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domingo, 8 de junio de 2014

Owen Jones: “Las cosas han empeorado desde que escribí 'Chavs'

Artículo de Lucía Lijtmaer publicado el 20 de mayo de 2014 en eldiario.es

Antes de Owen Jones, chav era una palabra para anglófilos. La leías en los medios del Reino Unido asociada a los chicos de chándal que comían pollo frito en la puerta de su vivienda de protección oficial o lo escuchabas de boca del personaje de Vicky Pollard si eras fan de Little Britain. De repente llegó un jovenzuelo rubio con pinta de estudiante y la convirtió en el síntoma de todo un país.
Su libro Chavs, la demonización de la clase obrera (Capitán Swing) ha resultado ser un espejo enfermo y quirúrgico sobre la representación de la clase trabajadora británica en la actualidad. Owen Jones visita España para dar dos conferencias; el lunes estuvo en el CCCB y el martes en el Círculo de Bellas Artes, donde ha diseccionado su trabajo.
¿La demonización de la clase obrera es un fenómeno exclusivamente británico?
La demonización es inevitable en todas partes por las desigualdades. Si lo piensas, la desigualdad es irracional: el poder y la riqueza no deberían estar en manos de tan poca gente. La desigualdad se racionaliza y justifica con la idea de que los miembros de las élites merecen estar donde están porque son más listos y trabajan más, mientras que los que están por debajo merecen estar ahí porque son estúpidos y vagos. Cuanto más desigual es la sociedad, más necesitas demonizarla para justificarlo. El caso del Reino Unido es clave porque es mucho más acuciante especialmente a partir del thatcherismo, donde se produce este cambio en el que la pobreza y la desigualdad ya no se presentan como problemas sociales sino como fracasos individuales.
Hay una frase muy famosa de un político thatcherista: "En los años treinta, cuando mi padre se quedó sin trabajo se subió a su bicicleta y salió a buscarlo". Así, "súbete a la bici" se convirtió en un cliché nacional. Las enormes desigualdades y la fluctuación de la necesidad de la respuesta colectiva al individualismo gubernamental ocurren en otros países, pero es especialmente reseñable en el Reino Unido donde los medios de comunicación sostienen y apoyan este discurso.
Eso se comprueba fácilmente en Chavs, dónde la connivencia entre medios de comunicación y el discurso ultraconservador es evidente.
Sí, los medios lo magnifican todo utilizando ejemplos extremos. El año pasado, el caso de Mick Philpott fue muy famoso: seis de sus 17 hijos murieron en un incendio provocado por él. En el Reino Unido solo hay 190 familias con más de diez hijos en situación de desempleo, pero aparecen constantemente en los medios como un estereotipo de la clase obrera que se aprovecha de los subsidios. Después del juicio, el Daily Mail, el segundo diario más leído, tituló "Otro producto execrable del Estado del bienestar en el Reino Unido". Se culpa al Estado del bienestar por estos casos extremos constantemente.
Resulta chocante cómo el trabajo de investigación revela tanta agresividad explícita por parte de los medios.
Lo terrible es que las cosas han empeorado desde que escribí el libro. En él aludo a varios casos de demonización por parte de la prensa, pero el que te acabo de describir directamente relaciona el Estado del bienestar con un asesinato.
¿Por qué ocurre esto?
Cuando la izquierda reclama más impuestos a los ricos, los medios de comunicación rebaten la idea fomentando la envidia. Lo mismo ocurre con la inmigración: se visibilizan más los casos de inmigrantes que consiguen casas a través de las ayudas sociales para fomentar un discurso racista. Se detallan las pensiones de los trabajadores del sector público -enfermeras, médicos, profesores- para fomentar la envidia de los trabajadores del sector privado. Así, los medios de comunicación magnifican casos para manipular a la opinión pública. Un 0,7% del gasto social está mal empleado, pero la percepción de la gente es que se trata del 27%. Nuestros medios de comunicación, muy ideologizados, no cuentan la realidad tal como es.
¿Cree que algunos de estos medios, como sucede en otros países, deberían ser penados por ley? Por ejemplo, en aquellos que incitan al odio racial.
El tema es que se incita al odio de manera muy sutil. Se expone un caso de derroche de un subsidio y se muestra que se trata de un inmigrante, y con eso basta, el subtexto está ahí. Con el auge de UKIP, el partido de derechas populista que centra su debate en la inmigración, la atmósfera en el Reino Unido se está tornando muy siniestra. Nigel Farage, su líder, dijo la semana pasada que entendía que la gente estuviera preocupada si se mudaba a su barrio un vecino rumano. Recuerda a la campaña tory de los sesenta, que hacía un juego de palabras con una campaña: "Si quieres a un negro como vecino, vota a los laboristas". Ya en esa época la opinión pública se escandalizó, en cambio ahora vuelve a legitimarse la misma idea.
¿Está de acuerdo con que el avance es posible porque es la extrema derecha la que está haciendo la revolución?
Parcialmente sí, por un fracaso de la izquierda, que no ha sabido canalizar la rabia de la gente. La derecha ha logrado trasladar esa rabia contra los banqueros, evasores de impuestos o explotadores hipotecarios hacia sus propios vecinos, inmigrantes y trabajadores del sector público. La derecha logra culpar a la base usando un populismo que hace mella en el público. La izquierda no ha podido con eso, y la derecha ha aprovechado el hueco. Se puede ver en Francia, con las cifras en poblaciones con una potente clase obrera que solía votar al Partido Comunista y ahora votan al Frente Nacional en medio de una crisis económica devastadora.
Entonces, ¿la demonización de la clase obrera es un síntoma o una consecuencia?
La destrucción de la idea de que no existe una clase obrera y que todos somos clase media es la clave. Esta idea, fomentada por políticos y periodistas de clase media, pulveriza el debate sobre las desigualdades, porque si no hay clases sociales, no hay nada que debatir. Se combina con la noción de que los que quedan fuera de la dominante clase media son los vagos y maleantes chavs que no quieren trabajar. Si unimos eso al aumento de pobreza y desigualdad y el cambio de discurso en el que se culpabiliza al trabajador, ya tenemos el discurso completo. La guetización de la clase obrera en viviendas sociales implicó que aquellos con mayores necesidades acabaron separados del resto de la población. Eso hizo mucho más fácil que todo un sector fuera demonizado. Toda la clase empobrecida está concentrada, y el resto de la gente sólo sabe de ellos por lo que cuenta la televisión.
En su libro cita Estates, de Lynsey Hanley, una obra clave que explica exactamente cómo esa guetización fue planeada y fue de todo menos casual.
Es que fue una decisión ideológica. Originalmente, las viviendas de protección oficial promovían unas comunidades mixtas. Aneurin Bevan, creador también de la sanidad pública, dijo que quería recrear los mejores aspectos de aquellos preciosos pueblos ingleses y galeses, donde el doctor y el carnicero vivían puerta con puerta. El problema es que los tories rebajaron la calidad de las construcciones y hacinaron a la gente en monstruosos bloques de pisos que no fomentaban ningún valor comunitario. En los ochenta, al ofrecer los pisos de protección oficial para la venta, se reservó una partida para los más desprotegidos. Eso generó la guetización de las comunidades, pero también su fragmentación y división, ya que todos estaban compitiendo por los mismos pisos.
¿Qué pasa con la cultura pop? En el libro se explora cómo el ocio y el entretenimiento parecen haber desaparecido para el chav.
