Matias Mata. Escritor de Graffiti |
Existe interdependencia
entre el dominio de la mirada, el de la imagen y el de la visualidad; entre el
mirar, el imaginar y el ver (o no ver). Hablamos de una suerte de mediación
entre las tres (Abril 2012). La imagen es un elemento provocador de emociones y
recuerdos, que nos permite conocer el pasado. Las imágenes visuales no se
agotan en lo visible sino que poseen trazos de lo invisible, visibilidad
reprimida, pospuesta o postergada. Abril sostiene que la visibilidad implica
ver más de lo que se ve (hay textos visuales que solo plasman lo invisible). Lo
que se ve, lo visual, se relaciona con elementos que no se ven, pero sin los
cuales seríamos ciegos a la imagen. Lo que no se ve, afecta al sentido de lo
que se ve, una interacción que conforma la propia imagen (Abril, 2012:22):
1. Lo visual relacionado con lo que se desea ver,
2. con lo que se sabe y se cree aunque no se vea,
3. y con lo que se hace.
Hay textos visuales porque alguien los mira, en un lugar y tiempo
determinado, en el contexto de una práctica discursiva, tal como afirma Abril
(2012). Pero la mirada no siempre es exterior. El texto visual, de forma
explícita o no, nos adjudica una posición, un lugar o un espacio de confort (o
malestar). Nuestra mirada está contenida en ellos porque hay textos que “nos
miran” (Abril, 2012:26). En ocasiones, el texto visual prevé nuestra mirada,
nuestro lugar como espectador, y hasta nuestro papel dentro de la propia
narración. En otras, el texto gestiona la mirada y objetiva (objetiviza) un
elemento, dotándolo de poder técnico, normativo y estético. En todo caso, vemos
a través de nuestra cultura y de nuestra experiencia como lectores de textos
visuales, y al mirar y hacer mirar, seleccionamos lugares de enunciación
construidos y asignados a posiciones sociales.
El graffiti se presenta como
una obra crítica y marginal, con una frecuente atracción hacia lo subversivo o
lo reprimido, caracterizándose por su fragilidad y carácter efímero como
frecuentemente el anonimato que rodea a sus autores. Ciudad (2011) sostiene que
son manifestaciones que representan un universo de oposiciones que
interaccionan creando una polifonía, una aglomeración conversativa; un universo
que ha logrado que la mirada de y sobre lo urbano, no pueda ya prescindir de su
presencia.
Parafraseando a Ardévol
(2003), esta mediación (en lo audiovisual) exige un proceso reflexivo y la
construcción de identidad del investigador, como parte constituyente y
constitutiva del propio objeto de estudio, así como de todas las fases del
proceso etnográfico. Es importante, durante la observación, conocer las
dinámicas dadas en integrarse en ellas como uno más. Así se comprende la
organización social del contexto virtual, y se analizan los datos a través de
la propia experiencia como investigadores, como ciudadanos o como
co-productores de las narrativas. El proyecto se construiría entonces
relacionalmente, entre todos los actores implicados directa o indirectamente en
el espacio y los graffitis.
Los espectadores deben comprender las imágenes observándolas, para lo
que se exige que el análisis del productor de esas imágenes sea evidente, según
Rollwagen (1995). Pero el cine antropológico es una comprensión temática a la
que se llega a través del conocimiento y la experiencia de teoría antropológica
(MacDougall). Ocurre que el cine etnográfico es complejo en cuanto a la
definición del término realidad. Para el cineasta, la observación en el campo
es suficiente para revelar esas estructuras de realidad. Pero la realidad
cultural es un sistema cuya naturaleza no es autoevidente incluso para
profesionales, excepto de un trabajo de campo en profundidad. El ser humano
existe dentro de una realidad socialmente construida e interpretada por lo que
la antropología prevé un marco intercultural complejo para enfrentarse a la
variación del sistema.
Pink (2001) afirma que las
imágenes deben ser tratadas como representaciones realistas de la realidad del
contexto del trabajo de campo, tal y como los etnógrafos la entienden. Pero hay
que tener en cuenta que, en ocasiones, se representan los puntos de vista del
productor, hecho que obliga a prestar atención a las interrelaciones entre el
conocimiento visual y otros conocimientos. El significado de un acontecimiento
no es inherente al mismo sino que depende de un trabajo de interpretación pues
todos los nativos no perciben el acontecimiento de la misma manera.
BIBLIOGRAFÍA
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