domingo, 1 de junio de 2014

Resúmenes Sociología del Género Parte 18

En la asignatura Sociología del Género del segundo cuatrimestre del Grado en Sociología de la UNED curso 2013/14, formamos un grupo de trabajo algunas/os compañeras/os y elaboramos los siguientes resúmenes de la bibliografía básica de la asignatura. Derechos reservados de sus autores.


1. -Ehrenreich, Barbara y English, Deirdre (1990): Cap. 1: “Introducción”, en Por su propio bien. (150 años de consejos de los expertos), Madrid: Taurus, pp. 11-41. Javier Prieto González // 2. -Durán, María Ángeles (2006): “Las fronteras sociales del siglo XXI”, en Isabel Morant (Dir.), Historia de las mujeres en España y América Latina. Madrid: Cátedra, Volumen IV “Del Siglo XX a los umbrales del XXI”, pp. 465-493. María Dolores Aviles y José Antonio Delgado Guanche // 3. -Giddens, Anthony (2007), “El género”, en Sociología, Madrid: Alianza Universidad, pp. 441-452. Blas García Ruíz // 4. -Marqués, Josep-Vicent (1991): Cap. 1 (extracto): “Androcentrismo, un caso particular de sociocentrismo”, en Josep-Vicent Marqués y Raquel Osborne, Sexualidad y sexismo. Primera parte: Marqués, “Varón y patriarcado”. Madrid: Fundación Universidad-Empresa, pp. 23-27. Lorenzo Vellarino Cordero // 5. -Osborne, Raquel (1997): "Feminismos", Dossier Debate "La igualdad de la mujer", Temas para el Debate, octubre, nº 35, pp. 46-50. Ruth Cardedal Fernández // 6. -Giddens, Anthony (2007): “Walby: la teorización del patriarcado”, “El ´feminismo negro` y “El feminismo postmoderno”, op.cit., pp. 456-459. Javier Hermoso Ruíz // 7. -Osborne, Raquel (1996): "¿Son las mujeres una minoría"?, Isegoría (Revista de Filosofía Moral y Política), monográfico sobre Multiculturalismo, justicia y tolerancia, Madrid, nº 14, octubre, pp. 79-93. Antonia Pineda Vergara y Fernando Pedro Bruna Quintas // 8. -Giddens, Anthony (2007): “Perspectivas teóricas sobre la familia y las relaciones íntimas”, op. cit., pp. 246-256. Julio Monteagudo Diz // 9. -Ferreira, Virginia (1996), “Mujer y trabajo. La división sexual del trabajo en el análisis sociológico: de natural a socialmente construida”, en María Antonia García de León, Félix Ortega y María Luisa García de Cortázar, (comps.), Sociología de las mujeres españolas, Madrid: Ed. Complutense, pp. 93-119. (Selección: pp. 93-111). Antonio Jesús Acevedo Blanco // 10. -Brullet, Cristina (2004): “La maternidad en occidente y sus condiciones de posibilidad en el siglo XXI”, en Ángeles de la Concha y Raquel Osborne (Eds.): Las mujeres y los niños primero (Discursos de la maternidad). Barcelona, Madrid: Icaria y UNED, pp. 201-228. (Selección: pp.213-228). Antonia Florentina López Caballero // 11. -Osborne, Raquel (2005): “Desigualdad y relaciones de género en las organizaciones: diferencias numéricas, acción positiva y paridad”, Política y Sociedad, vol. 42, nº2, 2005, pp. 163-180. María Aurora Sieiro López // 12. -Torres San Miguel, Laura y Antón Fernández, Eva (2005), Violencia de género, Caja España, Obra Social, Colección: Cartilla de Divulgación (Lo que usted debe saber sobre). (Selección: pp. 18-33). Daniela Isabel Lili Pedraza y Mónica Pedraza Darias // 13. -Osborne, Raquel (2009): Cap. 2, “Malos tratos: un problema estructural”, en Osborne, Raquel: Apuntes sobre violencia de género. Barcelona: Bellaterra Edicions, Serie General Universitaria, pp. 83-136.  Mónica Pedraza Darias Tomás Javier Prieto González // 14. -Platero, Raquel (Lucas) (2013): "Introducción. La interseccionalidad como herramienta de estudio de la sexualidad", en Platero, Intersecciones: cuerpos y sexualidades en la encrucijada. Barcelona: Bellaterra, pp. 15-72. (Selección: pp. 23-48). María Isabel García Duran // 15. -Büchner, J. "Notas para la ponencia “Género y globalización" (versión 2004): 20 pp. Cristina Martínez Blanco