La idea de que no existen clases sociales en parte proviene de la idea de una democratización de la cultura. Factor X es un programa (de televisión) que podría ver el príncipe Guillermo y también un chav. Antes, la cultura popular era para las masas, mientras que la alta cultura era para la clase media-alta . Y aunque es cierto que resultaría difícil encontrar a alguien de clase obrera en la ópera, la cultura popular se ha ampliado. El problema es que solía ser el refugio y la cultura de la clase obrera -los Beatles son el ejemplo clásico- pero si comparamos las listas de éxitos de 1990 a las de ahora, encontramos que ahora los músicos son todos de clase acomodada y han recibido una educación privada, a la que sólo tiene acceso el 7% de la población.
El ataque a la Seguridad Social y al sistema de becas hace que muy poca gente de clase obrera pueda sostener que sus hijos se dediquen a la música mientras les mantienen sus padres. Lo mismo pasa con el fútbol, tradicionalmente una ocupación de clase obrera. Cuando en los noventa la clase media comenzó a demostrar interés, los precios de las entradas a los partidos subieron, también como un intento de frenar la violencia que se consideraba intrínseca de la clase obrera. Además, se introdujeron los canales de deportes de pago. Al final, la propia cultura de la clase obrera ha acabado siendo inaccesible para ella.
Eso convierte a la clase obrera en consumidora y no productora de su cultura.
Exacto. Junto a un montón de otras profesiones a las que ya la clase obrera no tiene acceso, como la de periodista. Si para ser becario tienes que trabajar gratis durante meses, ¿quién puede pagar eso? Se desplaza la idea de que el talento es lo más importante en favor del dinero que tiene tu familia, no solamente para estudiar sino para producir cultura. Es una barrera de clase relativamente nueva.
Factor X perpetúa en parte el mito conservador de la meritocracia: puedes lograrlo todo si realmente lo intentas.
Sí, y copia una tradición obrera de los clubs de hombres, el karaoke. Pero aunque parezca raro, Factor X resulta positivo para la clase obrera, porque en el reality enseñan las vidas de los concursantes, todos de clase obrera. Es uno de los pocos espacios que muestra a gente de clase trabajadora en su vida cotidiana, en vez de describir situaciones criminalizables. Por otro lado, sí, fomenta una idea en la que todos podemos ser ganadores de una lotería si tenemos talento, y todos podemos llegar a la cumbre si nos esforzamos, lo cual es falso. Por eso las aspiraciones de los jóvenes de clase obrera son poco realistas: estrella del pop, futbolista... Es porque se trata del único modelo que se les ofrece.
Esta demonización tuvo un paréntesis en los noventa, ¿no? El turismo de clase, la imitación del acento cockney...
Sí, se daba mucho en la universidad. Es lo que hicieron Blur, ¿no? (ríe). En los noventa se puso de moda rebajar tu estatus social, demostraba heroicidad. Se veía como algo positivo, porque en el fondo si venías de un entorno obrero, se asumía que estabas ahí por tu talento. En la música el epítome de la glorificación de lo obrero fue Oasis, mientras que ahora está Coldplay, una banda considerada algo ñoña y de entorno privilegiado. Ahora no se me ocurre ningún grupo de la importancia de Oasis que pueda cumplir ese perfil. En la actualidad en las universidades lo que está de moda es ser pijo, incluso sólo estéticamente. El look de Retorno a Brideshead, con sus camisas rosas y sus corbatitas ridículas, ha vuelto, y se organizan fiestas temáticas chavs como manera de echarse unas risas. Es un cambio sustancial.
Tras un libro de tanto éxito como Chavs, ¿qué viene ahora?
Estoy trabajando en un libro sobre la clase dirigente, The Establishment and how do they get away with it (La clase dirigente, y cómo se salen con la suya), y es sobre la clase dominante y lo que hace, basado en una gran cantidad de entrevistas, centrado en cómo gestiona el poder y lo mantiene.
¿Algún descubrimiento interesante?

