En la asignatura de Historia de las Ideas Políticas del primer cuatrimestre del Grado en Sociología de la UNED, algun@s compañer@s realizamos un trabajo coral; resúmenes del libro Ideas y Formas Políticas: Del triunfo del Absolutismo a la Posmodernidad, bibliografía básica de esta asignatura. Quiero agradecer el esfuerzo, compromiso y dedicación desplegado por tod@s. Derechos reservados, sus autores.
José Rodrigo Crespo - Tema 1 El triunfo del absolutismo // Elisa Ruiz Rodríguez - Tema 2 De la Ilustración al Estado Liberal // Alejandro Gessé Ponce - Tema 3 Los fundamentos de la democracia: de Rosseau a la Revolución Francesa // María Hernando García - Tema 4 El idealismo // Tomás Javier Prieto González - Tema 5 Tradicionalismo y Conservadurismo // Mónica Platero - Tema 6 El pensamiento político norteamericano: de los Founding Fathers a la consolidación de la nación americana // Juan José Amate Ruiz - Tema 7 El liberalismo posrevolucionario // Víctor Riesgo Gómez - Tema 8 Utilitarismo y liberalismo en Inglaterra // Pedro Medina Charavía - Tema 9 Del socialismo utópico al anarquismo // Carla Torres Segura - Tema 10 El anarquismo // Antonio Jesús Acevedo Blanco - Tema 11 Karl Marx y el Marxismo // José Bargallo Roges - Tema 12 El nacionalismo en el siglo XXI // Julio Monteagudo Diz – Tema 13 Totalitarismo (I): Fascismo y Nacional-Socialismo // Inocencia González Fernández Tema 14 Totalitarismo (II): El Comunismo Marxista-Leninista // Eva Del Riego Eguiluz – Tema 15 Los Liberalismo de posguerra // Carolina Judith Rabazo Pérez - Tema 16 Políticas del posmodernismo
G.
MAZZINI Y LA UNIFICACIÓN ITALIANA.
G. Mazzini (1805-1872) fue uno de los
principales protagonistas del desarrollo del discurso nacionalista durante el
siglo XIX, y no sólo porque fuera uno de los principales instigadores de la
unificación italiana, que lo fue, sino porque su pensamiento fue una síntesis
entre el nacionalismo político y el cultural, lo que lo convertiría en un
referente intelectual del pensamiento nacionalista de su tiempo y de los
posteriores.
Pero hay que tener en cuenta que una vez
concluido el proceso de
unificación el pensamiento de Mazzini no se tuvo muy en cuenta a la hora
de construir el Estado-Nación italiano, pero fue, sin duda, muy importante para
iniciar el proceso revolucionario contra el Imperio Austríaco y fue lo
suficientemente sólido como para que el pueblo italiano pudiera desarrollar una
conciencia nacional lo suficientemente importante como para aceptar este
proceso.
En el pensamiento de Mazzini podría sintetizarse
que el Estado italiano debía ser liberal y democrático, ya que el ser humano solo podría desarrollarse
plenamente en cuanto a su autonomía y su capacidad creativa bajo estos valores,
a la vez que sólo bajo un Estado la nación podría desarrollar su sentido social
de asociación para fomentar su propio bienestar y progreso. Mazzini era
partidario de que cada nación tuviera su Estado, ya que era, en su opinión, la
forma natural de que el ser humano pudiera canalizar su progreso moral, el
ámbito principal en el que el ser humano debía desarrollarse, más allá de que
también se pudiera desarrollar en el ámbito económico o social, a la vez que
eso supondría el final del Imperio Austríaco, el invasor de Italia.
Para él, la nación era el paso intermedio
entre el individuo y la humanidad. Apostó por una Europa de naciones. Fundó el
movimiento La Joven Italia (1831) para canalizar el independentismo italiano y
quiso que este tipo de organizaciones se extendiera por Europa a los países que
vivían dentro de los imperios, para poder cumplir su deseo de crear una Europa
de naciones libres.
Tenía muy claro el papel de Dios en el
proceso de construcción de naciones, cuando afirmó “estamos escalando una
pirámide cuya base abraza la tierra, y cuyo vértice se levanta hacia Dios. La
subida es lenta y penosa, y podemos realizarla sólo uniendo nuestras manos,
uniendo nuestras fuerzas, cerrando filas, como la falange macedonia, si uno de
nosotros cayera exhausto por la fatiga. En esta necesidad reside la legitimidad
de la democracia, de sus aspiraciones hacia la emancipación, la mejora, la
cooperación de todos”.
