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domingo, 27 de julio de 2014

Cuatro décadas de sociología crítica: “Los nuevos caminos de un mundo a construir”

Entrevista publicada el 18 de julio de 2014 en piensachile.com
La ganadora del premio Libertador Simón Bolívar al pensamiento crítico (2013 – Venezuela) por su libro “Un mundo a construir (nuevos caminos)” vuelve sobre cuatro décadas de sociología crítica.
-De Los conceptos elementales del materialismo histórico a Un mundo a construir (nuevos caminos), ¿cuánta agua de pensamiento crítico ha cruzado el puente?
Sin duda que ha cruzado mucho agua bajo el puente. Yo escribí mi primer libro en París, teniendo un conocimiento muy vago de la realidad latinoamericana. Sólo conocía mi propio país, Chile, y no lo conocía en profundidad. Las reflexiones e informaciones que se encuentran en mi último libro Un mundo a construir (nuevos caminos) han surgido, en cambio, luego de haber entrevistado a más de 100 dirigentes políticos y sociales de nuestra región, varios de los cuales ocupan hoy altos cargos en el sistema político actual en sus respectivos países. Una diferencia abismal ¿no crees? Por ello creo que el libro ayudará a que mucha gente que conoció a la Marta de Los conceptos elementales…, y no leyó otras cosas suyas posteriores, ahora vea a la otra Marta que ha aprendido tanto de las luchas de nuestros pueblos y que propicia esa nueva cultura de la izquierda que tanto necesitamos.
-¿Qué le acerca y que le distancia hoy de Louis Althusser?
A mi entender Althusser ha hecho un aporte fundamental en el campo teórico: me permitió redescubrir el marxismo.
En un momento en que muchos intelectuales europeos consideraban superado el aporte teórico de Marx, Althusser nos revela que Marx no sólo es un científico más, un pensador social más, sino que a través de sus planteamientos ha provocado una verdadera revolución teórica que el propio Marx y sus seguidores no parecen haber comprendido en toda su profundidad. Él nos enseña no sólo que Marx no ha sido superado sino que, por el contrario, que en su obra existe un enorme potencial teórico que todavía no ha sido explotado.
Por otro lado, nos hace ver que la “ciencia de la historia” descubierta por Marx —porque el marxismo es eso, la ciencia que nos permite comprender las sociedades y su cambio—nada tiene que ver con las interpretaciones dogmáticas del marxismo; que gran parte del camino está todavía por hacerse; que ser marxista no es repetir fórmulas hechas y aplicarlas mecánicamente a realidades históricas concretas sino extraer de las obras de Marx aquellos instrumentos teóricos que permiten analizar en forma creadora nuevas realidades.
Yo debo mi desarrollo teórico fundamentalmente a Althusser.
Él me hizo ver el inmenso potencial instrumental que tenía el marxismo para resolver los problemas sociales que me inquietaban.
Lo primero que logró fue romper en mí el fantasma del determinismo mecanicista del marxismo.
Como católica militante entonces, mi preocupación central era el problema de la libertad del hombre. Su defensa de la dialéctica marxista como un fenómeno antimecanicista, donde la contradicción simple entre las fuerzas productivas y relaciones de producción nada explica si se es incapaz de ver cómo ella está sobredeterminada por otras múltiples contradicciones, me permitió entender que no era contradictorio afirmar a la vez que la sociedad determina el quehacer de las personas, pero que éstas, a su vez, desempeñan un papel en la historia. Ninguna crisis del capitalismo conducirá a su extinción si no existe un sujeto revolucionario que aproveche esa crisis para construir una sociedad alternativa.
Muchos han acusado a Althusser —como me han acusado a mí— de estructuralista, pero yo rechazo esa calificación, salvo que quienes sostengan esto piensen que también Marx es estructuralista.
Si entender la dinámica social a partir de la forma que se estructuran los procesos productivos es ser estructuralista, Marx es estructuralista, y también Althusser, y por supuesto yo como divulgadora de su pensamiento.
¿Se puede ser estructuralista y afirmar el carácter central que tienen la lucha de clases en la transformación de la sociedad como lo señala Althusser en el prefacio a la segunda edición de mi libro: Los conceptos elementales…?
También lo han acusado de antihumanista por que él habla del antihumanismo teórico de Marx y subrayo “teórico”, porque eso es lo que no han entendido sus críticos.
Althusser me enseñó que para resolver los problemas de la gente, Marx no construyó una teoría centrada en reflexiones acerca del hombre, de la persona humana, sino que buscó comprender las leyes que determinan la existencia real de las personas que viven en las sociedades.
Para servir a los hombres reales Marx crea una serie de conceptos científicos: modo de producción, de relaciones de producción, de fuerzas productivas, trabajo concreto, trabajo abstracto, plusvalía, etcétera.
Para poder ser humanista práctico era necesario que teóricamente Marx no fuera humanista, es decir, que no reflexionara sobre el hombre sino sobre la estructura social y su lógica de funcionamiento.
Por eso, según él, los problemas del hombre en el socialismo no iban a resolverse hablando del hombre, de la persona humana, sino afrontando concreta y correctamente los difíciles problemas que surgen en la construcción de todo orden social nuevo.
Por eso también consideraba antimarxista el que se atribuyeran todos los problemas de la entonces URSS a Stalin.
Reconociendo los errores personales de Stalin, lo que había que buscar —para evitar la repetición futura de esos errores— eran las causas económicosociales que explican el porqué del surgimiento de ese culto y de los problemas que entonces vivía la sociedad soviética. Insistía que no bastaba reconocer autocríticamente un error para poder superarlo, sino que había que profundizar en el conocimiento de las razones por las cuales ese error llegó a cometerse, para poder corregirlo. ¿No crees que éstas son reflexiones de mucha actualidad?
Además de lo ya expuesto, Althusser me enseñó el método con que debía estudiar a los clásicos del marxismo, y a otros autores en general.
Me enseñó a “leer”, a leer más allá de lo que una cita dice textualmente, a leerla en su contexto, a leer en profundidad, a deducir de lo que el autor dice, pero también de lo que no dice, su pensamiento profundo.
Sólo de esta manera es posible que nos liberemos del dogmatismo, de la repetición de citas textuales sacadas de su contexto, y que podamos argumentar con razonamientos y no con citas.
Sólo de esta manera se puede desarrollar creadoramente el pensamiento de Marx, extrayendo de las obras de los clásicos un enorme caudal de instrumentos teóricos que serán muy útiles para el estudio de las nuevas realidades que van surgiendo.
Gracias a este método logré reconstruir, por ejemplo, el concepto de clases sociales en Marx.
El capítulo dedicado a este tema es uno de los capítulos inconclusos de El capital. Pero, aunque en ninguna parte de su obra Marx define lo que son las clases sociales, a lo largo de toda ella están presentes los elementos teóricos que permiten darle un contenido conceptual a esa palabra clave para el marxismo.
Me he extendido mucho en responder a la primera parte de tu pregunta, pero era necesario hacerlo así porque Althusser ha sido tan tergiversado que salir en su defensa requiere de un mínimo de espacio.
Ahora, ¿que me separa hoy de Althusser? 
Yo te diría que es el énfasis que hoy pongo en la importancia de la práctica social y del protagonismo de la gente.
-Usted es la primera mujer que gana el Premio Libertador al pensamiento crítico, ¿hay un pensamiento crítico femenino? ¿El suyo lo es?
Yo no creo que un pensamiento se pueda calificar de masculino o de femenino. Yo creo que si yo hubiese usado un seudónimo masculino nadie hubiese podido detectar que ese escrito era el producto de una mujer.
-El Comandante Hugo Chávez, de quien usted estuvo mucho tiempo cerca, dijo que “la Revolución Bolivariana tiene rostro de mujer” y también la calificó de “feminista”. ¿Comparte usted esos criterios?
Antes de responder directamente a pregunta quisiera aclarar que yo nunca fui feminista.
Nunca estudié dicha literatura y nunca me sentí marginada de alguna tarea por ser mujer, pero por supuesto que eso no quiere decir que no exista discriminación hacia la mujer.
En un comienzo yo no era partidaria de las cuotas para mujeres, y me parecía innecesario usar un lenguaje atento al tema de género. Sin embargo, a partir de un cierto momento, en mis escritos empiezo incorporar temas y preocupaciones del movimiento feminista, pero lo interesante es que esa evolución no se debe a un estudio de la literatura feminista sino a que los comandantes guerrilleros que yo entrevistaba en aquel momento habían sido influidos en su forma de pensar por valiosas mujeres combatientes, ellas sí imbuidas del pensamiento feminista y eso se reflejaba en sus respuestas.
Por otra parte, más o menos una década más tarde, fue el presidente Chávez el que me enseñó, también en una forma práctica, a través de sus discursos, cuán importante era visibilizar a las mujeres en el lenguaje. Palabras como: hombres y mujeres, niños y niñas, compañeros y compañeras, amigas y amigos, los y las… pasaron entonces a incorporarse en mis textos. Y ahora cuando oigo algún discurso —y especialmente esto ocurre con los dirigentes sindicales masculinos— en que no se alude a las mujeres, siento que algo falla en esos compañeros.
Llegué también a entender la importancia de la llamada discriminación positiva para permitir abrir espacios a la mujer, aunque a mí me gusta mucho más la fórmula que usa el Movimiento Sin Tierra de Brasil, y que se emplea también en el Estado indio de Kerala para crear condiciones para el desarrollo de la mujer, fórmula que consiste en que en todos los organismos donde hay que elegir representantes: asentamientos, grupos de trabajo, etcétera, se elija siempre a un hombre y una mujer.
Esa práctica —al crear un espacio para la participación de la mujer— ha permitido demostrar que la mujer puede ser igual o mejor dirigente que el hombre.
Luego de este rodeo te respondo: yo creo que cuando Chávez califica a la revolución bolivariana de feminista está pensando en el gran papel que ha jugado y debe seguir jugando la mujer en el proceso revolucionario venezolano y por supuesto que en eso estoy totalmente de acuerdo con él.
 -¿Una revolución femenina es una revolución débil? Uno de los integrantes del jurado (Gianni Vattimo) que calificó su obra premiada dijo a Todosadentro que “El pensamiento débil es el más crítico pensamiento posible”. ¿Cómo siente estas opiniones a la luz de su obra?
Confieso que yo no he leído a Gianni Vattimo y tuve que consultar Wikipedia para saber que se entendía por “pensamiento débil”. Yo no emplearía el término “pensamiento débil” que la palabra de hoy tiene a mi entender una connotación negativa, preferiría hablar de pensamiento flexible, amplio, y en ese sentido ¡claro que un pensamiento con estas características no puede ser sino un pensamiento crítico!
-¿En qué se parece su “mundo a construir” y la Patria socialista que Chávez nos ha propuesto construir desde el denominado Plan de La Patria?
En mi libro incorporo muchas de las ideas del presidente Chávez acerca de la nueva sociedad que debemos construir en nuestra región. Fue el que acuñó el término “socialismo del Siglo XXI” dándole un contenido concreto a este término.
Fue él el que insistió en el protagonismo popular como una de las características centrales de la nueva sociedad: el socialismo del siglo XXI no se decreta desde arriba, se construye con la gente.
Fue él el que aceptó el desafío de empezar a construirlo a partir de la institucionalidad heredada.
¿Por qué te refieres al Plan de la patria donde se combinan una cantidad enorme de propuestas, muchas de las cuales pueden encontrarse perfectamente en programas que buscan dar un rostro humano al capitalismo?
Creo que el presidente Chávez tiene elaboraciones teóricas sobre este nuevo mundo construir mucho más ricas en intervenciones anteriores al Plan de la patria, varias de las cuales cito en mi libro.
 -¿Cuáles son los “nuevos caminos” del socialismo?
Cuando habló de los nuevos caminos lo hago pensando pensando en el tipo particular de transición hacia una sociedad alternativa al capitalismo que se está implementando en algunos países de América latina. En ellos, como dice el libro, no sólo existe una débil presencia de condiciones económicas, materiales y culturales para construir el socialismo, sino que también esta ausente la condición más importante, y hasta ahora considera indispensable: no se cuenta con todo el poder del Estado.