Que son unos cabrones (ríe). ¡Lo dicen ellos mismos! Describo su mentalidad como un anuncio de L'Oreal: "Porque yo lo valgo". Así justifican sus privilegios políticos y sociales, se suben el sueldo y pasan del sector público al privado sin ningún tipo de remordimiento.

Artículo de Lucía Lijtmaer publicado el 20 de mayo de 2014 en eldiario.es

sábado, 24 de mayo de 2014

Sami Naïr: "La izquierda y la derecha no son lo mismo, pero en Europa se han comportado igual"

Articulo de Daniel Basteiro publicado en el Huffingpost.es el 14 de mayo de 2014


Sami Naïr (1946, Tlemcen, Argelia) quiere una "gran Europa", pero no ésta. El intelectual francés, catedrático de Ciencias Políticas en la universidad Pablo Olavide de Sevilla, cree que es imprescindible expulsar a los mercaderes del templo de las élites en el que se ha convertido la Unión Europea. En su libro El desengaño europeo, Naïr repasa la historia del club comunitario para concluir que fue un error fiarlo todo a la construcción de un gran mercado. Cuando eso falla, según él, la idea "beata" de Europa, el europeísmo de bandera, se viene abajo.
-Ha escrito un libro de desengaño, pero no sólo sobre la gestión de la crisis del euro, sino del proyecto europeo en sí.
El sueño europeo ha sufrido un daño tremendo por dos motivos casi culturales. El primero es el utopismo romántico con el que se planteó la construcción europea. Este utopismo ha fracasado frente a unos resultados totalmente contrarios, que corren el riesgo de destrozar definitivamente el sueño de Europa. La responsabilidad la tienen no los que hacen un balance realista sino los que han prometido mucho para darnos nada.
Por otra parte, la opinión pública ha sido descartada desde el comienzo por las élites políticas con la excusa de que “Europa es algo demasiado complejo como para dejarlo en manos de los ciudadanos”. En nombre de esa visión hemos construido no un interés político europeo que generase adhesión sino un sistema de élites con un enorme déficit democrático. Hay elecciones cada cino años, pero los ciudadanos no saben muy bien sobre qué están votando. Estoy absolutamente convencido de que si se pregunta hoy a un ciudadano cuál es el diputado de su circunscripción, será incapaz de decir su nombre.

-¿No son las elecciones europeas una oportunidad perfecta para corregir ambos defectos?
En las elecciones europeas no se habla de Europa. Es una consecuencia casi natural porque los partidos políticos no tienen mucho que decir. No tienen más programa que el elaborado por la Comisión Europea. Cualquier partido, de cualquier bando, intenta adaptarse a ese programa. El bando conservador utiliza el chantaje de “lo que hay que hacer”, sin alternativa. El progresista, cuando existe, parte de un “no estamos de acuerdo” para hacer propuestas que reenfoquen un poquito ese programa. Pero no hay programa. Es siempre el mismo discurso.
-Tras las últimas elecciones europeas, la izquierda española votó a favor de la reelección de José Manuel Durao Barroso, conservador y anfitrión de la Cumbre de las Azores, como presidente de la Comisión. En estas, los socialistas tienen un candidato, que debate con los demás, y un programa. ¿Esta vez será diferente?
No lo creo. Hay que transmitir a la opinión pública que los políticos de ambos bandos tienen una responsabilidad enorme de lo que ha pasado y no han hecho la autocrítica necesaria para proponernos una alternativa a esa política. Imagínese que Martin Schulz, un gran diputado al que respeto, llega a la presidencia de la Comisión. Va a hacer la política de su partido, un partido aliado de Merkel en el Gobierno alemán. No me imagino a Merkel permitiendo que un socialista llegue a la presidencia de la Comisión para poner en marcha una política distinta a la suya. Si Schulz llega ahí, será con las manos esposadas.
-La Eurocámara presume de tener más influencia que nunca, sobre todo desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, que le da el poder de codecidir (con los Gobiernos) en multitud de temas. Pero, según su libro, sigue siendo una “caja de resonancia” y una coartada para la tecnocracia.
Es mi convicción. He sido eurodiputado cinco años y nunca, jamás, he sentido tanta impotencia política como en el Parlamento Europeo. Mire la elección del presidente del Parlamento Europeo. Conservadores y progresistas se ponen de acuerdo para repartirse el cargo, dos años y medio cada uno. Las grandes orientaciones son idénticas porque hay un acuerdo entre la derecha y la socialdemocracia para considerar que no hay alternativa a la construcción liberal de Europa. Merced a este acuerdo, hoy asistimos a una destrucción progresiva de la idea de Europa como conjunto de naciones.

-¿Ha vendido la izquierda su alma?
La complicidad ha existido desde los años 70. Piense en las relaciones entre Francia y Alemania. Valery Giscard d’Estaing y Helmut Schmidt (derecha-izquierda), François Mitterrand y Helmut Kohl (izquierda-derecha), Jacques Chirac y Gerhard Schroeder (derecha-izquierda), Nicolas Sarkozy y Angela Merkel [en este caso, ambos de derechas]. En vez de construir un contraproyecto, la izquierda se ha rendido al de los conservadores intentando matizarlo, suavizarlo o flexibilizarlo para proteger a las capas más débiles. Nunca diré que la izquierda y la derecha son lo mismo a nivel europeo, pero se han comportado igual. Todo pese a que los eurodiputados de izquierdas en el Parlamento Europeo son en muchas ocasiones muy militantes. El resultado objetivo es un proyecto institucional de una Europa-imperio mercantil y no un proyecto de sociedad.

