‘Tensiones
teóricas en el cine etnográfico’.
Robert Flaherty |
El principal problema del cine etnográfico
lo plantea la legitimidad de la representación audiovisual para conseguir el
conocimiento antropológico, y habrá que aplicar diferentes criterios de
valoración para su análisis y clasificación.
Por un lado, encontramos la etnograficidad
(Karl Heider, 1976 y 2006),
criterio formal que atiende a la adaptación del documento a los cánones
descriptivos antropológicos (objetividad). Menos formales se muestran Rollwagen
y Ruby, cuando señalan que la amplitud de aspectos fundamentales de la
antropología visual (concepción de sistema cultural de estudio de los seres
humanos, la perspectiva comparativa, la aproximación holística,…) para los que
se requieren amplios conocimientos antropológicos, no pueden acabar reducidos a
la consideración técnica de su representación. Añade Ruby que, ese proceso
antropológico debe ser reconocible en la trama. Y más laxo se muestra aún David MacDougall. Para él, lo
importante en el film no es necesariamente conocimiento real o científico, sino
la experimentación sensible y emocional del encuentro cultural.
El problema de legitimación aparece cuando
la representación deja de ser objeto de conocimiento. La producción audiovisual
admite cambios que suponen modificaciones en la descripción etnográfica, con un
avance hacia la subjetividad o se introducen en ella nuevos elementos
tecnológicos en la investigación.
Malinowski hablaba de la
complementariedad entre la observación y la participación, la comprensión
cultural a través de combinar objetividad y subjetividad en la representación. Y
James Clifford hablaba de la
combinación de trabajo científico y rito de paso personal del antropólogo,
añadiendo que gran parte del conocimiento de otras culturas se debía a la
contingencia, como resultado problemático del diálogo discursivo, la traducción
y la proyección.
Se plantean varias opciones; negar la
legitimidad, relegarlas a meros experimentos o explotar criterios más amplios a
través de una reflexión teórica. Una visión abierta del cine etnográfico nos
permite estudiar su relato, analizar su discurso sobre las relaciones de
alteridad y la identidad cultural, y conocer y teorizar sobre el ser humano. Es
decir, saber cómo utilizamos la imagen audiovisual para construir conocimiento
sobre el mundo, cómo se articula el saber y el poder en la producción de
consumo y cómo legitimamos o autorizamos la producción.
En una representación debemos preguntarnos
cómo y para qué la realizamos, elaborar un relato, organizar un discurso,
diseñar un modelo de encuentro cultural y ver el peso de la teoría en la
producción. Pero ello no significa que las producciones audiovisuales deban ser
las mismas o que se sigan los mismos patrones en su ejecución. Se puede
dialogar con otro tipo de producciones, siempre que se sigan unos criterios
antropológicos específicos. Será el tiempo, el debate académico y la tradición
la que normalice estos criterios, siempre, a través de un proceso experimental
reflexivo y teórico. Ejemplo de ello lo representa la necesaria normalización
de la cámara como instrumento o método para la realización de la producción
audiovisual.
El diálogo interdisciplinario entre
antropólogos y cineastas, sin embargo, no puede dar pie, como apuntaban Heider
y Rollwagen, a que toda actuación o producción audiovisual sea lícita. La
filmación debe adecuarse al quehacer etnográfico, y fundamentarse en la teoría
antropológica de cada investigador. Y por otro lado, hay que destacar la
importancia de introducir en la metodología etnográfica aportaciones y
prácticas cinematográficas. Ello supondría el desarrollo de una sensibilidad
antropológica, a través de la experimentación como elemento generador de
conocimiento.
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