La transición comienza a partir de la conquista del gobierno que es sólo uno de los poderes del Estado. La práctica ha demostrado, contra el dogmatismo teórico de algunos sectores de la izquierda radical, que se puede transformar este Estado heredado en un instrumento para avanzar en la construcción de la nueva sociedad.
Pero hay dos condiciones esenciales para ello: la primera, que ese Estado esté habitado por personas dispuestas a hacer avanzar el proceso revolucionario y, segunda, que estas personas entiendan que deben buscar la colaboración de los sectores organizados del pueblo para controlar su quehacer y presionar para que dichas instituciones se pongan al servicio del proyecto revolucionario.
La transición particular que vivimos implica usar el aparato del Estado heredado para ir construyendo los cimientos de la nueva institucionalidad y del nuevo sistema político, creando espacios de protagonismo popular que vayan preparando a la gente para ejercer el poder desde el nivel más simple hasta el más complejo.
No hay una formula única para este tránsito, ni recetas preestablecidas, no se trata ni de calco y copia, si no de creación heroica como decía Mariátegui.
Se trata de un camino lleno de desafíos.
Respetando el juego democrático hay que hacer frente al enorme poder que todavía tiene la oposición, no sólo económico, sino mediático y cultural, y a todo el apoyo externo con que cuenta.
Se trata de un proceso muy lento que suele desanimar a no poca gente de izquierda.
Por eso es que en el libro yo habló de la necesidad de que nuestros gobernantes hagan lo que llamo “una pedagogía de los límites” del proceso.
Muchas veces se cree que hablarle de dificultades al pueblo es desalentarlo, cuando, por el contrario, si a los sectores populares se les informa, se les explica el porqué no se pueden alcanzar de inmediato las metas deseadas, eso los ayuda a entender mejor el proceso en que viven, a defenderlo y a moderar sus demandas.
Pero esta pedagogía de los límites debe ser acompañada simultáneamente de un fomento de la movilización y la creatividad populares, evitando domesticar la iniciativa de la gente y preparándose para aceptar posibles críticas a fallas de la gestión gubernamental. No sólo se debe tolerar la presión popular sino que se debe entender que es necesaria para ayudar a los gobernantes a combatir las desviaciones errores que pueden ir surgiendo en el camino.
En la segunda parte del libro señalo múltiples iniciativas concretas que puedan irse tomando a pesar de los límites ya señalados.
-¿Cristo y Bolívar son parte de esos “nuevos caminos” del mundo a construir? ¿Dónde está lo nuevo?
Mira, yo creo que hay que distinguir entre los valores socialistas que están presentes tanto en el cristianismo como en Bolívar y la forma concreta en que se debe construir una sociedad para hacer posible la plena expansión de esos valores.
No se si tú sabes que yo fui muy católica, llegué a ser dirigente de la Acción Católica Universitaria.
Sentía la necesidad de amar al prójimo, de resolver el problema de la pobreza, y el marxismo para mí significó el entender que para lograr esos valores, esos objetivos, había que cambiar la lógica de la sociedad capitalista —que se mueve por los intereses individuales y la ganancia— por una lógica distinta humanista y solidaria, lógica que no se construye por predicas, por discursos, sino que se construye creando las condiciones objetivas, estructurales, que permitan que la gente —a través de su propia práctica— vaya construyendo esas relaciones.
Pero para eso hay que conocer científicamente como funciona la sociedad capitalista, qué es necesario transformar y qué medidas concretas hay que adoptar para conseguir los objetivos buscados, y eso no lo encontramos ni en el cristianismo ni en Bolívar, sino en el marxismo que, como te decía, para mí es la ciencia que permite estudiar la sociedad y su cambio.
Lo nuevo en mi libro estaría entonces, fundamentalmente, en los caminos que habría que transitar para materializar esos valores socialistas compartidos.
-Su reciente libro premiado, ¿fue concebido bajo una intencionalidad política o es un ejercicio intelectual de asistencia social colectiva?
Todo lo que yo hago tiene una intencionalidad política, si por política entendemos el arte de hacer posible lo imposible, título de uno de mis libros y frase que muchas veces repitió el presidente Chávez. Y esto no quiere decir otra cosa que el arte de construir las fuerzas sociales que nos permitan ir cambiando la actual correlación de fuerzas a nuestro favor para ser capaces de impulsar los cambios necesarios que nos proponemos como meta. Lo que mi libro busca es colaborar en esa construcción de fuerzas sociales señalando con la mayor claridad posible esa meta —esa utopía que ilumina nuestro camino y que nos permite marchar y seguir luchando a pesar de los obstáculos que se nos puedan presentar—. Pero no basta vislumbrar esa meta, es necesario entender muy bien cómo hay que avanzar hacia ella desde la realidad concreta en la que estamos situados hoy en América Latina. De ahí que el libro busque también señalar las características de una transición particular al socialismo que es la que estamos enfrentando hoy en nuestro subcontinente: se trata —como te decía— de avanzar hacia el socialismo por la vía institucional. Y esto requiere, como diría Simón Rodríguez, “inventar para no errar”. Se habló mucho del pasado de las revoluciones políticas violentas —y cuando hablo de violentas estoy pensando en revoluciones productos de guerras civiles o de guerras antimperialistas— y de los requerimientos para que éstas fueran sus exitosas o que; se ha hablado poco, sin embargo, de las revoluciones pacíficas, de los obstáculos que necesariamente deben enfrentar y cómo se puede ir avanzando por la vía institucional y esto justamente es lo que trato de desarrollar en la segunda parte de mi libro.. Finalmente, en la última parte de mi libro insisto en la necesidad de contar con un instrumento político para poder enfrentar estos enormes desafíos. Como puedes ver, mi intencionalidad política es evidente.