-¿Cuándo sucumbió la izquierda?
1986, el Acta Única. Ahí estriba la gran orientación del mercado frente a la construcción de Europa con los Estados. En vez de contar con un piloto político, algo sobre lo que no había acuerdo, se decidió construir un avión para que volara solo: el mercado. Una vez creado, se le dotó de libertad de circulación de mercancías, servicios y capitales, añadiendo como concesión la circulación de personas. Después, para ese mercado se creó una moneda, el euro, votado por la izquierda socialista, pero no los sectores más críticos. El consenso de las élites ha consistido en que por encima de todo está Europa y por encima de Europa, el mercado. Se ha construido una Europa liberal y profundamente antisocial. Las políticas sociales son el pariente pobre del mercado europeo y la izquierda se ha vuelto cada vez más conservadora, sobre todo la inglesa y la alemana. Fíjese: cuando se puso en marcha la moneda única había 15 gobiernos de izquierda en Europa. La derecha era prácticamente minoritaria.

-En su libro asegura que, tras la Dictadura, España no tenía muchas más opciones que integrarse en la UE, entonces la Comunidad Económica Europea, ese proyecto cuya construcción critica.
España nunca ha tenido margen de maniobra. La Transición fue el producto de la cordura de las élites políticas españolas y el apoyo de países europeos, especialmente de Alemania. Sin el apoyo de Alemania, el PSOE nunca hubiera tenido tanta importancia. Después, durante 15 años, España fue el país más financiado por la UE. Cuando uno recibe ese dinero no abre la boca en las negociaciones más que para defender esos fondos. España ha trabajado muy bien en Europa, pero casi como una funcionaria. Y después adoptó el euro sin discusión, algo que implicaba una convergencia económica que España respetó con una deuda y déficit bajos. Todo ello mientras se emborrachaba de sector inmobiliario.
-Y cuando estalló la burbuja, el margen de maniobra español fue cero.
Con la crisis se ha visto cómo funciona el poder europeo y cómo Merkel y Sarkozy comenzaron a tomar todas las decisiones. Según el filibustero George Soros, los países del sur de Europa van a salir de la crisis como países subdesarrollados. Los países del sur no pueden sobrevivir con un euro tan caro.

-Si continúa el euro caro (algo que penaliza las exportaciones), se “desangrará la población y se privatizará, casi por completo, el sistema económico y social. En ese caso entraríamos en un terreno de guerras sociales”, escribe. ¿A qué guerras se refiere?
Las decisiones de 2009 y 2010 han provocado la destrucción de millones de empleos y la exclusión de una parte importante de la juventud. También ha habido manifestaciones masivas en los países del sur de Europa. Todo ello es un peligro para las élites financieras europeas, algo que Merkel y el BCE entendieron el año pasado, cuando suavizaron un poquito sus políticas.

-¿Es Francia diferente?
En Francia será imposible seguir aplicando esas medidas de austeridad, como ya hemos visto en las últimas elecciones. No aceptará mucho más tiempo que sea la Comisión quien dicte las normas. No lo deseo, pero se está cocinando una explosión generalizada en Francia. No pueden poner estas medidas en marcha en un país en el que no hay un Estado del bienestar, sino un “Estado padre” que no va a desaparecer por mucho que haya que obedecer a Bruselas.

-¿Puede darse esa explosión en España?
España es muy compleja y hay una serie de problemas contradictorios que al final son paralizantes. Hay una disgregación social, acompañada por un paro increíble. También hay una falta de conciencia de lucha motivada por la Transición, que ha funcionado como anestesia de la identidad social mientras las clases populares se iban integrando y mejorando.
Francia es una democracia clásica, casi de libro. España es una democracia moderna, más dinámica, pero con menos arraigo por ser tan joven. Además, hay que sumarle el problema nacionalista, también muy paralizante. Todos los problemas sociales del país se transforman en un problema identitario. Por ejemplo: el Gobierno de Cataluña aplica una política ultraliberal a nivel social, pero la esconde tras la bandera.
-El Gobierno español y la eurozona proclaman una lenta recuperación y salida de la crisis, algo que haría posible relajar las medidas de austeridad.
Eso es demasiado optimista. Los países del sur no pueden sobrevivir con un euro tan caro salvo que estén dispuestos a destruir el tejido social.
-Algo que usted llama “americanización” de la sociedad.
Las privatizaciones, el fin del derecho laboral, grandes bolsas de pobreza… No sé si eso será posible en los países del sur, pero es imposible en Francia. Estallará una revolución social. La recuperación que vemos ahora es meramente coyuntural. El repunte se produce porque hemos llegado muy abajo.

