Zygmunt Bauman, en Oviedo en Octubre de 2010. ELOY ALONSO REUTERS |
Los que tuvimos la fortuna de conocer a Zygmunt Bauman
no podemos deslindar su teoría del personaje inquisitivo e irónico que
siempre nos sorprendía con un nuevo giro en su evaluación de este
curioso mundo de la globalización. Pasará a la historia intelectual como
el teórico de la modernidad líquida, esa forma de organización social
en la que nada permanece, en la que todo es fugaz, incompleto,
indefinido, donde, en efecto, todo lo sólido se desvanece en el aire.
Detrás de su evaluación hay, sin embargo, una preocupación profunda por
la pérdida de la dimensión de ética pública. Hoy habríamos abandonado ya
el sentido de misión colectiva asociado a la modernidad clásica. El
poder ya no está en manos de la política, ha emigrado a otras instancias
libres de todo control democrático. Los derechos económicos están fuera
del alcance del Estado; los derechos políticos se han reducido al
pensamiento único de los mercados desregulados del neoliberalismo; y los
derechos sociales son reemplazados por el deber individual de velar por
nosotros mismos.
El resultado es una situación de “vulnerabilidad mutuamente
asegurada”. De ahí también su última insistencia en trazar los contornos
de la nueva geografía del mal, eso que él denominaba la adiaforización,
la neutralización y banalización de lo éticamente incorrecto. El mal ya
no reside solo en las guerras o en las ideologías totalitarias; se
arraiga también en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás,
como en la cuestión de los refugiados, o en las “orgías verbales de odio
anónimo, cloacas virtuales de defecación en los otros y los
incomparables despliegues de insensibilidad” que encontramos en
Internet.
Como Thomas Hobbes o Norberto Bobbio, es de los pensadores que culminaron su obra en la senectud.
A partir de los ochenta años entró en una sorprendente productividad y
en un incesante activismo intelectual. No había semestre en el que no
publicara algún libro, que no diera alguna entrevista. Por eso su
ausencia va a ser tan dolorosa.
Hemos perdido al guía, al viejo y sabio maestro que siempre
supo arrojarnos algo de luz en tiempos de oscuridad, en uno de los
momentos de mayor desconcierto teórico.
Fuente: El País
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