Entrevista con Gilles Lipovetsky realizada por Inés Saénz en Milenio: “El consumo es, junto con el amor, el otro gran sueño de la vida privada”
En esta charla a propósito de su libro más reciente publicado en español, el filósofo explica las complejas relaciones culturales que se han establecido con la globalización, y los desafíos y oportunidades que ofrecen a la humanidad.
Gilles Lipovetsky (París, 1944), uno de los 12 intelectuales franceses más influyentes según la revista Le Nouvel Observateur, habla para M Semanal de su último libro, La cultura-mundo. Respuesta a una sociedad desorientada (Barcelona, Anagrama, 2010), coescrito con Jean Serroy. En esta conversación, el filósofo comparte sus ideas sobre los cinco fenómenos que han redefinido nuestros hábitos y han provocado las crisis que vivimos: el mercado, la tecnociencia, las industrias culturales, el consumo y el individualismo.
Durante esta larga conversación Lipovetsky se muestra en toda su complejidad. Explica que el lujo y la moda le interesan sólo como temas de estudio, pues su vida es simple y desprovista de cosas materiales: el exceso le atrae como un reto intelectual, pero en su vida personal busca la moderación. Se confiesa adepto a Facebook y a las nuevas tecnologías como parte de su campo de investigación, y dice que ya cuenta con más de mil amigos, un número siete veces más alto que la media francesa.
MUNDO IMPERFECTO, PERO NO EL PEOR
IS: La Reina de Inglaterra abrió recientemente su página de Facebook. Muchos líderes políticos la utilizan. Usted también está en esa red social. ¿Es indispensable?
GL: Quisiera contar una historia. Yo me metí ya tarde a Facebook, y lo hice porque en ese momento estaba escribiendo algo relacionado con las redes sociales y pensé que la mejor manera de conocer este tema era participar en él. En realidad, hago poco. Le dedico a Facebook cinco minutos al día, no me toma mucho tiempo. En lo que a mí respecta, creo que esa red es una de las figuras de la cultura-mundo, porque recibo muchos más mensajes de diferentes partes del mundo que de Francia. Una gran cantidad proviene de América Latina. En cuanto a su pregunta, yo creo que Facebook no es un indispensable, pues se trata de una gran banalización: con 500 millones de usuarios, ha caído en una especie de cotidianidad hecha de conexiones y usos diferentes. Considero que hay un aspecto profundamente individualista en Facebook, pues es un espacio para hablar de sí mismo y donde cada uno se sube al escenario. Lo que allí se dice de sí mismo es muy diferente a aquello que cuenta la gente cuando escribe sus memorias. Hoy en día lo que importa es decir qué te gusta. Se dice que Facebook es una red social, pero para mí es una red emocional; hay incluso gestos que indican cuando algo te gusta o te disgusta. La gente ve tus fotos, te envía fotos y tú dices si te gustan o no, ¡y eso es todo! Lo esencial es comunicar lo que has vivido, tus sentimientos: siento, luego existo. Ya no es “pienso, luego existo”, sino “yo siento, luego existo”, o bien “yo soy lo que siento”.
Esta es la nueva figura del individuo, una especie de individualismo emocional, en el fondo poco argumentativo y muy subjetivo con un colorido artístico, con ligas a imágenes y música. Es increíble. La gente se comunica pero no habla mucho de política sino de la última película que han visto, un fragmento musical, las fotos de sus hijos, sus amigos y sus viajes, una pintura que les gusta, su grupo favorito. En Facebook todos son fans de 50 mil cosas y tú eres de lo que eres fan. Estamos en una zona ilimitada y diversa que abarca diferentes estilos y gustos, lo cual refuerza el individualismo. Esta situación es muy diferente a la del pasado, pues antes todos escuchaban la misma música y eso marcaba el gusto de la gente. Hoy en día existe un consumo cultural ilimitado y accesible a todos, que no sólo expresa el individualismo de todos, sino que también lo desarrolla.
Pienso que Facebook no es el medio más invasivo en la vida de la gente. Lo más invasivo que se avizora en el porvenir son las nuevas tecnologías comerciales que harán posible localizar al usuario en donde quiera que se encuentre. Un GPS personal. Puede haber nuevas
formas de control de ese estilo que me inquietan mucho más que esta red porque, insisto, uno puede parar Facebook cuando quiera.
IS: La moderación es importante para usted. ¿Es posible lograr el justo medio en una sociedad dominada por la lógica del exceso?
GL: Esta reflexión sobre la moderación llegó en el momento de la crisis financiera, y en general en el momento de la crisis mundial ligada al hiperconsumo y por lo tanto a los desechos y a los daños en el medio ambiente. Nosotros tenemos un sistema hiper que se caracteriza por el exceso: el exceso financiero, de créditos, en la renovación de todas las cosas, y este exceso es ante todo peligroso para la economía, para el empleo, para el equilibrio del planeta e incluso para los individuos pues estamos en sociedades hiper pero no somos hiperfelices: el hiper ha dado como resultado la ansiedad, la depresión, el malestar, los suicidios.
