‘Performances’
Somos una de las democracias europeas con niveles más bajos de movilización convencional
En el campo de la sociología política, hay consenso en torno a la idea de que el modelo español de participación cívica es de tipo bipolar. Somos una de las democracias europeas con niveles más bajos de movilización convencional (medida por los índices de asociación, afiliación, pago de cuotas, aportación de trabajo voluntario, asistencia regular a reuniones, etcétera) mientras que en cambio exhibimos los índices más elevados de movilización no convencional: manifestaciones callejeras, protestas populares, boicot al consumo…
Se trata, pues, de un modelo inconstante de movilización volcánica, espasmódica o eruptiva, que habitualmente está desactivada actuando al ralentí con perfil muy bajo, pero que en ciertas ocasiones excepcionales se reactiva por momentos con extraordinaria intensidad. Así ocurrió con la movilización del Nunca Mais contra el chapapote del Prestige en 2002, con la gran manifestación del 15 de febrero de 2003 contra la inminente invasión de Irak, con los motines del 13M de 2004 ante las sedes del PP tras la matanza de Atocha…, o el año pasado, con las grandes movilizaciones de los indignados del 15-M.
Y el común denominador de todos estos hitos del repertorio no convencional de conflictividad política es que:
1) Se trata de movilizaciones reactivas, convocadas en activa protesta contra hechos previos manifiestamente injustos e indignantes.
2) Son organizadas con gran inventiva y efectismo buscando el factor sorpresa para recabar la atención y la simpatía del público expectante.
3) Se representan ocupando el espacio público para ejecutar sobre él grandes performances escénicas de segura e inmediata repercusión mediática.
Y esta característica peculiar de nuestra cultura política, que se manifiesta con gran continuidad histórica tanto en la derecha como en la izquierda del arco ideológico (desde las procesiones episcopales hasta las algaradas iconoclastas), se ha visto extraordinariamente potenciada por la revolución mediática de las nuevas tecnologías. En efecto, en la era de las redes sociales, el imperativo categórico para acceder a la categoría del trending topic es impactar al navegante internauta con dosis insólitas de efectismo escandaloso y sensacionalista, so pena de caer en el olvido, la indiferencia o la redundancia.
Por eso, hoy en día, para tener éxito convocando protestas y manifestaciones hay que hacerlo con mentalidad de hacker creativo e innovador, escenificando para ello el más sorprendente repertorio de performances no convencionales que se puedan escenificar ante las cámaras. Esta es la mejor y aún la única forma de sacudir a la vez tanto la pereza intelectual de los medios informativos como la propensión al escepticismo del escarmentado público español.
Enrique Gil Calvo es catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
Artículo publicado por Enrique Gil Calvo en EL PAIS el 8 de agosto de 2012.
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