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domingo, 27 de julio de 2014

Cuatro décadas de sociología crítica: “Los nuevos caminos de un mundo a construir”

Entrevista publicada el 18 de julio de 2014 en piensachile.com
La ganadora del premio Libertador Simón Bolívar al pensamiento crítico (2013 – Venezuela) por su libro “Un mundo a construir (nuevos caminos)” vuelve sobre cuatro décadas de sociología crítica.
-De Los conceptos elementales del materialismo histórico a Un mundo a construir (nuevos caminos), ¿cuánta agua de pensamiento crítico ha cruzado el puente?
Sin duda que ha cruzado mucho agua bajo el puente. Yo escribí mi primer libro en París, teniendo un conocimiento muy vago de la realidad latinoamericana. Sólo conocía mi propio país, Chile, y no lo conocía en profundidad. Las reflexiones e informaciones que se encuentran en mi último libro Un mundo a construir (nuevos caminos) han surgido, en cambio, luego de haber entrevistado a más de 100 dirigentes políticos y sociales de nuestra región, varios de los cuales ocupan hoy altos cargos en el sistema político actual en sus respectivos países. Una diferencia abismal ¿no crees? Por ello creo que el libro ayudará a que mucha gente que conoció a la Marta de Los conceptos elementales…, y no leyó otras cosas suyas posteriores, ahora vea a la otra Marta que ha aprendido tanto de las luchas de nuestros pueblos y que propicia esa nueva cultura de la izquierda que tanto necesitamos.
-¿Qué le acerca y que le distancia hoy de Louis Althusser?
A mi entender Althusser ha hecho un aporte fundamental en el campo teórico: me permitió redescubrir el marxismo.
En un momento en que muchos intelectuales europeos consideraban superado el aporte teórico de Marx, Althusser nos revela que Marx no sólo es un científico más, un pensador social más, sino que a través de sus planteamientos ha provocado una verdadera revolución teórica que el propio Marx y sus seguidores no parecen haber comprendido en toda su profundidad. Él nos enseña no sólo que Marx no ha sido superado sino que, por el contrario, que en su obra existe un enorme potencial teórico que todavía no ha sido explotado.
Por otro lado, nos hace ver que la “ciencia de la historia” descubierta por Marx —porque el marxismo es eso, la ciencia que nos permite comprender las sociedades y su cambio—nada tiene que ver con las interpretaciones dogmáticas del marxismo; que gran parte del camino está todavía por hacerse; que ser marxista no es repetir fórmulas hechas y aplicarlas mecánicamente a realidades históricas concretas sino extraer de las obras de Marx aquellos instrumentos teóricos que permiten analizar en forma creadora nuevas realidades.
Yo debo mi desarrollo teórico fundamentalmente a Althusser.
Él me hizo ver el inmenso potencial instrumental que tenía el marxismo para resolver los problemas sociales que me inquietaban.
Lo primero que logró fue romper en mí el fantasma del determinismo mecanicista del marxismo.
Como católica militante entonces, mi preocupación central era el problema de la libertad del hombre. Su defensa de la dialéctica marxista como un fenómeno antimecanicista, donde la contradicción simple entre las fuerzas productivas y relaciones de producción nada explica si se es incapaz de ver cómo ella está sobredeterminada por otras múltiples contradicciones, me permitió entender que no era contradictorio afirmar a la vez que la sociedad determina el quehacer de las personas, pero que éstas, a su vez, desempeñan un papel en la historia. Ninguna crisis del capitalismo conducirá a su extinción si no existe un sujeto revolucionario que aproveche esa crisis para construir una sociedad alternativa.
Muchos han acusado a Althusser —como me han acusado a mí— de estructuralista, pero yo rechazo esa calificación, salvo que quienes sostengan esto piensen que también Marx es estructuralista.
Si entender la dinámica social a partir de la forma que se estructuran los procesos productivos es ser estructuralista, Marx es estructuralista, y también Althusser, y por supuesto yo como divulgadora de su pensamiento.
¿Se puede ser estructuralista y afirmar el carácter central que tienen la lucha de clases en la transformación de la sociedad como lo señala Althusser en el prefacio a la segunda edición de mi libro: Los conceptos elementales…?
También lo han acusado de antihumanista por que él habla del antihumanismo teórico de Marx y subrayo “teórico”, porque eso es lo que no han entendido sus críticos.
Althusser me enseñó que para resolver los problemas de la gente, Marx no construyó una teoría centrada en reflexiones acerca del hombre, de la persona humana, sino que buscó comprender las leyes que determinan la existencia real de las personas que viven en las sociedades.
Para servir a los hombres reales Marx crea una serie de conceptos científicos: modo de producción, de relaciones de producción, de fuerzas productivas, trabajo concreto, trabajo abstracto, plusvalía, etcétera.
Para poder ser humanista práctico era necesario que teóricamente Marx no fuera humanista, es decir, que no reflexionara sobre el hombre sino sobre la estructura social y su lógica de funcionamiento.
Por eso, según él, los problemas del hombre en el socialismo no iban a resolverse hablando del hombre, de la persona humana, sino afrontando concreta y correctamente los difíciles problemas que surgen en la construcción de todo orden social nuevo.
Por eso también consideraba antimarxista el que se atribuyeran todos los problemas de la entonces URSS a Stalin.
Reconociendo los errores personales de Stalin, lo que había que buscar —para evitar la repetición futura de esos errores— eran las causas económicosociales que explican el porqué del surgimiento de ese culto y de los problemas que entonces vivía la sociedad soviética. Insistía que no bastaba reconocer autocríticamente un error para poder superarlo, sino que había que profundizar en el conocimiento de las razones por las cuales ese error llegó a cometerse, para poder corregirlo. ¿No crees que éstas son reflexiones de mucha actualidad?
Además de lo ya expuesto, Althusser me enseñó el método con que debía estudiar a los clásicos del marxismo, y a otros autores en general.
Me enseñó a “leer”, a leer más allá de lo que una cita dice textualmente, a leerla en su contexto, a leer en profundidad, a deducir de lo que el autor dice, pero también de lo que no dice, su pensamiento profundo.
Sólo de esta manera es posible que nos liberemos del dogmatismo, de la repetición de citas textuales sacadas de su contexto, y que podamos argumentar con razonamientos y no con citas.
Sólo de esta manera se puede desarrollar creadoramente el pensamiento de Marx, extrayendo de las obras de los clásicos un enorme caudal de instrumentos teóricos que serán muy útiles para el estudio de las nuevas realidades que van surgiendo.
Gracias a este método logré reconstruir, por ejemplo, el concepto de clases sociales en Marx.
El capítulo dedicado a este tema es uno de los capítulos inconclusos de El capital. Pero, aunque en ninguna parte de su obra Marx define lo que son las clases sociales, a lo largo de toda ella están presentes los elementos teóricos que permiten darle un contenido conceptual a esa palabra clave para el marxismo.
Me he extendido mucho en responder a la primera parte de tu pregunta, pero era necesario hacerlo así porque Althusser ha sido tan tergiversado que salir en su defensa requiere de un mínimo de espacio.
Ahora, ¿que me separa hoy de Althusser? 
Yo te diría que es el énfasis que hoy pongo en la importancia de la práctica social y del protagonismo de la gente.
-Usted es la primera mujer que gana el Premio Libertador al pensamiento crítico, ¿hay un pensamiento crítico femenino? ¿El suyo lo es?
Yo no creo que un pensamiento se pueda calificar de masculino o de femenino. Yo creo que si yo hubiese usado un seudónimo masculino nadie hubiese podido detectar que ese escrito era el producto de una mujer.
-El Comandante Hugo Chávez, de quien usted estuvo mucho tiempo cerca, dijo que “la Revolución Bolivariana tiene rostro de mujer” y también la calificó de “feminista”. ¿Comparte usted esos criterios?
Antes de responder directamente a pregunta quisiera aclarar que yo nunca fui feminista.
Nunca estudié dicha literatura y nunca me sentí marginada de alguna tarea por ser mujer, pero por supuesto que eso no quiere decir que no exista discriminación hacia la mujer.
En un comienzo yo no era partidaria de las cuotas para mujeres, y me parecía innecesario usar un lenguaje atento al tema de género. Sin embargo, a partir de un cierto momento, en mis escritos empiezo incorporar temas y preocupaciones del movimiento feminista, pero lo interesante es que esa evolución no se debe a un estudio de la literatura feminista sino a que los comandantes guerrilleros que yo entrevistaba en aquel momento habían sido influidos en su forma de pensar por valiosas mujeres combatientes, ellas sí imbuidas del pensamiento feminista y eso se reflejaba en sus respuestas.
Por otra parte, más o menos una década más tarde, fue el presidente Chávez el que me enseñó, también en una forma práctica, a través de sus discursos, cuán importante era visibilizar a las mujeres en el lenguaje. Palabras como: hombres y mujeres, niños y niñas, compañeros y compañeras, amigas y amigos, los y las… pasaron entonces a incorporarse en mis textos. Y ahora cuando oigo algún discurso —y especialmente esto ocurre con los dirigentes sindicales masculinos— en que no se alude a las mujeres, siento que algo falla en esos compañeros.
Llegué también a entender la importancia de la llamada discriminación positiva para permitir abrir espacios a la mujer, aunque a mí me gusta mucho más la fórmula que usa el Movimiento Sin Tierra de Brasil, y que se emplea también en el Estado indio de Kerala para crear condiciones para el desarrollo de la mujer, fórmula que consiste en que en todos los organismos donde hay que elegir representantes: asentamientos, grupos de trabajo, etcétera, se elija siempre a un hombre y una mujer.
Esa práctica —al crear un espacio para la participación de la mujer— ha permitido demostrar que la mujer puede ser igual o mejor dirigente que el hombre.
Luego de este rodeo te respondo: yo creo que cuando Chávez califica a la revolución bolivariana de feminista está pensando en el gran papel que ha jugado y debe seguir jugando la mujer en el proceso revolucionario venezolano y por supuesto que en eso estoy totalmente de acuerdo con él.
 -¿Una revolución femenina es una revolución débil? Uno de los integrantes del jurado (Gianni Vattimo) que calificó su obra premiada dijo a Todosadentro que “El pensamiento débil es el más crítico pensamiento posible”. ¿Cómo siente estas opiniones a la luz de su obra?
Confieso que yo no he leído a Gianni Vattimo y tuve que consultar Wikipedia para saber que se entendía por “pensamiento débil”. Yo no emplearía el término “pensamiento débil” que la palabra de hoy tiene a mi entender una connotación negativa, preferiría hablar de pensamiento flexible, amplio, y en ese sentido ¡claro que un pensamiento con estas características no puede ser sino un pensamiento crítico!
-¿En qué se parece su “mundo a construir” y la Patria socialista que Chávez nos ha propuesto construir desde el denominado Plan de La Patria?
En mi libro incorporo muchas de las ideas del presidente Chávez acerca de la nueva sociedad que debemos construir en nuestra región. Fue el que acuñó el término “socialismo del Siglo XXI” dándole un contenido concreto a este término.
Fue él el que insistió en el protagonismo popular como una de las características centrales de la nueva sociedad: el socialismo del siglo XXI no se decreta desde arriba, se construye con la gente.
Fue él el que aceptó el desafío de empezar a construirlo a partir de la institucionalidad heredada.
¿Por qué te refieres al Plan de la patria donde se combinan una cantidad enorme de propuestas, muchas de las cuales pueden encontrarse perfectamente en programas que buscan dar un rostro humano al capitalismo?
Creo que el presidente Chávez tiene elaboraciones teóricas sobre este nuevo mundo construir mucho más ricas en intervenciones anteriores al Plan de la patria, varias de las cuales cito en mi libro.
 -¿Cuáles son los “nuevos caminos” del socialismo?
Cuando habló de los nuevos caminos lo hago pensando pensando en el tipo particular de transición hacia una sociedad alternativa al capitalismo que se está implementando en algunos países de América latina. En ellos, como dice el libro, no sólo existe una débil presencia de condiciones económicas, materiales y culturales para construir el socialismo, sino que también esta ausente la condición más importante, y hasta ahora considera indispensable: no se cuenta con todo el poder del Estado.