Por otra parte, al escuchar a la gente vemos que una gran parte de sus aspiraciones tienen que ver con la moderación. Sí, la gente quiere consumir, pero si uno entra en el detalle, no es el exceso lo que les interesa; por ejemplo, las mujeres desean poder equilibrar la vida profesional y el hogar sin renunciar a ambas cosas. Allí está el gran ideal: encontrar la moderación para no sacrificar ni el trabajo ni la familia. Esto es importante, pues las mujeres representan 50 por ciento de la humanidad. Es difícil encontrar este equilibrio, pues la cultura-mundo empuja a la competencia, y ésta conlleva una lógica de exceso: hay que ganar, ser mejor que los demás. Allí está el problema: tenemos de un lado la aspiración a una vida moderada, al equilibrio, a la slow food, a la slow life, al bienestar, a una calidad de vida, pero al mismo tiempo el sistema en el que vivimos funciona en una dimensión hiper. Se diseñan regulaciones que son imperativas en todo lo relacionado con el clima, el CO2, la economía del carbono. Las regulaciones son indispensables para limitar los desbordes del capitalismo financiero. Se está intentando encontrar vías de compromiso, de límites. Sabemos que los grandes modelos llevados al extremo son malos. La economía administrada, como la hicieron los soviéticos, es detestable porque impide la libertad individual y el bienestar colectivo. Pero el liberalismo en exceso es indeseable también, ya vimos el precio que hay que pagar. El mercado es necesario pero con regulación. Algunas regulaciones deben ser impuestas por el Estado, y otras no: no en lo que respecta a la vida individual, pues es una sabiduría que cada quien se busca por sí mismo. En esta época de la cultura-mundo necesitamos una regulación mundial. El exceso es algo negativo que conduce al caos y al desorden. El exceso puede dar una satisfacción puntual, como la borrachera, pero en general se paga cara y en todo caso tiene un riesgo. Por ello, el exceso no puede ser un ideal. El equilibrio o la moderación, sí.
IS: Usted hace un análisis imparcial y profundo, desprovisto de nostalgia, de esta cultura-mundo del presente. Usted no llora a las glorias del pasado, sino que acepta las nuevas lógicas de esta realidad sin juzgarlas como necesariamente negativas.
GL: Yo no tengo ninguna nostalgia por el pasado. Tengo demasiada conciencia de lo que ha sido el siglo XX para ver que el alto valor atribuido a la cultura se pagó con el horror: dos guerras mundiales, genocidios, campos de concentración y de exterminio. Los nazis eran personas cultas y eso no les impedía exterminar a sus congéneres. Creo que el respeto a los valores humanos es más importante que el respeto a un museo: prefiero una civilización en la cual hombres y mujeres sean respetados, a una donde abunden los conciertos de Wagner.
El fetichismo de la cultura no es lo mío. La gente critica mucho el tiempo presente, pero nadie quiere dar marcha atrás: nadie quiere regresar a un estado donde se imponía el matrimonio, en el que era imposible la separación o el divorcio, donde uno permanecía en su pueblo para siempre, donde las mujeres no podían tener la profesión que deseaban, y en el que el control de la natalidad era escaso. En el mundo en que vivimos hay muchas promesas; se viven más años en forma y uno puede tener múltiples experiencias en la vida gracias al mundo de hoy. Por ello no tengo ningún tipo de nostalgia. Creo también que este mundo es imperfecto, ya lo he dicho en varios momentos, pero no es el peor de los mundos. No es bueno pues hay mucha gente que sufre, hay mucha miseria; sin embargo, la cultura-mundo es en general una oportunidad para el planeta. La cultura-mundo ha dado siete años más de vida a los chinos. Hoy en día hay centenas de millones de personas que viven una vida aceptable. La apertura del mercado ha creado economías como la china, la india, la brasileña y otras que se encuentran en un camino que las acerca a un mundo de bienestar, aunque no sea totalmente un mundo satisfactorio. Sin embargo, los ecologistas radicales dicen que ésta es una ensoñación que vamos a pagar muy cara, pues el planeta no podrá soportar el modo de vida occidental, ya que no hay suficientes minerales, habrá mucha más contaminación y, en fin, que este tipo de vida nos conducirá al desastre. Creo que este argumento es exacto, pues necesitaríamos seis planetas si todo el mundo consumiera como los estadunidenses y los europeos, y no los tenemos. Entonces, ¿qué vamos a hacer? Esta es la razón por la que yo defiendo incansablemente la inversión de los Estados en la investigación, la educación, la formación. Éste es el único camino que tenemos. Insisto que debemos invertir en la búsqueda de nuevos medios de producción y de consumo que harán posible un bienestar planetario que a la vez no destruya las oportunidades a las generaciones venideras. La solución se encuentra en la inteligencia humana. Creo que, en el largo plazo, la inteligencia humana es el único camino hacia el futuro.
Inés Sáenz
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