La obligación de clausurar temporalmente las actividades no
esenciales, una circunstancia desconocida en Europa desde la primera
mitad del siglo pasado, nos ha puesto delante de los ojos una realidad
que no siempre tenemos presente: la cultura es un bien de primera
necesidad. Confinados en casa, sentimos la urgencia de oír música, leer
libros, ver producciones audiovisuales e incluso visitar museos, aunque
sea de forma virtual. Es muy importante que tengamos los medios para
hacerlo y por eso me parece una gran noticia que los teatros de ópera,
desde nuestro Real hasta el Met de Nueva York, las editoriales, las
productoras y distribuidoras de audiovisual y los museos hayan abierto
generosamente sus catálogos y sus plataformas. También la Escuela Reina
Sofía está aportando su granito de arena ofreciendo las grabaciones de
sus conciertos y sus clases. Según me dicen, están siendo muy visitados,
lo que me reafirma en mi impresión de que esta crisis está cambiando
nuestros hábitos más profundamente de lo que pudiera parecer.
El arte y las humanidades proporcionan un esparcimiento que alivia la
cotidianeidad, pero sirven, además, para algo bastante más importante:
nos ayudan a desarrollarnos como personas y refuerzan los lazos que nos
mantienen unidos como sociedad. Hay pensadores, como Yuval Noah Harari,
que van más allá y afirman que el relato compartido que la cultura crea y
difunde es, precisamente, lo que nos hace humanos. Por mi parte,
siempre he creído que la cultura —y, más concretamente, la música— tiene
la capacidad de transformar a los individuos y las sociedades y por eso
me he esforzado en facilitar a los jóvenes el camino hacia la música.
Aunque no entendamos muy bien cómo, la música nos hace mejores personas.
A lo largo de los años, todos los grandes músicos que me han ayudado
han subrayado el poder que tiene la música de facilitar la convivencia.
“No os limitéis a tocar, cobrar y volver a casa”, dijo Zubin Mehta a los
alumnos de la Escuela; y añadió: “La música tiene el poder de hacer que
las personas convivan, incluso aquellas que no quieren convivir.
¡Usadlo!”. Parecidos mensajes nos trajeron —y, sobre todo, practicaron—
Menuhin, Rostropóvich, Larrocha, Maazel, Abreu y, más recientemente,
Mutter, Dudamel, Camarena y muchos otros. También los jóvenes dan
testimonio. Hace dos años, reunimos en un trío a un violinista
azerbaiyano, un violonchelista armenio y una pianista turca, procedentes
de tres países que llevan siglos en conflicto. Al principio se miraban
con recelo, pero han acabado siendo grandes amigos y formando uno de los
mejores grupos de cámara de la Escuela. De hecho, si la pandemia lo
permite, tocarán el Triple concierto de Beethoven bajo la
batuta de Sir András Schiff en el concierto de fin de curso. No se puede
hacer música juntos y, a la vez, estar en guerra.
La música, como las otras artes, es un factor de cohesión social. Nos
permite conocer el mundo interior de otra persona —el compositor, el
intérprete, el artista— y, en espejo, conocer mejor el nuestro. De ahí
la importancia de apoyar a las escuelas de música y reforzar la
presencia de las artes en la enseñanza general. En el ámbito de la
educación se oye hablar mucho de la necesidad de reforzar las materias
llamadas STEM —iniciales en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y
matemáticas—, que son las herramientas que nos permiten actuar sobre el
mundo. Tener herramientas está muy bien, pero solo si sabemos para qué
las queremos. Algún día, nuestros niños y jóvenes se preguntarán
—¡espero!— qué uso quieren dar a la tecnología que han aprendido y quizá
echen de menos entonces las horas de formación en música, artes y
humanidades que no les estamos dando hoy. Añadamos la A de
artes a la fórmula, como tantos están pidiendo; convirtámosla en STEAM,
porque esa letra es la que da sentido a las otras cuatro.
En estos días, todos apreciamos la importancia de la cultura y
agradecemos a los músicos y escritores que estén donando gratuitamente
su trabajo, pero, además de darles las gracias, tenemos que protegerlos
para el futuro inmediato. La cultura no es gratis y no se hace sola. La
crean personas, que comen y pagan facturas como los demás. Compositores,
intérpretes, escritores, pensadores, actores, dramaturgos, bailarines,
pintores, cineastas y demás creadores van a necesitar el apoyo de todos,
porque se avecinan tiempos difíciles. Es imprescindible que, en los
próximos meses, España mantenga vivas las estructuras de su industria
cultural y que, entre las medidas de emergencia que haya que tomar para
poner en marcha el país después de este obligado parón, nuestros
gobernantes tengan en cuenta a la cultura y le den la prioridad que le
corresponde como el sector esencial que es. De nada servirá cubrir las
necesidades materiales de la población si no atendemos también las
morales, que son las que aseguran nuestra convivencia.
Paloma O'Shea es presidenta fundadora de la Escuela Superior de Música Reina Sofía.
La Orquesta Sinfónica de Tenerife en un concierto.CARSTEN W. LAURTISEN
La Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST) emitirá hoy, por primera vez en sus 35 años de historia, un concierto online.
La señera formación clásica tinerfeña se ha propuesto continuar
ofreciendo música a los tinerfeños durante estas semanas de parada
obligatoria en su temporada. Los gestores, los músicos y el personal
administrativo que forman parte de la OST continúan trabajando desde
casa y han preparado este regalo. "No solo lo hacemos por nuestros
abonados sino por todos los aficionados a la música y el público en
general", explicó el presidente del comité de empresa, Ángel Camacho.
El primer concierto de este tipo tendrá lugar mañana a
partir de las 19:30 horas a través de las redes sociales de la
Sinfónica. Sus perfiles de Facebook e Instagram son el canal escogido
para esta primera emisión. "Había que buscar una fórmula para
llegar a nuestro público y consideramos que la mejor era apoyarnos en
nuestras redes", detalló Camacho. El recital ha sido bautizado Sinfónica de Tenerife, Emociones desde el salón.
Están invitados todos los amantes de la música de calidad y todos
aquellos canarios que quieran acercarse a la que es, sin duda, la
formación clásica más emblemática de la Isla. "Estamos muy emocionados",
añadió el músico.
El
programa ha sido diseñado por el equipo de la OST y organizado por
secciones musicales. Resulta muy complejo grabar por separado este tipo
de composiciones. Los integrantes de la sección de flautas, la sección
de violas y la sección de cellos serán los primeros en presentarse ante
su público a distancia. Las flautas comenzarán a las 19:30 horas con Dance of the reed,
de Tschaikovsky. Los músicos que darán vida a esta pieza son Catherine
Mooney, Francisco García y Sarabel Delgado. A continuación, a las 20:00
horas, será el turno de las violas con Ma Poupée cherie, de
Deodad de Séverac. Participan, en este caso, Sviatoslav Belonogov,
Alexandre Mikheile, Andrey Pavlyuchenkov, Patrick Doumeng, Brett
Kronewitter, Blanca Sellers y Alba Correa. Finalmente, a partir de las
20:30 horas, la sección de cellos interpretará el segundo movimiento de
la Sinfonía número 7 de Beethoven.
Para hacer este primer concierto online,
el equipo de la OST ha tirado de ingenio y recursos propios. El
presidente de la OST y director insular de Cultura, Leopoldo Santos,
valoró la implicación e iniciativa de la orquesta. "Estuvimos hasta el
último momento pendientes de ver si podíamos grabar el ensayo general de
la ópera Lucrezia Borgia para emitirla luego. Fue imposible,
pero desde ese primer momento, los músicos y todo el equipo se pusieron
manos a la obra para continuar con su actividad", destacó el portavoz
insular.