La transición comienza a partir de la conquista del gobierno que es sólo uno de los poderes del Estado. La práctica ha demostrado, contra el dogmatismo teórico de algunos sectores de la izquierda radical, que se puede transformar este Estado heredado en un instrumento para avanzar en la construcción de la nueva sociedad.
Pero hay dos condiciones esenciales para ello: la primera, que ese Estado esté habitado por personas dispuestas a hacer avanzar el proceso revolucionario y, segunda, que estas personas entiendan que deben buscar la colaboración de los sectores organizados del pueblo para controlar su quehacer y presionar para que dichas instituciones se pongan al servicio del proyecto revolucionario.
La transición particular que vivimos implica usar el aparato del Estado heredado para ir construyendo los cimientos de la nueva institucionalidad y del nuevo sistema político, creando espacios de protagonismo popular que vayan preparando a la gente para ejercer el poder desde el nivel más simple hasta el más complejo.
No hay una formula única para este tránsito, ni recetas preestablecidas, no se trata ni de calco y copia, si no de creación heroica como decía Mariátegui.
Se trata de un camino lleno de desafíos.
Respetando el juego democrático hay que hacer frente al enorme poder que todavía tiene la oposición, no sólo económico, sino mediático y cultural, y a todo el apoyo externo con que cuenta.
Se trata de un proceso muy lento que suele desanimar a no poca gente de izquierda.
Por eso es que en el libro yo habló de la necesidad de que nuestros gobernantes hagan lo que llamo “una pedagogía de los límites” del proceso.
Muchas veces se cree que hablarle de dificultades al pueblo es desalentarlo, cuando, por el contrario, si a los sectores populares se les informa, se les explica el porqué no se pueden alcanzar de inmediato las metas deseadas, eso los ayuda a entender mejor el proceso en que viven, a defenderlo y a moderar sus demandas.
Pero esta pedagogía de los límites debe ser acompañada simultáneamente de un fomento de la movilización y la creatividad populares, evitando domesticar la iniciativa de la gente y preparándose para aceptar posibles críticas a fallas de la gestión gubernamental. No sólo se debe tolerar la presión popular sino que se debe entender que es necesaria para ayudar a los gobernantes a combatir las desviaciones errores que pueden ir surgiendo en el camino.
En la segunda parte del libro señalo múltiples iniciativas concretas que puedan irse tomando a pesar de los límites ya señalados.
-¿Cristo y Bolívar son parte de esos “nuevos caminos” del mundo a construir? ¿Dónde está lo nuevo?
Mira, yo creo que hay que distinguir entre los valores socialistas que están presentes tanto en el cristianismo como en Bolívar y la forma concreta en que se debe construir una sociedad para hacer posible la plena expansión de esos valores.
No se si tú sabes que yo fui muy católica, llegué a ser dirigente de la Acción Católica Universitaria.
Sentía la necesidad de amar al prójimo, de resolver el problema de la pobreza, y el marxismo para mí significó el entender que para lograr esos valores, esos objetivos, había que cambiar la lógica de la sociedad capitalista —que se mueve por los intereses individuales y la ganancia— por una lógica distinta humanista y solidaria, lógica que no se construye por predicas, por discursos, sino que se construye creando las condiciones objetivas, estructurales, que permitan que la gente —a través de su propia práctica— vaya construyendo esas relaciones.
Pero para eso hay que conocer científicamente como funciona la sociedad capitalista, qué es necesario transformar y qué medidas concretas hay que adoptar para conseguir los objetivos buscados, y eso no lo encontramos ni en el cristianismo ni en Bolívar, sino en el marxismo que, como te decía, para mí es la ciencia que permite estudiar la sociedad y su cambio.
Lo nuevo en mi libro estaría entonces, fundamentalmente, en los caminos que habría que transitar para materializar esos valores socialistas compartidos.
-Su reciente libro premiado, ¿fue concebido bajo una intencionalidad política o es un ejercicio intelectual de asistencia social colectiva?
Todo lo que yo hago tiene una intencionalidad política, si por política entendemos el arte de hacer posible lo imposible, título de uno de mis libros y frase que muchas veces repitió el presidente Chávez. Y esto no quiere decir otra cosa que el arte de construir las fuerzas sociales que nos permitan ir cambiando la actual correlación de fuerzas a nuestro favor para ser capaces de impulsar los cambios necesarios que nos proponemos como meta. Lo que mi libro busca es colaborar en esa construcción de fuerzas sociales señalando con la mayor claridad posible esa meta —esa utopía que ilumina nuestro camino y que nos permite marchar y seguir luchando a pesar de los obstáculos que se nos puedan presentar—. Pero no basta vislumbrar esa meta, es necesario entender muy bien cómo hay que avanzar hacia ella desde la realidad concreta en la que estamos situados hoy en América Latina. De ahí que el libro busque también señalar las características de una transición particular al socialismo que es la que estamos enfrentando hoy en nuestro subcontinente: se trata —como te decía— de avanzar hacia el socialismo por la vía institucional. Y esto requiere, como diría Simón Rodríguez, “inventar para no errar”. Se habló mucho del pasado de las revoluciones políticas violentas —y cuando hablo de violentas estoy pensando en revoluciones productos de guerras civiles o de guerras antimperialistas— y de los requerimientos para que éstas fueran sus exitosas o que; se ha hablado poco, sin embargo, de las revoluciones pacíficas, de los obstáculos que necesariamente deben enfrentar y cómo se puede ir avanzando por la vía institucional y esto justamente es lo que trato de desarrollar en la segunda parte de mi libro.. Finalmente, en la última parte de mi libro insisto en la necesidad de contar con un instrumento político para poder enfrentar estos enormes desafíos. Como puedes ver, mi intencionalidad política es evidente.

