Artículo de Sandro Pozzi
publicado en El País el 28 de abril de 2013
Los profesores de Harvard Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart. / M. F. CALVERT |
Cuando la deuda de un país
supera el 90% del PIB, el crecimiento de la economía es inviable. El aserto,
nacido de dos cerebros de Harvard y sobre el que se asientan las políticas de
austeridad que están a punto de dinamitar los pilares del Estado de bienestar
en medio mundo, ha resultado tan falaz como las armas de destrucción masiva que
sirvieron para justificar la invasión de Irak.
“Es exagerado hacer la
comparación, pero acepto la analogía porque es cierto que se están adoptando
políticas a partir de premisas que son falsas”. Quien habla es Thomas Herndon,
el estudiante de 28 años que, en su camino para sacarse un doctorado en
Economía en la Universidad de Massachusetts, ha desenmascarado la mentira
macroeconómica más significativa de los últimos años, y sobre la que
EE UU y Europa se han apoyado en su campaña por la austeridad fiscal y el
recorte drástico del gasto.
Herndon cuenta que se
frotaba los ojos al cruzar los datos de su trabajo ordinario de carrera con los
del hipercitado informe de los
profesores de la prestigiosa Universidad de Harvard Carmen Reinhart y Kenneth
Rogoff. Los errores eran básicos. De hecho, al principio pensó que el
equivocado era él. No podía ser que dos reputadas eminencias hubieran podido
pasar por alto cosas así.
El estudio que está en el
centro de la controversia global lo publicaron Reinhart y Rogoff en la American Economic Review
en 2010. Ahí defienden cómo el crecimiento cae de golpe cuando la deuda pública
de un país supera el 90% del PIB. Reinhart, nacida en La Habana (Cuba) hace 57
años, fue economista jefa durante tres años del difunto Bear Stearns, la
primera víctima de la crisis financiera. Eso fue en los años 1980, antes de
ocupar varios cargos en el Fondo Monetario Internacional (FMI), donde llegó a
ser la número dos en el departamento de investigación antes de llegar a
Harvard. Rogoff, de 60 años, fue su jefe en el FMI, donde tuvo un sonado
encontronazo con Joseph Stiglitz a cuenta de la crítica
que el premio Nobel hizo de esa institución en su libro El malestar en la
globalización (2002).
No fueron pocos los políticos
que echaron mano del trabajo para defender que se pase la podadora al gasto
para volver a la senda de un crecimiento sano y robusto. Entre ellos, Paul
Ryan, el candidato republicano a la vicepresidencia de EE UU. También el
comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, y el expresidente del Banco
Central Europeo Jean-Claude Trichet. Ninguno cuestionó la metodología del
trabajo, ni sus datos, como hizo el joven Herndon.
“Estaba convencido desde
el principio de que algo iba realmente mal con el estudio. Y cuando me llegaron
los datos [los autores le mandaron las tablas de Excel que utilizaron, a
petición del estudiante], se confirmaron mis sospechas”, relata Herndon. El
joven estudiante, criado en Austin (Texas), de padre texano y madre de Hong Kong,
al que le gusta tocar el bajo, le pasó las tablas a su novia, Kyla Walters.
Ella tiene un doctorado en Sociología y gracias a su trabajo de investigación
está muy acostumbrada a cruzar números. “No creo que te estés equivocando”, le
respondió.
El siguiente
paso fue acudir a Michael Ash y Robert Pollin, dos de sus
profesores, que ahora le cubren las espaldas, pero que en un primer momento se
mostraron más bien incrédulos. Lo que no logró anticipar Herndon, ni tampoco
Ash y Pollin, es lo que venía a continuación. Hay economistas que les han
llamado para emprender con ellos una batalla contra la idea de que el alto
endeudamiento frena el crecimiento.