Tanto el comité de
empresa como la comisión artística de la OST han trabajado estas dos
semanas para coordinar el esfuerzo de todos y cada uno de los miembros
de la orquesta. "Todos están implicados de una u otra forma. No solo nos
vamos a quedar en la organización de estos pequeños conciertos,
queremos acercarnos al público y mostrarles nuestro día a día", adelantó
Camacho.
Complejidad técnica
Para
poder grabar estas piezas, han tenido que estudiar varias estrategias.
En algunas obras han empezado por grabar el solo y pasar la grabación a
sus compañeros, que grabaron asimismo sus partes encima de esa primera
interpretación. En otros casos han optado por la referencia metronómica
para coordinarse. "Todo está escrito, los valores, los motivos y las
notas, pero es esencial establecer a qué velocidad se va a tocar para
que el resultado sea óptimo", explicó Camacho. "Nos hemos reinventado,
ha sido todo un reto y todos los compañeros han mostrado una gran
implicación. Estamos deseando ver qué acogida van a tener", concluyó.
Nada como el choque contra la inmisericorde realidad para poner a
prueba la fortaleza y el sentido y hasta la razón de ser de las artes.
En medio de la calamidad uno entiende instintivamente que ha de medir
sus palabras, porque en estas circunstancias el oído ético y estético se
afina hasta volverse doloroso, y detecta enseguida cualquier nota
falsa, salida de tono, hasta el indicio más disimulado de
irresponsabilidad o egocentrismo. No estamos para bromas. La indulgencia
perezosa hacia la palabrería ahora da paso a lo que Ernest Hemingway llamaba an in-built bullshit detector:
una especie de sismógrafo incrustado en uno mismo que salta y dispara
su alarma ante la tontería halagadora y consentida, ante la impúdica
simulación que usurpa el vocabulario de lo verdadero.
No son momentos para juegos de manos ni juegos de palabras. Como un
cuerpo debilitado por la enfermedad, la conciencia sobrecogida rechaza
impulsivamente lo que intuye como tóxico o como superfluo, lo que pueda
provocarle una sobreestimulación estéril. Hay un mundo de diferencia
entre el fervor y la fiebre. En épocas de abundancia nadie repara en el
despilfarro; cuando se disfruta de un confort y seguridad en el
porvenir, el desarreglo y el trastorno, la novedad neuróticamente
renovada, pueden ofrecer simulacros de plenitud, y desde luego parece
que alejan el peligro del tedio. Cualquier sospecha de lentitud o de
gravedad se vuelve intolerable, cualquier paréntesis de inactividad o
silencio.
Las artes se pueden permitir el lujo del ensimismamiento: porque
nadie va a pedirles seriamente consuelo, sustento o refugio, las artes
pueden consagrarse a los fuegos de artificio sin el menor peligro de que
se les exija responsabilidad alguna. Los que se acerquen a ellas
quedarán satisfechos si pueden confirmar su pedantería o su esnobismo.
Los artistas recibirán el prestigio que conceden a cada momento los
administradores ocultos de los valores de la moda: cuanto más abstrusos
sean, más alejados de la vida real y de las cosas prácticas, de los
trabajos de las manos, de las palabras de todos los días y las historias
comunes, mayor será su prestigio.
Las artes ya no precisan reflejar el mundo ni medirse con él: su
principal objeto son ellas mismas; su público es el de los especialistas
y los enterados. Los artistas, si dicen algo, lo dicen en el lenguaje
de los críticos y los teóricos del arte, que es un lenguaje tan cerrado
que solo lo saben manejar y lo comprenden ellos mismos, y que no sirve
para nombrar nada que esté fuera de su territorio acorazado. Los
escritores escriben —mea culpa— sobre el proceso de su propia
escritura. Las novelas tratan de escritores que se encuentran y se
emborrachan con otros escritores en congresos internacionales o
comarcales de literatura. El impulso hacia el ensimismamiento es tan
poderoso, y tan universal, que hasta los programas del corazón tratan
sobre los periodistas del corazón, y son ellos mismos los que ocupan con
preferencia las portadas de sus revistas especializadas. Los directores
de cine hacen películas sobre directores de cine obsesionados y
angustiados por sus propias películas. Una fotógrafa tan canonizada como
Cindy Sherman hace fotos cada vez de mayor tamaño y barroquismo de la propia Cindy Sherman.
La fotografía, como el periodismo o la novela, es un arte tan pegado a
la realidad exterior y tan capacitado para retratarla que resiste muy
mal, a mi juicio, cualquier tentativa de retorcimiento formal y de
abierto narcisismo. La fotografía está hecha de las imágenes de la
realidad igual que la novela lo está de las vidas comunes y de las
palabras de todos los días. La nobleza literaria del periodismo, que
puede no ser menos alta que la de la poesía o la novela, se cumple sobre
todo cuando quien escribe da cuenta fehaciente, palabra por palabra, de
lo que acaba de suceder, de lo que está sucediendo ahora mismo. Una
gran parte de la prosa narrativa o reflexiva de los años treinta en
España estaba tan enferma de retórica que algunas de las mejores páginas
de aquel tiempo se encuentran en crónicas de Chaves Nogales, de Pla, de
Elena Fortún, de Josefina Carabias.
Si el arte, la música, la poesía, las historias han ocupado un lugar
de primacía en todas las sociedades humanas, al menos desde Chauvet y
muy probablemente desde mucho antes, es porque han cumplido tareas
fundamentales para la vida, para la supervivencia personal y colectiva.
Si las artes fueran un lujo o un capricho para privilegiados, no habrían
formado parte de todas las culturas humanas, en todas las épocas, en
todos los lugares. Es en momentos de máxima gravedad cuando nos damos
cuenta, cuando lo recordamos si lo supimos y se nos había olvidado.
Necesitamos las artes para que nos expliquen el mundo y para que nos
alejen del mundo, para saber lo más posible sobre la realidad inmediata y
para escaparnos y consolarnos de ella.
Escucho una crónica en la radio sobre los médicos desbordados en un
hospital, leo un ensayo en el periódico y me entero de los mecanismos de
contagio del virus y hasta de su extraña naturaleza biológica. Pero un
poco después, igual que he necesitado el alimento de la información,
necesito también cobijarme temporalmente de ella, o asomarme a lo real a
través de la perspectiva de una película o de una novela, o acogerme al
consuelo, al efecto casi terapéutico de serenidad y armonía de una
cierta música, a su afirmación del todo física y del todo espiritual de
entusiasmo y arrebato. Músicas y músicos que en otras circunstancias he
podido disfrutar ahora me inquietan o me perturban y tengo que
detenerlas apenas han comenzado, porque ahora tengo una tolerancia muy
baja para la agitación y la estridencia, que en este tiempo derivan
rápidamente en angustia. En épocas de mucha confusión parece que la
sensibilidad pide voces claras y nítidas y formas definidas,
afirmaciones jubilosas de vitalidad, expresiones sobrias de la
pesadumbre o del duelo. La efusión emocional está siempre muy cerca de
una congoja en la que también cabe la alegría. Duke Ellington
revela su parentesco con Bach y el júbilo de Mozart tiene veladuras de
melancolía anticipada del paso del tiempo como las que lo estremecen a
uno en las mejores canciones de los Beatles.
Pero todo esto es un privilegio. En los hospitales hay ancianos que
mueren en soledad ahogados por la neumonía y médicos y enfermeras que
trabajan hasta caer agotados y tienen que protegerse con bolsas de
plástico por falta de material sanitario. Ahora mismo la tarea principal
de la imaginación es abarcar la magnitud devoradora del desastre.
