Rosaldo señala que las etnografías
clásicas y las culturas descritas por estas se podrían considerar como un museo
de arte donde las culturas, autocontenidas, se muestran de tal forma que pueden
ser estudiadas en sus propios términos, como en un museo de arte en donde cada
pieza está sola y es un objeto de contemplación. En este sentido se refiere a
la antropóloga cultural Cora Du Bois, que durante una conferencia ofrecía la
imagen del paso del museo de arte a la venta de garaje, dada “la complejidad y
el desorden de lo que una vez fue una disciplina justificable y llena de
desafíos”.
Rosaldo encuentra muy acertadas
estas imágenes: el museo de arte para el periodo clásico y la venta de garaje
para el actual, pero con ciertas diferencias. Él no siente nostalgia por el
museo de arte, sino más bien lo considera una reliquia colonial; y la venta de
garaje, que ella desprecia, supone para él una imagen precisa del momento
postcolonial donde los artefactos culturales se encuentran en lugares
insospechados y nada es sagrado permanentemente.
El capítulo en cuestión nos habla de cómo los grandes cambios
a nivel mundial a finales de la década de los sesenta influyeron
irremediablemente en el modelo clásico de estudio antropológico produciendo una
crisis creativa y de renovación en ese campo.
En los años sesenta del siglo pasado, el mundo experimentó
grandes cambios de carácter económico y político, principalmente. Estos cambios
promovieron que la antropología, igualmente, experimentase un cambio
sustancial. Debido a esos cambios y en ese contexto, los modos clásicos de
análisis ya no monopolizan la verdad. Las normas clásicas se han ido
desgastando dando paso a otras perspectivas analíticas. Ese paso de formas
únicas de análisis a formas plurales, demanda descentrar y releer a los
clásicos.
Las cuestiones relativas al conflicto, al cambio, a la
desigualdad se han vuelto cada vez más acuciantes, y no se excluyen del
análisis en la búsqueda de la unidad y el consenso. En lo ordinario tenemos la
experiencia de las similitudes y las diferencias culturales (ciudades como
ejemplos de heterogeneidad; diferencias de sexo, generación y edad en la propia
familia nuclear), pero las normas clásicas de la antropología han puesto mayor
atención en la unidad de los conjuntos culturales frente a sus muchas
intersecciones y límites.
En consonancia con James Clifford,
Rosaldo considera que la etnografía se ha convertido en el punto neurálgico de
un “fenómeno interdisciplinar emergente” abarcando campos variados dentro de
los estudios de culturas. Rosaldo amplía esta idea apartándose de los márgenes
académicos hacia áreas donde se encuentra también sensibilidad etnográfica como
documentales, ensayos fotográficos, etc. Este éxito de la etnografia como
modeladora de una amplia variedad de estudios culturales coincide,
paradójicamente, con una crisis en la etnografía misma. En la actualidad los
lectores de etnografía encuentran los textos clásicos como poco creíbles, e
incluso las formas de escritura etnográficas que fueron cultivadas entonces
ahora resultan tediosas ante los cambios en el pensamiento social. Un cambio en
continua evolución, en una disciplina que como cité en mi comentario del texto
anterior de este mismo autor, debemos contextualizarla en nuestro momento, en
donde las sociedades contemporáneas no se ajustan a los conceptos decimonónicos
de cultura. Junto a esas transformaciones se instala un proceso continuo de
renovación y crítica en la antropología que como afirma Rosaldo, debe de dejar
atrás definitivamente el legado del etnógrafo solitario de la etapa clásica,
que mostraba una noción de cultura estática y homogénea.
En concordancia con Clifford Geerzt, Rosaldo señala que las ciencias
sociales han experimentado un cambio muy profundo respecto a:
- su concepción del objeto de análisis,
- el lenguaje de análisis y
- la posición del analista.
- Esta “reconfiguración del pensamiento social” (giro cultural tal como afirma Geertz en Géneros Confusos) concurre con la crítica al modelo y normas clásicos y supone una época de experimentación en cuanto a la práctica de la etnografía. Una experimentación que incluye incluso una nueva forma de expresión literaria, síntoma a su vez de que el análisis social ha cambiado sus temáticas y lo que tiene que decir sobre ellas.
Bibliografía
Rosaldo, R. (2000) El
desgaste de las normas básicas, en Cultura y verdad. La reconstrucción
del análisis social. Pp. 71-92, Ediciones Abya-Yala. Quito.
Geertz, C.
(2009) Géneros confusos. La re(con)figuración del pensamiento social. Trabajo y
Sociedad. Indagaciones sobre el trabajo, la cultura y las prácticas políticas
en sociedades segmentadas. Nº13, vol. XII; Primavera 2009, Santiago del Estero,
Argentina.
me parece muy bueno el resumen sobre ese maravilloso texto.
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