán aguantar, distribuidoras sin pedidos, miles de autónomos sin trabajo y editoriales obligadas a suspender lanzamientos y presentaciones y aplazar cualquier novedad como mínimo hasta mayo son los ingredientes de un panorama oscuro. Los cambios del día de Sant Jordi en Barcelona (se mantiene la convocatoria del 23 de abril, pero sin firmas y sin la gran fiesta callejera, que queda trasladada a una fecha por determinar), se sumaron ayer al aplazamiento de la Feria del Libro de Madrid hasta octubre, lo que reduce sustancialmente los ingresos de todo el sector en un momento clave del año. La tormenta puede servir, sin embargo, para redefinir una oferta sobredimensionada, buscar otras formas de promoción y fomentar el comercio electrónico.

La crisis ha estallado en uno de los momentos más delicados cuando, por ejemplo, Penguin Random House (PRH) lanza el 20% de las novedades de todo el año. En Planeta, que publica en sus distintos sellos una media de 200 títulos al mes, aseguran que ya recibieron “hace algo más de una semana” las anulaciones de pedidos. El servicio de novedades también se ha congelado en PRH, “al menos hasta mayo”, si bien en los almacenes de la filial española de la multinacional la actividad prosigue, reponiendo títulos ya en el mercado, que se sirven a supermercados o a las librerías que mantienen venta online.

Los matices se encuentran en cómo dar salida a los títulos de una programación que suele cerrarse con al menos un año o hasta 15 meses de adelanto. PRH no descarta que se intenten recolocar títulos en un efecto dominó, que podría convertir julio, “si lo pactamos con las librerías”, en un mes con novedades, lo que no es nada habitual. Y tampoco rechazan incrementar ligeramente las de octubre, en especial pensando en la Feria del Libro de Madrid. En Planeta, sin embargo, creen que “va a ser un mes y medio perdido, por lo que es evidente que se va a recortar notablemente la programación del año”. Una operación que viene forzada por una cuestión material: “En los almacenes tenemos ahora los libros de marzo y de abril y eso es a lo que hay que dar salida; nos tendremos que saltar mayo porque no podemos cometer el error de doblar las novedades que les llegan a los libreros”, y que el sector calcula por encima de los 150 títulos nuevos a la semana. “Hemos de dar una oportunidad a esos libros”, reflexionan desde Planeta, que se plantean posponer los títulos de autores extranjeros a 2021 y priorizar los de los españoles.

Fuera de los dos grandes grupos, la situación es similar. En Anagrama aseguran que van decidiendo semana a semana, en coordinación con los distribuidores, y que están realizando un esfuerzo “para hacer algo racional, que no genere más saturación y que la situación no sea una sentencia de muerte rápida para autores y libros. Hay cosas que pueden esperar. Hay que ser un poco más templados y dar su tiempo a los libros”, resume la editora Silvia Sesé. ¿Servirá para acabar con la burbuja de títulos? Así lo cree, por ejemplo, Diego Moreno, de la editorial Nórdica, que no ve, sin embargo, nada bueno en ello. “Eso pasará, posiblemente, pero no lo veo como algo positivo. Desparecerán libros más literarios, de más calidad, y se fortalecerán bestsellers, libros de grandes grupos que, no siempre pero sí a veces, tienen un riesgo mejor y una calidad menor”.

Si la situación actual de cierre de tiendas y la paralización de la distribución física dura más de un mes y medio, editoriales y librerías pequeñas e independientes lo van a pasar muy mal. Todas las editoriales contactadas por este periódico piden ayudas, bien con inyección de capital público vía adquisición de libros para bibliotecas, bien flexibilizando toda la cadena las situaciones de devolución y pagos y subrayan algo: no seguir lanzando novedades estos días también va en esa línea de protección del canal clásico de librerías puesto que repartirlas ahora solo beneficiaría a grandes jugadores, Amazon incluido.

La distribución es el eslabón de esta frágil y compleja cadena que se encuentra en contacto con todas las partes. Verónica García, de Machado Grupo de Distribución, explica que siguen recibiendo pedidos de Amazon, Casa del Libro, FNAC y determinadas librerías que anunciaron siguen vendiendo por teléfono o Internet. Ayer martes, a primera hora de la tarde, solo habían tramitado 10 albaranes. Mantienen una actividad muy baja, las novedades se han frenado en seco y la reposición es muy lenta. El comercio electrónico parece el gran beneficiado de esta crisis de contornos difusos. Fernando Jiménez director de libros de FNAC España, advierte de que aún no disponen de mucha información, puesto que no ha transcurrido ni una semana desde la declaración del estado de alarma. "Por el momento no estamos notando mayor demanda de las novedades, quizás porque afortunadamente el mercado del libro no se basa tanto en megalanzamientos como en un amplísimo surtido de fondo. El cierre de las librerías físicas ha resultado en un “crecimiento importante en la venta de libros por Internet”, comenta, pero no hay un género que esté funcionando mejor que el resto.

En cualquier caso, las fuentes consultadas coinciden en que “el sector no va a salir igual”. La venta por el canal electrónico de libros físicos, que ahora oscila entre el 15 y el 18% del total, se intensificará. “El coronavirus nos ha pillado bien en eso: es una revolución pendiente del sector. La importancia de ese canal es cada vez mayor: las librerías deberán acelerar creando plataformas conjuntas; así no se podrá seguir: los tiempos lo requieren”, aseguran desde Planeta.
Con la Feria de Londres y la reunión de la Asociación Internacional de Editores suspendidas, el sector mira ya para próximas contrataciones a Fráncfort, en octubre, como la Feria del Libro de Madrid. Entonces empezará a vislumbrar en qué ha quedado el mundo editorial.

Carles Geli|Juan Carlos Galindo |Andrea Aguilar 

Barcelona / Madrid - 17 mar 2020 - 00:30CET