Una respuesta típica al prejuicio y la discriminación es la reflejada por un trabajo de Philip Goldberg acerca de la devaluación con que las mujeres se autocaracterizaban. Así cuando se les pidió a un grupo de estudiantes mujeres que valorasen un mismo artículo, cuando creían que lo había escrito un hombre, les pareció un extraordinario pensador, mientras que cuando creían que el mismo artículo lo había escrito una mujer, les parecía que ésta poseía una inteligencia mediocre.

Otro estudio es el de Matina Horner sobre el miedo al éxito. Cuando a unos/as estudiantes universitarios/as, se les presentaba una mujer de éxito, los estudiantes reflejaban las negativas consecuencias que tendría para ella ese éxito, rechazo social, inseguridad, infelicidad, etc. Cuando se les presentaba el éxito de un estudiante varón, ninguno vislumbraba consecuencias negativas a causa de su éxito.

Otro artículo acerca de las contradicciones culturales y los roles sexuales, mostró que un alto porcentaje de las estudiantes admitía que ocasionalmente se habían hechos las tontas para poder así resultar más deseables a los chicos, al no desafiar la expectativa cultural acerca de su inferioridad.

El primer artículo refleja la asunción por parte de las mujeres de la devaluación a que se ven sometidas, los otros dos, pueden ser interpretados como respuestas racionales a los riesgos que conlleva tener comportamientos que pudieran interpretarse como poco femeninos, en un contexto que penaliza altamente semejante posibilidad. En cualquier caso, subyace un proceso de devaluación que impide a las mujeres expresarse o mostrarse libremente.

Otro artículo sostiene que lo que erróneamente se ha interpretado como una internalización de los rasgos maladaptativos del sistema de opresión sería más bien una estrategia del oprimido para sacar el mayor partido a su situación.

Este enfoque sigue la senda abierta por Erving Goffman, quien aparte de haber resaltado hacía tiempo este tipo de estrategias de simulación por parte de mujeres y negros, enfatiza la necesidad de tener en cuenta el punto de vista de los actores implicados, capaces de una actividad racional. Habrá mucha menos posibilidad de error en la interpretación si, además de observar la conducta de los actores, se escucha su discurso, su propia visión acerca de su situación y su actuación. Hablamos de una concepción que responde más a una cuestión de forma que de contenido, que llena el hiato existente entre el carácter de la persona y su comportamiento. Como el individuo implicado en estas cuestiones es capaz de cálculo, de simulación consciente, de manera que su yo psíquico queda preservado, resultan posibles diferentes tipos de comportamiento según la ocasión lo requiera. De esta forma, queda abierta la posibilidad de la movilización colectiva capaz de impulsar el cambio social, como ha ocurrido en el caso de los negros y las mujeres.

Con todo lo visto, podríamos volver ahora el concepto de “hombre marginal” y emplearlo para la “mujer marginal”, la “mujer nueva”. Retomaremos para ello el análisis del fenómeno del “tokenismo”, según Kanter, es decir, la especial problemática que se producía cuando las mujeres se incorporaban en un pequeño número a trabajos tradicionalmente reservados a los varones, en obvia situación de mayoría. En estas situaciones las mujeres se ven definidas por su estatus principal, el ser mujer, y por la asignación de estereotipos en virtud de su pertenencia al grupo de las mujeres. Sus respuestas oscilan desde el aislamiento hasta su supuesta asimilación al mundo de los varones, pasando por una acentuación de la deferencia hacia los mismos. Es decir, al verse atrapadas en su papel tradicional y su nueva actividad laboral en un mundo masculino, al sentirse extrañas, marginales, enfrentadas a un dilema, se encuentran escindidas y adoptan, según los casos, las diversas estrategias que la situación permite.