Fuente: Iván Padilla/ Semanario “Todos Adentro”

Entrevista publicada el 18 de julio de 2014 en piensachile.com

domingo, 4 de mayo de 2014

La resurrección de Michel Foucault

Artículo de Juan Manuel Bellver publicado el 25 de abril de 21014 en El Mundo.

"No digo las cosas porque las pienso. Digo las cosas para no pensarlas más", explica Michel Foucault en un vídeo colgado estos días en YouTube bajo el título de 'The Lost Interview' ('La entrevista perdida'). Rescatado de los archivos de la televisión pública holandesa, el programa nos muestra al eminente filósofo francés, en 1971 en su apartamento de la rue Vaugirard, hablando acerca de la locura, la cuestión de género o las culturas extranjeras con su homólogo holandés Fons Elders, en vísperas de un histórico debate con el lingüista estadounidense Noam Chomsky sobre el tema 'La naturaleza humana: Justicia versus poder', celebrado en noviembre de aquel año en la Escuela Superior de Tecnología de Eindhoven y retransmitido igualmente por la Nederlandse Publieke Omroep (NPO).


"Los occidentales tenemos un concepto demasiado elevado de nosotros mismos. Nos creemos una civilización tolerante, que ha acogido todas las culturas que le son ajenas, todas las desviaciones del comportamiento, el lenguaje y la sexualidad", comenta en el mencionado clip. "Me pregunto si eso no es una ilusión, porque para conocer esas culturas ha sido necesario no sólo excluirlas y despreciarlas, sino también explotarlas, conquistarlas y acallarlas a la fuerza, del mismo modo que el puritanismo del siglo XIX amordazó la sexualidad para que ésta se revelase después a través del psicoanálisis y la psicopatología. Así que la universalidad de nuestro saber ha sido adquirida al precio de las exclusiones, prohibiciones, negaciones y rechazos, al precio de la crueldad".
El próximo 25 de junio se cumplirán 30 años de la muerte por sida de uno de los más influyentes pensadores de la segunda mitad del siglo XX y las biografías, recopilaciones de artículos y reediciones se suceden, reivindicando la permanente vigencia de sus planteamientos en estos tiempos convulsos.
Filósofo pero también psicólogo, historiador de las ideas y teórico social, Foucault ha pasado a la posteridad por sus certeros análisis de los sistemas de poder y su relación con el saber, por sus estudios críticos de las instituciones, desde las clínicas hasta los tribunales o las cárceles, y por haber diseccionado las normas sociales y la búsqueda de la verdad en el ser humano, así como las formas de subjetividad, esos criterios que la sociedad impone para definir quién está loco o enfermo, quién es un criminal o un depravado.
Asociado al estructuralismo tras publicar 'Las palabras y las cosas' (1966), donde parte de 'Las meninas' de Velázquez para desarrollar su arqueología de las ciencias humanas desde una perspectiva epistemológica, él mismo se distanció posteriormente de este movimiento, que consideraba demasiado rígido, como tampoco quiso nunca que le clasificaran de autor postestructuralista o posmoderno. Reacio a las etiquetas y los convencionalismos, Foucault dudaba de los signos como dudaba del poder y, acaso consciente de sus debilidades y contradicciones, siempre insistió en que no se juzgara al pensador por su faceta de ser humano.
"No deseo que, durante el programa televisivo, se dedique espacio a mis datos biográficos, ya que los considero irrelevantes para los temas que se van a tratar", le advirtió a su amigo Fons Elders, por carta mecanografiada, antes de prestarse a recibir en su domicilio parisino a la NPO. Y éste cumplió rigurosamente su petición pero, a la hora del montaje, decidió que la entrevista arrancara con un plano fijo de dicha misiva para mostrar la peculiaridad del personaje.
Por mucho que él lo negara, la vida de Paul-Michel Foucault (1926-1984) sí influyó de alguna manera en la construcción de su obra. Nacido en Poitiers, hijo de un eminente cirujano (Paul Foucault), su infancia en una capital de provincias durante la Segunda Guerra Mundial fue la de un niño apabullado por la insistencia de su padre para que estudiara Medicina -al final lo haría su hermano menor Denys- y un alumno irregular que suspendía en Matemáticas pero brillaba en Historia.
Enigmático, solitario y agresivo
Admitido en la prestigiosa École Normale Supérieure (ENS) de París, reducto académico de las élites francesas del que han salido 13 premios Nobel, el muchacho "enigmático, solitario y agresivo" -como le describirían sus compañeros- se quitó allí el nombre de Paul por odio a su progenitor, al tiempo que descubría su homosexualidad con un sentimiento de culpa tan grande que intentó suicidarse con una cuchilla de afeitar.
Cuentan las crónicas que en su internamiento en el Hospital de Saint-Anne, históricamente especializado en trastornos psiquiátricos y adicciones, se halla el secreto de su interés por la Psicología Patológica -disciplina muy reciente en la Francia de la posguerra-, que pasaría a estudiar después de licenciarse en Filosofía en 1948 en la Sorbona, donde solía ufanarse de no haber pisado jamás un aula.
Para aquel tiempo, este devoto de Kant, Nietzsche y Heidegger -pero también del transgresor Georges Bataille- se hizo sorpresivamente militante del Partido Comunista Francés siguiendo a su mentor, Louis Althusser. Pero pronto se desilusionó con las riñas internas del PCF y las noticias sobre los gulag estalinistas que se filtraban desde la URSS. A pesar de ello, en 1951, Althusser le consiguió un puesto de profesor de Psicología en la ENS, donde coincidió con Paul Veyne y Jacques Derrida.
Vino luego un peregrinar por centros extranjeros enseñando francés. En Uppsala (Suecia), escribió en 1954 su primer ensayo, 'Enfermedad mental y personalidad', donde revisaba el concepto de locura y su interpretación a través del tiempo por parte de las autoridades para internar a mendigos y libertinos en instituciones médicas que mezclaban la caridad con la represión. En Varsovia fue asignado en 1958 al Centro de Civilización Francesa, pero pronto la Sluzba Bezpieczenstwa -policía política polaca- detectó sus correrías nocturnas en ambientes gais y le puso en la frontera.
De vuelta a casa, ocupó un puesto de Filosofía en Clermont-Ferrand, donde intimó con el sociólogo Daniel Defert, que sería su compañero hasta el fin de sus días. Siguiendo a este último hasta Túnez, donde le tocó hacer el servicio militar, Foucault se perdió el mayo del 68 en el Hexágono. Pero ese mismo otoño ya estaba en París, inmerso en la ebullición que la capital francesa vivió tras las revueltas callejeras e integrado en una irrepetible camada de pensadores galos (Lévi-Strauss, Roland Barthes, Lacan, Deleuze, Lyotard...), algunos de los cuales participarían con él en la fundación del mítico Centre Universitaire Expérimental de Vincennes, un proyecto docente alternativo y autogestionado, impulsado por el ministro de Educación Edgar Faure como respuesta a las reivindicaciones estudiantiles, que daría lugar después a la Universidad París VIII de Vincennes à Saint-Denis .
Para entonces, nuestro hombre ya era un filósofo admirado, gracias a libros como 'Las palabras y las cosas' (1966) o 'La arqueología del saber' (1969), a los que siguieron otras obras fundamentales como 'Vigilar y castigar' (1975), 'Microfísica del poder' (1980) o 'Historia de la sexualidad' (tres volúmenes de 1976 a 1984), pergeñadas durante su etapa final como catedrático de Historia de los Sistemas de Pensamiento en el reverenciado Collège de France (1970-1984).
LSD y ayatolás
Tal vez porque nunca vivió en directo las barricadas noventayochistas, Foucault se apuntó posteriormente a toda suerte de experiencias marginales o subversivas, desde tomar LSD en 1975 en el corazón del Valle de la Muerte (California), en ese fascinante Zabriskie Point al cual Michelangelo Antonioni dedicó una extravagante película, hasta apoyar en 1979 la revolución iraní del ayatolá Jomeini -luego se arrepentiría- por considerarla como "el nacimiento de una nueva forma de espiritualidad política".
Aquejado del virus VIH, el filósofo más citado del mundo en el ámbito de las Humanidades -según decretaría 'The Times Higher Education Guide' en 2007- falleció en 1984 sin que 'Le Monde' explicara claramente las causas del deceso. Cuatro años después, su admirador y presunto amante Hervé Guibert revelaría su condición de seropositivo en 'Al amigo que no me salvó la vida', ejercicio de autoficción galardonado con el Prix Colette, en el que contaba detalladamente la agonía por síndrome de inmunodeficiencia de un pensador llamado Muzil, alter ego de Foucault.
Antes de dejarnos, el filósofo destruyó muchos de sus documentos inéditos para evitar su difusión y prohibió en su testamento que se realizaran ediciones póstumas de sus escritos, de los cuales se han vendido en Francia hasta la fecha 1,3 millones de ejemplares. A pesar de ello, sus clases magistrales en el Collège de France han dado lugar a 13 volúmenes de transcripciones lanzados por Gallimard, traducidos a 30 idiomas y despachados en el Hexágono al ritmo de 15.000 copias por tomo.
Precisamente uno de aquellos cursos, consagrado en 1979 al neoliberalismo, está siendo reivindicado en los últimos años por su aproximación visionaria a la corriente macro-económica que ha marcado este siglo XXI. Durante tres sesiones, Foucault analizó las teorías de autores entonces poco conocidos, como el austriaco Friedrich Hayek o el estadounidense Gary Becker, futuro Nobel de Economía.
"Con un increíble sentido de la anticipación, reveló que el verdadero proyecto de esta corriente no era liberar al pueblo sino imponer una forma de vida guiada por la tiranía del mercado y la disciplina presupuestaria", señala Eric Aeschimann en 'Le Nouvel Observateur'. "En ese momento, nadie imaginaba la ola neoliberal que caería sobre el planeta. Luego él murió y ese aspecto de su trabajo cayó en el olvido. Hasta que, en 2009, 'La Nouvelle Raison du monde', de Cristian Dardot y Pierre Laval, demostró que Foucault fue también un brillante analista de la economía liberal".

