domingo, 15 de mayo de 2016

Clifford Geertz. Géneros Confusos. La re(con)figuración del pensamiento social


El establecimiento de la analogía que viene a ser la figura retórica de la explicación de lo social. Unas analogías explicativas que ponen de manifiesto el giro interpretativo y la desestabilización de los géneros. En ese mismo argumento Geertz argumenta que en las ciencias sociales esta retórica analítica se observa en tres analogías, en primer lugar con la analogía del juego: la sociedad y las conductas humanas son vistas como un juego. Analogía muy popular en la teoría social, con el encuentro de diferentes fuentes (formas de vida como juegos del lenguaje, concepción lúdica de la cultura, teoría de juegos y conducta económica o la vida como tazón de estrategias). Lo que une a todas estas concepciones de la vida social vistas como un juego es la idea de que los seres humanos más que impulsados por fuerzas, están sometidos a reglas. Ver a la sociedad como un conjuntos de juegos, implica verla como una multiplicidad de convenciones y de conocimientos adecuados a las mismas. En segundo lugar la analogía dramática: la vida social se plantea como escenario en el que el ser humano ejecuta un papel. Los términos del “escenario” y del “rol” fundamentales en el discurso sociológico, pero que en la actualidad esta analogía posee elementos diferenciadores (la analogía se aplica cada vez más de forma intensiva y sistemática, y se aplica de modo constructivo, no tanto peyorativo; como un hacer real, y no como un fingimiento, o un hacer como). Y por último la analogía del texto: la sociedad como un texto que se puede leer. Esta es la más amplia de las refiguraciones recientes de la teoría social, es además una analogía más arriesgada. Ver la conducta humana como una analogía entre jugador y oponente, o entre actor y audiencia, parece más naturalmente concebible, que verla como un texto, una analogía que se mueve en los términos de escritor y lector.

La mezcla de géneros en la ciencia social y el cambio del ideal explicativo en los científicos sociales que ha pasado de leyes y ejemplos, al de casos e interpretaciones. Del encorsetamiento del cientificismo de la descripción objetiva al interés de la interpretación, a la subjetividad. Esto ha ocasionado un giro cultural, una refiguración del pensamiento social. En este giro cultural creo que se encuentra la idea nuclear de este ensayo.

Geertz subraya en este texto la mezcla de géneros y discursos, si bien es algo que siempre ha sucedido, afirma que ha dejado de ser meramente anecdótica para convertirse en un modo de hacer, de pensar y de plasmar el pensamiento, lo que ocasiona en muchos casos que los autores y sus trabajos no puedan ser claramente clasificados y categorizados. Con esto me reafirma en lo que continuamente he leído en mis acercamientos a la disciplina antropológica y en concreto en la sociológica, donde esta circunstancia concede a las ciencias sociales y a los científicos sociales la posibilidad de tener libertad para expresar su trabajo según sus necesidades y no según modelos heredados. Por ello me parece muy acertado que este autor afirme que la tendencia es hacia la concepción de la vida social como algo que está organizado en términos de símbolos, para entender los significados de estos símbolos, para entender la organización misma y formular sus principios, y yo añadiría, obtener nuevos interrogantes para aproximarnos con más acierto a la realidad observada.
Puedo relacionarlo con el texto Ideología y Utopía de Ricoeur (2006). Este autor señala que las teorías marxistas de las luchas de clases y la concepción norteamericana de esfuerzo pueden ser convincentes como diagnósticos, pero no lo son desde el punto de vista de la función. Estas teorías fracasan porque pasaron por alto “el proceso autónomo de la formulación simbólica”. Geertz intenta abordar este problema introduciendo el marco conceptual de la retórica en la sociología de la cultura a la sociología del conocimiento. Porque falta una apreciación significativa de la retórica, de las figuras, de los elementos de estilo que obran en la sociedad, como en los textos literarios.  
Pero igualmente puedo relacionarlo con la analogía del texto, donde el concepto clave para captar ésta es el de inscripción” (Ricoeur), la fijación del significado. En esta analogía la noción del texto va más allá de lo escrito en papel o esculpido en piedra; atendiendo cómo se produce la inscripción de la acción, cuáles son sus vehículos y cómo funcionan. Al observar a las instituciones, costumbres y cambios sociales como “legibles”, hace que cambie el sentido que tenemos de lo que es la interpretación, la cual se encamina más a la labor cercana a la del traductor. Geertz señala que se necesita una nueva filología para interpretar el texto, comprender qué significa y también cómo es que lo hace. El nuevo filólogo deberá investigar teniendo en cuenta la relación de las partes del texto social entre sí,  y la relación con otras culturas históricamente asociadas con él, con aquellos que lo constituyen,  y con realidades concebidas como algo que yace fuera de él. Con coherencia, intertextualidad, intención y referencia, Geertz identifica al investigador social como un exégeta, ubicando a la cultura o hecho por investigar como un libro sagrado, siendo él quien interpreta sus significados. Cómo abordamos esa interpretación como científicos sociales que compartimos una realidad, es para mí cuestión sustantiva en la producción de etnografías, y cómo dotar de peso hermenéutico a nuestros proyectos antropológicos.
Bibliografía
Geertz, C. (2009) Géneros confusos. La re(con)figuración del pensamiento social. Trabajo y Sociedad. Indagaciones sobre el trabajo, la cultura y las prácticas políticas en sociedades segmentadas. Nº13, vol. XII; Primavera 2009, Santiago del Estero, Argentina.
Ricoeur, P. (2006). Ideología y utopía. Gedisa. Barcelona.


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