Instituciones públicas,
privadas, empresas, autónomos... todas las áreas de un sector que suma
el 2,5% del PIB sufren parálisis o se ven amenazadas por la crisis
económica causada por la pandemia
Cada vez que la palabra crisis se hace realidad, el sector de la cultura,
que aporta a la economía nacional el 2,5% del PIB, es de los primeros
en sufrir. Con todos los esfuerzos del país orientados en salvar vidas y
en evitar una depresión económica, la producción cultural ve con temor
la posibilidad de reducción de la financiación pública y la caída
abismal del consumo que paga por contenidos. EL PAÍS ha recorrido
distintos sectores para comprobar cómo el confinamiento ha paralizado
buena parte de la vida cultural e instalado el temor a la destrucción de
empleos.
ERTE en las librerías
El
mundo editorial es uno de los más afectados por la crisis de la
pandemia y las librerías son las primeras en caer. Casa del Libro
prepara un ERTE de entre 500 y 600 trabajadores; La Central, todos menos
una decena (cerca de 80); en Laie, los que atienden al público (un 80%)
de sus casi 200 trabajadores. “Todo nos lo estamos mirando”, admite
Mari Carme Ferrer, presidenta del Gremi de Libreros de Cataluña. Entre
las editoriales, las más afectadas son las medianas y pequeñas (el 70%
de las empresas y el 56% del empleo de un sector con 12.714
trabajadores).
Pero el daño se amplia. “Los factores que
ponen en peligro a muchos editores están en la propia cadena de
producción del libro: el cierre de librerías implica anulación de
pedidos, devoluciones, retraso en planes editoriales; habrá dificultades
de cobro y de financiación. La situación es crítica”, explica Miguel
Barrero, presidente de la Federación de Gremios de Editores.
Los efectos se notan en todos los ámbitos. “Me acaba de decir mi
editora que no podrá darme el adelanto, las librerías no pagan, la
distribución e impresión, frenadas, ferias anuladas. Terrible. Me
gustaría pagar el alquiler con un capítulo o un cuento”, se quejaba en
Twitter la escritora argentina Ariana Harwicz.
Además, el
88,7% de las editoriales recurre a personal externo, muy vulnerable:
traductores, correctores, ilustradores e incluso editores
independientes. “Tenemos trabajo hasta finales de año; lo que vemos es
que los editores nos están frenando libros más o menos apalabrados con
miras a inicios de 2021”, afirman traductores próximos a la Asociación
Colegial de Escritores.
Me
acaba de decir mi editora que no podrá darme el adelanto, las librerías
no pagan, la distribución e impresión de libros frenada, las ferias
anuladas. No somos una Transnacional, dijo. Le dije al dueño del depto q
alquilo a ver si se solidarizaba, onda je suis escritor, y, no.
Las
instituciones culturales, públicas y privadas, han cerrado sus puertas,
aunque ofrecen numerosos servicios a través de sus webs. La directora
de la Biblioteca Nacional,
Ana Santos, lamenta que “se hayan desbaratado los planes presenciales,
como las exposiciones y el acceso de lectores”. “Además, cuando
volvamos, nos vamos a encontrar con miles de ejemplares para el depósito
legal, lo que nos va a causar un atasco”, señala. La BNE recuperará, no
obstante, las muestras previstas, pero las del próximo año quedan
pendientes del presupuesto público. “Preocupación” es la palabra que
repite el director del Instituto Cervantes,
Luis García Montero, organismo con trabajadores en 86 centros de todo
el mundo. “Como institución del Estado, dependiente de Exteriores,
estamos ayudando a los españoles que están fuera", señala García
Montero. En cuanto a la parte económica, “más del 40% del presupuesto es
autofinanciación, lo que limita nuestras posibilidades”, añade.
“Así
que, los ingresos van a caer, esto nos golpeará, pero cuando volvamos
tiene que ser con fuerza, hacer pocas cosas pero de calidad, y buscando
patrocinios”, dice el director del Instituto Cervantes. El caso del Círculo de Bellas Artes
de Madrid (lo público solo cubre el 7% de su presupuesto) demuestra,
según su presidente, Juan Miguel Hernández León, “lo complejo y
especialmente frágil que es el tejido cultural español”. “De aquí al
verano podremos mantenernos, pero depende de lo que dure la cuarentena”,
dice. Para Hernández León, “las grandes crisis generan cambios y en
esta vendrá por la innovación tecnológica”. La SGAE ha lanzado para sus
120.000 socios "un servicio de asesoramiento para que soliciten ayudas
públicas”, explican desde la entidad. A la vez, reciben decenas de
consultas sobre su programa de ayuda de emergencia social, con el que la
entidad apoya a los socios más vulnerables.
La Real Academia Española (RAE) ha suspendido sus plenos, “aunque mantiene sus proyectos, como la 24ª edición del Diccionario", explica
su director, Santiago Muñoz Machado, que mantiene cada semana una
reunión telemática con los académicos. “Los que nos dedicamos al estudio
de la lengua estamos acostumbrados al aislamiento”, añade. Con ayudas
estatales aprobadas, el director de la RAE no cree que el coronavirus
aporte muchas palabras a la lengua. Desde la Real Academia de la
Historia señalan que este contexto ha acelerado su apuesta por lo
digital y que se percibe un mayor interés por la institución. Su Diccionario Biográfico
recibe tres millones de consultas al día, aunque lo que ocurra con su
financiación (40% pública y 60% privada) es una incógnita. En lo que
coinciden desde la RAH con la directora de la BNE es que estas
instituciones “tienen que dar un servicio público”.
Pantallas sin ingresos
Para
el cine, la hecatombe. Primero, por el cierre de salas. En España, en
2019, había 3.593 pantallas. Esas salas cuentan con 11.500 trabajadores,
según la Federación de Entidades de Empresarios de Cine de España
(FECE), personal que, en contados casos, está yendo a sus trabajos a
labores de mantenimiento. Marzo y abril son meses medianos en taquilla,
pero iba a haber estrenos con tirón: cada semana se dejan de recaudar de
seis a ocho millones.
Segundo, rodajes parados. Según la
Spain Film Commission, se han suspendido unos 300, el 26% de ellos,
anuncios; el 13%, series de televisión; el 12%, programas de televisión,
y el 11%, largometrajes. Casi la mitad eran internacionales. Solo en
gastos de mantenimiento de sus productoras, la Asociación Estatal de
Cine habla de 26 millones mensuales y sin ingresos. Otras fuentes
cuantifican entre gastos y dinero no ingresado en el cine en España
hasta 20 millones de euros diarios. Los rodajes se han quedado colgando y
ni siquiera ha llegado una apuesta legislativa para impulsar el cine en
Internet (hay 50 filmes esperando que se aclare el calendario), o una
línea de crédito y ayudas rápidas. Además, los técnicos e intérpretes,
que no son asalariados, están viviendo sin ingresos.
Silencio en la música en directo
Ya
lo advertía la cantaora Rocío Márquez al principio de la epidemia: “Las
condiciones de los autónomos en este país es mucha tela. Llevo dada de
alta y pagando impuestos desde los 18 años [tiene 34]. Ante la
cancelación de actuaciones, no tengo derecho a paro”. La Federación de
Música de España ha cuantificado las perdidas en 764 millones. “Esta
crisis afectará a las empresas y personas que trabajan en la industria
de la música en vivo. Necesitarán ayudas para mantener sus empleos”,
señala la federación. Ese sector emplea en España, directa o
indirectamente, a 300.000 personas. Los consultados estiman que “la
mitad” perderá el empleo si la situación se extiende varios meses.
Mientras, las compañías de discos ven como mal menor la opción de un
ERTE, al que muchas se han acogido. Además, se están mostrando las
costuras del negocio del streaming, como apunta el músico Martí
Perarnau, líder del grupo Mucho: “Entregamos nuestras canciones a cambio
de nada a plataformas, por aquello de que no se vendían discos para
obtener ingresos irrisorios, y nos vimos obligados a poder vivir de
nuestros conciertos. Ahora es cuando viene la palmada”.