El éxito de dicho ensayo certifica la actualidad del pensamiento 'foucaultiano', que parece haberse vuelto más influyente que el de otros compañeros generacionales como Lacan, Deleuze o Derrida. Para honrarle 30 años después de muerto, Toulouse le dedicará en junio una sesión del Marathon des Mots, igual que el Centro Pompidou parisino ha programado conferencias acerca de la relación de Foucault con el arte, y el canal televisivo Arte emitirá un documental con el significativo título de Foucault contra sí mismo que a él, eterno insatisfecho, quizá no le hubiera hecho mucha gracia.

Artículo de Juan Manuel Bellver publicado el 25 de abril de 21014 en El Mundo.

domingo, 28 de julio de 2013

Resumen Ideología y Utopía Paul Ricoeur Parte 4


Marx: La ideología alemana (1)

En esta conferencia y en la siguiente examinaremos La ideología alemana. Estas dos conferencias completarán mi análisis de Marx. Me interesa especialmente la controversia registrada en el marxismo entre la interpretación estructuralista de la ideología y la llamada interpretación humanista de la ideología. Mi discusión se limitará al enfoque estructuralista tal como está ejemplificado en la obra de Louis Althusser.

En La ideología alemana tenemos un texto marxista y no ya un texto premarxista, éste es un texto de transición, es por lo menos un texto de transición si no ya la base de todos los escritos propiamente marxistas de Marx.

La ideología alemana abre dos perspectivas al mismo tiempo y porque la interpretación marxista variará decisivamente según cuál de estas dos alternativas se valore más. La ideología alemana deja claro: entidades como conciencia, autoconciencia y ser de la especie, conceptos todos correspondientes al modo de pensamiento feuerbachiano y, por tanto, a la tendencia hegeliana de la filosofía alemana.

La primera alternativa que presenta La ideología alemana  es el remplazo de los viejos conceptos por entidades tales como modos de producción, fuerzas de producción, relaciones de producción, clases que constituyen el vocabulario marxista típico. Dichas entidades, objetivas pueden definirse sin aludir a sujetos individuales ni, por consiguiente, a la alienación de tales sujetos. La base real de la infraestructura y la ideología se relaciona con esta base en su condición de superestructura. La ideología alemana es marxista en el sentido de que coloca en el primer plano una base material de entidades anónimas en lugar de las representaciones y fantasías idealistas que giraban alrededor de la conciencia. La conciencia se considera como algo que está completamente en el campo de la ideología; en la base material real como tan no existe ninguna implicación de la conciencia.

La segunda perspectiva que abre La ideología alemana: las clases y todas las otras entidades colectivas no se consideran como la base última sino que son más bien sólo la base de una ciencia objetiva. En este enfoque más radical, las entidades objetivas tienen el soporte de la vida real de los individuos vivos reales. El concepto de vida real tal como la llevan los individuos reales en Marx se da no entre el mundo de la conciencia como algo ideológico y ciertas entidades anónimas y colectivas, sino en el seno de la idea de humanidad misma. La base última ya no es la estructura de El capital. El capital refleja en cambio una abstracción metodológica que en última instancia tiene sus raíces en la vida de los individuos. El concepto de ideología que Marx utiliza en este texto se opone, no a la ciencia, sino a lo real. En La ideología alemana, lo ideológico es loa imaginario como opuesto a lo real. En consecuencia, la definición del concepto de ideología depende de lo que sea la realidad a la que se la opone.

En La ideología alemana el concepto de ideología alude a los jóvenes hegelianos y a todo lo que procedía de la descomposición del sistema hegeliano. Marx entiende el concepto a todas las formas de producción que no sólo ni propiamente económicas, tales como el derecho, el Estado, el arte, la religión y la filosofía. Es un término polémico enderezado contra cierta escuela de pensamiento. Las Vorstellungen (concepciones, ideas) son las maneras en que nos concebimos a nosotros mismos y no las maneras en que  hacemos, obramos, somos. Lo que era el producto se convierte en el amo. El modelo de la alienación está presente sin que se emplee el término mismo.

La ideología criticada aquí sostiene que para modificar la vida de los hombres basta con modificar sus pensamientos. Las figuras desafiadas en la parte final de la cita son respectivamente Feuerbach, Bruno Bauer y Stirner.

En la parte primera del texto de Marx, Feuerbach es la piedra de toque, reduce las representaciones religiosas a las ideas de seres humanos. Marx sostiene que la reducción de Feuerbach continúa siendo en cierto sentido una idea religiosa puesto que asigna a la conciencia todos los atributos extraídos del marco de ideas religiosas. Lo que Marx llama la exigencia de interpretar la realidad formulada por los jóvenes hegelianos supone por parte de ellos el empleo de la crítica en la cual se mueven siempre dentro de la esfera de pensamiento. La interpretación siempre se mueve entre interpretaciones. La interpretación es un proceso que se da dentro de la representación y por eso resulta ideológica en ese sentido. Para Marx, el problema está en que antes de modificar las respuestas lo que debe modificarse es el modo de formular las preguntas, es decir, las preguntas deben ser desplazadas.

El término central es “material” que se opone siempre a “ideal”. En esta obra lo material y lo real son exactamente sinónimos, así como lo son ideal y lo imaginario.

Obsérvese primero que el adjetivo “real” modifica a premisas. Las premisas son Voraussetzungen, supuestos. En oposición a estas premisas reales están la abstracción y la imaginación. Marx coloca juntos a los individuos reales y las condiciones materiales; tal vez a base en última instancia sean los individuos en sus condiciones materiales. Posiblemente ésta sea una manera de mantener las dos lecturas. Las condiciones materiales y los dos individuos reales son los dos conceptos fundamentales. Cuando Marx sostiene que estas premisas reales pueden verificarse empíricamente, deberíamos observar que primero son premisas y luego son verificadas.

Las estructuras anónimas tales como las condiciones materiales reciben inmediatamente el soporte de individuos reales. Las condiciones materiales son siempre condiciones para los individuos. Marx subraya el papel decisivo que desempeñan los individuos humanos vivos. Marx enriquece este papel al señalar la contribución que hacen los seres humanos a sus condiciones materiales; esta observación también amplía el concepto de condición material. El tema principal son todavía los seres humanos. Las condiciones materiales no pueden definirse sin una esfera de actividad humana.

Por un lado, los seres humanos obran para producir sus condiciones materiales y, por otro, dependen también de esas condiciones. La naturaleza de los individuos lo que prevalece, aun en esta relación de dependencia. Este concepto de la vida humana individual, es muy diferente del concepto más bien metafísico y abstracto de una objetivación que luego queda alineada. El concepto de objetivación es reemplazado por la noción de una vida individual que produce en condiciones que están ellas mismas dadas para esa actividad. Hay una relación entre el aspecto voluntario de la actividad y el aspecto involuntario de la condición. La ruptura con una autoconciencia soberana se produce precisamente en esta dependencia respecto de las condiciones materiales, respecto de las condiciones determinantes; así y todo las condiciones siempre están relacionadas con el concepto de actividad.

1.    Al primer concepto que estamos considerando, lo material y lo real y su conexión, ya con los individuos ya con las condiciones.
2.    El siguiente concepto que hemos de considerar es el de las fuerzas productivas. Introduce la historia en toda la argumentación. La historia afecta la base antropológica que acabamos de examinar y la afecta a través de lo que Marx llama el desarrollo de las fuerzas productivas. El papel de este concepto tiene importantes implicaciones para el concepto de ideología, en una declaración extrema y muy vigorosa. Marx dice que no hay historia de la ideología. El proceso de la historia siempre procede desde abajo y para Marx ese abajo es precisamente el desarrollo de las fuerzas productivas. La vida en general no tiene historia; los seres vivos, como las abejas y las hormigas siempre construyen su morada de la misma manera. Pero hay una historia de la producción humana.
La relación entre fuerzas productivas y los modos de producción es significativa porque la interpretación estructuralista y antihumana de Marx se basa principalmente en esta interacción entre fuerzas y formas, entre fuerzas de producción y relaciones de producción. Las relaciones de producción son principalmente el marco jurídico, el sistema de propiedad, el sistema de salarios, etc. Las reglas sociales de conformidad con las cuales se desarrolla el proceso tecnológico. Marx sostiene que la tecnología, que comprende sólo las fuerzas productivas, no puede caracterizarse como algo que exista por sí mismo ni en sí mismo; las fuerzas productivas no existen como tales en “ninguna parte”. Las fuerzas productivas y las formas están siempre interrelacionadas. Marx describe todo el proceso de la historia como una evolución de las fuerzas productivas junto con una evolución de las formas correspondientes. Al caracterizar la división del trabajo y las formas de propiedad la índole del régimen de la propiedad constituye la forma en que se desarrollan las fuerzas.
3.    El tercer concepto que hemos de considerar es el de clase, el modo de asociación, el modo de unión, resultante de la interacción entre fuerzas y formas. Este concepto es capita en nuestro estudio puesto que el problema está en saber si la clase es el requisito último de una teoría de la ideología. La determinación del papel de la clase depende de la manera en que situemos el concepto en el análisis de Marx.
Marx opone la manera que ciertas cosas se manifiestan (erscheinen) como fenómenos, en representaciones, a la manera en que esas cosas realmente son. El concepto clave que está en juego aquí es el individuo en ciertas condiciones, situación empero en la que las condiciones corresponden a la estructura del individuo. La estructura de clase corresponde a lo que la gente es y no a lo que se “imagina”, no a lo que se piensa que ella es. Esta estructura es una estructura ontológica, es un modo de ser que precede a la manera en que la gente se representa su situación. El concepto de individuos que operan es el soporte del concepto de clase; necesario a la estructura es “el proceso vital de determinados individuos”. Aquí se da una anticipación inicial de la relación entre la llamada superestructura y la llamada infraestructura; la clase es una infraestructura, pero como modo de ser conjunto es también una actividad en ciertas condiciones.
4.    El texto nos lleva luego al importante concepto de materialismo histórico. Este concepto deriva de la descripción de la serie de condiciones materiales sin las cuales no habría historia. Para la La ideología alemana, el materialismo histórico es la descripción de las condiciones materiales que dan una historia de la humanidad. El materialismo histórico no es todavía una filosofía, una teoría, una doctrina, un dogma; es en cambio, una manera de interpretar la vida humana sobre la base de las condiciones materiales de la actividad humana.
Marx resumen la naturaleza del desarrollo histórico articulado por el materialismo histórico en tres puntos. El materialismo histórico incorpora primero la producción de los medios para satisfacer necesidades materiales humanas. Cuando los economistas hablan de necesidad, dice Marx, hablan de una entidad que es una abstracción. Pasan por alto el hecho de que las necesidades reciben su dimensión histórica sólo de la producción de los medios para satisfacerlas. Cuando producimos solamente los medios para satisfacer necesidades existentes, la producción se limita al horizonte de esas necesidades dadas. El segundo elemento básico de importancia histórica surge sólo en la producción de nuevas necesidades. Únicamente entonces hay historia del deseo de esa permanente creación de necesidades para vender más. El tercer momento que comprende el desarrollo histórico es la reproducción de la humanidad por medio de la familia. Para Marx la estructura de la familia deriva de la historia de las necesidades como parte de la historia de la producción. Aquí la historia de la familia es la de que primero existe una célula económica que luego es destruida por la industria, etc. La familia es mantenida en la corriente de las fuerzas productivas. Marx refiere constantemente las entidades colectivas, que son el objeto del materialismo histórico, a los individuos que las producen.
5.    El quinto concepto principal de este texto, es la ideología misma. Para Marx, lo ideológico es lo que está reflejado mediante representaciones. Trátase de un mundo representativo opuesto al mundo histórico; este último tiene consistencia propia gracias a la actividad, a las condiciones de la actividad, a la historia de las necesidades, a la historia de la producción, etc. El concepto de realidad abarca todos los procesos que pueden designarse con la expresión de materialismo histórico. La ideología no se opone todavía a la ciencia, como ocurrirá en el marxismo moderno, sino que se opone a la realidad. El concepto de ideología puede ser los bastante amplio para abarcar no sólo las deformaciones sino todas las representaciones, todas las Vorstellungen. El término ideología no tiene necesariamente connotaciones negativas. Sencillamente se le opone a lo real, a lo wirklich.

Esto nos lleva a la cuestión de saber si hay un lenguaje de la vida real que sería la primera ideología, la ideología más simple. Este concepto de lenguaje de la vida real es fundamental en nuestro análisis; el problema de la ideología es sólo el de que ella es representación y no praxis real. Entre lo real y la representación, entre la praxis y la Vorstellung.