-“A falta de una poderosa movilización de los asalariados, lo peor es posible en Grecia”. ¿A qué se refiere?
Grecia es el país que hoy en día está más cerca de una dictadura de extrema derecha. El Ejército está a un lado, pero aún no ha dicho su última palabra. Los socialistas están muy divididos y su antiguo líder hizo lo que José Luis Rodríguez Zapatero no había hecho en España: decir “no” y plantearse la posibilidad de someter a referéndum la austeridad. Y cuando ocurrió eso, le enseñaron la puerta. El primer plan de rescate del país fracasó. El segundo, también. Grecia se encamina hacia el autoritarismo.

-¿Por qué es tan peligroso el tratado comercial con EEUU que se negocia en la actualidad?
EEUU sabe que está en una posición de declive hegemónico y ve en China una gran amenaza. En ese tratado se pide que sus empresas tengan la posibilidad de entrar libremente en el mercado europeo con normas norteamericanas. Y hay que recordar que nosotros tenemos el principio de precaución [protección ante los riesgos, aunque el peligro no esté demostrado], por lo que un tratado así inundará el mercado europeo de productos potencialmente peligrosos. La guinda del pastel es un tribunal para resolver conflictos que no sea ni el de los Estados ni el de la UE, sino uno especial donde tendrán influencia las empresas. No es un tratado más. Acabará con lo poco de social que le queda a Europa.
-¿Es posible revertir el rumbo?
Si verdaderamente queremos construir Europa hay que transformar el proyecto en debate público, político e institucional. Hay que prohibir la mezcla de posiciones políticas, porque no es normal. Y abordar el objetivo último de la actual Europa: la privatización de lo público para mercantilizar todas las actividades. De ahí viene la política de austeridad.

-¿Cómo se acaba con el déficit democrático?
Faltan partidos políticos con una concepción clara de la situación. En esos partidos hay que generar una idea nueva de la construcción de Europa y replantear la arquitectura institucional. El déficit democrático no se soluciona mandando más diputados a Bruselas. Hay que controlar a la Comisión, al Consejo, al BCE y reorganizar los poderes del Parlamento Europeo.
Basta con participar en una reunión del Parlamento o del Consejo para ver que una Europa beata no existe, hay que verla en función de las razones de fuerza.
-¿A qué se refiere?
A que cada uno quiere defender las posiciones de su país. No creo en el federalismo europeo. Es demasiado pronto y no hay legitimidad. No veo a un francés aceptar a un presidente de la República alemán. Los cementerios están ahí. Hay que construir algo realista y no una utopía romántica que ya nos ha conducido al fracaso.
-El sueño del arquitecto de Europa Jean Monnet ha muerto.
Y no lo digo yo, lo dicen ellos. Construir Europa a través de un mercado no funciona, porque tiene como límite un espacio comercial. Hay que construir una gran Europa, pero no esta sino una en la que la inteligencia se apodere del debate europeo con una visión crítica. No necesitamos una concepción beata de Europa.
-¿Cómo se ha construido ese dogma europeísta?
Antes, a alguien podían preguntarle: ¿es usted francés? Sí, soy francés. ¿Es usted europeo? Sí, claro, soy europeo. Eso nunca fue un problema. Pero hemos transformado una obviedad en un proyecto de futuro. No necesitábamos sentirnos europeos. Lo somos. No entenderlo así nos lleva a situaciones como la del estallido de la crisis. En Alemania se dijo que en nombre de la solidaridad europea había que ayudar a España. La reacción allí fue calcular cuánto le cuesta un español a cada alemán. Y cuando se diseñó el fondo de rescate para rescatar a Grecia, el Tribunal Constitucional de Alemania vino a decir: “cuidado, porque el pueblo europeo no existe”. Tenía razón. Europa no es un pueblo sino una determinación geográfica. De la misma manera que el pueblo africano no existe, sino decenas de Estados.
Articulo de Daniel Basteiro publicado en el Huffingpost.es el 14 de mayo de 2014 