En esta idea de progreso, la nación jugaba
para Mazzini un papel esencial. Primero porque la nación “es misión y deber
común”, la nación era para él “un instinto que Dios infundió en vuestro corazón
(el de los italianos), una voz que os llega del sepulcro de vuestros mayores,
un signo que la naturaleza poderosa de Italia marcó en vuestra frente y en
vuestra mirada, os dice que sois hermanos, llamados a tener una única bandera,
un solo pacto, un solo templo, en lo alto del que resplandezca, con caracteres
visibles a todas las gentes, la misión italiana, el encargo que Dios encomendó
a la nación italiana para el engrandecimiento de la humanidad”.
De esta manera se conjugaban los dos tipos de
nacionalismos que se habían desarrollado en Europa. Uno por mandato divino que
hizo de Italia un pueblo elegido para mostrar al mundo su capacidad y su
creatividad a través de la cultura; y desarrollando la ecuación
Estado=nación=progreso en el que el Estado sería el instrumento modernizador
bajo el que se lograrían las conquistas sociales y morales, principalmente la
libertad; y relacionando el nacionalismo con la idea ilustrada de progreso,
pero además con algunos elementos culturales propios del discurso de Fitche. La
cultura italiana, con el Renacimiento como referente, mostró la unidad de
origen, para luego relacionarla con la misión divina encomendada al pueblo
italiano. Los conceptos de familia, nación y humanidad se asemejaba a un
discurso conservador y tradicional que a una ruptura con lo anterior. El
sentimiento nacional era algo intrínseco del ser humano “El hombre está en el
mundo para continuar con la raza humana, no para refundarla”. Atacó a Saint
Simón, Fourier, a sus seguidores y en general a todo el socialismo, por romper
los lazos con el pasado, porque, para él, el sentimiento nacional era algo
intrínseco a los ciudadanos de cualquier período, con lo que el socialismo,
como el absolutismo, se alejaba de la idea de progreso, porque destruían al
individuo como sujeto creador y moral y en el caso del socialismo, no tenían en
cuenta la sociedad en la que se desarrollaba. Su nacionalismo no aspiraba a
romper con todo lo anterior, pero si darle un nuevo sentido a la vida del ser
humano. La humanidad tenía una historia de la que debía aprender y desde la que
debía avanzar hacia el futuro, y lo haría mediante el desarrollo lógico que
ofrecía la escala de la que formaban parte la familia, la nación y la
humanidad.
LA
NACIÓN Y EL LIBERALISMO INGLÉS.
En Inglaterra, el fenómeno del nacionalismo
como idea política recurrente para la construcción del Estado-nación moderno
fue un hecho que ya tuvo su importancia antes de la Revolución francesa. Desde
la revolución de 1688, en Inglaterra, el liberalismo se consolidó a través de
la filosofía de J. Locke, y su relación con la construcción del Estado moderno
ya era muy estrecha durante buena parte del siglo XVIII. En Inglaterra, la
conjunción entre el Liberalismo, Parlamentarismo y construcción del Estado se
convirtió en un precepto innegociable en los años posteriores. Por ello en
Inglaterra, el nacionalismo, como idea política del continente europeo se
convirtió en un objeto de estudio por parte de filósofos y especialistas, que
se centraron en su relación con el liberalismo y la construcción del
Estado-nación moderno.
La obra de J.S. Mill nos indica el interés
que el nacionalismo despertó en los círculos académicos ingleses. En sobre el gobierno representativo,
definió la nación como:
“(…) la reunión de hombres atraídos por
simpatías comunes que no existen entre ellos y otros hombres, simpatías que les
impulsan a obrar de concierto mucho más voluntariamente que lo harían con
otros, a desear vivir bajo el mismo gobierno y a procurar que este gobierno sea
ejercido por ellos exclusivamente o por algunos de entre ellos” y afirmaba que
las causas de estos sentimientos eran por “identidad de raza y de origen;
frecuentemente contribuyen a hacerle nacer la comunidad de lenguas, otras las
de religión” con lo que se tenían identificados los rasgos principales que
distinguieron a los dos nacionalismos que se habían desarrollado en los años
anteriores. En primer lugar, su relación con la construcción del Estado-nación
moderno bajo la soberanía nacional, una de las características principales que
definían a la nación, pero también el sentimiento de solidaridad intergrupal
existente entre individuos de una misma raza, que aquí tiene un sentido
estricto, con una misma lengua o algún otro elemento que denote un mismo
origen, ya fuera histórico o mítico, propios del nacionalismo cultural, que fue
derivando a una nacionalismo de corte radical e integrista propio de los
partidos conservadores y reaccionarios de los diferentes países de Europa.