Marx  hace hincapié en que conciencia es existencia consciente. La conciencia no es autónoma sino que está relacionada con el “proceso vital real” de los seres humanos.

Las deformaciones de la ideología aparecen en la medida en que nos olvidamos de que nuestros pensamientos son una producción; aquí se da la inversión. La imagen es una imagen física y ciertamente la imagen en una cámara oscura aparece invertida. Hay aquí un enfoque mecanicista del problema de la ideología cuando en realidad se trata sólo de una metáfora. Es la metáfora e la inversión de imágenes, pero se procede como en una comparación que comprende cuatro términos. La inversión ideológica es al proceso vital como la imagen en la percepción es a la retina. Pero lo que sea una imagen en la retina es algo que no puedo decir, puesto que sólo hay imágenes para la conciencia. Esta metáfora es intrigante y también posiblemente engañosa.

Sostiene Althusser que cuando la imagen está invertida continúa siendo aún la misma imagen. Althusser llega a decir que la imagen invertida pertenece al mismo mundo ideológico que su original. Dice que debemos introducir una idea enteramente diferente de la inversión, la idea de un corte o ruptura epistemológica- Dice que debemos romper con la percepción ordinaria del sol naciente y proceder a la observación astronómicamente exacta de que no hay salida del sol si puesta del sol salvo en el estrecho sentido perceptivo. La idea de una ruptura epistemológica debe sustituir al concepto de la cámara oscura, puesto que una imagen invertida es siempre la misma imagen. Invertir el hegelianismo puede ser una operación antihegeliana, pero esta inversión permanece así todo dentro de una marco hegeliano. Los seres humanos son siempre el punto de referencia, (Marx lo llama el proceso vital real), pero ahora se trata de seres humanos que viven en condiciones históricas.

Esta desdichada imagen de la cámara oscura engendrada también algunas otras caracterizaciones desdichadas. En el texto no son más que imágenes, pero han quedado fijadas en el marxismo ortodoxo. Estoy pensando particularmente en términos como “reflejos” y “eco”. Las personas viven, pero en su cerebro tienen ecos de este proceso vital. Aquí la ideología aparece como una especie de humo o niebla, como algo que es secundario desde el punto de vista de la producción. Las experiencias reflejos, ecos, sublimizados e imágenes de la retina entrañan todas algo que evoluciona partiendo de otra cosa diferente.
En el marxismo posterior, la relación establecida entre la realidad y el eco o reflejo conduce a un permanente menos precio por toda actividad intelectual autónoma. Prueba de esta perspectiva se encuentra también en la famosa declaración de Marx de que las actividades intelectuales no tienen historia. Marx incluye todas las esferas que implican representaciones en general, todos los productos culturales, como el arte, el derecho, etc.; el alcance de esta expresión es extremadamente amplio.

La afirmación de Marx fluctúa entre una perogrullada según la cual la gente primero vive y luego habla, piensa, etc., y una falacia según la cual no hay por ejemplo, en definitiva historia del arte, para no hablar de una historia de la religión. Cuando Freud habla de conciencia se trata de la prueba de la realidad. Matx sostiene que la prueba de realidad no es algo autónomo sino que antes bien es parte de todo el proceso del individuo viviente.

La teoría marxista posterior de la ideología continúa debatiéndose con esta ambigüedad; dicha teoría intenta encontrar una posición de equilibrio en la famosa proposición de Engels según la cual la situación económica es en última instancia la causa, pero la superestructura también obra sobre la infraestructura. Así, se mantiene la autonomía de las esferas ideológicas, pero continúa afirmándose la primacía de lo económico. Por eso los marxistas tratan de orientarse entre las dos afirmaciones:

1.    De que no hay historia de la conciencia de la ideología, sino que sólo hay historia de la producción,
2.    Y la afirmación de que ellos no obstante las esferas ideológicas tienen cierta autonomía

Que la ideología abarca mucho más terreno que la religión está probado por el hecho de que también la ciencia es una parte de la esfera ideológica. La ciencia es real cuando es ciencia de la vida real; es la presentación de la actividad práctica, del proceso práctico de los seres humanos. El libro es en sí una obra ideológica en el sentido de que se trata de la presentación de la vida.

Marx conserva el importante concepto hegeliano de que más allá de a deformada representación existe la presentación real. Marx debe dar cabida a ese concepto porque un libro como El capital tiene que justificar su condición epistemológica en relación con la ideología; y esa condición es la de la presentación de la actividad práctica, de los procesos prácticos. Hay algo que puede reemplazar a la filosofía, por lo menos en la medida en que la filosofía es la filosofía de la conciencia de la vida real que por lo tanto debe asumir la condición del lenguaje de la vida real, la condición del discurso de la praxis.

En La ideología alemana esta actividad lógica está anticipada, si no por un lenguaje explícitamente trascendental, a lo menos por un lenguaje de la posibilidad de descripción misma. Las premisas son inevitables; no podemos comenzar tan sólo mirando las cosas. Debemos interpretar otros fenómenos y necesitamos ciertas claves para interpretarlos.

Esto no está muy lejos de lo que Max Weber llama tipos ideales. En sociología no podemos proceder valiéndose solamente de los ojos. Debemos poseer ciertas nociones tales como fuerzas y formas, y éstas no están dadas en la realidad, sino que son construcciones abstractas. Por eso, Marx, como ideólogo de la vida real debe apoyarse:

1.    En un lenguaje de la vida real;
2.    En una ciencia real de la praxis y,
3.    En algunas abstracciones que le permitan construir esa ciencia.

Y Marx insiste en que todos estos factores deben ser referidos a su origen que está en los seres humanos.

6.    Examinemos ahora el concepto de conciencia, que es el concepto central de La ideología alemana. Marx escribió La ideología alemana para oponerse a la importancia asignada a este concepto. Para Marx, la conciencia no es un concepto del que debamos partir, sino que es un concepto al que debamos llegar. La cuestión de la conciencia se plantea sólo después de haber considerado Marx cuatro momentos anteriores: la producción de la vida material, la historia de las necesidades, la reproducción de la vida y la cooperación de los individuos en las entidades sociales. De modo que la conciencia no es la causa, es un efecto. El lenguaje aparece entonces como el cuerpo de la conciencia.
Esto es lenguaje como discurso. Todas la descripción que hace aquí Marx del lenguaje no corresponde a una teoría de clases sino que pertenece a una antropología fundamental porque todos los seres humanos hablan y todos ellos tienen lenguaje. La brecha que hay entre los animales y los seres humanos, típica de los Manuscritos, puede establecerse también aquí sobre la base del lenguaje.
7.    El último concepto que quisiera considerar aquí es el de la división del trabajo. En el texto la división del trabajo ocupa el lugar de la alienación. Lo que tenemos que discutir es si la división del trabajo ocupa e lugar de la alineación como un sinónimo o como un sustituto. Entre los marxistas ésta es aún una cuestión controvertida. Louis Althusser sostiene que el concepto de alienación desapareció de La ideología alemana; afirma que fue reemplazado por la división del trabajo y que este último concepto pertenece a la misma esfera que los modos de producción. El concepto de la división del trabajo en realidad suministra el eslabón que une aquí en Marx los conceptos más o menos antropológicos y las estructuras abstractas tales como clases y modos de producción, porque es en virtud de la división del trabajo como surgen las entidades objetivadas. Este concepto desempeña el papel de la alienación y quizá se trate de la misma alienación con otro nombre.

