Popular religion as a significant structuring of healing. An approach to the practice of santiguado-ras and curanderos in the Canary islands
Palabras clave:
Santiguadoras y curanderos. Sanación. Catolicismo popular. Ritual. Islas Canarias.
Resumen
El punto de partida del presente trabajo es la forma en que
opera el catolicismo popular como sustrato de ideas, creencias y
prácticas en la actividad sanadora de las santiguadoras y curanderos de
Canarias. A partir de ahí se analiza la configuración de un proceso
ritualístico en el que distintos aspectos actúan como representaciones
simbólicas que son, a su vez, catalizadores del poder de sanar por
mediación de entidades sagradas que son convocadas en el rito, como
puede ser la intervención de miembros del santoral católico. A estos se
apela a través de fórmulas y estrategias que, por un lado, establecen
una suerte de comunicación con lo divino y, por otro, implican un
sistema de intercambio, en donde juegan un papel relevante las
oraciones, el santiguado y todo un conjunto de ofrendas votivas.
Abstract
The starting point of this paper is the way in which popular Catholicism operates as a substratum of ideas, beliefs and practices in the healing activity of the santiguadoras and curanderos of the Canary Islands. From there, we analyze the configuration of a ritualistic process in which different aspects act as symbolic representations that are, in turn, catalysts of the power to heal through the mediation of sacred entities that are summoned in the rite, such as the intervention of members of the Catholic saints' calendar. These are appealed to through formulas and strategies which, on the one hand, establish a kind of communication with the divine and, on the other, imply a system of exchange, in which prayers, santiguadoand a whole set of votive offerings play an important role
Cómo citar
Prieto González, T. J. (2023). La religión
popular como estructurante significativo de la sanación: Una
aproximación a la práctica de las santiguadoras y curanderos en
Canarias. Antropología Experimental, (23), 165–183. https://doi.org/10.17561/rae.v23.7651
La etiología de las patologías
epidémicas y endémicas en Canarias, empezaron a desarrollarse durante el siglo
XIX tales como la fiebre amarilla, tétanos, pulmonía, artritis o inflamaciones,
algunas de estas, dolencias que reaccionaban lentamente a las prescripciones farmacológicas.
Los higienistas lanzaron una propuesta profiláctica muy innovadora relacionando
las condiciones ambientales en el desarrollo de determinadas patologías.
Tal como indica Díaz (1961:209) el
higienismo fue una corriente de pensamiento muy desarrollada en Europa desde
finales del siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XX. El espacio físico
adquiere para los higienistas una gran relevancia en el devenir económico y
social de los pueblos. El ambiente es considerado como un conductor de fuerzas
físicas, químicas, biológicas y socioculturales que sostienen o amenazas, y que
tienen propiedades mutagénicas sobre el genotipo de todos los seres vivos.
Los higienistas reconocieron la enrome
influencia que tiene el entorno y el medio social en la propagación de las
patologías y dolencias, pusieron de manifiesto los graves problemas de
salubridad de las ciudades o pueblos, aspirando a establecer medidas de
carácter higiénico-social como medio para mejorar la salud. El desarrollo del
paradigma higienista en las ciencias sociales se significa en el contexto de la
historia contemporánea de la sociedad industrial y su relato consistía en
señalar los intensos desajustes y conflictos derivados por el proceso
industrializador y de la emergencia del capitalismo liberal. Una patología
debía de ser abordada no solo desde la farmacología, sino atendía al
comportamiento social del sujeto, en particular a los espacios insalubres:
“Pese al sulfato de quinina para cortar
una intermitencia,
no es suficiente para curar
radicalmente una enfermedad cuyo agente está constantemente obrando sobre el
individuo por el elemento que lo rodea y
cuyo organismo deteriorado es imposible
realzar con este medicamento
mientras no cese la causa productora del
mal”
(Chil y Naranjo citado por Díaz, 1961:221)
En España se puso en marcha una enorme
producción científica a este respecto donde destacan informes, topografías y
geografías médicas, relatos de episodios médicos, terapias farmacológicas, etc.
Según Granjel (citado por Díaz, 1961:210) Entre 1808 y 1936 se publicaron en
España casi medio millar de libros de ámbito higienista. En esta perspectiva el
ambiente representa los factores exógenos al individuo, que comprenden el
espacio físico, el social y el biológico. Las topografías médicas y el estudio
del medio ambiente son agrupados por el higienismo de este modo:
1.Preservación de la salud pública
2.Investigación empírica dedicada a los
procesos de difusión epidémica desde una perspectiva sociológica y geográfica
3.Creación y desarrollo de una corriente
de pensamiento social, tales como pobreza, moralidad, costumbres, reformas,
etc.
4.Identificación de problemas específicos
de ámbito laboral y espacio urbano
Trabajos que abrieron un campo de actuación
muy innovador, orientados en la divulgación y concienciación pública e
institucional para erradicar los contagios, y sirvieron para impulsar el
desarrollo de las ciencias sociales en materia de salud pública y
específicamente en la evolución de la Geografía[1] y Ecología. Sin duda, fue
un hecho más que relevante que desde el ámbito empírico se señalaran
determinados desequilibrios sociales como originarios de muchas de las
enfermedades de nuestras sociedades.