La actualidad de un concepto: la acción positiva 

El paralelismo entre negros, minorías étnicas y mujeres continúa teniendo una traducción política en nuestros días en las políticas de acción positiva. Al igual que el concepto de minoría fue traído de la India, el de acción positiva remonta igualmente sus antecedentes a la India en forma de medidas contrarias al sistema de castas. Fue aplicado inicialmente a los negros, en menor grado, a las minorías étnicas y se incluyó más tarde a las mujeres. Luego todos los países del ámbito occidental han adoptado estas medidas en mayor o menor grado. Que en España su implantación real sea casi inexistente se debe a la menor incorporación de las mujeres al mundo laboral, así como a la inexistencia de un movimiento feminista fuerte.

El hecho de equiparar sociológicamente a las mujeres con las minorías por razón de su discriminación histórica, y cuyo retraso en la igualdad se pretende compensar con medidas especiales, es lo que las ha convertido en acreedoras de las políticas de acción o discriminación positiva. Se considera que de las actitudes, comportamientos y estructuras fundadas sobre la idea de un reparto tradicional de los papeles entre las mujeres y los hombres se derivan efectos perjudiciales para las mujeres. Las acciones positivas buscan eliminar o compensar estos efectos negativos.

La inclusión de las mujeres en estas políticas supuso que reemergieran las tensiones inherentes a su plena participación en el mercado laboral relacionadas con su papel en la familia. Una noción como el valor del mérito en conexión con las oportunidades en el mundo del trabajo remunerado oculta la forma en la que el género interviene de forma desigual según sea uno u otro sexo: la razón está en que quien decide acerca de la elección o contratación de personas tenderá a mostrar su preferencia por aquellas personas cuyas actitudes, atributos y formas de actuación se asemejan a las de quienes efectúan la selección, varones la mayoría de las veces. Se valoran, en consecuencia, factores que no designan necesariamente a la persona más cualificada, sino a la más afín. Las acciones positivas tenderán precisamente a corregir este defecto.

Otra crítica a las acciones positivas es que en ellas no se contempla a las personas como individuos, sino como instrumentos de políticas sociales. Pero, por lo común, se percibe el atributo de género en el caso de las mujeres en mucha mayor medida que en el de los varones. Los hombres blancos son percibidos como libres de género y raza, de forma que no se concibe que su estatus de grupo pueda influenciar ningún resultado. Esta visión ignora las disparidades en el poder de los diferentes grupos, divergencias que hacer aparecer la distribución de recompensas como ostensiblemente neutras y no ligadas a la raza y al género, excepto cuando los sectores o colectivos más desfavorecidos se hallan implicados. Desde esta postura favorable a estas medidas se considera que la superación de tal injusticia deberá ser hecha también desde una óptica de grupos.

Al trasfondo de una discriminación por razón de sexo se suma la política contemporánea del Estado del Bienestar redistribucionista, que alienta la competición entre los diferentes grupos por un conjunto de recursos escasos. Sería necesario moverse desde la lógica de las políticas redistributivas a la ética de la solidaridad con los que son diferentes. Habría que cuestionar la lógica de lo que constituye “nosotros” y “ellos”, si somos miembros de un grupo favorecido y fomentar, con independencia de nuestra posición particular, una amplia política de alianzas que sea capaz de evitar el faccionalismo y la fragmentación. Son las relaciones de desigualdad las que nos hacen diferentes, en el pleno sentido social de la palabra diferente. Volviendo a la posición de las mujeres consideradas como una minoría, nos hallamos ante el proceso de abandono de los márgenes de las preocupaciones de la ciencias sociales, que ahora sitúan a las mujeres en su mismo centro de atención. Falta ahora, que en la vida cotidiana se logren objetivos parecidos.


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