Fuente: Iván Padilla/ Semanario “Todos Adentro”

Entrevista publicada el 18 de julio de 2014 en piensachile.com

domingo, 3 de junio de 2012

Historia de las Ideas Políticas Resúmenes Parte 51


En la asignatura de Historia de las Ideas Políticas del primer cuatrimestre del Grado en Sociología de la UNED, algun@s compañer@s realizamos un trabajo coral; resúmenes del libro Ideas y Formas Políticas: Del triunfo del Absolutismo a la Posmodernidad, bibliografía básica de esta asignatura. Quiero agradecer el esfuerzo, compromiso y dedicación desplegado por tod@s.  Derechos reservados, sus autores.

José Rodrigo Crespo - Tema 1 El triunfo del absolutismo // Elisa Ruiz Rodríguez - Tema 2 De la Ilustración al Estado Liberal // Alejandro Gessé Ponce - Tema 3 Los fundamentos de la democracia: de Rosseau a la Revolución Francesa // María Hernando García - Tema 4 El idealismo // Tomás Javier Prieto González - Tema 5 Tradicionalismo y Conservadurismo // Mónica Platero - Tema 6 El pensamiento político norteamericano: de los Founding Fathers a la consolidación de la nación americana // Juan José Amate Ruiz - Tema 7 El liberalismo posrevolucionario // Víctor Riesgo Gómez - Tema 8 Utilitarismo y liberalismo en Inglaterra // Pedro Medina Charavía - Tema 9 Del socialismo utópico al anarquismo // Carla Torres Segura - Tema 10 El anarquismo // Antonio Jesús Acevedo Blanco - Tema 11 Karl Marx y el Marxismo // José Bargallo Roges - Tema 12 El nacionalismo en el siglo XXI // Julio Monteagudo Diz – Tema 13 Totalitarismo (I): Fascismo y Nacional-Socialismo // Inocencia González Fernández Tema 14 Totalitarismo (II): El Comunismo Marxista-Leninista // Eva Del Riego Eguiluz – Tema 15 Los Liberalismo de posguerra // Carolina Judith Rabazo Pérez - Tema 16 Políticas del posmodernismo



INTRODUCCIÓN

Tras la Primera Guerra Mundial se produce el auge del corporativismo y el  ascenso del bolchevismo y de los regímenes fascista y nacional-socialista, y se produjo el auténtico derrumbe del orden liberal. En las sociedades de tradición liberal, como Inglaterra y Estados Unidos, tuvo lugar el ascenso del intervencionismo estatal y la construcción del Estado del bienestar (Welfare State). En la Inglaterra de entreguerras, John Maynard Keynes, lord Beveridge y otros liberales revisionistas intentaron llegar a un punto de encuentro entre el viejo orden liberal-capitalista y los nuevos ideales socialistas. 

Isaiah Berlin
Durante la Segunda Guerra Mundial, allí donde la opinión política no era franca y explícitamente socialista, reinaba el consenso general de que el futuro se encontraba en el Estado interventor y una economía, no de mercado libre, sino mixta y dirigida por el Estado. Keynes defiende la capacidad del Estado para controlar la demanda en la economía de mercado a través de una intervención adecuada, aumentando el gesto público durante las recesiones, sobre todo para mantener el pleno empleo.

Y también durante la Segunda Guerra Mundial y los años inmediatamente posteriores se produjeron importantes contribuciones a la renovación del liberalismo clásico, tanto a nivel político y filosófico como a nivel económico. En la década de los años cincuenta del siglo XX, el historiador israelí Jacob Talmon esgrimió, desde supuestos liberales, una crítica a la democracia, en su célebre obra Los orígenes de la democracia totalitaria (1952). El historiador israelí veía en la Ilustración el origen de las corrientes democráticas: el liberalismo empirista y pluralista; y el totalitarismo holístico y mesiánico. En cuanto movimiento universalista y racionalista, el comunismo era considerado como un totalitarismo de izquierdas, al cual se opone un totalitarismo de derechas, representado por el fascismo y el nacional-socialismo. Talmon señala una doble genealogía: por un lado, la mitología racial era el origen del nacional-socialismo; por otro, la democracia  rousseauniana era el origen del comunismo.

El historiador y filósofo Isaiah Berlin, con su libro Dos conceptos de libertad (1958), ofreció una reafirmación del concepto liberal clásico de libertad, enfatizando la importancia de las denominadas libertades negativas, es decir, las que consisten en la ausencia de restricción y coerción. Según Berlin, el valor de la elección, y por lo tanto de la libertad humana, deriva precisamente del pluralismo de valores.

FRIEDRICH VON HAYEK: EL LIBERALISMO CONSERVADOR

Hayek
Friedrich August von Hayek nació en Viena el 8 de mayo de 1899. Su padre pertenecía a la baja nobleza austriaca. Entre sus primos se encontraba el filósofo Ludwig Wittgenstein. En la Universidad de Viena, tuvo como profesor, entre otros, a Hans Kelsen; y consiguió el título de doctor en Derecho. Igualmente, estudió ciencias políticas. En un primer momento, sus ideas políticas eran de corte fabiano.

Sus intereses se fueron centrando en cuestiones económicas. Fue decisivo su encuentro con Ludwig von Mises, uno de los representantes de la Escuela Austriaca de Economía. Esta escuela se había iniciado con la publicación de los Principios de Economía Política de Carl Menger, en 1870. Junto con las obras de León Walras y Stanley Jevons, éste provocó la llamada revolución marginalista y subjetivista en la teoría económica. Sus conceptos fundamentales son el subjetivismo, el individualismo, el proceso de mercado y la capacidad empresarial.

Según Hayek y Mises los gobiernos carecen del conocimiento suficiente como para reproducir el equilibrio perfecto de la teoría pura y que la marginación del empresario, y en consecuencia de los beneficios, significa que los administradores no tiene incentivos para realizar una eficiente asignación de recursos.

En 1931 fue invitado por Lionel Robbins a Londres y se estableció en Inglaterra, adquiriendo en 1938 la nacionalidad británica. Y, desde entonces, siempre se consideró “culturalmente británico”. En ese nuevo contexto, Hayek destacó por su enfrentamiento personal con Keynes, lo que le condujo, al ostracismo intelectual durante gran parte de su vida.