Poniendo el foco en el contexto
canario, estas monografías y topografías fueron resultado de los trabajos
elaborados en Europa. Y sin duda, el pretigioso médico, historiador y
antropólogo canario Gregorio Chil y Naranjo (1831-1901) fue uno de los más
notables exponentes del higienismo en Canarias. “Su prestigio, buen trato y los
bajos honorarios que cobraba por sus servicios le granjearon la simpatía de los
enfermos menos pudientes y una clientela abundante. Era poco partidario de
prescribir medicamentos y le gustaba aconsejar remedios caseros para curar[2]” (Díaz, 1961:216)
“Parece que la Gran Canaria reúne en su
seno un gran mundo
y sin embargo lo he dicho y lo repito,
la patología canaria es exclusivamente
canaria.
Hay enfermedades de formas especiales
cuya causa primordial
no existe sino en la misma localidad”
“(…) puedo decir que Canaria cada lugar
es una verdadera región
Patológica que aunque sometida a leyes
generales, sin embargo,
determina con precisión por las
variaciones que se observan”
(Chil
y Naranjo citado por Díaz, 1961:224 y 227)
En la postrimería del siglo XIX las
Topografías y Geografías Médicas sucumbieron a las investigaciones
bacteriológicas e inmunológicas como nuevos paradigmas de la explicación de los
procesos contagiosos y epidémicos. Nuevos hallazgos que volvieron a desplazar a
la ciencia médica a los procesos puramente biológicos. El mal vuelve a
resituarse en el interior del organismo, un efecto de fuerzas centrípetas y
centrifugas enfrentadas.
Es pertinente habernos aproximado a
esta teoría[3]
como un esfuerzo de la propia medicina empirista a los procesos sociales y
culturales como precursores de diversas patologías. La contribución de las
topografías médicas hay que señalarlas en relación a su destacable valor
etnográfico, en particular, a esos registros que señalaban la causalidad en las
interrelaciones de los factores naturales y socioculturales, las circunstancias
urbanísticas, laborales, alimentación, además de la mortalidad y morbilidad de
un contexto dado. (Riccó, 2017:56).
Javier Prieto González
Santa Cruz de Tenerife
Doctorando en Antropología línea de Memoria, Patrimonio y Derechos
Culturales.
Máster en Investigación Antropológica. Graduado en
Sociología.
BIBLIOGRAFÍA
Díaz
Hernández, R. F. (1961) El Doctor Chil y Naranjo y el paradigma higienista. El
Museo Canario. Madrid.
Riccó,
I. (2017) en busca de un “nuevo mundo mágico”. De la medicina popular a las
terapias New Age en un Occidente desencantado. Tesis Doctoral. Universitat
Rovira i Virgili. Tarragona.
[2] Fue conocido por su carácter abierto y
antidogmático con significativas críticas a contemporáneos suyos como “ciegos
adoradores de Hipócrates y de Galeno” (Díaz, 1969:223)
[3] Hay que señalar los estudios locales sobre el
medio y clima como precursores en el desarrollo de las enfermedades, denominado
periodo miasmático desde 1800 hasta 1878, año del hallazgo de los microbios y
origen de la concepción bacteriana. Según este enfoque, los pantanos eran el
origen de los patógenos que al ser dispersados por el viento causaban la
enfermedad. (Riccó, 2017:53)
La obligación de clausurar temporalmente las actividades no
esenciales, una circunstancia desconocida en Europa desde la primera
mitad del siglo pasado, nos ha puesto delante de los ojos una realidad
que no siempre tenemos presente: la cultura es un bien de primera
necesidad. Confinados en casa, sentimos la urgencia de oír música, leer
libros, ver producciones audiovisuales e incluso visitar museos, aunque
sea de forma virtual. Es muy importante que tengamos los medios para
hacerlo y por eso me parece una gran noticia que los teatros de ópera,
desde nuestro Real hasta el Met de Nueva York, las editoriales, las
productoras y distribuidoras de audiovisual y los museos hayan abierto
generosamente sus catálogos y sus plataformas. También la Escuela Reina
Sofía está aportando su granito de arena ofreciendo las grabaciones de
sus conciertos y sus clases. Según me dicen, están siendo muy visitados,
lo que me reafirma en mi impresión de que esta crisis está cambiando
nuestros hábitos más profundamente de lo que pudiera parecer.
El arte y las humanidades proporcionan un esparcimiento que alivia la
cotidianeidad, pero sirven, además, para algo bastante más importante:
nos ayudan a desarrollarnos como personas y refuerzan los lazos que nos
mantienen unidos como sociedad. Hay pensadores, como Yuval Noah Harari,
que van más allá y afirman que el relato compartido que la cultura crea y
difunde es, precisamente, lo que nos hace humanos. Por mi parte,
siempre he creído que la cultura —y, más concretamente, la música— tiene
la capacidad de transformar a los individuos y las sociedades y por eso
me he esforzado en facilitar a los jóvenes el camino hacia la música.