La fotografía es de autónomos
Un sector poblado por autónomos es la fotografía. El leonés Álvaro Laiz,
de 39 años, acaba de regresar de Nicaragua, de fotografiar pueblos que
viven junto a yacimientos arqueológicos, “un proyecto que ahora está en
el aire”, dice. Como también ve incertidumbre en la exposición, con
libro, que prepara para septiembre. “Un trabajo con National Geographic y
el Museo Universidad de Navarra en el que he seguido las huellas de las
migraciones que cruzaron el estrecho de Bering”. Laiz aprovecha el
parón “para editar, hacer maquetas… como hacemos los fotógrafos en
agosto”. “La diferencia es que no sabemos cuál será la fecha de salida y
cómo arrancará esto”. Su colega Susana Girón, de 44 años, freelance
también, ve cómo se ha aplazado a noviembre la exposición que iba a
inaugurar en Sídney sobre una familia de pastores trashumantes. Y otro
proyecto de larga cocción, un libro sobre una bailaora, no sabe cuándo
podrá mostrarlo. “Ya estaba en imprenta”, apunta. Girón vive de
reportajes para medios que se están empezando a cancelar. Por eso, junto
a otros siete fotógrafos, ha formado un grupo en Instagram que sube imágenes de esta cotidianidad, para ver si de ahí surgen encargos.
Alarmas en el arte
Las
alarmas saltaron en el arte el lunes 23, cuando la Fundació Miró
anunció un ERTE a sus 57 empleados. Empezó así el goteo de los despidos
temporales en el sector privado, si bien por ahora no se ha abierto del
todo el grifo. Consultadas grandes fundaciones como Telefónica, La
Caixa, Mapfre y Juan March, estas aseguran que ―por el momento― no se
plantean “decisiones traumáticas” para sus plantillas. Pero no todas ha
seguido el mismo camino: ante la prórroga del confinamiento, la
Fundación Caja de Burgos ha solicitado un ERTE parcial para su
plantilla, con la excepción de colegios y residencias.
Más
complicada resulta la situación para las galerías, que no cuentan con
el respaldo de grandes entidades. Desde el sector se calcula que la
mayoría perderán entre 20.000 y 40.000 euros y subrayan el efecto dominó
que se desencadenará. “El cierre influye en el aplazamiento y
cancelación de exposiciones, producciones y comisariados que estaban en
marcha, publicaciones...”, apuntan desde la asociación Arte Madrid; sin
olvidar a “proveedores, transportistas, viajes, seguros…”. Los
principales museos de titularidad pública, como el Prado o el Reina
Sofía, mantendrán los puestos de trabajo, tanto de funcionarios como
laborales.
Otra cosa son las compañías externas que les
proporcionan servicios, aunque desde el Prado aseguran que intentarán
agilizar los pagos pendientes para que estas empresas “sufran lo menos
posible”. Entidades más modestas, como el MARCO de Vigo, también
descartan un ERTE. Su director, Miguel Fernández-Cid, declara que “la
situación ya es lo suficientemente dura”.
El teatro, inviable
Lo
mejor que le puede pasar estos días a un trabajador de las artes
escénicas es que le apliquen un ERTE. Eso significa que tiene
garantizado un empleo cuando vuelvan a abrirse los teatros. Pocos tienen
esa suerte: personal de gestión de salas o productoras y artistas o
técnicos de montajes estatales (Inaem), o de gran formato (musicales).
El resto posee contratos ligados a la duración de un espectáculo que se
cancele “por causa de fuerza mayor".
Según un informe de la Unión de Actores y Actrices,
a partir de una encuesta entre 1.500 profesionales, el 23% de los
intérpretes que estaban trabajando en teatro, cine o televisión cuando
sobrevino la crisis se han quedado en el paro (el 85% de estos sin
indemnización) y calculan una pérdida a corto plazo de casi siete
millones. Muchos dan la temporada por muerta y auguran que el empleo no
se recuperará hasta los festivales de verano. “No es solo que se hayan
suspendido espectáculos en cartelera, es que los estrenos de mayo son
inviables porque no se puede ensayar ni construir decorados”, lamenta el
productor Jesús Cimarro, presidente de la asociación de empresarios
(Faeteda).
El futuro es más negro para las pequeñas
compañías y creadores experimentales. “Son más vulnerables, ni siquiera
logran cobrar paro porque sus contratos son muy cortos”, comenta Jacobo
Pallarés, presidente de la Red de Teatros Alternativos. Y por encima de
todo sobrevuela una angustia: ¿querrán los ciudadanos volver a disfrutar
juntos en un teatro?
Con información de Manuel Morales, Juan Carlos Galindo, Carles Geli, Carlos Marcos, Silvia Hernando, Raquel Vidales, Gregorio Belinchón y Tommaso Koch.
En uno de los últimos mensajes en su cuenta de Twitter, Taylor Swift muestra una foto donde se ve a su gata Meredith en lo que parece su lugar de descanso preferido, una tinaja con un ventanuco.
El texto de la estrella del pop dice: “Para Meredith la autocuarentena
es una forma de vida. Sé como Meredith”. A día de hoy, Swift sigue
siendo cabeza de cartel de la próxima edición de Mad Cool, que tiene
lugar en Madrid del 8 al 11 de julio. “Nuestro objetivo es que se
celebre en las fechas anunciadas. Somos positivos a pesar de las
circunstancias. La suspensión no entra en nuestros planes”, dice a este
periódico el director de la muestra, Javier Arnaiz.
Mad Cool no es el único que se mantiene. Sónar (del 18 al 20 de junio en Barcelona) se celebra, Arenal Sound (del
28 de julio al 2 de agosto en Castellón) también, Bilbao BBK Live (del 9
al 11 de julio) lo mismo… La intención de Primavera Sound (del 3 al 7
de junio en Barcelona) va en ese sentido, pero introducen un matiz:
“Seguimos trabajando desde casa en la planificación de la edición, pero
también estamos estudiando otras posibilidades para que pueda celebrarse
este año”. La ampliación del estado de alerta sanitaria y sus
consecuencias hacen temblar a los organizadores de los festivales en
España, justo cuando arranca la temporada.
Todos destacan
lo principal: “Garantizar la seguridad y bienestar de nuestro público,
de los artistas y de todas las personas que trabajan en el festival”. A
partir de ahí, la incertidumbre. Confirman que la venta de entradas se
ha frenado desde hace dos semanas y ya miran el calendario en caso de
que haya que posponer. “La mayoría están tranquilos, esperando
acontecimientos. Con confianza en que se puedan llevar a cabo en fecha.
Tampoco es fácil mover todo un cartel entero a otro mes”, explica
Patricia Gabeiras, presidenta de la Asociación de Festivales de Música
(FMA), donde se agrupan la mayoría. El más inmediato de los grandes,
Viña Rock, que iba a celebrarse del 30 de abril al 2 de mayo, se ha
pospuesto a octubre (8 a 11 de octubre), prácticamente con el mismo
cartel “con algún pequeño cambio”. El Mallorca Live Festival, previsto
del 14 al 16 de mayo, corre hasta octubre, del 8 al 10.
Aunque
públicamente siguen manteniendo que no hay suspensión, en privado
algunos ya piensan en la edición de 2021 y dan el año por perdido. “Un
festival grande mueve a unos 100 empleados y se trabaja durante un año.
Si se decide cancelar las pérdidas serían grandes. El roto sería enorme,
incluso para plantearse una redefinición del sector”, afirma Gabeiras.
El responsable de Mad Cool es de la misma opinión: “Si no se consiguen
llevar adelante sería un mazazo importante. Podrían tambalearse
muchísimas empresas del sector musical”.