domingo, 23 de diciembre de 2012

La izquierda ha desaparecido

Artículo de Francesc Arroyo publicado en El País el 17 de diciembre 2012


El catedrático de Sociología
Manuel Castells. / MASSIMILIANO MINOCRI

De la indignación a la esperanza es el camino descrito por el sociólogo Manuel Castells (Hellín, Albacete, 1942) en los movimientos de protesta que han sacudido los países árabes y Occidente, con especial presencia en España. Un movimiento que se gesta en las redes informáticas y cuaja en los espacios urbanos ocupados: desde la Puerta del Sol o la plaza de Tahrir hasta Wall Street. Castells, catedrático en la Universidad del Sur de California, ve ahí el germen del cambio hacia formas de democracia más participativas. Lo explica en su última obra Redes de indignación y esperanza (Alianza).
Pregunta. Haga balance del movimiento de los indignados.
Respuesta. Va por países. En Islandia se nacionalizaron los bancos, se echó a los dos partidos que la gobernaban desde 1927, se creó un nuevo gobierno con democracia participativa, se elaboró una nueva Constitución debatida por internet con miles de ciudadanos interviniendo. Fue una revolución, pacífica, pero una revolución. En algunos países árabes se acabaron las dictaduras. Se puede pensar si el islamismo gusta más o menos, pero es otra cosa. Dictaduras inalteradas durante décadas se acabaron en semanas. En Túnez. En Egipto. En otros casos, los gobernantes avisados convirtieron las revueltas en guerra civil. En Estados Unidos la distinción entre ricos y pobres era ajena a la cultura americana y ahora es un asunto vivo y ha tenido un efecto electoral de segundo grado en la campaña, a favor de Obama.