Aunque no entendamos muy bien cómo, la música nos hace mejores personas.
A lo largo de los años, todos los grandes músicos que me han ayudado
han subrayado el poder que tiene la música de facilitar la convivencia.
“No os limitéis a tocar, cobrar y volver a casa”, dijo Zubin Mehta a los
alumnos de la Escuela; y añadió: “La música tiene el poder de hacer que
las personas convivan, incluso aquellas que no quieren convivir.
¡Usadlo!”. Parecidos mensajes nos trajeron —y, sobre todo, practicaron—
Menuhin, Rostropóvich, Larrocha, Maazel, Abreu y, más recientemente,
Mutter, Dudamel, Camarena y muchos otros. También los jóvenes dan
testimonio. Hace dos años, reunimos en un trío a un violinista
azerbaiyano, un violonchelista armenio y una pianista turca, procedentes
de tres países que llevan siglos en conflicto. Al principio se miraban
con recelo, pero han acabado siendo grandes amigos y formando uno de los
mejores grupos de cámara de la Escuela. De hecho, si la pandemia lo
permite, tocarán el Triple concierto de Beethoven bajo la
batuta de Sir András Schiff en el concierto de fin de curso. No se puede
hacer música juntos y, a la vez, estar en guerra.
La música, como las otras artes, es un factor de cohesión social. Nos
permite conocer el mundo interior de otra persona —el compositor, el
intérprete, el artista— y, en espejo, conocer mejor el nuestro. De ahí
la importancia de apoyar a las escuelas de música y reforzar la
presencia de las artes en la enseñanza general. En el ámbito de la
educación se oye hablar mucho de la necesidad de reforzar las materias
llamadas STEM —iniciales en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y
matemáticas—, que son las herramientas que nos permiten actuar sobre el
mundo. Tener herramientas está muy bien, pero solo si sabemos para qué
las queremos. Algún día, nuestros niños y jóvenes se preguntarán
—¡espero!— qué uso quieren dar a la tecnología que han aprendido y quizá
echen de menos entonces las horas de formación en música, artes y
humanidades que no les estamos dando hoy. Añadamos la A de
artes a la fórmula, como tantos están pidiendo; convirtámosla en STEAM,
porque esa letra es la que da sentido a las otras cuatro.
En estos días, todos apreciamos la importancia de la cultura y
agradecemos a los músicos y escritores que estén donando gratuitamente
su trabajo, pero, además de darles las gracias, tenemos que protegerlos
para el futuro inmediato. La cultura no es gratis y no se hace sola. La
crean personas, que comen y pagan facturas como los demás. Compositores,
intérpretes, escritores, pensadores, actores, dramaturgos, bailarines,
pintores, cineastas y demás creadores van a necesitar el apoyo de todos,
porque se avecinan tiempos difíciles. Es imprescindible que, en los
próximos meses, España mantenga vivas las estructuras de su industria
cultural y que, entre las medidas de emergencia que haya que tomar para
poner en marcha el país después de este obligado parón, nuestros
gobernantes tengan en cuenta a la cultura y le den la prioridad que le
corresponde como el sector esencial que es. De nada servirá cubrir las
necesidades materiales de la población si no atendemos también las
morales, que son las que aseguran nuestra convivencia.
Paloma O'Shea es presidenta fundadora de la Escuela Superior de Música Reina Sofía.
La Orquesta Sinfónica de Tenerife en un concierto.CARSTEN W. LAURTISEN
La Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST) emitirá hoy, por primera vez en sus 35 años de historia, un concierto online.
La señera formación clásica tinerfeña se ha propuesto continuar
ofreciendo música a los tinerfeños durante estas semanas de parada
obligatoria en su temporada. Los gestores, los músicos y el personal
administrativo que forman parte de la OST continúan trabajando desde
casa y han preparado este regalo. "No solo lo hacemos por nuestros
abonados sino por todos los aficionados a la música y el público en
general", explicó el presidente del comité de empresa, Ángel Camacho.
El primer concierto de este tipo tendrá lugar mañana a
partir de las 19:30 horas a través de las redes sociales de la
Sinfónica. Sus perfiles de Facebook e Instagram son el canal escogido
para esta primera emisión. "Había que buscar una fórmula para
llegar a nuestro público y consideramos que la mejor era apoyarnos en
nuestras redes", detalló Camacho. El recital ha sido bautizado Sinfónica de Tenerife, Emociones desde el salón.
Están invitados todos los amantes de la música de calidad y todos
aquellos canarios que quieran acercarse a la que es, sin duda, la
formación clásica más emblemática de la Isla. "Estamos muy emocionados",
añadió el músico.
