En los capítulos que conforman La modernidad desbordada, Appadurai reflexiona sobre ciertos hechos culturales que le permiten
entablar un debate sobre la relación entre la modernización como hecho
observable y la modernización como teoría. Las grandes teorías de las ciencias
sociales de Occidente han contribuido a reforzar la idea de que existe un
momento muy preciso, el momento moderno, cuya irrupción genera una quiebra
entre el presente y pasado. La época actual en la que la modernidad está
desbordada, supone una ruptura general con todo tipo de pasado. Appadurai
expone aquí una teoría de esa ruptura enfocada en los medios de comunicación y
en los movimientos migratorios, ya que estos se presentan como los principales
ángulos desde donde observar y cuestionar el cambio; asimismo la teoría
investiga el efecto de estos fenómenos en el trabajo de la imaginación.
Appadurai sostiene que en las últimas décadas ha habido un giro, gracias
a los aportes tecnológicos del último siglo, que ha hecho que la imaginación se
haya tornado en un hecho social y colectivo. Según la cual la imaginación juega
un nuevo rol en la sociedad postecnológica que se basa en tres distinciones:
·
La imaginación se ha
desligado del ámbito expresivo del arte, el mito y el ritual y ha pasado a
formar parte también del trabajo mental cotidiano de la gente común, ha
penetrado la vida cotidiana, y esto se ve en el modo en que la mediación y el
movimiento se conectan mutuamente. Ahora la gente imagina más fácilmente un
futuro viviendo o trabajando en otros lugares lejos de donde nacieron.
·
Distinción entre
imaginación y fantasía. La fantasía tiene la connotación de pensamiento
separado de los proyectos y los actos, y se asocia con lo privado e individual.
La imaginación, no obstante, tiene un sentido proyectivo, y puede llegar a ser
un aliciente para la acción cuando la imaginación es colectiva. La imaginación
es un espacio para la acción y no sólo para escapar.
·
Distinción entre el
sentido individual y colectivo de la imaginación: la imaginación es propiedad
de colectivos y no una cualidad de individuos geniales. Parte de lo que los
medios de comunicación de masas hacen, es contribuir a que un grupo empiece a
sentir e imaginar cosas en forma conjunta, como grupo, conformando lo que el
autor denomina “como comunidad de sentimiento”.
Es relevante la contribución que hace Appadurai en contra de la idea de cultura como
sustancia, y concibe a ésta más bien como una dimensión de los fenómenos, la
cual se enfoca en la diferencia que resulta de estar ubicada en un lugar y
tiempo específicos. De esta forma, el énfasis en la dimensionalidad, más que en
la sustancialidad, hace que la cultura sea vista no como una propiedad de
individuos y grupos, sino como un recurso para descubrir e investigar las diferencias. La cultura es una dimensión
infatigable del discurso humano que explora las diferencias para crear diversas
concepciones de la identidad de grupo. Y que evolucionan a través de los
procesos históricos (migraciones, procesos económicos, etc.).
Puedo relacionar
este texto con el trabajo de Zygmunt Bauman (2012), Modernidad líquida. Según
Appadurai, el tiempo de los Estados-nación como forma política moderna compleja
está llegando a su fin. Aunque cada Estado-nación es particular, todos
comparten el hecho de que sólo tienen sentido como partes de un sistema, el
cual se presenta muy pobremente equipado para lidiar con el fenómeno
interconectado de pueblos e imágenes en diáspora que caracteriza al aquí y
ahora de la modernidad.
Bauman afirma que el Estado es un ente de conexión entre los que gobiernan
y los miembros sociales/individuales. La unidad antigua
se ha separado en la modernidad líquida. “(…) para las multinacionales -es
decir las empresas globales con intereses y lealtades dispersos y cambiantes-,
el mundo ideal es uno sin estados o al menos con estados pequeños y no grandes”
(Bauman, 2012: 203) afirma este autor citando a Eric Hobsbawn, y añade que cada
vez es menos necesario “comprar gobiernos”, dejando entrever con esta
afirmación que son las multinacionales las que realmente gobiernan, en el
contexto de la deslocalización.
Appadurai sostiene que los
Estados-nación no serán los que vayan a arbitrar, a largo plazo, la relación
entre globalidad y modernidad; ya que por este hecho la modernidad está fuera
de control, desbordada. Esta argumentación tiene un plano ético y un plano
analítico. En relación al primero, se expone que cada vez más aparatos
gubernamentales se vuelven corruptos. En cuanto al plano analítico, basta con
evidenciar que en muchos de Estados-nación actuales (ni siquiera en algunos
aparentemente tan sólidos como EE.UU, Alemania o Japón) la legitimidad misma
del Estado no se encuentra asegurada.
Las claves de la modernidad, pues se
establecen en unos parámetros determinados; una desbordada o en fase terminal
para Apadurai, o una líquida, más maleable. Ambos coinciden en que estos
parámetros se perfilan con la ruptura inicial del continuum práctica vital/espacio-tiempo
en un nuevo orden posnacional.
Encuentro una relación con los
medios de comunicación que cita Appadurai en este texto, sobre todo cómo los
medios de masas, como por ejemplo las redes sociales están siendo utilizadas
para la difusión de proyectos ideológicos y de captación de seguidores/fieles,
a niveles nunca antes imaginados. El autor sostiene que es este un ámbito en el
que los medios de comunicación electrónicos han modificado los medios masivos
de comunicación en su conjunto, así como los medios de expresión y comunicación
tradicionales. Con ello han ofrecido nuevos recursos y disciplinas para la
construcción de la imagen de uno mismo, de su identidad, por tanto del mundo
(lo que Appadurai llama culturalismo). Un mundo que como podemos ver, se
distorsiona a conveniencia para ligarlo a una forma de pensamiento, y a la
búsqueda de un ideal acorde con una ideología determinada. Al adoptar estos
mensajes una forma distinta de difusión, y por la velocidad con la que avanzan,
los medios de comunicación electrónicos forman parte de la rutina cotidiana
proveyendo recursos y materia prima para hacer de la construcción de la imagen
del yo, un proyecto social e ideológico cotidiano para muchos que han visto en
estos medios, un canal eficiente y ultrarrápido para que lleguen sus proclamas
al mundo entero.
Bibliografía
Appadurai, A. (2001) La modernidad desbordada.
Dimensiones culturales de la globalización. Ediciones Trilce. Fondo de Cultura Económica.
Argentina.
Bauman, Z. (2012) Modernidad Líquida. Fondo de
Cultura Económica. Buenos Aires.
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