Pero hasta ahora ni un
solo dirigente político se ha puesto en contacto con el trío para conocer su
teoría. Aun así, el estudiante señala que el trabajo “está empezando a marcar
la diferencia en los círculos de decisión política”. Cita, por ejemplo, el blog de John
Taylor. El reputado economista por Stanford asegura que el error
puesto en evidencia por el joven influyó en la decisión de los ministros de
Finanzas del G-20 para omitir en su comunicado de la semana pasada una
referencia al nivel de endeudamiento.
En el origen del fiasco
está un encargo convencional de los profesores. Pidieron a los alumnos que
emularan resultados estadísticos de estudios ya publicados. Él eligió el
estudio de Reinhart y Rogoff porque, “aunque era poco atractivo”, le pareció
oportuno vistas las dificultades que tienen Europa y EE UU para salir del
agujero de la recesión y del impacto de las políticas que se están adoptando en
los países.
Los profesores de Harvard
ahora cuestionados le facilitaron en enero todo el material que necesitaba para
descifrar el estudio y le dieron libertad para publicar lo que quisiera. “Vi el
error muy rápido”, dice Herndon. A comienzos de abril, Reinhart y Rogoff admitieron que
habían cometido algunos fallos a la hora de codificar las cifras.
Pero siguen defendiendo su metodología e insisten en que existe una clara
correlación entre alto endeudamiento y lento crecimiento. “Este lamentable
desliz no afecta al mensaje central”, dicen en una nota.
Herndon, que habla siempre
en plural, admite que criticar el trabajo de los dos profesores de Harvard “es
lo más fácil” y no cree que hubiera una intencionalidad cuando omitieron
ciertos datos, como el hecho de que Australia, Canadá y Nueva Zelanda crecieran
en periodos de alto endeudamiento, o se equivocaran en alguna suma al
introducir mal las órdenes en la celdilla de Excel. Pero está convencido
también de que la teoría no puede replicarse, porque está mal planteada. Y
apoya que se adopten políticas de estímulo para salir de la recesión. “La
austeridad es contraproducente, crea sufrimiento”.
El estudiante Thomas Herndon |
El joven no se declara ni
conservador ni liberal; dice que no le gustan las etiquetas. Pero sí parece
tener muy claro que “es falso decir que el alto endeudamiento es malo”. Por eso
cree que lo que deben hacer los dirigentes es ver las circunstancias
específicas en las que la deuda puede ser efectiva en un escenario de recesión.
Su prioridad ahora, comenta, es terminar el segundo semestre y recopilar ideas
para su tesis final.
De momento se está
dedicando con sus profesores a publicar los primeros hallazgos para después
seguir desarrollando el trabajo a lo largo del verano, integrando mejoras
estadísticas. Y entre clase y clase busca tiempo para conceder entrevistas e
incluso acercarse a Nueva York para verse con Stephen Colbert, el conductor del
programa satírico The Colbert
report. Colbert le dedicó esta semana dos espacios a su
trabajo, lo que muestra hasta qué punto está caliente el debate. En el primero
se dedicó a mofarse de los profesores de Harvard y de los que se apoyaron en su
estudio para aventurar “una nueva crisis económica alimentada por la deuda”.
“¿Sabes que has enfadado a mucha gente en el campo de la austeridad,
importantes y muy poderosos?”, le preguntó después. “La Universidad me cuida
mucho”, le respondió. Herndon admite no estar preparado para la avalancha
mediática. “Ni siquiera tenía una buena foto”, comenta. Y las siglas con las
que los tres autores firman el trabajo, HAP, tomada de la inicial de sus
apellidos, ha inspirado ya una expresión entre los estudiantes: “To get
happed”, que alguien te señale los errores.
El joven cree que su
experiencia hará que los estudiantes presten mucha más atención a la hora de
comprobar una y otra vez los resultados de sus trabajos. “Serán mucho más
cuidadosos”. Como le dijo Colbert, la pareja de Harvard no se dio cuenta de los
errores porque no hay nadie por encima de ellos que les revise sus estudios.
Ahora, como señala Kyla, su chico tendrá menos tiempo para practicar música,
pero sus perspectivas de trabajo han mejorado.
Artículo de Sandro Pozzi publicado en El País el 28 de abril de 2013
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