El
programa ha sido diseñado por el equipo de la OST y organizado por
secciones musicales. Resulta muy complejo grabar por separado este tipo
de composiciones. Los integrantes de la sección de flautas, la sección
de violas y la sección de cellos serán los primeros en presentarse ante
su público a distancia. Las flautas comenzarán a las 19:30 horas con Dance of the reed,
de Tschaikovsky. Los músicos que darán vida a esta pieza son Catherine
Mooney, Francisco García y Sarabel Delgado. A continuación, a las 20:00
horas, será el turno de las violas con Ma Poupée cherie, de
Deodad de Séverac. Participan, en este caso, Sviatoslav Belonogov,
Alexandre Mikheile, Andrey Pavlyuchenkov, Patrick Doumeng, Brett
Kronewitter, Blanca Sellers y Alba Correa. Finalmente, a partir de las
20:30 horas, la sección de cellos interpretará el segundo movimiento de
la Sinfonía número 7 de Beethoven.
Para hacer este primer concierto online,
el equipo de la OST ha tirado de ingenio y recursos propios. El
presidente de la OST y director insular de Cultura, Leopoldo Santos,
valoró la implicación e iniciativa de la orquesta. "Estuvimos hasta el
último momento pendientes de ver si podíamos grabar el ensayo general de
la ópera Lucrezia Borgia para emitirla luego. Fue imposible,
pero desde ese primer momento, los músicos y todo el equipo se pusieron
manos a la obra para continuar con su actividad", destacó el portavoz
insular.
Tanto el comité de
empresa como la comisión artística de la OST han trabajado estas dos
semanas para coordinar el esfuerzo de todos y cada uno de los miembros
de la orquesta. "Todos están implicados de una u otra forma. No solo nos
vamos a quedar en la organización de estos pequeños conciertos,
queremos acercarnos al público y mostrarles nuestro día a día", adelantó
Camacho.
Complejidad técnica
Para
poder grabar estas piezas, han tenido que estudiar varias estrategias.
En algunas obras han empezado por grabar el solo y pasar la grabación a
sus compañeros, que grabaron asimismo sus partes encima de esa primera
interpretación. En otros casos han optado por la referencia metronómica
para coordinarse. "Todo está escrito, los valores, los motivos y las
notas, pero es esencial establecer a qué velocidad se va a tocar para
que el resultado sea óptimo", explicó Camacho. "Nos hemos reinventado,
ha sido todo un reto y todos los compañeros han mostrado una gran
implicación. Estamos deseando ver qué acogida van a tener", concluyó.
Nada como el choque contra la inmisericorde realidad para poner a
prueba la fortaleza y el sentido y hasta la razón de ser de las artes.
En medio de la calamidad uno entiende instintivamente que ha de medir
sus palabras, porque en estas circunstancias el oído ético y estético se
afina hasta volverse doloroso, y detecta enseguida cualquier nota
falsa, salida de tono, hasta el indicio más disimulado de
irresponsabilidad o egocentrismo. No estamos para bromas. La indulgencia
perezosa hacia la palabrería ahora da paso a lo que Ernest Hemingway llamaba an in-built bullshit detector:
una especie de sismógrafo incrustado en uno mismo que salta y dispara
su alarma ante la tontería halagadora y consentida, ante la impúdica
simulación que usurpa el vocabulario de lo verdadero.
No son momentos para juegos de manos ni juegos de palabras. Como un
cuerpo debilitado por la enfermedad, la conciencia sobrecogida rechaza
impulsivamente lo que intuye como tóxico o como superfluo, lo que pueda
provocarle una sobreestimulación estéril. Hay un mundo de diferencia
entre el fervor y la fiebre. En épocas de abundancia nadie repara en el
despilfarro; cuando se disfruta de un confort y seguridad en el
porvenir, el desarreglo y el trastorno, la novedad neuróticamente
renovada, pueden ofrecer simulacros de plenitud, y desde luego parece
que alejan el peligro del tedio. Cualquier sospecha de lentitud o de
gravedad se vuelve intolerable, cualquier paréntesis de inactividad o
silencio.
Las artes se pueden permitir el lujo del ensimismamiento: porque
nadie va a pedirles seriamente consuelo, sustento o refugio, las artes
pueden consagrarse a los fuegos de artificio sin el menor peligro de que
se les exija responsabilidad alguna. Los que se acerquen a ellas
quedarán satisfechos si pueden confirmar su pedantería o su esnobismo.
Los artistas recibirán el prestigio que conceden a cada momento los
administradores ocultos de los valores de la moda: cuanto más abstrusos
sean, más alejados de la vida real y de las cosas prácticas, de los
trabajos de las manos, de las palabras de todos los días y las historias
comunes, mayor será su prestigio.
Las artes ya no precisan reflejar el mundo ni medirse con él: su
principal objeto son ellas mismas; su público es el de los especialistas
y los enterados. Los artistas, si dicen algo, lo dicen en el lenguaje
de los críticos y los teóricos del arte, que es un lenguaje tan cerrado
que solo lo saben manejar y lo comprenden ellos mismos, y que no sirve
para nombrar nada que esté fuera de su territorio acorazado. Los
escritores escriben —mea culpa— sobre el proceso de su propia
escritura. Las novelas tratan de escritores que se encuentran y se
emborrachan con otros escritores en congresos internacionales o
comarcales de literatura. El impulso hacia el ensimismamiento es tan
poderoso, y tan universal, que hasta los programas del corazón tratan
sobre los periodistas del corazón, y son ellos mismos los que ocupan con
preferencia las portadas de sus revistas especializadas. Los directores
de cine hacen películas sobre directores de cine obsesionados y
angustiados por sus propias películas. Una fotógrafa tan canonizada como
Cindy Sherman hace fotos cada vez de mayor tamaño y barroquismo de la propia Cindy Sherman.