P. ¿En España?
R. España es el país de Europa donde el sistema político ha mostrado menos sensibilidad ante la protesta, y con los dos grandes partidos de acuerdo en ignorarla. El caso más dramático es el de las hipotecas. Los suicidios han disparado la alarma social, pero hace más de un año y medio que viene planteándose sin respuesta. La opinión pública ha registrado las críticas del 15-M. Las encuestas señalan un 70% de apoyo, pero también registran que apenas se cree que haya capacidad de cambio. Ha cambiado la conciencia de la gente, pero el sistema político se mantiene impermeable. Y esto puede degenerar en enfrentamientos y en violencia.
P. Una violencia que el movimiento rechaza de plano
R. Sí, pero hay un caldo abonado por las provocaciones policiales (en España las hay) y la rabia de los jóvenes. Con una sociedad movilizada, indignada, sin respuesta institucional creíble, es difícil evitar la violencia. Espero que no la haya y mucha gente del 15-M lo espera también. Pero hablamos de un movimiento, no de un partido, no de una organización hermética que puede controlar la rabia de la gente.
P. Usted señala que parte de la desconfianza hacia los partidos se debe a que son percibidos como subordinados al capitalismo financiero. Pero anota que no hay un rechazo del capitalismo
R. Dentro del movimiento hay una tendencia que es anticapitalista, pero no todo el movimiento lo es. Lo que se rechaza es el sistema financiero como funciona ahora. Su indignidad e inmoralidad. Y también la subordinación de las instituciones y los partidos a este estado de cosas. El movimiento parte del malestar económico y social, pero es sobre todo un movimiento político que exige la democracia real. Denuncia la falta de alternativa. Salvo que se entre en el sistema político, pero para eso está la ley electoral española que bloquea la entrada de minorías importantes. El movimiento ha hecho varias propuestas razonables de democratización del sistema electoral porque la sociedad ha cambiado, pero el sistema político no cambia. Y es imprescindible restablecer la conexión.
P. En un momento del libro sintetiza usted algunas de esas propuestas. De 12 que recoge, ocho son negativas
R. El movimiento es, sobre todo, un movimiento de crítica, de rechazo. A partir de ahí hay que abrir el debate. Y se ha abierto con formas tanto asamblearias como reticulares en Internet, esperando que de ese debate salgan fórmulas para el futuro que sean asumidas por la ciudadanía. Hay propuestas positivas: la reforma de la ley electoral, la modificación del sistema hipotecario, mecanismos de control sobre la banca. Lo que no hay es un programa, sino sería un partido y no lo es. Pero este movimiento ha generado más debate y ha creado más conciencia política que los partidos en los últimos 20 años. Y todos los cambios empiezan en la mentalidad de las personas. Más tarde ya se traducirá en votos. El problema es que ninguna de las propuestas políticas refleja hoy esta nueva sensibilidad.
P. De modo que, cuando hay elecciones, vencen las formaciones que defienden lo contrario
R. Es que la izquierda ha desaparecido. Hoy, en términos políticos, estamos en un periodo constituyente. No desaparecen los partidos conservadores, pero la izquierda está en crisis, pese a que hay un espacio de centroizquierda que no se llena porque la ley electoral funciona como mecanismo de bloqueo. De todas formas, van surgiendo alternativas.
P. A largo plazo
R. El movimiento español tiene un eslogan: “Vamos despacio porque vamos lejos”. Es decir, se trata de un movimiento muy autorreflexivo que tiene perspectiva histórica y que ha empezado a plantearse qué incidencia política se debe producir. Lo que no puede hacer es transformarse en partido, eso haría que perdiera su legitimidad movilizadora, pero pueden esperarse pactos entre nuevas formas organizativas y corrientes del movimiento. Claro, es necesario que el sistema político sea flexible. En Italia, por ejemplo, lo es; en España, no. Los partidos españoles se sienten acosados, creen que si se abren desaparecen. Y tienen razón, sobre todo, la izquierda. Y eso es dramático.
P. El movimiento se comunica a través de las redes informáticas, como antes los obreros se organizaban al coincidir en la fábrica
R. Todos los movimientos sociales nacen de la comunicación. El individuo aislado con su enfado no tiene fuerza. Puede suicidarse. Los suicidios son lo que precede a las revoluciones islámicas. La gente pasa de la humillación a la autodestrucción. La suerte es que existe un espacio de comunicación, internet, en el que muchos jóvenes viven. La gente se organiza donde vive. Los obreros se comunicaron en las fábricas, los jóvenes de hoy lo hacen en internet, pero es vital que luego ocupen el espacio público. Al ocupar un espacio público, la gente se da cuenta de que existe y de que puede imponer su derecho a la ciudad por encima de las reglas de tráfico. Lo que produce los cambios históricos es la combinación de un espacio de comunicación, un espacio de reunión, un espacio de incidencia política. Son viejas libertadas (de reunión, de expresión) traducidas a la era digital. Los movimientos nacen en la red y se organizan en el espacio urbano. Y como la ocupación del espacio urbano no se puede eternizar (a veces de eso se encarga la policía) se repliegan en la red, pero no desaparecen.
P. Una comunicación a la que el poder combate con la coacción y la manipulación
R. La dominación perfecta es la que no se siente. Puede ser por adhesión a los valores dominantes o por resignación y ahí los procesos de persuasión son fundamentales. Cuando fallan, se recurre a la coerción, pero los mejores sistemas de control son los que no necesitan del uso de la policía.
P. Resalta usted el papel de las emociones, del miedo que paraliza o la esperanza que estimula
R. La primera emoción que aparece es la indignación. El miedo atenaza a la gente. Miedo a perder lo poco que le queda. El miedo y la resignación paralizan a la gente. Esto salta cuando no se puede más. En ese momento se supera el miedo. La esperanza llega cuando superas el miedo y encuentras en las redes, en la calle, mucha gente que está como tú. Empieza al hablar con otro, al sentir con otro. Al percibir que no tenemos el poder pero estamos juntos y tenemos la razón con nosotros. Ése es el paso del miedo a la esperanza. No se producen efectos a corto plazo, pero aun así la gente se siente mejor protestando que quedándose en casa.

Artículo de Francesc Arroyo publicado en El País el 17 de diciembre 2012