En 1944, Hayek publicó Road to Serfdon (Camino de servidumbre), donde defendió que en la planificación económica socialista se encontraba la causa última de las diversas formas de totalitarismo del siglo XX, unidas por una misma hostilidad hacia el mercado y por una misma voluntad de control estatal de la economía. Según Hayek, el totalitarismo era la antítesis de una sociedad libre, es decir, fundada en las libertades negativas y en las fuerzas impersonales del mercado. El socialismo era portador de un amenaza mortal no tanto para la democracia, sino sobre todo para las libertades negativas. Camino de servidumbre teorizaba una concepción neoliberal -el mercado como fundamento armonioso y autosuficiente del orden social, la defensa de la propiedad, Gobierno de la Ley, etc.-. Sin embargo, no se oponía a una cierta intervención del Estado, defendiendo “la certidumbre de un mínimo dado de sostén para todos”, es decir, un mínimo de alimentos, techo, vestidos suficientes para preservar la salud y la capacidad de trabajar, así como un seguro asistido por el Estado contra la enfermedad, los accidentes y los desastres naturales.

En 1947, Hayek y otros treinta y ocho intelectuales decidieron fundar la Sociedad Mont Pèlerin, cuyo objetivo era crear una asociación internacional de pensadores comprometidos en la defensa de los valores del liberalismo clásico. Entre sus miembros, se encontraron Milton Friedman, Bertrand de Jouvenel, Lionel Robbins, Karl Raimund Popper, Michael Polanyi y Ludwig con Mises.

En 1949, Hayek se traslada a los Estados Unidos, donde tuvo oportunidad de relacionarse con Milton Friedman, Frank Knight, Goerge J. Stigler y Gary Becker, unidos todos por su antikeynesianismo. Tres años después se marchó a la Universidad de Friburgo, donde tomó contacto con los representantes de la escuela ordoliberal alemana: Alexander Rüstow, Wilhelm Röpke y Walter Eucken. Su tarea consistió en asesorar a los gobernantes alemanes en su afán de reemplazar la economía planificada del período de la guerra por otra basada en el libre mercado. Entre 1969 y 1977, residió en Salzburgo.

Desde entonces, su labor se centró en la crítica del socialismo y la defensa del liberalismo clásico. Tal es el proyecto que subyace en sus obras más célebres: Los fundamentos de la libertad, Derecho, legislación y libertad, La fatal arrogancia, La contrarrevolución en la ciencia, etc. Su punto de partida es la crítica epistemológica al cientificismo y constructivismo, cuyos antecedentes ideológicos y filosóficos se encuentran en Descartes, Bacon, Rouseau, Sant-Simon, Comte y Hegel. El cientificismo consiste en la falsa aplicación de los métodos de las ciencias naturales a las ciencias morales y sociales. El racionalismo constructivista es toda forma de pensamiento que considere que la razón puede llevar a edificar una sociedad nueva y mejor, creando de la nada sus instituciones. Los constructivistas consideran que las instituciones ya existentes son productos de la creación deliberada de alguien, por lo menos en todos los aspectos que racionalmente se consideran positivos. El enfoque científico y constructivista es inherentemente colectivista.

Kant
Frente al cientificismo y al constructivismo Hayek cree que la base epistemológica de la sociedad liberal es el racionalismo evolutivo, cuya tesis central es que el orden social es espontáneo. Cada situación analizada es resultado de una infinidad de sucesos interrelacionados que no permiten su selección y aislamiento del resto. Siguiendo a Hume y a Kant, Hayek estima que la mente humana no es una instancia independiente del mundo exterior; es un elenco de normas cuyo origen se encuentra en ese mundo exterior. Hayek mantiene que nuestra civilización debe basarse en la posibilidad de que el hombre puede otorgar fiabilidad a muchas realidades que no pueden ser conocidas plenamente en el sentido cartesiano. Y este es precisamente el papel desempeñado por la tradición y por las instituciones de la sociedad. Hayek entiende por tradición el conjunto de los hábitos, de normas y de instituciones que conforman la sociedad. La tradición es la depositaria de las mejores prácticas. A pesar de su agnosticismo, Hayek alaba las instituciones religiosas como principales guardianes de la tradición.

Hayek elabora una concepción del devenir histórico como algo totalmente abierto. Los únicos instrumentos de los que dispone  el científico social son las teorías que permiten elaborar leyes económicas y la información contenida en las instituciones sociales.

Respecto a la aparición del mercado, Hayek descarta la posibilidad de que el mercado haya sido creado de  manera consciente y deliberada. El mercado se crea inadvertidamente, una vez que los hombres se dan cuenta de que es más útil llegar a un acuerdo con gentes que producen otros bienes que emplear la violencia para hacerse con esos mismos bienes. Otro tanto puede decirse de la propiedad privada: no ha sido “inventada” por nadie. Surge porque se abandonaron otras prácticas que ya no satisfacían las necesidades del grupo.

Hayek estima que va produciéndose una eliminación selectiva de las conductas menos convenientes, a la vez que la civilización progresa gracias a la incorporación de los instrumentos y las instituciones que hayan probado su superioridad. En síntesis, se trata de demostrar que las normas que se difundan serán las que rigen las prácticas y costumbres de los grupos de mayor éxito. Lo decisivo es que se mantenga incólume la confianza en una forma de comportamiento que en el pasado ha demostrado su utilidad. El resultado es un progreso autogenerado. De ahí que en muchas ocasiones Hayek haga referencia a un orden espontáneo para aludir al tipo de proceso descrito.

Como corolario de esta teoría, Hayek rechaza todos los proyectos de reforma económico-política auspiciados por la socialdemocracia, el liberalismo utilitarista o el positivismo jurídico. Todos ellos son, para Hayek, variantes del constructivismo político. De la misma forma, rechaza los fundamentos del decisionismo político de Carl Schmitt y del positivismo jurídico de Hans Kelsen.

Hayek realiza una defensa del gobierno estrictamente limitado, el mercado libre, el impersonal gobierno de la ley, al igual que del desarrollo social por mediante del crecimiento espontáneo y no mediante la planificación consciente y la coerción.

Hayek parte de una defensa de la libertad negativa, que define como ausencia de coacción. Una sociedad libre es la que permite al individuo realizar sus proyectos dentro de sus posibilidades, sin que ninguna autoridad pública -elegida o no- ni ninguna persona privada se arroguen la facultad de impedir a nadie el camino a seguir. La libertad se caracteriza por el respeto a ese margen de decisión personal. La libertad económica consiste en que el marco legal vigente no ponga trabas ni a la acumulación de bienes, ni al libre acceso de los mismos por parte de cada ciudadano. Como resultado final tenemos un modelo de sociedad basado en la primacía del mercado, en la retirada del  Estado y en la responsabilidad individual.

La igualdad en el pensamiento de Hayek es sinónimo de igualdad ante la ley; sólo esta es compatible con la garantía de la libertad negativa. La desigualdad social es entendida por Hayek como un rasgo natural y un elemento beneficioso para fomentar el progreso social, porque auspicia las ansias de emulación. Una sociedad igualitaria es una sociedad irremesiblemente condenada la estancamiento y, con el tiempo,al declive económico y cultural.

Hayek no admite el principio de justicia distributiva porque lo juzga incompatible con el Estado de Derecho, dado que supone la vulneración de la libertad negativa. A su juicio, la justicia distributiva es “el caballo de Troya del totalitarismo”. En opinión de Hayek, sólo el comportamiento de los individuos puede ser enjuiciado éticamente. La justicia social exige planificación económica y atribución al poder político de la facultad de asignar funciones, remuneraciones y recompensas a cualquier ciudadano.

Hayek. Premio Nobel de Economía 1974
Para Hayek, la libertad positiva, es decir, la participación política, ocupa un lugar secundario. Liberalismo y democracia no eran sinónimos. La democracia se ocupa del problema de quien debe dirigir el gobierno. El liberalismo requiere que todo poder y, en consecuencia, también el de la mayoría, sea limitado. Lo contrario de la democracia era el gobierno autoritario; mientras que lo contrario del liberalismo era el totalitarismo. Ninguno de los dos sistemas excluía al otro. Una democracia podía empuñar poderes totalitarios; y era concebible que un gobierno autoritario pudiera actuar sobre principios liberales. El liberalismo era, así, incompatible con todas las otras formas de gobierno ilimitado. La opinión de la mayoría sería menos sabia que las decisiones individuales. Para Hayek, en definitiva,  la democracia era esencialmente un medio, un expediente utilitario para salvaguardar la paz interna y la libertad individual. Hayek denuncia que los poderes elegidos democráticamente han sido empleados para recortar sistemáticamente las libertades negativas, mediante la planificación económica, la presión fiscal, políticas de nacionalización, control de precios o de salarios. Y en otras ocasiones, poderes elegidos democráticamente han optado por restringir otras libertades esenciales, como las de pensamiento o la religiosa.

El imperio de la ley exige que los poderes coactivos del Estado no puedan emplearse sino en conformidad con las normas generales; exige que la ley no haga excepción de personas; exige la independencia de los jueces y que éstos no estén sometidos a ambiciones políticas; y exige, por fin, que se proteja el ámbito reservado para la acción y para la propiedad.

Para restaurar la impersonalidad y la universalidad de las leyes, Hayek propone diferenciar el Estado y el gobierno, estableciendo un sistema bicameral. La cámara legislativa estaría compuesta de sabios de más de cuarenta y cinco años, elegidos por representación proporcional. La cámara gubernativa será elegida por escrutinio mayoritario y tendrá por objeto el control del gobierno. Existirá también un Tribunal Constitucional, compuesto por jueces profesionales y antoguos miembros de las dos asambleas. Su función sería dirimir los confictos de competencias entre ambas cámaras.

Hayek no discute la existencia del Estado; pero sus funciones son muy diferentes a las del Estado socialista y a las del Estado benefactor. Corresponde al Estado la defensa y protección de los derechos derivados de la evolución espontánea. En el ámbito económico, debería intervenir para reforzar el propio mercado, ya sea por vía legislativa o a través de políticas públicas. Igualmente, Hayek se muestra partidario de que el Estado asuma aquellas tareas que sean de utilidad pública cuando no puedan llevarse a cabo mediante la iniciativa privada. red de carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos. Admite igualmente la existencia de un sistema público de sanidad y de seguridad social.

Hayek recibió, en 1974, el Premio Nobel de Economía. Sus ideas políticas y económicas disfrutaron a partir de esa fecha de gran influencia, sobre todo en los gobiernos presididos por Margaret Thatcher en Inglaterra, y de Ronald Reagan en Estados Unidos. En 1991 recibió la Medal of Freedom, a instancias del entonces presidente norteamericano George Bush. Hayek falleción en Fiburgo en 1992.

sábado, 2 de junio de 2012

Historia de las Ideas Políticas Resúmenes Parte 50


En la asignatura de Historia de las Ideas Políticas del primer cuatrimestre del Grado en Sociología de la UNED, algun@s compañer@s realizamos un trabajo coral; resúmenes del libro Ideas y Formas Políticas: Del triunfo del Absolutismo a la Posmodernidad, bibliografía básica de esta asignatura. Quiero agradecer el esfuerzo, compromiso y dedicación desplegado por tod@s.  Derechos reservados, sus autores.