La fotografía, como el periodismo o la novela, es un arte tan pegado a
la realidad exterior y tan capacitado para retratarla que resiste muy
mal, a mi juicio, cualquier tentativa de retorcimiento formal y de
abierto narcisismo. La fotografía está hecha de las imágenes de la
realidad igual que la novela lo está de las vidas comunes y de las
palabras de todos los días. La nobleza literaria del periodismo, que
puede no ser menos alta que la de la poesía o la novela, se cumple sobre
todo cuando quien escribe da cuenta fehaciente, palabra por palabra, de
lo que acaba de suceder, de lo que está sucediendo ahora mismo. Una
gran parte de la prosa narrativa o reflexiva de los años treinta en
España estaba tan enferma de retórica que algunas de las mejores páginas
de aquel tiempo se encuentran en crónicas de Chaves Nogales, de Pla, de
Elena Fortún, de Josefina Carabias.
Si el arte, la música, la poesía, las historias han ocupado un lugar
de primacía en todas las sociedades humanas, al menos desde Chauvet y
muy probablemente desde mucho antes, es porque han cumplido tareas
fundamentales para la vida, para la supervivencia personal y colectiva.
Si las artes fueran un lujo o un capricho para privilegiados, no habrían
formado parte de todas las culturas humanas, en todas las épocas, en
todos los lugares. Es en momentos de máxima gravedad cuando nos damos
cuenta, cuando lo recordamos si lo supimos y se nos había olvidado.
Necesitamos las artes para que nos expliquen el mundo y para que nos
alejen del mundo, para saber lo más posible sobre la realidad inmediata y
para escaparnos y consolarnos de ella.
Escucho una crónica en la radio sobre los médicos desbordados en un
hospital, leo un ensayo en el periódico y me entero de los mecanismos de
contagio del virus y hasta de su extraña naturaleza biológica. Pero un
poco después, igual que he necesitado el alimento de la información,
necesito también cobijarme temporalmente de ella, o asomarme a lo real a
través de la perspectiva de una película o de una novela, o acogerme al
consuelo, al efecto casi terapéutico de serenidad y armonía de una
cierta música, a su afirmación del todo física y del todo espiritual de
entusiasmo y arrebato. Músicas y músicos que en otras circunstancias he
podido disfrutar ahora me inquietan o me perturban y tengo que
detenerlas apenas han comenzado, porque ahora tengo una tolerancia muy
baja para la agitación y la estridencia, que en este tiempo derivan
rápidamente en angustia. En épocas de mucha confusión parece que la
sensibilidad pide voces claras y nítidas y formas definidas,
afirmaciones jubilosas de vitalidad, expresiones sobrias de la
pesadumbre o del duelo. La efusión emocional está siempre muy cerca de
una congoja en la que también cabe la alegría. Duke Ellington
revela su parentesco con Bach y el júbilo de Mozart tiene veladuras de
melancolía anticipada del paso del tiempo como las que lo estremecen a
uno en las mejores canciones de los Beatles.
Pero todo esto es un privilegio. En los hospitales hay ancianos que
mueren en soledad ahogados por la neumonía y médicos y enfermeras que
trabajan hasta caer agotados y tienen que protegerse con bolsas de
plástico por falta de material sanitario. Ahora mismo la tarea principal
de la imaginación es abarcar la magnitud devoradora del desastre.
Instituciones públicas,
privadas, empresas, autónomos... todas las áreas de un sector que suma
el 2,5% del PIB sufren parálisis o se ven amenazadas por la crisis
económica causada por la pandemia
Cada vez que la palabra crisis se hace realidad, el sector de la cultura,
que aporta a la economía nacional el 2,5% del PIB, es de los primeros
en sufrir. Con todos los esfuerzos del país orientados en salvar vidas y
en evitar una depresión económica, la producción cultural ve con temor
la posibilidad de reducción de la financiación pública y la caída
abismal del consumo que paga por contenidos. EL PAÍS ha recorrido
distintos sectores para comprobar cómo el confinamiento ha paralizado
buena parte de la vida cultural e instalado el temor a la destrucción de
empleos.
ERTE en las librerías
El
mundo editorial es uno de los más afectados por la crisis de la
pandemia y las librerías son las primeras en caer. Casa del Libro
prepara un ERTE de entre 500 y 600 trabajadores; La Central, todos menos
una decena (cerca de 80); en Laie, los que atienden al público (un 80%)
de sus casi 200 trabajadores. “Todo nos lo estamos mirando”, admite
Mari Carme Ferrer, presidenta del Gremi de Libreros de Cataluña. Entre
las editoriales, las más afectadas son las medianas y pequeñas (el 70%
de las empresas y el 56% del empleo de un sector con 12.714
trabajadores).
Pero el daño se amplia. “Los factores que
ponen en peligro a muchos editores están en la propia cadena de
producción del libro: el cierre de librerías implica anulación de
pedidos, devoluciones, retraso en planes editoriales; habrá dificultades
de cobro y de financiación. La situación es crítica”, explica Miguel
Barrero, presidente de la Federación de Gremios de Editores.
Los efectos se notan en todos los ámbitos. “Me acaba de decir mi
editora que no podrá darme el adelanto, las librerías no pagan, la
distribución e impresión, frenadas, ferias anuladas. Terrible. Me
gustaría pagar el alquiler con un capítulo o un cuento”, se quejaba en
Twitter la escritora argentina Ariana Harwicz.
Además, el
88,7% de las editoriales recurre a personal externo, muy vulnerable:
traductores, correctores, ilustradores e incluso editores
independientes. “Tenemos trabajo hasta finales de año; lo que vemos es
que los editores nos están frenando libros más o menos apalabrados con
miras a inicios de 2021”, afirman traductores próximos a la Asociación
Colegial de Escritores.
Me
acaba de decir mi editora que no podrá darme el adelanto, las librerías
no pagan, la distribución e impresión de libros frenada, las ferias
anuladas. No somos una Transnacional, dijo. Le dije al dueño del depto q
alquilo a ver si se solidarizaba, onda je suis escritor, y, no.
Las
instituciones culturales, públicas y privadas, han cerrado sus puertas,
aunque ofrecen numerosos servicios a través de sus webs. La directora
de la Biblioteca Nacional,
Ana Santos, lamenta que “se hayan desbaratado los planes presenciales,
como las exposiciones y el acceso de lectores”. “Además, cuando
volvamos, nos vamos a encontrar con miles de ejemplares para el depósito
legal, lo que nos va a causar un atasco”, señala. La BNE recuperará, no
obstante, las muestras previstas, pero las del próximo año quedan
pendientes del presupuesto público. “Preocupación” es la palabra que
repite el director del Instituto Cervantes,
Luis García Montero, organismo con trabajadores en 86 centros de todo
el mundo. “Como institución del Estado, dependiente de Exteriores,
estamos ayudando a los españoles que están fuera", señala García
Montero. En cuanto a la parte económica, “más del 40% del presupuesto es
autofinanciación, lo que limita nuestras posibilidades”, añade.
“Así
que, los ingresos van a caer, esto nos golpeará, pero cuando volvamos
tiene que ser con fuerza, hacer pocas cosas pero de calidad, y buscando
patrocinios”, dice el director del Instituto Cervantes. El caso del Círculo de Bellas Artes
de Madrid (lo público solo cubre el 7% de su presupuesto) demuestra,
según su presidente, Juan Miguel Hernández León, “lo complejo y
especialmente frágil que es el tejido cultural español”. “De aquí al
verano podremos mantenernos, pero depende de lo que dure la cuarentena”,
dice. Para Hernández León, “las grandes crisis generan cambios y en
esta vendrá por la innovación tecnológica”. La SGAE ha lanzado para sus
120.000 socios "un servicio de asesoramiento para que soliciten ayudas
públicas”, explican desde la entidad. A la vez, reciben decenas de
consultas sobre su programa de ayuda de emergencia social, con el que la
entidad apoya a los socios más vulnerables.
La Real Academia Española (RAE) ha suspendido sus plenos, “aunque mantiene sus proyectos, como la 24ª edición del Diccionario", explica
su director, Santiago Muñoz Machado, que mantiene cada semana una
reunión telemática con los académicos. “Los que nos dedicamos al estudio
de la lengua estamos acostumbrados al aislamiento”, añade. Con ayudas
estatales aprobadas, el director de la RAE no cree que el coronavirus
aporte muchas palabras a la lengua. Desde la Real Academia de la
Historia señalan que este contexto ha acelerado su apuesta por lo
digital y que se percibe un mayor interés por la institución. Su Diccionario Biográfico
recibe tres millones de consultas al día, aunque lo que ocurra con su
financiación (40% pública y 60% privada) es una incógnita. En lo que
coinciden desde la RAH con la directora de la BNE es que estas
instituciones “tienen que dar un servicio público”.
Pantallas sin ingresos
Para
el cine, la hecatombe. Primero, por el cierre de salas. En España, en
2019, había 3.593 pantallas. Esas salas cuentan con 11.500 trabajadores,
según la Federación de Entidades de Empresarios de Cine de España
(FECE), personal que, en contados casos, está yendo a sus trabajos a
labores de mantenimiento. Marzo y abril son meses medianos en taquilla,
pero iba a haber estrenos con tirón: cada semana se dejan de recaudar de
seis a ocho millones.
Segundo, rodajes parados. Según la
Spain Film Commission, se han suspendido unos 300, el 26% de ellos,
anuncios; el 13%, series de televisión; el 12%, programas de televisión,
y el 11%, largometrajes. Casi la mitad eran internacionales. Solo en
gastos de mantenimiento de sus productoras, la Asociación Estatal de
Cine habla de 26 millones mensuales y sin ingresos. Otras fuentes
cuantifican entre gastos y dinero no ingresado en el cine en España
hasta 20 millones de euros diarios. Los rodajes se han quedado colgando y
ni siquiera ha llegado una apuesta legislativa para impulsar el cine en
Internet (hay 50 filmes esperando que se aclare el calendario), o una
línea de crédito y ayudas rápidas. Además, los técnicos e intérpretes,
que no son asalariados, están viviendo sin ingresos.