Está la
posibilidad de que en los próximos meses se flexibilicen las medidas y
se permitan aforos reducidos. Arnaiz es tajante: “Las autoridades
sanitarias tendrían la última palabra, pero personalmente no entendería
que la solución pasase por recortar el aforo al 50% en todos los locales
públicos, medios de transporte, estadios, restaurantes, festivales…
Económicamente no sería viable ni sostenible tener la mitad del aforo”.
Algunos han presentado ERTES y otros aún resisten, aunque no los descartan. La situación fuera es similar. Hace unos días, Rolling Stone titulaba: “Es un caos: el negocio de la música en directo perderá millones”.
Ya se han visto afectados los dos festivales más grandes del mundo,
Coachella, en Estados Unidos (pospuesto a octubre) y Glastonbury, en
Inglaterra (suspendido). En España todas las miradas están puestas ahora
en el más cercano, Sónar.
Los creadores isleños comienzan a suscribirse
de forma masiva en los perfiles de sus compañeros para monetizar los
canales v La iniciativa, bautizada '#tumesiguesyotesigo'
El guitarrista grancanario Yul Ballesteros, uno de los impulsores de la iniciativa, durante uno de sus conciertos.EL DÍA
La crisis del coronavirus ha puesto a prueba, también, a la industria musical canaria.
La fulminante cancelación de conciertos y giras ha dejado al sector muy
tocado y, lo que es peor, es imposible aventurar aún una fecha cierta
para el final del estado de alarma y la suspensión de las medidas
actuales de confinamiento.
Para
empezar a paliar, al menos un poco, las primeras consecuencias
económicas en un sector ya de por sí bastante vulnerable, los músicos de
las Islas han tirado de originalidad y solidaridad. Las redes sociales
han sido esenciales -como en otros tantos aspectos- a la hora de
comunicarse y empezar a trabajar juntos.
Hace
una semana que los artistas de las Islas han decidido empezar a
seguirse unos a otros en sus respectivos canales de Youtube para poder
llegar a monetizarlos e ingresar algo de dinero. La iniciativa
es un "movimiento global" que ha calado rápidamente entre los creadores
canarios. El guitarrista grancanario Yul Ballesteros ha sido uno de los
primeros en impulsar esta idea entre sus compañeros. "Un amigo mío
mexicano que es bajista fue el que se puso en contacto conmigo y me
habló de este movimiento que a mí me pareció una idea genial y hemos
empezado a promocionarla también en las Islas", explicó esta misma
semana.
La idea es sencilla, se
trata de que los músicos se suscriban en los canales de sus compañeros
porque a partir de 1.000 seguidores existe la posibilidad de empezar a
monetizarlo. "En este tipo de canales, todos lo sabemos, se mueve mucho
dinero. El asunto es más complicado en nuestro caso porque además del
número de suscriptores se tienen en cuenta las visualizaciones
conseguidas", aclaró. "Además debes tener los derechos de autor de lo
que cuelgas, claro", matizó.
Contra viento y marea
Pese
a estas dificultades y de que sea complicado obtener ingresos
reseñables, lo cierto es que Ballesteros valora también que este
movimiento les esté dando a los artistas nuevos canales de comunicación,
colaboración y distintas influencias. "Realmente esto no servirá para
paliar las tremendas consecuencias de lo que estamos viviendo pero es
una forma de conocernos más entre todos y en la música saber qué se hace
en el mundo es muy importante", aclaró.
Por
el momento, ya son muchos los artistas canarios que han optado por
sumarse a este movimiento. Entre ellos, y por citar tan solo unos pocos
ejemplos, están los tinerfeños Sergio Cebrián, Josele del Pino, Santi
Bobet, Ruts Barreto y David Minguillón. Sus compañeros de Gran Canaria
han hecho también lo propio. Algunos ejemplos allí son David Quevedo, Germán López, Flor de Canela o José Carlos Cubas.
Por
este motivo, estos días los perfiles de los artistas se han llenado del
mismo mensaje donde piden que se suscriban a su canal y se comprometen a
corresponder a todas las personas que lo hagan con la misma medida.
"Los mil involucrados debemos suscribirnos a los canales de los demás
para que cada uno pueda monetizar su canal", explican.
Asimismo,
también se animan unos a otros a "reproducir los vídeos de los canales
de los demás". Esta iniciativa ha sido bautizada como #tumesiguesyotesigo.
"Hagamos que las redes trabajen para nosotros ahora que estamos pegados
a ellas todo el día. Procuremos subir contenido en estos días para
seguir trabajando, produciendo arte y aportando creaciones artísticas",
se animan unos a otros.
Los
músicos canarios continúan trabajando desde sus hogares durante estos
días de confinamiento obligatorio con la esperanza puesta en que la
situación sanitaria revierta lo antes posible. La mayoría son autónomos y
la paralización de su actividad los aboca a pasar una difícil situación
económica durante los próximos meses.
Por su parte, el Gobierno de Canarias
se ha comprometido esta misma semana a lanzar una línea de ayudas de al
menos un millón de euros para tratar de compensar, en parte, los gastos
y pérdidas derivadas de todas las cancelaciones anunciadas. Los
aplazamientos y la suspensión de actividades se extienden ya hasta el
próximo mes de mayo y si los contagios no se reducen es posible que haya
que cancelar nuevos eventos.
El sello aúna a algunos de los principales
creadores de las Islas, que ofrecen sus trabajos en libre descarga para
ser escuchados en casa y que además pueden ser compartidos
El confinamiento continúa y los
profesionales de diferentes sectores de la cultura no cesan en su
trabajo para que el público pueda disfrutar de sus creaciones desde casa. Uno de los últimos en sumarse
a las iniciativas puestas en marcha desde que comenzó la crisis es el
sello discográfico tinerfeño El Hombre Bala Records, que ha puesto a disposición de todo aquel que lo desee la música de muchos de los artistas con los que ha colaborado durante los últimos años para su descarga libre y gratuita.
Esta
iniciativa estará en marcha durante el tiempo que se prolongue el
actual estado de alarma sanitaria. Los interesados únicamente han de
entrar en el bandcamp de El Hombre Bala Records y descargar los
discos en formato digital. Asimismo, existe la posibilidad de enviarlos
a otras personas.
Todo
aquel que acceda a la página web de este sello podrá consultar
gratuitamente su música. El catálogo completo está disponible para su
libre escucha. El fundador del sello, Julio Delgado, indica que, "tras
la declaración de la alerta y la obligatoriedad a la población de tener
que quedarse en casa, hablamos con los artistas y se decidió que,
además, todos los discos digitales estuvieran en descarga gratuita".
Así, en la actualidad, el sello cuenta con 74 discos en diferentes
formatos. Todos ellos están disponibles en descarga digital. Además,
Delgado añade que "cada uno de ellos ofrece también su opción física en
formato CD o vinilo para los nostálgicos" a través de su venta.
Delgado
añade que, "de este modo, la gente tiene una excusa para pasar un
ratito escuchando música local y, si le gusta o quiere compartirla, se
la puede descargar gratuitamente". El empresario santacrucero
indica además que "dentro del catálogo hay varios discos que son hitos
de la historia de la música pop rock de Canarias y, por lo tanto,
eternas joyas culturales de las Islas, por lo que es una buena
oportunidad para hacerse con ellas. Y, para el que no las conocía, poder
descubrirlas".
Julio Delgado
celebra el buen recibimiento de esta iniciativa: "La gente es
maravillosa y ha agradecido mucho este pequeño detalle". De este modo, muchas personas ya se han acercado
a la página web para pasar un buen rato escuchando música, "que es
precisamente lo que humildemente se pretendía ofrecer". De este modo, el
fundador del sello afirma que "la iniciativa les ha encantado a los
melómanos, que han aprovechado para completar sus colecciones". Además,
recuerda la necesidad de que "dediquemos nuestros pocos recursos
económicos a cuestiones vitales", por lo que destaca la importancia de
que esta iniciativa sea gratuita. "La gente ha agradecido mucho poder
acceder a un catálogo tan colorido musicalmente, poder pasar un ratito
de tu tiempo entretenido con él y, encima, obtener lo que les gusta sin
costo alguno", concluye Delgado, quien recuerda que, tan solo en el
primer día de esta iniciativa, hubo 700 discos descargados, "una cifra
que, para un pequeño sello como el nuestro, es una barbaridad".
