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sábado, 30 de julio de 2016

Henrietta L. Moore. Antropología y feminismo: historia de una relación.


En esta obra la Henrietta L. Moore reúne y muestra las relaciones y confluencias de dos corrientes de pensamiento: la antropología y el feminismo. Uno de los objetivos de Moore en esta obra, es el de demostrar que la crítica en antropología feminista ha sido, y seguirá siendo, fundamental en la evolución teórica y metodológica de la disciplina general. El capítulo primero, que es el que nos ocupa, se centra en la historia de la relación entre ambas corrientes. 

1.     La visión personal del antropólogo, que incorporaba consigo un conjunto de suposiciones y expectativas sobre las relaciones hombre-mujer.
2.     La sociedad de estudio, que, en muchos casos, consideraba que la mujer está subordinada al hombre, y
3.     la parcialidad ideológica propia de la sociedad occidental, que equiparaba la asimetría en las relaciones hombre-mujer de otras culturas con la relaciones de desigualdad y jerarquía de la sociedad occidental.

La tarea de desmantelamiento de la influencia androcéntrica, pasa por centrarse en la mujer, estudiar y describir lo que éstas hacen, y también, la empresa más compleja: remodelar y redefinir la teoría antropológica. 

Moore señala en el primer epígrafe, Modelos y silenciamiento, que el androcentrismo no existe tan sólo porque la mayoría de etnógrafos y de informantes sean varones, sino porque tanto los antropólogos como las antropólogas se basan en modelos masculinos de su propia cultura para explicar los modelos masculinos presentes en otras culturas. La solución para esto es hacer frente a las incoherencias conceptuales y analíticas de la teoría disciplinaria. Desconocía este asunto, por lo que es importante para mí incorporarlo en mi quehacer como antropólogo. 

Lo puedo relacionar con el texto de Josep-Vicent Marqués (1991), Androcentrismo, un caso particular de sociocentrismo. Este autor relaciona algunos conceptos claves en los sesgos de percepción, como el etnocentrismo que es una deformación consistente en ver o juzgar las prácticas y valores de una sociedad o una cultura ajena a través del prisma de las prácticas y valores de aquella a la que pertenece el observador. El de sociocentrismo sirve para designar toda deformación de este tipo y no sólo la que se produce al examinar culturas o sociedades globales diferentes de la propia. Marqués afirma que no debería, pues, ser difícil admitir que los varones, salvo muy cuidadosa vigilancia, tienden a un particular sociocentrismo. Este hecho es, sin embargo, negado no sólo por la generalidad de los varones sino también por la inmensa mayoría de los varones estudiosos de las ciencias sociales. Más aún, no son pocos los varones que aún creen que la condición o circunstancia de ser varón facilita una percepción más ajustada de la realidad. Quizás esta creencia no se manifieste con radicalidad entre los científicos sociales de sexo masculino, pero la mayoría parece pensar que el oficio de científico inmuniza contra los errores propios de la pertenencia a un grupo. Es así como el discurso científico aparece lleno de distorsiones, de observaciones y lecturas realizadas desde ángulos de visión e intereses masculinos que sólo podrían evitarse si se partiese precisamente del reconocimiento de su posibilidad. Así el androcentrismo como tipo peculiar de error en el discurso, popular o científico, producido por la pertenencia acrítica de sus productores al colectivo masculino, reviste como peculiaridad una gravedad específica, dado que la pretensión masculina de construir el todo social es probablemente mayor que la de otros grupos sociales parciales.

Sabemos que el sexismo conduce tarde o temprano a la violencia, pero también es cierto que todo machista no es necesariamente violento. Hay multitud de machismos y micro machismos a nuestro alrededor, suponer relaciones de causa-efecto en toda la población estudiada no se corresponde con la realidad. Pero lo vemos en los anuncios publicitarios, en el trabajo, en el hogar o en el ámbito académico, algunas inconscientes pero no así inocentes. Desde nuestro rol de padre, pareja o amigo debe resultarnos despreciable cualquier conducta machista. Pero desde nuestro papel de antropólogo puede ser más importante aún nuestro cuidado y atención de no incorpororar este sesgo en nuestros trabajos y etnografías. Creo que décadas de luchas feministas en todos los ámbitos no ha servido para dar un cambio de mirada efectivo en la sociedad y una toma de conciencia del problema que ha propiciado que se convierta en un problema sustantivo en nuestra sociedad.

Bibliografía
Marqués, Josep-Vicent (1991) Androcentrismo, un caso particular de sociocentrismo, en Josep-Vicent Marqués y Raquel Osborne, Sexualidad y sexismo. Primera parte: Marqués, “Varón y patriarcado”. Madrid: Fundación Universidad-Empresa, pp. 23-27.
Moore, Henrietta L. (2009) Antropología y feminismo. Ediciones Cátedra. Universitat de Valencia. Instituto de la Mujer. Madrid.

 
 
 
 

lunes, 26 de mayo de 2014

Resúmenes Sociología del Género Parte 13

En la asignatura Sociología del Género del segundo cuatrimestre del Grado en Sociología de la UNED curso 2013/14, formamos un grupo de trabajo algunas/os compañeras/os y elaboramos los siguientes resúmenes de la bibliografía básica de la asignatura. Derechos reservados de sus autores.


1. -Ehrenreich, Barbara y English, Deirdre (1990): Cap. 1: “Introducción”, en Por su propio bien. (150 años de consejos de los expertos), Madrid: Taurus, pp. 11-41. Javier Prieto González // 2. -Durán, María Ángeles (2006): “Las fronteras sociales del siglo XXI”, en Isabel Morant (Dir.), Historia de las mujeres en España y América Latina. Madrid: Cátedra, Volumen IV “Del Siglo XX a los umbrales del XXI”, pp. 465-493. María Dolores Aviles y José Antonio Delgado Guanche // 3. -Giddens, Anthony (2007), “El género”, en Sociología, Madrid: Alianza Universidad, pp. 441-452. Blas García Ruíz // 4. -Marqués, Josep-Vicent (1991): Cap. 1 (extracto): “Androcentrismo, un caso particular de sociocentrismo”, en Josep-Vicent Marqués y Raquel Osborne, Sexualidad y sexismo. Primera parte: Marqués, “Varón y patriarcado”. Madrid: Fundación Universidad-Empresa, pp. 23-27. Lorenzo Vellarino Cordero // 5. -Osborne, Raquel (1997): "Feminismos", Dossier Debate "La igualdad de la mujer", Temas para el Debate, octubre, nº 35, pp. 46-50. Ruth Cardedal Fernández // 6. -Giddens, Anthony (2007): “Walby: la teorización del patriarcado”, “El ´feminismo negro` y “El feminismo postmoderno”, op.cit., pp. 456-459. Javier Hermoso Ruíz // 7. -Osborne, Raquel (1996): "¿Son las mujeres una minoría"?, Isegoría (Revista de Filosofía Moral y Política), monográfico sobre Multiculturalismo, justicia y tolerancia, Madrid, nº 14, octubre, pp. 79-93. Antonia Pineda Vergara y Fernando Pedro Bruna Quintas // 8. -Giddens, Anthony (2007): “Perspectivas teóricas sobre la familia y las relaciones íntimas”, op. cit., pp. 246-256. Julio Monteagudo Diz // 9. -Ferreira, Virginia (1996), “Mujer y trabajo. La división sexual del trabajo en el análisis sociológico: de natural a socialmente construida”, en María Antonia García de León, Félix Ortega y María Luisa García de Cortázar, (comps.), Sociología de las mujeres españolas, Madrid: Ed. Complutense, pp. 93-119. (Selección: pp. 93-111). Antonio Jesús Acevedo Blanco // 10. -Brullet, Cristina (2004): “La maternidad en occidente y sus condiciones de posibilidad en el siglo XXI”, en Ángeles de la Concha y Raquel Osborne (Eds.): Las mujeres y los niños primero (Discursos de la maternidad). Barcelona, Madrid: Icaria y UNED, pp. 201-228. (Selección: pp.213-228). Antonia Florentina López Caballero // 11. -Osborne, Raquel (2005): “Desigualdad y relaciones de género en las organizaciones: diferencias numéricas, acción positiva y paridad”, Política y Sociedad, vol. 42, nº2, 2005, pp. 163-180. María Aurora Sieiro López // 12. -Torres San Miguel, Laura y Antón Fernández, Eva (2005), Violencia de género, Caja España, Obra Social, Colección: Cartilla de Divulgación (Lo que usted debe saber sobre). (Selección: pp. 18-33). Daniela Isabel Lili Pedraza y Mónica Pedraza Darias // 13. -Osborne, Raquel (2009): Cap. 2, “Malos tratos: un problema estructural”, en Osborne, Raquel: Apuntes sobre violencia de género. Barcelona: Bellaterra Edicions, Serie General Universitaria, pp. 83-136.  Mónica Pedraza Darias Tomás Javier Prieto González // 14. -Platero, Raquel (Lucas) (2013): "Introducción. La interseccionalidad como herramienta de estudio de la sexualidad", en Platero, Intersecciones: cuerpos y sexualidades en la encrucijada. Barcelona: Bellaterra, pp. 15-72. (Selección: pp. 23-48). María Isabel García Duran // 15. -Büchner, J. "Notas para la ponencia “Género y globalización" (versión 2004): 20 pp. Cristina Martínez Blanco

La pertenencia a un grupo social condiciona la visión de la realidad que el observador tiene respecto a los miembros de otros grupos sociales distintos al suyo. Este sesgo de la percepción se manifiesta de varias maneras. Una de las más comunes es la de atribuir al todo social las características de la parte a la que el sujeto pertenece. La pertenencia a un grupo determinado propone unas líneas de observación preferente, a la vez que oculta o dificulta otras. Por otra parte, este sesgo puede ser involuntario, pero no siempre es inocente. Las personas de posición social elevada pueden llegar literalmente a no ver entre una multitud de personas más que a las seis o siete que no son de su misma condición. La pertenencia a un grupo supone un ángulo de visión diferente y también unas pautas de percepción propias del grupo, que éste transmite a sus miembros.

Con la percepción de grupo se adquiere también un sistema de valores que se proyectan sobre lo percibido. Todo aquel y todo aquello que no es del grupo es percibido en general como no importante, no significativo o como "no normal". La expresión "no normal" es aséptica, pero la usual de "anormal" empieza a dejar de serlo. De calificar algo de "anormal" a hacerlo de "incorrecto", "malo" o "aberrante" no hay más que un paso y la adhesión a los usos y valores del grupo empuja a darlo. Todo esto es bien conocido de los estudiosos de ciencias sociales que, al menos en el terreno de las intenciones, procuran no dejarse limitar o distorsionar por el grupo o grupos al que pertenecen, ni juzgar otros grupos según los valores del propio. En antropología, el término etnocentrismo designa precisamente la deformación consistente en ver o juzgar las prácticas y valores de una sociedad o una cultura ajena a través del prisma de las prácticas y valores de aquella a la que pertenece el observador. Un término más general, el de sociocentrismo, sirve para designar toda deformación de este tipo y no sólo la que se produce al examinar culturas o sociedades globales diferentes de la propia. Una óptica de clase o el conjunto de lo que suelen llamarse deformaciones profesionales serían, junto al etnocentrismo, casos particulares de sociocentrismo.