Silencio en la música en directo
Ya
lo advertía la cantaora Rocío Márquez al principio de la epidemia: “Las
condiciones de los autónomos en este país es mucha tela. Llevo dada de
alta y pagando impuestos desde los 18 años [tiene 34]. Ante la
cancelación de actuaciones, no tengo derecho a paro”. La Federación de
Música de España ha cuantificado las perdidas en 764 millones. “Esta
crisis afectará a las empresas y personas que trabajan en la industria
de la música en vivo. Necesitarán ayudas para mantener sus empleos”,
señala la federación. Ese sector emplea en España, directa o
indirectamente, a 300.000 personas. Los consultados estiman que “la
mitad” perderá el empleo si la situación se extiende varios meses.
Mientras, las compañías de discos ven como mal menor la opción de un
ERTE, al que muchas se han acogido. Además, se están mostrando las
costuras del negocio del streaming, como apunta el músico Martí
Perarnau, líder del grupo Mucho: “Entregamos nuestras canciones a cambio
de nada a plataformas, por aquello de que no se vendían discos para
obtener ingresos irrisorios, y nos vimos obligados a poder vivir de
nuestros conciertos. Ahora es cuando viene la palmada”.
La fotografía es de autónomos
Un sector poblado por autónomos es la fotografía. El leonés Álvaro Laiz,
de 39 años, acaba de regresar de Nicaragua, de fotografiar pueblos que
viven junto a yacimientos arqueológicos, “un proyecto que ahora está en
el aire”, dice. Como también ve incertidumbre en la exposición, con
libro, que prepara para septiembre. “Un trabajo con National Geographic y
el Museo Universidad de Navarra en el que he seguido las huellas de las
migraciones que cruzaron el estrecho de Bering”. Laiz aprovecha el
parón “para editar, hacer maquetas… como hacemos los fotógrafos en
agosto”. “La diferencia es que no sabemos cuál será la fecha de salida y
cómo arrancará esto”. Su colega Susana Girón, de 44 años, freelance
también, ve cómo se ha aplazado a noviembre la exposición que iba a
inaugurar en Sídney sobre una familia de pastores trashumantes. Y otro
proyecto de larga cocción, un libro sobre una bailaora, no sabe cuándo
podrá mostrarlo. “Ya estaba en imprenta”, apunta. Girón vive de
reportajes para medios que se están empezando a cancelar. Por eso, junto
a otros siete fotógrafos, ha formado un grupo en Instagram que sube imágenes de esta cotidianidad, para ver si de ahí surgen encargos.
Alarmas en el arte
Las
alarmas saltaron en el arte el lunes 23, cuando la Fundació Miró
anunció un ERTE a sus 57 empleados. Empezó así el goteo de los despidos
temporales en el sector privado, si bien por ahora no se ha abierto del
todo el grifo. Consultadas grandes fundaciones como Telefónica, La
Caixa, Mapfre y Juan March, estas aseguran que ―por el momento― no se
plantean “decisiones traumáticas” para sus plantillas. Pero no todas ha
seguido el mismo camino: ante la prórroga del confinamiento, la
Fundación Caja de Burgos ha solicitado un ERTE parcial para su
plantilla, con la excepción de colegios y residencias.
Más
complicada resulta la situación para las galerías, que no cuentan con
el respaldo de grandes entidades. Desde el sector se calcula que la
mayoría perderán entre 20.000 y 40.000 euros y subrayan el efecto dominó
que se desencadenará. “El cierre influye en el aplazamiento y
cancelación de exposiciones, producciones y comisariados que estaban en
marcha, publicaciones...”, apuntan desde la asociación Arte Madrid; sin
olvidar a “proveedores, transportistas, viajes, seguros…”. Los
principales museos de titularidad pública, como el Prado o el Reina
Sofía, mantendrán los puestos de trabajo, tanto de funcionarios como
laborales.
Otra cosa son las compañías externas que les
proporcionan servicios, aunque desde el Prado aseguran que intentarán
agilizar los pagos pendientes para que estas empresas “sufran lo menos
posible”. Entidades más modestas, como el MARCO de Vigo, también
descartan un ERTE. Su director, Miguel Fernández-Cid, declara que “la
situación ya es lo suficientemente dura”.
El teatro, inviable
Lo
mejor que le puede pasar estos días a un trabajador de las artes
escénicas es que le apliquen un ERTE. Eso significa que tiene
garantizado un empleo cuando vuelvan a abrirse los teatros. Pocos tienen
esa suerte: personal de gestión de salas o productoras y artistas o
técnicos de montajes estatales (Inaem), o de gran formato (musicales).
El resto posee contratos ligados a la duración de un espectáculo que se
cancele “por causa de fuerza mayor".
