El sector se debate entre el servicio público y el riesgo de regalar sus productos ante la debacle económica
Madrid - 24 mar 2020 - 00:30 CET
Representación de 'Fortunata y Benito', ofrecida gratis en la Red. En vídeo, el tráiler de la obra. DAVID RUANO (EL PAÍS) (VÍDEO: TEATROS DEL CANAL)
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“La cultura nos salva de esta locura”, se lee en las redes sociales
estos días de confinamiento, en reconocimiento al acompañamiento que
artistas e instituciones están procurando a una parte de la población, a
través de las distintas plataformas de contenidos. Para superar la
emergencia sanitaria se reclama “solidaridad” a la industria cultural
que, a pesar de sostenerse en un tejido precario y vulnerable, el año
pasado dio trabajo a 710.200 personas, la cifra más alta registrada,
según el Instituto Nacional de Estadística. Por un lado, los creadores
han respondido ofreciendo su talento y su obra en la Red, a menudo de
forma gratuita o con precios reducidos, para que cualquiera pueda
acceder. Pero, mientras siguen los conciertos en streaming o las muestras virtuales, también emerge un debate: tanta oferta sin retribución, en un sector donde abundan autónomos y empresas minúsculas, arroja la duda de quién salvará a la cultura.
“De igual manera que otros ofertan su solidaridad con lo que
pueden, está fenomenal que nosotros aportemos lo mismo para entretener a
la gente”, asegura Borja Cobeaga, cineasta y presidente de Dama, la
entidad de gestión de los derechos de autor audiovisuales. “Si limitamos
el fenómeno a esta excepcionalidad -y así se está dejando claro-, es un
gesto de apoyo en una situación complicada”, defiende Antonio
Guisasola, presidente de Promusicae, la asociación que reúne a las
principales discográficas. Todos coinciden en que mantener esta oferta
gratuita a largo plazo es insostenible para el sector. Pero, si se
circunscribe a un contexto crítico como el actual, tanto Guisasola como
Carlota Navarrete, directora general de la Coalición de Creadores, creen
que la explosión cultural online puede tener además varios efectos positivos, tal vez duraderos: acercar definitivamente al público a nuevos formatos y modelos de consumo;
reforzar la relación con los creadores y, de paso, generar un efecto
promocional: el que descargue gratis y disfrute un videojuego o un cómic
tal vez sí quiera pagar por comprar otro.
“Sin duda,
esto ha supuesto de manera forzosa una inmersión de muchos hogares en el
ámbito digital. Intentamos que en este espacio se den a conocer los
mejores servicios y los ciudadanos se familiaricen con la enorme oferta
que hay”, afirma Navarrete. “Hemos ganado la batalla a la piratería, el
consumo se ha disparado”, agrega Juan Carlos Tous, CEO de Filmin. En su
portal de cine online, la media de visionados por familia ha pasado de dos filmes por semana a una película diaria.
Pero el entusiasmo creativo no esconde ciertos temores hacia el futuro.
O incluso el presente. “Los próximo dos meses van a ser una debacle
antes del gran despertar”, dice Enrique Redel, director de la editorial
Impedimenta. “Esto es un paréntesis y debemos tener paciencia para
esperar a las librerías. No podemos regalar libros, porque restamos
valor a nuestro producto y a nuestro trabajo. Tampoco podemos rebajar su
precio”, añade Redel. Sí han liberado capítulos de algunas obras, como
de Mircea Cărtărescu.
Planeta ha optado por lo contrario y
ofrece descargas gratuitas -hasta el 31 de marzo- de los clásicos
superventas de la casa, como El código da Vinci, de Dan Brown; El tiempo entre costuras, de
María Dueñas. A la campaña del lanzamiento del libro electrónico la han
llamado #keepreadingencasa y aseguran que el fin es “seguir acompañando
a los lectores y hacerles más llevadera esta situación”. “Era el
momento de anteponer el valor al precio”, explican desde Planeta, donde
prefieren no facilitar los datos de descargas. Su competidor directo,
Penguin Random House, ha liberado dos audiolibros a la semana y bajado
los precios de sus obras electrónicas. “La cultura no es gratis, pero en
esta situación excepcional hay que hacerla más accesible”, comentan
fuentes oficiales del grupo. “Su valor no se va a ver alterado”, añaden.
En
Libranda, la distribuidora líder del libro electrónico, han detectado
un crecimiento de ventas del doble de lo habitual, en la primera semana
de confinamiento. También comentan que han aumentado las descargas
gratuitas, fruto de las campañas de liberación de editoriales como
Errata Naturae o Anagrama. Juan Pablo Villalobos, autor de este último
sello, ha liberado Fiesta en la madriguera, su primera novela. Es
uno de los cinco escritores que han puesto gratis una de sus obras
antiguas. “Es un gesto para llamar la atención de cinco autores que
tienen novedad, pero que no pueden seguir con su promoción. Es una medida puntual y restringida,
no apoyo la idea de crear y compartir gratis”, apunta. Cree que es un
buen momento para leer esos libros de las estanterías que están
pendientes: “No he leído al menos un 30% de mi biblioteca”.
El
editor de Libros del Asteroide, Luis Solano, cree que la industria se
ha “pasado de frenada” al regalar libros. Pide reflexión antes de seguir
improvisando campañas de publicidad que puedan dañar el valor de la industria cultural que más aporta al PIB.
Al
igual que otras actividades, al fin y al cabo, la cultura también es un
negocio. “Nos enorgullece mucho como sector lo que está ocurriendo pero
no escondemos la preocupación de consolidar una serie de hábitos que no
son sostenibles en un mundo no restringido. Va a ser una prueba de
cuánto hemos progresado en ese ámbito”, insiste Navarrete. “Volveremos a
un modelo de rentabilización”, profetiza Guisasola. Aunque tal vez
quede alguna lección de la crisis. “El tiempo ha demostrado que si hay
un catálogo de contenidos legal y amplio no se piratea. El siguiente
paso es que la oferta que hay en los cines pueda ir rápidamente a teles y
plataformas”, defiende Cobeaga.
La solidaridad sí es
responsabilidad de las instituciones culturales, como indica Ana Santos,
directora de la Biblioteca Nacional de España (BNE). “Una institución
tiene la obligación de escuchar a su sociedad y debemos ofrecer nuestro
contenido para acompañarla. Somos un servicio público y tenemos que
aportar valor con generosidad”, mantiene Santos. En esta semana la web
de la BNE ha disparado su tráfico al doble, ahora son 46.000 visitas al
día. La Biblioteca Digital Hispánica ofrece más de 200.000 libros y
música, entre otras opciones. Por ejemplo, toda la obra de Galdós está
lista para ser leída gratis. Hay 990 títulos de autores y autoras en las
mismas condiciones.
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