El enfoque cualitativo también permitió
identificar otro problema: la existencia de miembros de una misma familia que
se encontraban dispersos, algunos en el campo de refugiados -los menos
vulnerables- y otros en la vivienda -los más vulnerables-. Este hecho planteó
un problema metodológico importante, pues la unidad de base de estadística, “el
hogar”, aquí se encontraba fragmentada. Fueron muchos los casos de personas que
no compartían ni la vivienda ni la comida, pero que eran miembros del mismo
núcleo familiar. Esto llevó a una adaptación del cuestionario para no tomar una
definición preconcebida del hogar, incluyéndose módulos que permitieran
reconstruir a posteriori las personas que conformaban la unidad familiar.
Este proyecto necesitó asociarse con otros
para resolver distintos problemas como la actualización de la base cartográfica
para poder reevaluar la población que había en las distintas zonas antes y
después del terremoto. Los campos de refugiados estaban administrados por la «International Organization for Migration (IOM)»,
donde se tenía un registro detallado y actualizado; además, por medio de “mapping y foto-satélites” (Herrera,
2014:3) se pudo identificar y “zonificar”
los campos con el objetivo de establecer una selección aleatoria para el
estudio.
Otro desafío en la elaboración del
cuestionario fue el de establecer otro indicador estándar del mercado de
trabajo, desempleo y ocupación. Herrera subraya que en Haití, muchas personas
desarrollan labores que no consideran como trabajo a pesar de prestar un
servicio; es lo que ellos denominan el “Démêlè-Dégagé”,
aquello que hacen para sobrevivir. De aquí la importancia de desarrollar un
trabajo de campo previo a la elaboración del cuestionario.
Una vez realizada toda la investigación de
campo y elaborada la propuesta de cuestionario, se contrató a los
encuestadores, que tuvieron que pasar una serie de pruebas y una formación de
cinco semanas -finalmente el trabajo fue realizado por 120 encuestadores-. Se
realizó a través del método «CAPI» que
consiste en la administración del cuestionario con una entrevista personal,
donde los datos son incluidos directamente en el ordenador (Herrera, 2014:4).
Uno de los mayores problemas encontrados en esta fase, fue la evaluación del
impacto directo de pérdida de vidas humanas. Como no existía un número concreto
de fallecidos, se llegó a la conclusión de que sólo se podría estimar el número
mínimo de éstos, pues en la encuesta se preguntaba por ello.
El resultado de esta investigación,
atendiendo a una selección socioeconómica y no sólo circunscrita a
consideraciones materiales y monetarias (Herrera, 2014:4), evidenció que el
grado de destrucción fue mucho más intenso en aquellas poblaciones que se
encontraban concentradas en los campos de refugiados, y los hogares más vulnerables
-viviendas más precarias- fueron los que mayor destrucción sufrieron. Se
constató que hubo más daños en lugares en los que el terremoto había sido de
menor intensidad, pero que las viviendas eran más precarias que en aquellos
lugares en los que el terremoto había sido de mayor intensidad. Esto demostró
que el fenómeno que se denomina “catástrofe natural” corresponde en realidad a
una situación de vulnerabilidad socioeconómica. También se comprobó que el
mayor número de muertes se registraron entre las unidades familiares de los
refugiados en los campos.
Gran
parte de la solidaridad llegó por medio de los propios haitianos, que ayudaron
a realojar o acoger a familias que lo habían perdido todo. Las instituciones se
limitaron a distribuir ayuda, en su caso demasiado tarde (Herrera, 2014:8),
donde era más accesible, es decir, en los campos de refugiados, dejando fuera
de la ayuda a mucha gente que, a pesar de haberlo perdido todo, no se
concentraba en uno de esos campos. También existieron varios programas de
ayuda, pero estos no respondieron a las necesidades reales de la población. Se
llegó a la conclusión de que la mayor parte de los damnificados por el
terremoto nunca fue a un campo de refugiados, y que la solidaridad entre
hogares funciona mejor que la ayuda internacional e institucional desplegada
para tal fin. Por último, las políticas públicas deberían considerar la
evaluación de los impactos de los desastres ocurridos, para diseñar unas
estrategias preventivas para futuros acontecimientos de similares dimensiones
(Herrera, 2014:3).
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