En el contexto de un
discurso generalizado al respecto de una crisis de la política y de lo
político, el presente ensayo trata la acción política. Una práctica elaborada con datos
extraídos del barómetro de abril de 2012, en concreto el estudio 2941 del CIS.
Se va a trabajar con dos modelos a modo de hipótesis, con el objeto de obtener
una explicación a través de un análisis pormenorizado de la información
resultante. Se realizará un estudio comparando ambos modelos e intentando en
todo momento, dialogar con la información resultante, como con otros estudios
conexos. El contraste de estos resultados puede permitir
distinguir hasta qué punto los modelos desarrollados con la regresión
logística, son explicativos.
En lo concerniente a las variables socio-demográficas, las evidencias
provistas principalmente por los análisis sociológicos norteamericanos afirman
que la participación política está desigualmente distribuida en las sociedades
occidentales: la distribución de recursos para participar (tiempo, dinero y habilidades
cívicas), subordinados a los niveles y modos de participación política, está muy
relacionada según Verba, al nivel de ingresos, raza y pertenencia étnica, sexo,
ocupación, estado civil y edad. El status socioeconómico y el nivel educativo son los predictores
más destacados referidos a los grados de implicación política en general para
autores como Famhy y Villaroel, y al comportamiento electoral en particular,
dato extraído de investigaciones realizadas por Lipset. Sin embargo, otros
análisis han revelado un menor poder predictivo de estas variables en relación a la incidencia que tendrían las
variables psicosociales tanto para predecir las prácticas políticas
convencionales como las no convencionales.
En el trabajo desarrollado por Funes se propone “un seguimiento
longitudinal de la acción participativa según el desarrollo del ciclo vital del
individuo” (Funes, 2004:237), interpretando que las condiciones de
previsibilidad para la acción cambian según el momento del curso vital en que
se encuentre el sujeto (Teoría del ciclo vital). En
cada contexto social y cultural se encuentran unas distintas prescripciones
normativas vinculadas a cada etapa de la vida, por las que los individuos modulan
sus comportamientos. Por tanto, la estructura de edades está socialmente
pautada y “cada estrato incluye un conjunto de condiciones, preferencias y
posibilidades en torno a las cuales se reúnen unas expectativas que actúan a
modo de control social, y en función de éstas cada individuo construye su
biografía particular” (Funes, 2004:237). Tanto investigaciones cualitativas
como cuantitativas elaboradas por Funes, se afirma que el intervalo que comprende
desde el inicio de la juventud hasta el comienzo de lo que se considera edad adulta,
es la etapa óptima para arrancar la actividad asociativa.
Las circunstancias para la participación procedentes del curso vital
han de analizarse asociadas a otras que apuntan igualmente a la dimensión
temporal pero en su naturaleza social y que se dilucidan a través de los
criterios de: cohorte, generación y efecto periodo, y que articulan los
perfiles normativos vinculados “a cada edad (estructurales), con los
circunstanciales del momento (coyunturales)” (Funes, 2004:238). La
circunstancia de la coyuntura social y política es fundamental para comprender
el efecto edad en la participación.
Al
analizar el enfoque de la participación diferenciada, por ejemplo, algunos
estudios reflejan que, con el incremento de la edad, “las personas se muestran más
predispuestas a votar” (Alejandra, 2009:282) y menos proclives a involucrarse
en actividades de protesta o no convencionales; sin embargo, Somuano Ventura
(2005) sostiene una relación positiva entre edad y acciones de tipo no
convencional en su investigación. Ya sea participación o desafección
generalizada, ahondar en la existencia (o no) de particularidades en la
participación requiere examinar en los por qué de estos supuestos. Diversas
variables socio-demográficas, psico-sociales y política-institucionales han
sido vinculadas a la participación política en general, y juvenil en
particular. En cuanto a la eficacia política, en algunas investigaciones se
sostiene que, “en su forma externa y asociada a la edad, ha mostrado ser un
importante predictor de la actividad política no convencional” (Alejandra,
2009:281). Es igualmente importante destacar que la incidencia de la edad sobre
el modo de actuación política puede verse mediado por otros factores más relacionados
al clima socio-político de una sociedad. Todo ellos nos coloca frente
evidencias discordantes, donde muchas
de las cuestiones relacionadas con la participación convencional y no
convencional, están en estos momentos sin resolver. La “Edad” es una variable que en los ensayos ejecutados en este trabajo,
no resulta ser del todo explicativa en cuanto su consideración como estimulante
de acción política. Por ello, no se considera representativa.
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