En los Manuscritos, la división de trabajo se considera más un efecto que una causa. El trabajo olvidó su poder de crear propiedad privada y la propiedad privada aplasta al obrero bajo su peso. El trabajo se fragmenta cuando es contratado por el capital y es contratado para esta o aquella tarea; semejante fragmentación de las tareas del trabajo es un efecto de la abstracción de la propiedad. La división del trabajo se convierte en el concepto central porque es la fragmentación de la actividad del trabajo mismo. El problema de la división del trabajo no tendría interés si no fuera una fragmentación del ser humano. La división del trabajo sería una fenómeno meramente tecnológico: los hombres trabajan de maneras especiales y esas maneras especiales de trabajar forman parte del sistema de producción. Porque el trabajo es lo que la gente hace, su actividad es lo que se divide, lo que se descompone y fragmenta. La división del trabajo es la fragmentación de la humanidad misma como un todo. El concepto de la división del trabajo debe entenderse desde el punto de vista de la humanidad como un todo y sobre la base de la categoría de la totalidad.

Ahora el concepto está más concretamente descrito y que aparece menos como un proceso metafísico, como una objetivación invertida. El concepto de la división del trabajo procura una base materia al concepto de alienación. La parte que desempeña la actividad humana es central; lo que aquí está exactamente en juego es el resultado de la división del trabajo que se opone a nuestra actividad.

La palabra “alienación” desaparece del vocabulario de La ideología alemana porque es un vocablo filosófico que pertenece al mundo intelectual de Feuerbach. Todos los rasgos del extrañamiento están presentes en el modo en que nosotros estamos divididos en nuestra actividad. De manera que la alienación que se produce en la división del trabajo es algo que nos afecta como individuos. No se trata de un mero proceso desarrollado en la sociedad sino que es una forma de mutilación del individuo real. La ideología alemana puede prescindir de la palabra “alienación” porque es una voz idealista, pero no niega la significación de este concepto. Todas las descripciones de la abolición del extrañamiento se repiten en este texto.

En los escritos anteriores de Marx, una sociedad comunista era más o menos un sueño; aquí todavía es un sueño, sólo que ahora se la considera como una posibilidad real porque está definida por sus condiciones reales. El desarrollo de un mercado mundial y la constitución de una clase universal en todo el mundo. Estas premisas bastan para que Marx diga que el concepto de una sociedad comunista no es una utopía, porque lo que caracteriza una utopía es el hecho de que ésta no da ningún indicio de su introducción en la historia. Aquí la superación de la división del trabajo es a condición histórica requerida. El concepto de lo real es capital: las condiciones reales son requisitos de la abolición de la división del trabajo y “resultan de las premisas ahora existentes”.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Ciencias etnográficas y Sociología.

La etnografía suministra información sobre el comportamiento de las personas en grupos, organizaciones y comunidades utilizando la observación participante como principal método de investigación. En las ciencias etnográficas, como las biológicas y la psicológicas ayudan a la sociología a explicar las normas sociales y las estructuras de sus actitudes frente a las conductas sociales.
La Antropología se define como la ciencia del hombre; el antropólogo estudia la humanidad entendiendo con ello las sociedades y sus culturas en la amplia fisonomía temporal y geográfica. La metodología principal de esta ciencia es la analítica-descriptiva con tres fundamentos básicos; el concepto de evolución, el método comparativo y el estudio evolutivo de la humanidad con dos líneas de investigación:

  • La Antropología física que estudia el origen del hombre en su escala zoológica teorizando en clave evolutiva y relaciones bioculturales.
Edward Burnett Tylor
  • La Antropología cultural estudia la cultura de las organizaciones sociales en los grupos humanos. Se pretende generalizar todas las expresiones del hombre, singularizando sus semejanzas y diferencias, realzando algunos aspectos de transmisión cultural, las costumbres y su interdependencia de fenómenos y contactos culturales. Probablemente esta disciplina sea la que más simpatice con la Sociología. El concepto cultura según los antropólogos es el propósito de estudio de esta especialidad y propuesto por el antropólogo británico Edward Burnett Tylor en 1857: Todo aquello que el hombre adquiere como miembro de la sociedad es cultura. Todos los hombres tienen cultura, hasta los primitivos.
La organización, la cultura, son algunos de los asuntos comunes con la Sociología, una fuente recíproca de intereses para estas dos ciencias en una confluencia para empezar a comprender las interacciones entre entorno y cultura, entre biología y cultura.

Claude Lévi-Strauss
Son muchos los “responsables” de las ciencias etnográficas, pero podemos citar a Claude Lévi-Strauss (1908-2009), como probablemente el más famoso antropólogo que ha llegado a nuestros días. Nació en Bélgica, aunque desde muy joven vivió y realizó sus estudios de derecho y filosofía en Paris. Fue el creador del estructuralismo; corriente del pensamiento francés que deriva del estructuralismo lingüístico de Ferdinand Saussure, a su vez seguidor de la teoría del hecho social de E. Durkheim. Un campo de estudio que ha sido acogido por igual en antropología y sociología. Fueron estructuralistas antropólogos como el citado Lévi-Strauss, sociólogo como L. Althusser o filósofo como M. Foucault entre otros.
Para Lévi-Strauss la estructura es el orden de la interpretación y la explicación y se halla a un segundo vivel de abstracción pues es construida a partir de las constantes. El actor la desconoce por completo. Un trabajo persistente en explicar cómo trabaja la mente humana a través de diferentes formas culturales en diferentes ámbitos como el parentesco, en el campo de la cognición humana y los procesos mentales y el territorio de la mitología.
Lévi-Strauss fue un autor muy prolífico, pero es verdad que hay una obra que veo reproducida en multitud de publicaciones como una referencia básica, y que son de los libros pendientes de leer: Tristes trópicos (1955), fue un paradigma de estrategia de construcción textual en antropología, descrito como uno de los más bellos, tristes e incisivos relatos etnográficos.

Cuando se quiere estudiar a los hombres hay que mirar cerca de uno; pero para estudiar al hombre hay que aprender a mirar a lo lejos: hay que empezar por observar las diferencias para descubrir las propiedades.
Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres