Basarse
en lo que se sabe de los demás, y en lo que los demás saben que sabemos, es la
base de la especulación. Según Keynes, el equilibrio existe en cuanto todos los
jugadores (inversores, consumidores) manejen la misma información. Si no hay
información, para comparar entre iguales la llamada especularidad se rompe. “En
una situación de incertidumbre radical, impredecible como la que
prevalece en
los merados financieros cuando precisamente ya no ofrecen a los agentes una
referencia común, el único comportamiento racional, según Keynes, es imitar a
los demás”[1],
es tajante Dupuy.
El coloso, El gigante, El pánico. F. Goya |
El
último capítulo de El Pánico es un
reclamo de la sociología cuantitativa como ciencia que compita con la economía
en el ámbito de la psicología de masas. Para ello se tienen en cuenta las
variables de las que hablábamos más arriba, el corpus de informaciones, los
deseos, las decisiones. Y no sólo estos factores tomados de manera individual y
aislada sino en función del grado de contaminación por cercanía con iguales.
Para ello Dupuy establece una serie de ecuaciones que pueden servir para
dirimir comportamientos asintóticos, en función de determinados umbrales de los
individuos.
En
definitiva, Dupuy propone quizás un modelo más racional de análisis y no tan
psicólogico: “Queda claro por lo tanto que, sobre comportamientos colectivos,
tal y como estos se manifiestan, no se pueden fundamentar razonamientos
relativos a la psicología de los agentes. ¡Qué diferencia, si se compara con
las teorías tradicionales de la masa y el pánico, que no dudaban en recurrir a
todas las complejidades de la psicología de las profundidades!”[2].
Jean-Pierre Dupuy El
pánico.
Editorial GEDISA. Barcelona 1999