No hay que ir muy lejos para demostrar que el supuesto de la unidad funcional completa de la sociedad humana es con frecuencia contrario a la realidad. Los usos o los sentimientos sociales pueden ser funcionales para unos grupos y disfuncionales para otros de la misma sociedad. Los antropólogos citan con frecuencia la “acrecentada solidaridad de la comunidad” y el “acrecentado orgullo familiar” como ejemplos de los sentimientos funcionalmente adaptativos. Pero, como indicó Bateson entre otros, el aumento del orgullo entre las familias individuales puede servir con frecuencia para destruir la solidaridad de una pequeña comunidad local. No sólo es contrario a la realidad con gran frecuencia el postulado de la unidad funcional, sino que tiene poco valor heurístico, ya que distrae la atención del analista de posibles consecuencias dispares de un renglón social o cultural dado (usanza, creencia, norma de conducta, institución) para diferentes
grupos sociales o para los individuos de esos grupos.
Robert K. Merton – Teoría y estructura sociales, pp.101.
El texto propuesto para este comentario pertenece al libro Teoría y estructura sociales, en su capítulo tercero Funciones Manifiestas y Latentes, epígrafe Postulados que prevalecen en el análisis funcional. Es una compilación de ensayos publicados por el sociólogo norteamericano Robert K. Merton en 1949 por primera vez, revisados y aumentados posteriormente en 1957 y 1968.
Lo que
parece darse a menudo en el plano biológico no ocurre con la misma frecuencia
en el contexto social. A ese respecto Merton alude a la ruptura que se produce
en las sociedades donde ciertas funciones, que se muestran como “adaptativas”, atentan, en realidad,
contra la unidad funcional (Bar, 2000).
Merton |
Por otra
parte, Merton también en relación con función, incorpora una nueva forma de
entenderla cuando se refiere a “disfunciones”.
La incorporación del concepto de disfuncionalidad entraña una aproximación a
las teorías del conflicto o cambio social. Introducido este concepto en la
teoría social, implica la existencia de disfuncionalidad, o que toda acción o
estructura social no tiene por qué ser funcional para la sociedad en su
conjunto, funciones que cumplen determinados individuos o grupos que no
contribuyen a la unidad o perpetuación societaria. Por tanto, podemos llegar a
la conclusión que esta aproximación supone una evolución del funcionalismo
estructural, en el que la función ya no es omnímoda.
Merton nos
presenta en el texto como el “aumento del
orgullo” puede llegar a ser disfuncional para la sociedad, pudiendo
convertirse en un agente acelerador en deteriorar “la solidaridad de la comunidad”, y por tanto el inherente
conflicto. Así la obra de Merton y su separación entre función y disfunción,
representa una crítica a los postulados fundamentales del análisis funcional de
otros autores pretéritos y/o coetáneos, que estima como discutibles e
innecesarios, en un intento de superación de la tendencia “estática” atribuida
al funcionalismo, con la idea de disfunción (Sierra, 1991).
Comentario crítico
Las dos
versiones del funcionalismo sociológico moderno, el funcionalismo mertoniano y
el estructural-funcionalismo parsoniano, han dominado la sociología americana
hasta los años sesenta, dos variantes que beben en las fuentes europeas de la
sociología. Merton, debido a su orientación empirista, esquiva el concepto
básico funcionalista de “la unidad
funcional”, su concepción funcionalista se desarrolla más en el diálogo con
Malinowski (Alonso, 1987), en dicotomía con el parsoniano de Radcliffe-Brown.
Su orientación teórica combina influencias norteamericanas y europeas, elaborando
un ejercicio muy hábil, con la intención de llegar a un consenso teórico entre
ambas corrientes, aunque sin llegar a fragmentar definitivamente el “status quo” funcional con sus
innovaciones y divergencias. Con ello procura no caer en el conflicto social
europeo de origen marxista, inclinándose en mantener el consenso americano de la
sociedad, ahí emerge su conocido “carácter conservador” (Macionis, 2010).
Quizás,
quedó pendiente por parte de Merton, una definición más nítida de los límites
explicativos de su concepto disfunción, pues este término lleva consigo una
connotación valorativa negativa, “de algo anómalo y desviado” (Sierra, 1991),
y, por tanto, no deseable o, cuando más, únicamente tolerable, no de algo
normal y constitutivo de la sociedad, como lo funcional. El funcionalismo en
todo caso, es una teoría que ha caído en desuso en nuestros días.
Santa Cruz
de Tenerife a 15 de abril de 2012
Tomás Javier
Prieto González
Bibliografía
Alonso, Enrique (1987). Funcionalismo
y paradigmas sociológicos. Anotaciones críticas a un libro de Jacques
Coenen-Huther. Revista REIS 37/87, pp.207-217.
Bar, Anibal (2000). Una tipología de Métodos
Generales desde una Perspectiva Sistémica.
Cinta de Moebio, marzo, número 7.
Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Chile.
Giddens, Anthony (2009). Sociología. 5ª Edición. Alianza Editorial.
Madrid.
Giner, Salvador (2010). Sociología. Ediciones Península. Barcelona.
Giner, Salvador et alia
(2006). Diccionario de Sociología. Alianza Editorial. Madrid.
Macionis, J. et alia (2010).
Sociología 3ª edición. Pearson Educación. Madrid.
Martínez, Violante (2008). Sociedades y Mundo. De la Teoría a la
Práctica en la Ciencia Sociológica. Edición Segunda. Ediciones Académicas.
Madrid.
Merton, R.K. (2010). Teoría y estructura sociales. Cuarta edición,
primera reimpresión. Fondo de Cultura Económica. México
Oquist, Paul et alia. (1970). Estructural-Funcionalismo: Un análisis
crítico de su estructura y función. Revista Latinoamericana de Sociología.
Vol. VI: sep, y oct. 1970. Buenos Aires, Argentina, pp. 358-388.
Ritzer, George (2010). Teoría sociológica moderna. Quinta edición.
McGraw-Hill/Interamericana de España. Madrid.
Sierra, R. (1991). Función y disfunción social. Enciclopedia GER. Canal Social. Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario