El establecimiento de la analogía que viene a ser la figura retórica de la
explicación de lo social. Unas analogías explicativas que ponen de
manifiesto el giro interpretativo y la desestabilización de los géneros. En ese mismo
argumento Geertz argumenta que en las ciencias sociales esta retórica analítica
se observa en tres analogías, en primer lugar con la analogía del
juego: la sociedad y las conductas humanas son vistas como un juego. Analogía muy popular en
la teoría social, con el encuentro de diferentes fuentes (formas de vida
como
juegos del lenguaje, concepción lúdica de la cultura, teoría de juegos y conducta económica o la vida como
tazón de estrategias). Lo que une a todas estas concepciones de la vida social
vistas como un juego es la idea de que los seres humanos más que impulsados por
fuerzas, están sometidos a reglas. Ver a la sociedad como un conjuntos de
juegos, implica verla como una multiplicidad de convenciones y de conocimientos
adecuados a las mismas. En segundo lugar la analogía
dramática: la vida social se plantea como escenario en el que el ser humano
ejecuta un papel. Los términos del “escenario” y del “rol” fundamentales en el
discurso sociológico, pero que en la actualidad esta analogía posee elementos diferenciadores
(la
analogía se aplica cada vez más de forma intensiva y sistemática, y se aplica de
modo constructivo, no tanto peyorativo; como un hacer real, y no como un
fingimiento, o un hacer como). Y por último la
analogía del texto: la sociedad como un texto que se puede leer. Esta es la más
amplia de las refiguraciones recientes de la teoría social, es además una
analogía más arriesgada. Ver la conducta humana como una analogía entre jugador
y oponente, o entre actor y audiencia, parece más naturalmente concebible,
que verla como un texto, una analogía que se mueve en los términos de escritor
y lector.
La mezcla de géneros en la ciencia social y el cambio del
ideal explicativo en los científicos sociales que ha pasado de leyes y
ejemplos, al de casos e interpretaciones. Del encorsetamiento del cientificismo
de la descripción objetiva al interés de la interpretación, a la subjetividad.
Esto ha
ocasionado un giro cultural, una refiguración del pensamiento social. En este
giro cultural creo
que se
encuentra la idea nuclear de este ensayo.
Geertz subraya en este texto la mezcla de géneros y discursos, si bien
es algo que siempre ha sucedido, afirma que ha dejado de ser meramente anecdótica
para convertirse en un modo de hacer, de pensar y de plasmar el pensamiento, lo
que ocasiona en muchos casos que los autores y sus trabajos no puedan ser
claramente clasificados y categorizados. Con esto me reafirma en lo que
continuamente he leído en mis acercamientos a la disciplina antropológica y en
concreto en la sociológica, donde esta circunstancia concede a las ciencias
sociales y a los científicos sociales la posibilidad de tener libertad para
expresar su trabajo según sus necesidades y no según modelos heredados. Por ello me
parece muy acertado que este autor afirme que la tendencia es hacia la concepción de la
vida social como algo que está organizado en términos de símbolos,
para entender los significados de estos símbolos, para entender
la organización misma
y formular sus principios, y yo añadiría, obtener nuevos interrogantes para
aproximarnos con más acierto a la realidad observada.
Puedo relacionarlo con el texto Ideología y Utopía de
Ricoeur
(2006).
Este autor señala que las teorías marxistas de las luchas de clases y la concepción norteamericana
de esfuerzo pueden ser convincentes como diagnósticos, pero no lo son desde
el punto de vista de la función. Estas teorías fracasan porque pasaron por alto
“el proceso autónomo de la formulación simbólica”. Geertz intenta
abordar este problema introduciendo el marco conceptual de la retórica en la
sociología de la cultura a la sociología del conocimiento. Porque falta una apreciación
significativa de la retórica, de las figuras, de los elementos de estilo que obran en
la sociedad, como en los textos
literarios.
Pero igualmente puedo relacionarlo con la analogía del
texto, donde el concepto clave para captar ésta es el de “inscripción” (Ricoeur), la
fijación del significado. En esta analogía la noción del texto va más
allá de lo escrito en papel o esculpido en piedra; atendiendo cómo se produce
la inscripción de la acción, cuáles son sus vehículos y cómo funcionan. Al
observar a las instituciones, costumbres y cambios sociales como “legibles”, hace que
cambie el sentido que tenemos de lo que es la interpretación, la cual se
encamina más a la labor cercana a la del traductor. Geertz señala que se
necesita una nueva filología para interpretar el texto, comprender qué
significa y también cómo es que lo hace. El nuevo filólogo deberá investigar
teniendo en cuenta la relación de las partes del texto social entre sí, y la relación con otras culturas
históricamente asociadas con él, con aquellos
que lo constituyen, y con
realidades concebidas como algo que yace fuera de él. Con coherencia,
intertextualidad, intención y referencia, Geertz identifica al investigador
social como un exégeta, ubicando a la cultura o hecho por investigar como un
libro sagrado, siendo él quien interpreta sus significados. Cómo abordamos esa
interpretación como científicos sociales que compartimos una realidad, es para mí cuestión sustantiva en la producción
de etnografías, y cómo dotar de peso
hermenéutico a
nuestros
proyectos antropológicos.
Bibliografía
Geertz, C. (2009) Géneros confusos. La
re(con)figuración del pensamiento social. Trabajo y Sociedad. Indagaciones
sobre el trabajo, la cultura y las prácticas políticas en sociedades
segmentadas. Nº13, vol. XII; Primavera 2009, Santiago del Estero, Argentina.
Ricoeur, P. (2006).
Ideología y utopía. Gedisa. Barcelona.
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