La RAE no ha legitimado el
feminicidio
Más de 400
muertes y mil desapariciones al año de mujeres en Ciudad Juárez. Este titular
ha convertido al territorio mexicano en el paraíso de la impunidad para la
violencia de género. Y también en la cuna del término 'feminicidio', que la RAE
incluirá en su diccionario en octubre de este año. Pero Juárez es sólo la
región exportadora de un vocablo que abarca las continuas vejaciones a la mujer
desde América Latina hasta cualquier rincón del globo. Y aunque México ha
situado en el foco internacional esta violación de los Derechos Humanos,
existen zonas mucho más afectadas.
El llamado
triángulo norte de Centroamérica –El Salvador, Honduras y Guatemala– es la
región más peligrosa del mundo para nacer mujer. "La atención que se le
presta a México eclipsa a otras zonas latinas en las que el feminicidio está
muy presente, como en mi país, donde hay más de mil mujeres asesinadas o
desaparecidas al año", nos cuenta Mercedes Hernández, presidenta de la Asociación de Mujeres de Guatemala.
"Que la RAE reconozca la palabra es un paso, pero sólo eso, en lo que
habría que trabajar es en definir sus términos legales", explica, pues
este baile de terminologías lo único que hace es gestar un debate que confunde.
En esta
ocasión, no debe predominar el hecho de que se recoja entre las páginas de un
diccionario, pues su legitimidad está conquistada desde hace años gracias a la
lucha de las mujeres. Además, la comunidad internacional, y en concreto la
latinoamericana, está a años luz de este reconocimiento en comparación con
nuestro país. "España es un país donde la idea generalizada es que el
feminicidio es patrimonio de América Latina o de países como la India",
opina Hernández e incide en la idea de que es primordial que la sociedad
comience a diferenciar con este término una realidad universal.
Cismas
feminicidas
En 1976, Diana Russell acuñó por
primera vez el termino en su libro Femicide: The politics of woman killing.
Y cuenta la leyenda negra que los problemas empezaron cuando la influyente
feminista mexicana, Marcela Lagarde, se ofreció para traducir su obra al
castellano. En el prólogo de la misma, Lagarde incluyó un texto que ocupaba más
que el propio manual y en el que reconceptualizaba el femicidio para
bautizarlo como feminicidio. " Femicidio no incluye el
análisis de la construcción social de la violencia y tampoco el papel del
Estado, entre otras cosas, por la particular perspectiva anarquista de las
autoras", argumentaba en el preámbulo.
De pronto,
estas dos letras de diferencia se convirtieron en el símbolo de un cisma
interno entre el feminismo de la diferencia y el feminismo radical. Las
palabras se antepusieron a los intereses de un proyecto común: el de crear un
marco legal individualizado para los crímenes contra el colectivo femenino.
"Es en el desacuerdo donde más oportunismo político ha habido, pues exige
a los grupos de mujeres un consenso granítico que no se demanda de otros grupos
sociales", denuncia Hernández y explica que los estados se aferran a este
debate como a un clavo ardiendo para no afrontar la verdadera problemática.
En el
terreno de la disensión, también entran las definiciones. La de la RAE será
"muerte de mujeres por el hecho de ser mujeres", bastante
rudimentaria para el bagaje social que conlleva. Para las mujeres que se
encuentran cerca de esta realidad, es insuficiente. Como para Mercedes
Hernández, quien lo define como "un crimen con motivaciones misóginas y
sexistas del cual el Estado es responsable por acción y por omisión, que
incluye un conjunto muy heterogéneo de violencias, hasta llegar a la
despersonalización del crimen de género". Es necesario separarlo de los
crímenes pasionales y diferenciarlo como un crimen de odio y sexista. Más que
por palabras aclaratorias, para crearle un colchón legal compacto con el que
las mujeres no sólo no mueran, sino que gocen de una vida digna y carente de
violencia.
Una de las
rémoras de esta lucha es la propia mujer, pues no debemos olvidar que muchos de
los crímenes machistas son perpetrados por ellas. La mutilación
genital o la lapidación en África, Oriente Medio y Asia son condenas
arraigadas y respetadas entre la comunidad femenina. El feminicidio
reverenciado por la cultura. "P ero los autores ideológicos son los mismos
hombres que han detentado históricamente el poder patriarcal", condena Hernández.
Lo que no se
nombra, no existe
La Real
Academia Española no legitima ni concede, sólo incluye. Muchos países vecinos
llevan años utilizando el término de forma oficial. Y no hablamos de América
Latina, donde el feminicidio tiene legitimidad desde el caso Campo Algodonero, cuando
la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó a México por el exterminio
de sus mujeres. Hablamos de Italia o Viena. " Incluso el Consejo
Académico de Naciones Unidas en su resolución de Viena, desde 2012, reconoce
que el feminicidio es una crisis global y que como tal debiera ser tratada por
los estados parte", aclaran desde la AMG.
De hecho,
muchos Estados se escudan bajo el término femicidio para limpiarse las
manos. Este es el caso de Canadá, que presume de investigar el 98% de los
crímenes cometidos contra las mujeres. "Investigar y condenar no es
suficiente, si se produce un feminicidio y el Estado no lo previene, ha
fallado".
El horror
incesante
Hace apenas
unos días, dos niñas
guatemaltecas fueron asesinadas y al momento el Gobierno les
acusó de pertenecer a las maras y al crimen organizado. Han sido estigmatizadas
como delincuentes y no tienen derecho a un juicio ecuánime, ni la presunción de
inocencia ni una posible redención. Guatemala pertenece a los diez países que
tipifican estos delitos como femicidio/feminicidio, pero las consecuencias del
incumplimiento de la ley supuran a diario en la prensa -tantas veces
manipulada-.
Y aunque
hayan acotado el terreno legal para esta infracción humanitaria en muchos rincones
de Latinoamérica, no han recorrido ni la mitad del camino. La presidenta de la
AMG opina que el paso siguiente debería ser "una convención para homologar
una ley común". Así, se evitarían las concesiones que se dan a los
criminales muchas veces por comparar su delito con un homicidio ordinario o con
un caso aislado de violencia de género.
Desde la
Asociación destacan también la necesidad de convertirlo en Derecho
Internacional. "Así el bien jurídico protegido no sería la vida en lo
individual sino la comunidad internacional en su conjunto y, por lo tanto, esta
estaría obligada a su protección", destaca Hernández, y
concluye: "Así que muchas gracias, señores de la RAE, porque ha sido
un bonito gesto, pero mejor agradézcanselo a las mujeres".
Artículo de Mónica Zas Marcos publicado en eldiario.es el 13 de abril de 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario