V. Condensadores de memoria, la colonización del
recuerdo: es tu abuelo
Para Avelino Chillarón fue muy importante
y muy emocionante el momento en el que, por primera vez, tuvo una fotografía de
su abuelo Avelino García entre sus manos. Fueron sacadas a la luz, como
testigos que “quieren, y merecen, hablar, emocionar y tomar partido en público”
(López, 2014:2). Estas fotografías son objetos que López (2014) señala como
condensadores de memoria, pues nos ayudan a entender la potencia emocional y
evocativa (Baer, 2011:144) que son capaces de activar. Pues tras la
recuperación de la memoria viene la recuperación de una vida. Avelino hace un
ejercicio de rememoración mediante la realización actual de las posibilidades
frustradas y esperanzas incumplidas (Zamora, 2011:523).
Como ha quedado patente, esta
actualización está relacionada, con una que va más allá de mostrar las sombras
y acontecimientos encubiertos, sino que hace posible materializar una cultura
de represión obstinada en silenciar o borrar ideologías contrarias al régimen
dominante. Ferrándiz lo llama la colonización del recuerdo (2011), del
sufrimiento social que ha ido conquistando lentamente al tiempo, y que al fin
ha sido recuperado en un ejercicio de verbalización del recuerdo (García,
2014:2). En primer lugar, el abuelo de Avelino se ha conformado como un
protagonista mudo, pero extraordinariamente significativo en este proceso de
recuperación de la memoria histórica (Ferrándiz, 2011:533), de una parte de la
historia negra de España. Y en segundo lugar, Avelino ha llevado a cabo una
autopsia social, un esfuerzo para hacer justicia, ha podido ocupar un vacío en
un lugar de la memoria, de su historia que ha modificado sustancialmente su
presente. Esta reconstrucción, es una deuda saldada, que ha podido por fin
sentirse un individuo plenamente completo, reafirmándose como persona gracias a
un acto de entrega incondicional por conocer, por saber quién era él, quién era
Avelino García.
Cuando Avelino pudo compartir la noticia
con su madre, esta no se lo creía y se puso a llorar; para ella también era muy
significativo. Se trataba de quien habría sido su suegro, al que, por
desgracia, nunca pudo conocer. También para la hermana y el hermano de Avelino
Chillarón fue conmovedor descubrir la imagen de su abuelo en el papel de las
fotografías. Se las envió por correo electrónico y, según cuenta, al cabo de
unos días, su hermano, entusiasmado y sin salir de su asombro, le mandó una
foto suya junto a la de su abuelo (ambos vestidos de militares), presumiendo
del parecido que existía entre ellos. Avelino lo vio tan emocionado, que le
pidió que fuera él quien le entregara una de las fotografías a su abuela, María
del Prado Chillarón, a pesar de que a él también le hubiera hecho mucha ilusión
vivir esa experiencia. Su abuela estaba en el patio de su casa cuando su
hermano le colocó la fotografía sobre el mandil y le preguntó que si sabía
quién era el que allí aparecía. Fue la primera vez que ella se sinceró, pues le
dijo “es tu abuelo”.
VI. Identidad
Avelino Chillarón cuenta cómo, más tarde,
también consiguió el resto de fotografías de toda su familia paterna, lo cual
supuso algo muy importante para él. De hecho, en su casa y en la de su madre se
puede ver el retrato de su padre junto al de su abuelo, algo que lo emociona
profundamente, pues siente que están juntos de alguna manera. Asegura Avelino
que le encanta ver a su abuelo, aunque solo sea a través de una imagen, que le
ha dado mucha paz y tranquilidad reencontrarse con su pasado. Era algo que
necesitaba, recuperar lo que le habían robado, aunque reconoce que nunca va a
ser suficiente: “(…) a mi padre le robaron al suyo, a mi
abuela le robaron a su marido, y a mí me robaron el poder sentarme en las
rodillas de mi abuelo”. Además, considera que le arrebataron una parte de su
identidad, porque no la conoció hasta pasados sesenta años, y se queja de que
no es justo. Una reclamación al derecho a la memoria, como garantía para
ejercerlo públicamente como un derecho individual y colectivo, para
constituirse “como ciudadanos libremente adscritos a un colectivo” (Iniesta,
2009:482). Un retrato pues, se erige como testimonio de identidad social, que
van más allá que las propias identidades individuales que se reconocen en estos
retratos (López, 2014:1).
Por otro lado, se lamenta de que haya
tenido que pasar tanto tiempo, y de que fueran los nietos los que se encargaran
de sacar a la luz ese pasado oscuro y desconocido para ellos. Frente al olvido,
la recuperación de la memoria de su abuelo, un encargo que hace suyo Avelino,
como aquel de una responsabilidad de mantener viva la memoria de las
injusticias de un periodo represivo. Como subraya Zamora, “el olvido representa
una segunda injusticia que se suma a la ya sufrida” (2011:503). Las
expectativas de muchos familiares de desaparecidos pasa por la recuperación de
sus cadáveres, pero sobre todo se trata de un ejercicio para recobrar todos los
fragmentos para la reconstrucción de la memoria, en “un proceso de
individualización identitaria” (Ferrándiz, 2011:541) de estas ausencias
forzadas.
VII. Castigo y reparación: una memoria en duelo
El documental concluye con una última
intervención de su tía Lucía García, quien cuenta que en una ocasión acudió con
varios de sus hijos a cumplir una promesa y se encontró con el hijo pequeño de
Manolito, que se encontraba tirado en el suelo. Se trataba de una de las
personas causantes de las desgracias de su familia. Además, en aquellos tiempos
de represión, Lucía se había enfrentado a él por recriminarle de malos modos
algo que no había hecho y estuvo a punto de ingresar en prisión por ello, si no
llega a ser porque ninguno de los que allí estaban declaró en su contra. En
aquel momento, al verlo en tan mal estado, aprovechó para resarcirse y decirle:
“Estás pagando todo el mal que has hecho”. López (2010:200) señala que en los
rescoldos de la memoria, donde se alojan el dolor y el sufrimiento, sólo hace
falta un poco de calor para que la llama de la memoria se avive y se vivifiquen
hechos del pasado, uno que “se actualiza desde el presente” (Baer, 2011:132),
inmerso en un océano de memorias en permanente duelo.
Así surgen expresiones de
castigo, una prueba de cargo contra la injusticias del pasado represor, heridas
abiertas en las que fue impresa reminiscencias de vidas inconclusas. Un
repertorio de desagravios (Ferrándiz, 2011:536) que no son más que reacciones
que de una manera u otra sirven para reparar una parte de las conciencias, un
descanso para el alma. Aunque jamás podrán reparar plenamente lo acontecido,
hoy Avelino ha reaparecido y está presente al fin para sus descendientes,
recuperado del anonimato, de las tinieblas de una realidad ocultada (Iniesta,
2009:491), e instalado al fin en la memoria de los suyos.
VII.
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