Nuevas iniciativas
Tras
el éxito de esta iniciativa, el sello El Hombre Bala Records valora
poner en marcha otro tipo de iniciativas para los días de cuarentena.
"Algunas cosas las tenemos claras y otras aún no. La medida que está más
clara es la de intentar con todas nuestras fuerzas no quebrar. Y todo
ello para que cuando pase toda esta pesadilla podamos seguir ayudando a
artistas a publicar sus discos", afirma el empresario musical, quien
añade que "es necesario seguir insistiendo a los políticos de las Islas
que hay que hacer algo por los músicos y por la aniquilada música en
directo en Canarias, así como por la difunta escena local".
El sello
Este sello se fundó a comienzos de 2011 y su primera referencia se publicó en noviembre de ese año: Botón Elemental,
del grupo canario afincado en Alemania The Moustache. A lo largo de
este tiempo, se han publicado más de 74 referencias entre álbumes, Eps y
sencillos. En la actualidad, El Hombre Bala Records está preparando las
reediciones de un mítico artista canario de hip hop y de un grupo de
rock. Además, continúan trabajando en la música de nueva factura. En
este sentido, se encuentran ayudando al futuro debut de un solista de
pop rock y otro de reggae.
Representación de 'Fortunata y Benito', ofrecida gratis en la Red. En vídeo, el tráiler de la obra. DAVID RUANO (EL PAÍS) (VÍDEO: TEATROS DEL CANAL)
“La cultura nos salva de esta locura”, se lee en las redes sociales
estos días de confinamiento, en reconocimiento al acompañamiento que
artistas e instituciones están procurando a una parte de la población, a
través de las distintas plataformas de contenidos. Para superar la
emergencia sanitaria se reclama “solidaridad” a la industria cultural
que, a pesar de sostenerse en un tejido precario y vulnerable, el año
pasado dio trabajo a 710.200 personas, la cifra más alta registrada,
según el Instituto Nacional de Estadística. Por un lado, los creadores
han respondido ofreciendo su talento y su obra en la Red, a menudo de
forma gratuita o con precios reducidos, para que cualquiera pueda
acceder. Pero, mientras siguen los conciertos en streaming o las muestras virtuales, también emerge un debate: tanta oferta sin retribución, en un sector donde abundan autónomos y empresas minúsculas, arroja la duda de quién salvará a la cultura.
“De igual manera que otros ofertan su solidaridad con lo que
pueden, está fenomenal que nosotros aportemos lo mismo para entretener a
la gente”, asegura Borja Cobeaga, cineasta y presidente de Dama, la
entidad de gestión de los derechos de autor audiovisuales. “Si limitamos
el fenómeno a esta excepcionalidad -y así se está dejando claro-, es un
gesto de apoyo en una situación complicada”, defiende Antonio
Guisasola, presidente de Promusicae, la asociación que reúne a las
principales discográficas. Todos coinciden en que mantener esta oferta
gratuita a largo plazo es insostenible para el sector. Pero, si se
circunscribe a un contexto crítico como el actual, tanto Guisasola como
Carlota Navarrete, directora general de la Coalición de Creadores, creen
que la explosión cultural online puede tener además varios efectos positivos, tal vez duraderos: acercar definitivamente al público a nuevos formatos y modelos de consumo;
reforzar la relación con los creadores y, de paso, generar un efecto
promocional: el que descargue gratis y disfrute un videojuego o un cómic
tal vez sí quiera pagar por comprar otro.
“Sin duda,
esto ha supuesto de manera forzosa una inmersión de muchos hogares en el
ámbito digital. Intentamos que en este espacio se den a conocer los
mejores servicios y los ciudadanos se familiaricen con la enorme oferta
que hay”, afirma Navarrete. “Hemos ganado la batalla a la piratería, el
consumo se ha disparado”, agrega Juan Carlos Tous, CEO de Filmin. En su
portal de cine online, la media de visionados por familia ha pasado de dos filmes por semana a una película diaria.
Pero el entusiasmo creativo no esconde ciertos temores hacia el futuro.
O incluso el presente. “Los próximo dos meses van a ser una debacle
antes del gran despertar”, dice Enrique Redel, director de la editorial
Impedimenta. “Esto es un paréntesis y debemos tener paciencia para
esperar a las librerías. No podemos regalar libros, porque restamos
valor a nuestro producto y a nuestro trabajo. Tampoco podemos rebajar su
precio”, añade Redel. Sí han liberado capítulos de algunas obras, como
de Mircea Cărtărescu.
Planeta ha optado por lo contrario y
ofrece descargas gratuitas -hasta el 31 de marzo- de los clásicos
superventas de la casa, como El código da Vinci, de Dan Brown; El tiempo entre costuras, de
María Dueñas. A la campaña del lanzamiento del libro electrónico la han
llamado #keepreadingencasa y aseguran que el fin es “seguir acompañando
a los lectores y hacerles más llevadera esta situación”. “Era el
momento de anteponer el valor al precio”, explican desde Planeta, donde
prefieren no facilitar los datos de descargas. Su competidor directo,
Penguin Random House, ha liberado dos audiolibros a la semana y bajado
los precios de sus obras electrónicas. “La cultura no es gratis, pero en
esta situación excepcional hay que hacerla más accesible”, comentan
fuentes oficiales del grupo. “Su valor no se va a ver alterado”, añaden.
En
Libranda, la distribuidora líder del libro electrónico, han detectado
un crecimiento de ventas del doble de lo habitual, en la primera semana
de confinamiento. También comentan que han aumentado las descargas
gratuitas, fruto de las campañas de liberación de editoriales como
Errata Naturae o Anagrama. Juan Pablo Villalobos, autor de este último
sello, ha liberado Fiesta en la madriguera, su primera novela. Es
uno de los cinco escritores que han puesto gratis una de sus obras
antiguas. “Es un gesto para llamar la atención de cinco autores que
tienen novedad, pero que no pueden seguir con su promoción. Es una medida puntual y restringida,
no apoyo la idea de crear y compartir gratis”, apunta. Cree que es un
buen momento para leer esos libros de las estanterías que están
pendientes: “No he leído al menos un 30% de mi biblioteca”.
El
editor de Libros del Asteroide, Luis Solano, cree que la industria se
ha “pasado de frenada” al regalar libros. Pide reflexión antes de seguir
improvisando campañas de publicidad que puedan dañar el valor de la industria cultural que más aporta al PIB.
Al
igual que otras actividades, al fin y al cabo, la cultura también es un
negocio. “Nos enorgullece mucho como sector lo que está ocurriendo pero
no escondemos la preocupación de consolidar una serie de hábitos que no
son sostenibles en un mundo no restringido. Va a ser una prueba de
cuánto hemos progresado en ese ámbito”, insiste Navarrete. “Volveremos a
un modelo de rentabilización”, profetiza Guisasola. Aunque tal vez
quede alguna lección de la crisis. “El tiempo ha demostrado que si hay
un catálogo de contenidos legal y amplio no se piratea. El siguiente
paso es que la oferta que hay en los cines pueda ir rápidamente a teles y
plataformas”, defiende Cobeaga.