Según un informe de la Unión de Actores y Actrices,
a partir de una encuesta entre 1.500 profesionales, el 23% de los
intérpretes que estaban trabajando en teatro, cine o televisión cuando
sobrevino la crisis se han quedado en el paro (el 85% de estos sin
indemnización) y calculan una pérdida a corto plazo de casi siete
millones. Muchos dan la temporada por muerta y auguran que el empleo no
se recuperará hasta los festivales de verano. “No es solo que se hayan
suspendido espectáculos en cartelera, es que los estrenos de mayo son
inviables porque no se puede ensayar ni construir decorados”, lamenta el
productor Jesús Cimarro, presidente de la asociación de empresarios
(Faeteda).
El futuro es más negro para las pequeñas
compañías y creadores experimentales. “Son más vulnerables, ni siquiera
logran cobrar paro porque sus contratos son muy cortos”, comenta Jacobo
Pallarés, presidente de la Red de Teatros Alternativos. Y por encima de
todo sobrevuela una angustia: ¿querrán los ciudadanos volver a disfrutar
juntos en un teatro?
Con información de Manuel Morales, Juan Carlos Galindo, Carles Geli, Carlos Marcos, Silvia Hernando, Raquel Vidales, Gregorio Belinchón y Tommaso Koch.
En uno de los últimos mensajes en su cuenta de Twitter, Taylor Swift muestra una foto donde se ve a su gata Meredith en lo que parece su lugar de descanso preferido, una tinaja con un ventanuco.
El texto de la estrella del pop dice: “Para Meredith la autocuarentena
es una forma de vida. Sé como Meredith”. A día de hoy, Swift sigue
siendo cabeza de cartel de la próxima edición de Mad Cool, que tiene
lugar en Madrid del 8 al 11 de julio. “Nuestro objetivo es que se
celebre en las fechas anunciadas. Somos positivos a pesar de las
circunstancias. La suspensión no entra en nuestros planes”, dice a este
periódico el director de la muestra, Javier Arnaiz.
Mad Cool no es el único que se mantiene. Sónar (del 18 al 20 de junio en Barcelona) se celebra, Arenal Sound (del
28 de julio al 2 de agosto en Castellón) también, Bilbao BBK Live (del 9
al 11 de julio) lo mismo… La intención de Primavera Sound (del 3 al 7
de junio en Barcelona) va en ese sentido, pero introducen un matiz:
“Seguimos trabajando desde casa en la planificación de la edición, pero
también estamos estudiando otras posibilidades para que pueda celebrarse
este año”. La ampliación del estado de alerta sanitaria y sus
consecuencias hacen temblar a los organizadores de los festivales en
España, justo cuando arranca la temporada.
Todos destacan
lo principal: “Garantizar la seguridad y bienestar de nuestro público,
de los artistas y de todas las personas que trabajan en el festival”. A
partir de ahí, la incertidumbre. Confirman que la venta de entradas se
ha frenado desde hace dos semanas y ya miran el calendario en caso de
que haya que posponer. “La mayoría están tranquilos, esperando
acontecimientos. Con confianza en que se puedan llevar a cabo en fecha.
Tampoco es fácil mover todo un cartel entero a otro mes”, explica
Patricia Gabeiras, presidenta de la Asociación de Festivales de Música
(FMA), donde se agrupan la mayoría. El más inmediato de los grandes,
Viña Rock, que iba a celebrarse del 30 de abril al 2 de mayo, se ha
pospuesto a octubre (8 a 11 de octubre), prácticamente con el mismo
cartel “con algún pequeño cambio”. El Mallorca Live Festival, previsto
del 14 al 16 de mayo, corre hasta octubre, del 8 al 10.
Aunque
públicamente siguen manteniendo que no hay suspensión, en privado
algunos ya piensan en la edición de 2021 y dan el año por perdido. “Un
festival grande mueve a unos 100 empleados y se trabaja durante un año.
Si se decide cancelar las pérdidas serían grandes. El roto sería enorme,
incluso para plantearse una redefinición del sector”, afirma Gabeiras.
El responsable de Mad Cool es de la misma opinión: “Si no se consiguen
llevar adelante sería un mazazo importante. Podrían tambalearse
muchísimas empresas del sector musical”.
Está la
posibilidad de que en los próximos meses se flexibilicen las medidas y
se permitan aforos reducidos. Arnaiz es tajante: “Las autoridades
sanitarias tendrían la última palabra, pero personalmente no entendería
que la solución pasase por recortar el aforo al 50% en todos los locales
públicos, medios de transporte, estadios, restaurantes, festivales…
Económicamente no sería viable ni sostenible tener la mitad del aforo”.
Algunos han presentado ERTES y otros aún resisten, aunque no los descartan. La situación fuera es similar. Hace unos días, Rolling Stone titulaba: “Es un caos: el negocio de la música en directo perderá millones”.
Ya se han visto afectados los dos festivales más grandes del mundo,
Coachella, en Estados Unidos (pospuesto a octubre) y Glastonbury, en
Inglaterra (suspendido). En España todas las miradas están puestas ahora
en el más cercano, Sónar.