Al percibir unas cosas y dejar de percibir otras, y al tender a juzgar las prácticas de personas de otros grupos o a los grupos mismos, los sujetos defienden consciente o inconscientemente los intereses del grupo. En cualquier sociedad que asigne en mayor o menor grado papeles diferentes a varones y mujeres (lo que incluye procesos de socialización diferentes) los varones constituyen un grupo social diferenciado, por lo que la pertenencia al colectivo masculino supone la posibilidad de percibir y juzgar la realidad con un sistema de deformaciones propio del grupo. No debería, pues, ser difícil admitir que los varones, salvo muy cuidadosa vigilancia, tienden a un particular sociocen-trismo. Este hecho es, sin embargo, negado no sólo por la generalidad de los varones sino también por la inmensa mayoría de los varones estudiosos de las ciencias sociales. Más aún, no son pocos los varones que aún creen que la condición o circunstancia de ser varón facilita una percepción más ajustada de la realidad. Quizás esta creencia no se manifieste con radicalidad entre los científicos sociales de sexo masculino, pero la mayoría parece pensar que el oficio de científico inmuniza contra los errores propios de la pertenencia a un grupo. Es así como el discurso científico aparece lleno de distorsiones, de observaciones y lecturas realizadas desde ángulos de visión e intereses masculinos que sólo podrían evitarse si se partiese precisamente del reconocimiento de su posibilidad.

Llamamos androcentrismo a ese tipo peculiar de error en el discurso, popular o científico, producido por la pertenencia acrítica de sus productores al colectivo masculino. Si por una parte no se trata más que de un ejemplo de deformación de perspectiva, como pueda serlo una óptica de clase alta, por otra reviste como peculiaridad una gravedad específica, dado que la pretensión masculina de construir el todo social es probablemente mayor que la de otros grupos sociales parciales.

En vano buscarán los lectores el epígrafe "hombres" o "varones" en los tratados de sociología. Un estudio sobre algunos de ellos arroja el siguiente resultado:

  1. El varón globalmente considerado no es objeto de un análisis social. Parece darse por sentado que su peculiaridad, caso de existir, sería puramente biológica y no social.
  2. Se habla de la mujer, aunque sólo puntualmente o a modo de breve apéndice sobre los cambios acaecidos en su condición.
  3. No hay un tratamiento global de un fenómeno como la división social de los sexos, que sin embargo, recorre toda la fenomenología social.
  4. Aparecen sólo alusiones al varón o a la relación entre los sexos y no en todos los autores:

  • como incidente en la exposición del proceso de socialización.
  • como elemento secundario en la exposición de la evolución de la familia.


Si la sociología, abrumadoramente inaugurada por científicos varones, ha venido desentendiéndose del estudio del varón como construcción social y de los varones como grupo o agente social colectivo, cuando era la ciencia más obligada a abordar estas cuestiones, debe ser porque participaba acríticamente de la confusión entre varón y miembro pleno o global de la especie humana. La naturalidad o normalidad sería tal que el varón no necesitaría ser descrito ni explicado. si acaso debería serlo la mujer, reducida a pura peculiaridad, así como el varón resultaba confundido y disuelto en la misma especie humana. Este mecanismo inconsciente, por el que el varón a un tiempo ocupa la totalidad del discurso y desaparece, se manifiesta en buena parte de la literatura sociológica, que cuando habla sobre las mujeres lo hace como si constituyesen numéricamente, pese a ser mayoritarias, una minoría relativamente reducida.

El rasgo principal del androcentrismo sería precisamente la sistemática resistencia a analizar la peculiaridad masculina, a la vez que se habla del ser humano en general atribuyéndole las características de los varones.

Entendemos que sólo puede hablarse de la sexualidad masculina, más allá de las obvias observaciones biológicas, si se acomete, aunque sólo sea ligeramente, el trabajo de indagar cómo se construye socialmente el varón, cómo se llega al personaje social varón desde el sujeto humano de sexo masculino, y cómo se produce ello dentro de un determinado sistema de reparto desigual de poder entre varones y mujeres.