La solidaridad sí es
responsabilidad de las instituciones culturales, como indica Ana Santos,
directora de la Biblioteca Nacional de España (BNE). “Una institución
tiene la obligación de escuchar a su sociedad y debemos ofrecer nuestro
contenido para acompañarla. Somos un servicio público y tenemos que
aportar valor con generosidad”, mantiene Santos. En esta semana la web
de la BNE ha disparado su tráfico al doble, ahora son 46.000 visitas al
día. La Biblioteca Digital Hispánica ofrece más de 200.000 libros y
música, entre otras opciones. Por ejemplo, toda la obra de Galdós está
lista para ser leída gratis. Hay 990 títulos de autores y autoras en las
mismas condiciones.
Otro día más de cuarentena,
otra jornada más de paranoia y tedio. Esperamos tener ocasión para
hacer balance de la catástrofe; hoy sabemos que, como todos, el negocio
de la música está siendo devastado, con la anulación de conciertos y festivales, el cierre de tiendas y locales, el desplazamiento del interés público hacia cuestiones más vitales.
No
es asunto baladí. Habrá que confirmarlo pero el runrún sugiere que,
estos días, se registra un menor consumo de música en los servicios de streaming.
Donde precisamente esperaban lo contrario, con el aumento del tiempo
libre y el paso de su competidor, la radio musical, al modo automático.
Se
me ocurren varias hipótesis. La teoría del agua potable: el hecho de
que la música (en absoluto toda la música pero aceptemos la hipérbole)
esté disponible a cualquier hora y en todo lugar hace que su consumo
resulte menos urgente. Segundo, la función anestésica: se oye música
camino al trabajo, haciendo ejercicio, en los viajes; sin esas rutinas,
se evapora la melomanía. Tercero, la primacía de la experiencia grande:
aplanado en sus dimensiones sonoras, el pop no puede competir con la
variedad de ganchos que ofrecen las series televisivas, el cine
espectacular, los videojuegos, el porno; encerrados, queremos compensar
nuestra frustración con emociones fuertes.
También es
cierto que, reducida a poco más de un nombre, un título y una imagen
tamaño sello de Correos, la música creativa va perdiendo la capacidad de
cimentar comunidades. El pop actual solo parece despertar pasiones
masivas cuando se suma el elemento competitivo, a lo Operación Triunfo
o Eurovisión. Sin olvidar esos productos asiáticos que son el resultado
de exitosos experimentos de ingeniería social y marketing avanzado,
como el K-pop o el J-Pop; si quieren paladear esas
“exquisiteces”, busquen los videos de BTS o AKB48, aunque allí se oculta
bien su aterradora intrahistoria.
Con todo, la situación podría ser peor. Me he despertado cada mañana temiendo encontrarme con la declaración de algún bocachancla
de esos que arreglan el mundo entre su segundo y su tercer álbum. Y no:
por lo general, las estrellas han enmudecido y eso se agradece. Se
contentan con modestos conciertos desde casa o incluso (bendito Pancho
Varona) ofreciendo clases de guitarra.
Al menos, a día de hoy, por aquí no se han cometido aberraciones como ese Imagine
concebido por la actriz Gal Gadot para lucimiento de ella y sus amigos
famosos, cada uno buscando dar sentido a un verso del calcificado
“himno” de John Lennon.
Como primera lección del
desastre, debemos destacar la autosuficiencia. Es la aspiración de Jack
White, antes de The White Stripes. Su cuartel general en Nashville
incluye una fábrica de discos, una tienda y —ahora descubrimos— un
modesto plató que ha abierto a sus amigos, para que puedan ofrecer conciertos de verdad, nada de desenchufados improvisados.
En esta época de posmodernismo y posverdad, de fakenews, donde
proliferan gurús, coachs y expertos en múltiples disciplinas desde un
plano pseudocientífico, la sociología se hace más
necesaria que nunca. La sociología como deporte de combate, como
autodefensa. Como espíritu crítico frente al espíritu liberal de la
mentira.
Estamos viviendo -y malviviendo- una trágica página de la Historia de la Humanidad.
El coronavirus –y sus consecuencias-, han llegado para instalarse. La
OMS declaró el brote de COVID-19 como pandemia mundial el 11 de marzo de
2020, después de que el primer caso se detectara en China el 31 de
diciembre de 2019. ¿Quién lo hubiera imaginado tras ver lo acontecido en
el país donde se inició? Pues la imaginación sociológica entrenada sin
los propios sesgos que nos hacen ser, a la vez, el sujeto que estudia y
es estudiado.
Beck ya aventuró los riesgos inherentes a esta sociedad desarrollada, globalizada e interconectada, en su estudio sobre la Sociedad del riesgo
(1986). En este análisis, el autor, se centra en la ciencia, el
progreso, la individualización, las crisis medioambientales y el
peligro. El riesgo de la contingencia. El desarrollo científico va en
contra de nuestro propio desarrollo. Estamos abocados a ser los verdugos
de nuestra propia existencia. Teorema de Thomas y profecía
autocumplida. La paradoja de convertir motu propio el riesgo como
nuestra cotidianidad. ¿Llegará la modernidad reflexiva a tiempo para
salvarnos o seguiremos vagando en esta modernidad líquida?
Somos seres ubicuos. Virtual y presencialmente. Podemos estar en un
punto geográfico concreto, y un par de horas más tarde, encontrarnos a
mil kilómetros de distancia, esta actual capacidad masiva de traslado
tiene una contrapartida: facilita que una epidemia local se convierta en pandemia mundial.
Pero, ¿qué tiene que ver esto con la sociología?
Bien, un sociólogo no puede describir el comportamiento biológico de
un virus: cómo muta, cómo se propaga, cómo se extingue. No tenemos
remedios, ni recomendaciones sanitarias.
Pero sí podemos hacer un análisis comprensivo, en sentido weberiano, de cómo se comportan los agentes que lo portan y lo transportan. Éste es el principio social de las epidemias y las pandemias: su capacidad masiva de alcance.
La conducta y la acción social de los individuos es lo que da
significado y caracteriza que, un microorganismo que habita en un ser
humano en un momento determinado de un lugar determinado, acabe
habitando en cientos de miles de personas alrededor del mundo.
Comprender la globalidad de estos fenómenos se escaparía a los
límites de la aproximación que pretender ser este ensayo, requeriría de
un estudio profundo, interseccional y multidisciplinar. Por eso, en el
transcurso de éste, se abordará de manera superficial el papel que juega
el análisis sociológico en el estudio de las pandemias y los distintos
factores que pueden intervenir en su expansión.
Cifras y datos actualizados a 23/03/2020
A día de hoy, los datos en España en referencia al COVID-19, según fuentes oficiales del Ministerio de Sanidad,
son los siguientes: 33.089 casos confirmados, 4.517 casos nuevos desde
ayer, 2.182 fallecidos por esta causa y 3.355 personas curadas.
El primer caso en nuestro país se detectó en La Gomera
el 31 de enero. Actualmente, las CC.AA más afectadas en números
relativos según tasa, son: Madrid, La Rioja, Navarra y País Vasco, con
entre 101,7 y 210,2 casos por 100.000 hab. El porcentaje de mortalidad
de los casos con datos notificados, según grupos de edad, es el
siguiente:
Tabla 1. Distribución según grupos de edad
Grupos de edad (años)
Nº confirmados
Nº fallecidos
% fallecidos sobre el total
% letalidad intragrupo respecto a casos confirmados
0 – 9
129
0
0
0
10 – 19
221
1
0,12
0,45
20 – 29
1.285
4
0,5
0,31
30 – 39
2.208
3
0,37
0,14
40 – 49
2.219
9
1,12
0,31
50 – 59
3.129
20
2,48
0,64
60 – 69
2.916
63
7,83
2,16
70 – 79
3.132
164
20,37
5,24
<80 em="">80>
3.020
541
67,2
17,91
TOTAL
18.959
805
100 %
Fuente: Ministerio de Sanidad (2020)
A nivel global, existen confirmados 294.110 casos.
En Europa, según la última actualización de los datos, se han alcanzado
los 162.836 casos. Los países con mayor número de fallecidos son:
Italia: 5.476 de 59.138 casos confirmados. Tasa de mortalidad: 9,3%
España: 2.182 de 33.089 casos confirmados. Tasa de mortalidad: 6,6%.
Francia: 674 de 16.018 casos confirmados. Tasa de mortalidad: 4,2%.
Alemania: 55 de 18.610 casos confirmados. Tasa de mortalidad: 0,3%.
En China hubo 81.304 casos positivos y 3.259 personas fallecidas. En total, una tasa de mortalidad del 4%.
Estos datos deben interpretarse de forma cautelar debido a dos razones: primero, porque es imposible medir la magnitud real de personas contagiadas, dado que según las publicaciones recientes, un alto porcentaje de la población es y será asintomática; segundo, porque que no todos los países se encuentran en el mismo punto de la curva,
es decir, en la misma fase del progreso de la expansión vírica. Según
la Ley de Farr -denominada así por el epidemiólogo que aplicó este
modelo -, las epidemias siguen un patrón de distribución normal basada
en la campana de Gauss, lo que determinará su situación actual y futura
dependiendo de la fase en la que se encuentre:
Como sabemos, este es un modelo estadístico que puede alterarse si se
modifican los patrones sociales, es decir, si somos conscientes de la
situación e instauramos medidas que alteren nuestras conductas antes del
ascenso de la curva, podremos llegar a suavizarla. Por lo tanto, ¿por
qué tiene cabida la sociología en este análisis?
Porque es la disciplina que estudia el comportamiento social, y entre
otras medidas sanitarias, de control y paliativas, son las conductas
sociales las que explican cómo se comporta el progreso de la pandemia.
Las pautas culturales es uno de los principales factores que condiciona
las diferencias entre la magnitud de alcance del COVID-19 en los
diferentes países.
Factores no culturales en la pandemia del Coronavirus
Es evidente, que existen factores de peso que no son puramente
culturales -aunque puedan depender de ello-, que han influido en la
magnitud de este fenómeno y en las diferencias de los efectos causados
en distintos países. No se puede hablar de un factor determinante, sino
del sumatorio de múltiples:
La calidad del sistema sanitario y el acceso público a éste: Cantidad, en términos relativos y proporcionales a la población total, de recursos disponibles:
Equipo humano: personal sanitario en cada área de intervención.
Equipo material: nº de test realizados, nº de camas, nº de respiradores, nº de mascarillas, etc.
Factores políticos: rapidez y medidas adoptadas
en la gestión de la pandemia: diferentes medidas de control y de
restricción, parálisis de la actividad empresarial, flujos y movimientos
poblaciones, gestión de medios de transporte públicos y privados,
inversión económica pública, mecanismos de control de signos clínicos a
población laboralmente activa y potencialmente portadora, etc.
Demografía:
Principalmente, la distribución de la estructura de edad poblacional,
que detallaremos más adelante, pero también los datos geopoblacionales
en sí: la población total del país y cómo se distribuye geográficamente
en núcleos. La gestión de un problema de estas características es
diferente según la densidad poblacional de los países y según la
magnitud de sus flujos turísticos.
¿Cuál es la estructura poblacional en España?
Según los últimos datos definitivos del INE a 1 de julio de 2019,
España tiene una población residente de 47.100.396 de personas. En la
siguiente gráfica, se muestran los datos desagregados por grupos de
edad:
Gráfica 1. Población residente en España a 1 de julio de 2019.
Si bien es cierto que, la pirámide poblacional de España es muy
diferente a la de China -tenemos una población con una tasa mayor de
envejecimiento-, no es muy dispar a la del resto de países europeos: una
población envejecida similar y una población infantil levemente más
baja -exceptuando Italia-, según lo consultado en diferentes fuentes
demográficas. Por lo que, en sí, no parece ser un problema de cómo se
distribuye la población, sino de cómo se comporta socialmente esta
población y quiénes son los grupos de edad más afectados:
Según los datos publicados sobre las características demográficas de las personas contagiadas en China:
Sólo afectó en un 4% a las personas de edad superior a 80 años.
Se concentró de una forma más o menos proporcional entre personas de 30 a 69 años.
El 18,2% son personas mayores de 80 años.
Se concentra de forma casi uniforme en los grupos de edad mayores a 50 años.
En el caso de Corea,
el cual no hemos mencionado anteriormente, sigue un patrón aislado,
dado que ha afectado de forma muy baja a la población más envejecida, en
cambio, el 27,3% de los afectados son jóvenes de entre 20 – 29 años.
Lo que podemos extraer en común es que: el mayor porcentaje de mortalidad se acumula en personas de más de 50 años,
acentuándose en población >70, por lo que, a mayor porcentaje de
contagios en población envejecida, mayor es la tasa de mortalidad. De
igual forma, se observa que en términos relativos, la mortalidad dentro
de la población envejecida sigue siendo más elevada en Italia y España
que en el resto de países –lo cual podría ser explicado por los recursos
sanitarios disponibles-.
Qué nos explica la sociología
Si demográficamente existe una relación significativa entre población
envejecida y mortalidad, lo que más explica, a grandes rasgos, la alta
mortalidad en los países mediterráneos, es el elevado porcentaje de
población mayor contagiada. Entonces, ¿qué explica los diferentes
patrones de contagio por grupos de edad en los países observados? ¿Qué
hace que en España e Italia la población envejecida haya sido contagiada
de una forma muy superior a países como China y Corea? La cultura.
Podríamos hablar de temas clásicos de macrosociología como son las
diferencias de clase, la estratificación social, la división sexual del
trabajo y múltiples factores más que, sin duda, moldean esta pandemia.
Pero en este caso, abogo por un análisis de perspectiva
microsociológica.
Conductas y actitudes sociológicas
¿Qué tienen en común culturalmente España e Italia? Son países
mediterráneos con ciertas similitudes sociales, países donde el contacto
intrapersonal es mucho más recurrente que en el resto. Países con una vinculación familiar basada en redes sociales con lazos fuertes –véase el familismo amoral de Bandfield-, donde
conviven familias extensas, donde la emancipación juvenil se retrasa
hasta edades avanzadas y donde pueden convivir en un mismo hogar tres
generaciones diferentes –hijos, padres, abuelos-. Las personas valoran y
priman vivir cerca de sus familiares, existe cierta
dependencia bidireccional, son más comunitarios y menos individualistas.
Desarrollan un infinidad de rituales sociales para la cohesión y la
interconexión social. ¿Qué diferencia existe entre saludar con dos besos
o dar la mano? El carácter cultural de la sociedad. Los países
mediterráneos, por su tradición histórica –facilitada por su
climatología- los hace factibles a desarrollar una cultura de ocio, de
hacer vida cotidiana fuera del hogar, de invertir una gran cantidad de
tiempo en las relaciones sociales físicas, de afectividad. ¿Diríamos lo
mismo de China, Alemania o Noruega?
El crecimiento exponencial del virus en nuestro país –entre otros factores- se debe a la gran cantidad de interacciones sociales
que se producen diariamente, vivimos en una sociedad red donde
fluctuamos por diferentes flujos: familiares, sociales, laborales y de
ocio. El mayor número de contagio en la población envejecida es fruto de
su menor aislamiento -en términos genéricos-, se han visto expuesto a
un mayor contacto con familiares contagiados y/o portadores.
Por último, todas estas casuísticas culturales, han propiciado que la
vida social y laboral haya sido más difícil de paralizar en nuestro
país, facilitando el avance del COVID-19, que en países como China, cuyo
modelo social y político, siempre ha sido más conservador, disciplinado
y autoritario con un fuerte control gubernamental.