Lo que le preocupaba a J. Stuart Mill, no
eran los nacionalismos, sino la construcción del Estado-moderno, y de cómo el
liberalismo sirvió de ideología dominante para tal propósito, desarrollando
valores como la igualdad y la libertad y el ejercicio de soberanía por parte del
ciudadano el ejercicio de la acción de gobierno por parte del Estado. Coincidía
con los postulados anteriores de Mazzini de la creación de un Estado para cada
nación, ya que en su opinión “las instituciones libres son casi imposibles en
un país compuesto por nacionalidades diferentes, en un pueblo donde no hay
lazos de unión, sobre todo si ese pueblo lee y habla distintos idiomas”. Era
bastante escéptico a que en esta situación, tanto la administración, las
instituciones y un gobierno representativo o que los ciudadanos pudieran
ejercer la soberanía nacional, porque entre otras cosas el Estado contaría con
la deslealtad de algunos ciudadanos, de los que se sintieran en inferioridad.
Para J.S. Mill cuando un pueblo no tenía la
preparación suficiente era necesario que se estableciera un gobierno de
transición, una dictadura, y retrasar un gobierno representativo. En este
período, el gobierno británico estaba creando un imperio colonial muy
importante en América, África, Asia y Oceanía, y a este respecto afirmó:
“…este sistema de gobierno es tan legítimo
como los demás, si es el que, dadas las condiciones de pueblo sometido,
facilita su elevación a este a un rango superior. Hay (…) condiciones sociales
en que un despotismo vigoroso es en sí el gobierno que antes inculcará al
pueblo las cualidades particulares que le faltan para ser capaz de una
civilización superior”.
Para ello, el gobernante debía ser un buen
déspota que produjera el bien de
los pueblos atrasados. Se empezaron a establecer diferencias de grado entre
individuos, estableciendo diferencias de capacidad entre razas, resaltando la
superioridad de unas sobre otras, elemento que se convirtió en parte del
nacionalismo en el último tercio de siglo.
Lord Acton |
Lord Acton (1834-1902) y otros intelectuales
discrepaban con Mill; pronto captaron el poder revolucionario del nacionalismo,
pero también su posible deriva integrista como así lo plasmó en su obra
Nationalism (1862) donde reflejaba la alianza liberalismo nacionalismo, pero
que también el nacionalismo podía ser una ideología contraria a éste. Por ello
era partidario de separar la el desarrollo de la acción de gobierno y la
construcción del Estado, de la cultura y la lengua de los ciudadanos. Así, lo
que para algunos era el ejemplo de convivencia imposible de nacionalidades
distintas, el imperio Austro-húngaro, para Lord Acton era la prueba clara de
que todas las nacionalidades podían tener cabida en un Estado.
Lo que Lord Acton percibió fue el carácter
esencialista e integrista del principio de unidad nacional que habían
promulgado Mazzini o J.S.Mill. Por eso para él una cosa era la política y otra
la cultura y el hecho de que el
Imperio Austro-húngaro perviviera y su gobierno evolucionase hacia una forma de
Estado liberal cosmopolita significaría el éxito del liberalismo y de la
convivencia de los ciudadanos. A esta percepción contribuyó el hecho de que
Lord Acton era un cosmopolita,
hijo de un diplomático. Nació en Italia y se educó en Alemania e Inglaterra y
gran viajero con una gran inquietud intelectual. Pensaba que el nacionalismo
étnico era un problema de falta de formación, de libertad y de instituciones
liberales. Para él las diferencias culturales eran un signo de riqueza
intelectual y no causa de problema político; a diferencia de J.S. Mill, la
variedad de culturas nacionales era fuente de riqueza y éxito de convivencia.
Para Lord Acton y J.S. Mill su preocupación
era el desarrollo del liberalismo y su papel para construir el Estado Moderno.
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