José Rodrigo Crespo - Tema 1 El triunfo del absolutismo // Elisa Ruiz Rodríguez - Tema 2 De la Ilustración al Estado Liberal // Alejandro Gessé Ponce - Tema 3 Los fundamentos de la democracia: de Rosseau a la Revolución Francesa // María Hernando García - Tema 4 El idealismo // Tomás Javier Prieto González - Tema 5 Tradicionalismo y Conservadurismo // Mónica Platero - Tema 6 El pensamiento político norteamericano: de los Founding Fathers a la consolidación de la nación americana // Juan José Amate Ruiz - Tema 7 El liberalismo posrevolucionario // Víctor Riesgo Gómez - Tema 8 Utilitarismo y liberalismo en Inglaterra // Pedro Medina Charavía - Tema 9 Del socialismo utópico al anarquismo // Carla Torres Segura - Tema 10 El anarquismo // Antonio Jesús Acevedo Blanco - Tema 11 Karl Marx y el Marxismo // José Bargallo Roges - Tema 12 El nacionalismo en el siglo XXI // Julio Monteagudo Diz – Tema 13 Totalitarismo (I): Fascismo y Nacional-Socialismo // Inocencia González Fernández Tema 14 Totalitarismo (II): El Comunismo Marxista-Leninista // Eva Del Riego Eguiluz – Tema 15 Los Liberalismo de posguerra // Carolina Judith Rabazo Pérez - Tema 16 Políticas del posmodernismo



LA LUCHA POR LA SUCESIÓN DE LENIN

La lucha por la sucesión de Lenin enfrentó dos concepciones distintas del modelo del Estado Soviético. Troski defendía la necesidad de que nuevos Estados abrazasen el socialismo, que no podría sobrevivir en un único Estado ni preparar el camino al comunismo, por lo que defendió la necesidad de la revolución permanente. Stalin defendió el socialismo en un solo país: una Unión Soviética se fuerte para facilitar su acceso al comunismo.

Leon Troski

León Troski
Lev Davidovitch Bronstein “Trotski”. (Ucrania 1879-México 1940) fue miembro del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, colaborador de “Iskra” (La Chispa) y uno de los organizadores del soviet de San Petersburgo en la revolución de 1905, por lo que fue deportado a Siberia. Con su gran oratoria y capacidad de análisis y organización, jugó un papel fundamental en la revolución del 17, apoyando sin matices a Lenin en la insurrección de octubre que llevaría a los bolcheviques al poder. Tras encargarse de negociar la paz con Alemania, organiza el Ejército Rojo para combatir la guerra civil rusa. Tras la muerte de Lenin y su enfrentamiento con Stalin, sería desposeído de todos sus cargos, expulsado del Partido, deportado, obligado a exiliarse y asesinado en 1940.
Trotski desarrollo una amplia labor intelectual,  escribiendo “1905. Resultados y perspectivas” o “Historia de la Revolución Rusa”, entre otros títulos; pero su contribución doctrinal al marxismo llegaría tras la muerte de Lenin, al enfrentarse a las posiciones defendidas por Stalin. En “La revolución permanente” y “La revolución traicionada” realiza sus principales aportaciones teóricas al marxismo-leninismo, defendiendo la revolución internacional y permanente para el triunfo definitivo en todo el mundo. Las teorías de Trotski supusieron una contribución más al desarrollo del marxismo-leninismo aunque, sin posibilidad de aplicación debido a su derrota.
Tras la aprobación de la Constitución de 1936 en un contexto de persecución de todo tipo de disidencia y de purgas internas, Trotski definirá al sistema soviético, en “La revolución traicionada”, como un sistema intermedio que no podía ser calificado como capitalista pero tampoco como socialista ya que ni se habían eliminado las desigualdades sociales ni las clases sociales, sobre todo por la preeminencia de una casta dominante que acaparaba el poder y los recursos.
También aporto su idea de una nueva IV Internacional Comunista, independiente de la Segunda Internacional (socialista) y de la Tercera (comunista bajo control soviético). Considera que es necesario ayudar al proletariado a encontrar el puente entre sus reivindicaciones concretas (programa mínimo) y un programa más ambicioso que conduzca a la revolución socialista (programa máximo).

Iósif Stalin

Stalin
Iosif V. Dzhugashvili “Stalin” (Georgia 1878 – Moscú 1953). Estudió en el seminario de Tiflis, adhiriéndose pronto a los movimientos revolucionarios georgianos. Aunque no desataco como intelectual ni como pensador, de 1917 a 1923 fue Comisario del Pueblo para Asuntos Nacionales y en 1922 fue nombrado Secretario General del Comité Central del Partido Comunista, cargo en principio de importancia menor,  pero donde fue acaparando poder hasta situarse en primer plano coincidiendo con la enfermedad de Lenin. Tras la muerte de este, Stalin se posiciono, junto a Zinoviev y Kamenev, contra Trotski, inicialmente mejor posicionado. En el XV Congreso del Partido Comunista de 1927, consiguió la expulsión de los tres, aliando con el sector más a la derecha del partido, representado por Bujarin y Rikov. Tampoco estos tardarían en caer, consiguiendo concentrar todo el poder del Partido y del Estado en sus manos, extendiendo el terror a las purgas entre los propios miembros del Partido Comunista, dando comienzo a los planes de industrialización y colectivización agraria y alentando la construcción del socialismo en un solo país, la Unión Soviética.
En el texto Constitucional de 1936 se recogieron los principios económicos y sociales (concentración y centralización del poder) del Estado socialista configurado por Stalin: propiedad socialista (estatal o cooperativas) de los bienes de producción, planificación estatal y el principio de  “de cada uno según su capacidad, a cada uno según su trabajo”; sistema de partido único con el Partido Comunista como guía del Estado. Las reformas institucionales supusieron la fusión del Congreso de los Soviets de la URSS y del Comité Ejecutivo Central en el Soviet Supremo de la URSS, acumulando funciones legislativas y ejecutivas. Fue un régimen personalista y de terror, sustentado en la idolatría y las purgas indiscriminadas. La victoria de las tesis de Stalin condiciono la historia del comunismo hasta su práctica desaparición como modelo estatal. El estalinismo no fue una doctrina teórica pero sí una forma política: la aplicación sin límites del poder individual en nombre, eso sí, de la doctrina marxista-leninista, que le dotaba de la legitimidad y argamasa institucional necesarias para su permanencia.
Paradójicamente, el hecho de que la Unión Soviética se encontrase años después entre los países vencedores tras la segunda guerra mundial permitió la expansión de los sistemas comunistas por la Europa bajo ocupación de tropas soviéticas y, como resultado de la competencia con norteamérica, ampliará su esfera de influencia a prácticamente todo el planeta.

LA DERIVA DE LA UNIÓN SOVIÉTICA

Tras la muerte de Stalin en 1953, el periodo conocido como el deshielo trajo consigo una tímida apertura y una pequeña liberalización a medio camino entre el reconocimiento de las atrocidades cometidas y la necesidad de articular cambios indispensables para la supervivencia del propio régimen. Jruschov denuncio el culto a la personalidad y en 1961 anuncio el comienzo de una nueva etapa que incluía la transformación estatal, pasando de la dictadura del proletariado al “Estado de todo el pueblo”. En 1962 comenzó el trabajo para la elaboración de una nueva constitución, frenada tras su caída en 1964. La llegada de Brézsniev dio paso a un período de estancamiento económico, atraso tecnológico, crecimiento del gasto y de las dimensiones del sector militar, y de intensificación de la presencia internacional.
En 1972 se emprendió la elaboración del nuevo texto constitucional, que permitiría su uso como propaganda internacional por la inclusión en ella de los derechos humanos, que la URSS acababa de suscribir. Esta Constitución no cambió mucho la estructura estatal, ni el teórico objetivo final de disolución del Estado, pero sí reconoció un hecho incontrovertible: el Partido Comunista, era la fuerza dirigente y orientadora de la sociedad soviética y el núcleo de su sistema político y de las organizaciones estatales y sociales.
El sistema soviético comenzó a dar señales de crisis en los 70 y más en los 80. En 1982 murió Brézsniev, sustituido por Andrópov y en 1984 por Chernienko. En 1985 fue elegido Secretario General del PCUS Gorbachov, cuando la imparable crisis hacia evidente la necesidad de cambios en el sistema. Fue el periodo conocido como la “perestroika” (reestructuración), que trajo consigo grandes cambios al relajarse la política exterior, liberalizarse la economía y flexibilizarse la política informativa (glásnost). Los siguientes años, conformaron una época de luchas internas de la elite soviética por salvaguardar su posición y por hacerse con el control del poder, en una contienda entre dos grandes proyectos, uno que formalmente apostaba por la democracia y el capitalismo, representado por Boris Yeltsin que pretendía la aceleración de las reformas, y otro de corte conservador dispuesto a todo con tal de preservar los privilegios. Las modificaciones del Estado se reflejaron en continuas reformas constitucionales. En 1988 se dio paso a un nuevo Congreso de Diputados Populares y a unas elecciones en condiciones semidemocráticas. En1990, se creó la figura del Presidente de la Unión Soviética y se acabó con el monopolio político del PCUS. Los cambios agrandaron la distancia entre las posturas intensificando su radicalización. La oscilación de Gorbachov entre un grupo y otro, la presión nacionalista y el empeoramiento de la situación económica termino concitando la oposición a su figura que tuvo su máxima expresión en el golpe de Estado de agosto de 1991, cuyo fracaso acelero vertiginosamente los cambios haciendo inevitable la desaparición de la Unión Soviética en las navidades de ese mismo año.

LOS SISTEMAS COMUNISTAS

La expansión de los Estados socialistas tuvo tres grandes momentos. Uno coincidente con la instauración y consolidación del Estado soviético. Un segundo, entre 1945 y 1948, en el que numerosos países del este de Europa, donde al finalizar la II guerra mundial estaban presentes tropas soviéticas, constituyeron gobiernos dominado por los comunistas. Y un tercero, que coincidiría con la propagación a distintas zonas de África, Asia y América Latina.
En Europa del Este fue un proceso en cadena en la zona de protección ganada por los rusos al IIIº Reich, comenzando por Checoeslovaquia que ya en 1943 firmó un tratado de amistad con la URSS. En los primero años tras la IIª GM harían lo propio otros países, conformando una red de relaciones económicas y diplomáticas que serian el primer paso para la consecución del poder por parte de los comunistas, bien a través de elecciones libres o por otros métodos; y distinguiendo aquellos países que habían formado parte del grupo de vencedores: Polonia, Yugoslavia y Checoslovaquia, y aquellos que habían sido aliados de Alemania, como Rumania, Hungría y Bulgaria. Una vez en el poder, los nuevos Estados socialistas reprodujeron el referente soviético estalinista. La tónica dominante fue marcada por el curso de los acontecimientos en la URSS. Las crisis e intervenciones soviéticas en Hungría y Checoslovaquia dejaban claro que la autonomía de estos países quedaba condicionada por la presencia del Ejército Rojo en sus territorios. Solo la disolución del poder soviético permitió la desaparición del bloque del Este al liberarse estos países de sus ataduras.
Lenin
El tercer momento, el resto de casos se incorporaron al bloque marxista-leninista en un contexto internacional de competencia entre las dos grandes potencias, la “guerra fría”. En un escenario de descolonización de las antiguas colonias europeas, la lucha consistía en conseguir atraer a los nuevos Estados, como Vietnam o Corea hacia uno de los dos grandes modelos. Numerosos movimientos revolucionarios contaron con ayuda económica y militar soviética. Y algunos de esos estados, como Cuba o Corea del Norte, perduraron tras la caída de la URSS.
El caso chino, por sus particulares características, tiene connotaciones diferentes. Aunque sus transformaciones y evolución posterior no han seguido igual camino, su modelo de Estado fue semejante en lo esencial al soviético. El maoísmo, teoría desarrollada por Mao Zedong, máximo dirigente del Partido Comunista de China y fundador de la República Democrática China, reclama parte de la tradición marxista-leninista más ortodoxa. Mao utilizo los planteamientos del marxismo-leninismo pero reservando un papel principal al campesinado en lugar de a la clase obrera. Si para Lenin o Stalin los campesinos eran de poco fiar por su escasa ideologización y menor movilización, además de sus tendencias burguesas propietarias, para Mao eran el motor de la revolución, un potencial movilizador que, bien dirigido por el Partido, permitiría alcanzar el Estado. Su planteamiento de la estrategia política en término de lucha armada y su teoría sobre la guerra de guerrillas hizo de él un referente y modelo para no pocos grupos de terroristas y movimientos guerrilleros de todo el mundo.