Artículo de Paul Krugman
publicado en El País el 21 de abril de 2013
En esta era de la
información, los errores matemáticos pueden llevar al desastre. La Mars Orbiter
de la NASA se estrelló porque los ingenieros olvidaron hacer la conversión a
unidades del sistema métrico; el plan de la ballena de Londres de JPMorgan
Chase salió mal en parte porque quienes hicieron los modelos dividieron por una
suma en lugar de por una media. De modo que, ¿fue un error de codificación de
Excel lo que destruyó las economías del mundo occidental? Esta es la historia
hasta la fecha: a principios de 2010, dos economistas de Harvard, Carmen
Reinhart y Kenneth Rogoff,
divulgaron un artículo, Growth in a time
of debt (Crecimiento en una época de endeudamiento), que
pretendía identificar un umbral crítico, un punto de inflexión, para la deuda
pública. Una vez que la deuda supera el 90% del producto interior bruto,
afirmaban, el crecimiento económico cae en picado.
Reinhart y Rogoff tenían
credibilidad gracias a un libro
anterior admirado por todo el mundo sobre la historia de las crisis
financieras, y el momento escogido era perfecto. El artículo se publicó justo
después de que Grecia entrase en crisis y apelaba directamente al deseo de
muchos funcionarios de virar del estímulo a la austeridad. En consecuencia, el
artículo se hizo famoso inmediatamente; seguramente era, y es, el análisis
económico más influyente de los últimos años.
El hecho es que Reinhart y
Rogoff alcanzaron rápidamente un estatus casi sagrado entre los autoproclamados
guardianes de la responsabilidad fiscal; la afirmación sobre el punto de
inflexión se trató no como una hipótesis controvertida, sino como un hecho
incuestionable. Por ejemplo, un editorial de The Washington Post de
principios de este año advertía contra una posible bajada de la guardia en el
frente del déficit porque estamos “peligrosamente cerca de la marca del 90% que
los economistas consideran una amenaza para el crecimiento económico
sostenible”. Fíjense en la expresión: “los economistas”, no “algunos
economistas”, y no digamos ya “algunos economistas, a los que contradicen
enérgicamente otros con credenciales igual de buenas”, que es la realidad.
Porque lo cierto es que el
texto de Reinhart y Rogoff se enfrentó a críticas considerables desde el
principio y la controversia aumentó con el tiempo. Nada más publicarse el artículo,
muchos economistas señalaron que una correlación negativa entre la deuda y el
comportamiento económico no significaba necesariamente que la deuda elevada
fuese la causa de un crecimiento lento. Podría ocurrir perfectamente lo
contrario, y que el mal comportamiento económico condujese a una deuda elevada.
De hecho, este es evidentemente el caso de Japón, que se endeudó enormemente
después de que su crecimiento se hundiese a principio de los noventa.
Con el tiempo, surgió otro
problema: otros investigadores, usando datos de deuda y crecimiento
aparentemente comparables, no fueron capaces de replicar los resultados de
Reinhart y Rogoff. Lo habitual era que encontrasen cierta correlación entre la
deuda elevada y el crecimiento lento (pero nada que se pareciese a un punto de
inflexión en el 90% ni, de hecho, en ningún nivel concreto de deuda).
Finalmente, Reinhart y
Rogoff permitieron que unos investigadores de la Universidad de Massachusetts analizasen la
hoja de cálculo original; y el misterio de los resultados
irreproducibles se resolvió. En primer lugar, habían omitido algunos datos; en
segundo lugar, emplearon unos procedimientos estadísticos poco habituales y muy
cuestionables; y finalmente, sí, cometieron un error de codificación de Excel.
Si corregimos estos errores y rarezas, obtenemos lo que otros investigadores
han descubierto: cierta correlación entre la deuda elevada y el crecimiento lento,
sin nada que indique cuál de ellos causa qué, pero sin rastro alguno de ese
umbral del 90%.
En respuesta a esto,
Reinhart y Rogoff han admitido el
error de codificación, han defendido sus demás decisiones y han
afirmado que nunca aseguraron que la deuda provoque necesariamente un crecimiento
más lento. Esto es un tanto insincero porque repetidamente dieron a entender
esa idea aunque evitasen formularla expresamente. Pero, en cualquier caso, lo
que realmente importa no es lo que quisieron decir, sino el modo en que se ha
interpretado su trabajo: los entusiastas de la austeridad anunciaron a bombo y
platillo que ese supuesto punto de inflexión del 90% era un hecho probado y un
motivo para recortar drásticamente el gasto público incluso con un paro
elevadísimo.
Por eso debemos situar el
fiasco de Reinhart y Rogoff en el contexto más amplio de la obsesión por la
austeridad: el evidentemente intenso deseo de los legisladores, políticos y
expertos de todo el mundo occidental de dar la espalda a los parados y, en
cambio, usar la crisis económica como excusa para reducir drásticamente los
programas sociales.
Lo que pone de manifiesto
el asunto de Reinhart y Rogoff es la medida en que se nos ha vendido la
austeridad con pretextos falsos. Durante tres años, el giro hacia la austeridad
se nos ha presentado no como una opción sino como una necesidad. Las investigaciones
económicas, insisten los defensores de la austeridad, han demostrado que
suceden cosas terribles una vez que la deuda supera el 90% del PIB. Pero las
investigaciones económicas no han demostrado tal cosa; un par de economistas
hicieron esa afirmación, mientras que muchos otros no estuvieron de acuerdo.
Los responsables políticos abandonaron a los parados y tomaron el camino de la
austeridad porque quisieron, no porque tuviesen que hacerlo.
¿Servirá de algo que se
haya hecho caer a Reinhart y Rogoff de su pedestal? Me gustaría pensar que sí.
Pero preveo que los sospechosos habituales simplemente encontrarán algún otro
análisis económico cuestionable que canonizar, y la depresión no terminará
nunca.
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel 2008.
Traducción
de News Clips.
Artículo de Paul Krugman
publicado en El País el 21 de abril de 2013
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