lunes, 4 de marzo de 2013

Resúmenes Sociología del Trabajo Parte 18


En la asignatura de Sociología del Trabajo del primer cuatrimestre del Grado en Sociología de la UNED curso 2012/13, algunos compañeros realizamos los resúmenes de los capítulos de la bibliografía obligatoria. Derechos reservados, sus autores.

Tema 1.- La educación profesional para el empleo - Antonio Jesús Acevedo Blanco // Tema 2.- Para una definición social de la juventud  Tomás Javier Prieto González y Ruth Cardedal Fernández // Tema 3.- La ocupabilidad en la familia María Lourdes Ruiz Garde // Tema 4.- Dinámica de la desocupación  Irene Ibañez Sánchez // Tema 5.- Elementos de contexto Blas García Ruiz // Tema 6.- La temporalidad, pacto intergeneracional o imposición Pedro Medina Charavia // Tema 7.- Biografías laborales por sexo y nivel de estudios  Victoria Aguilera Izquierdo // Tema 8.- Dinámica laboral de la inmigración en España Tomás Javier Prieto González


5.3. El factor decisivo: la tasa de ocupación

Es sabido que el equilibrio del sistema de pensiones reposa sobre tres factores fundamentales:

  1. La relación entre el número de pensionistas y la población en edad de trabajar.
  2. La tasa absoluta de ocupación de la población en edad de trabajar.
  3. La cuantía de la pensión media respecto a la productividad media.

El primer factor se ha solido estudiar haciendo demografía poblacional, sin tomar en cuenta que la edad de trabajar no es un dato fijo, sino una realidad profundamente cambiante. Consecuentemente, los cálculos no han recogido variaciones y resultados de carácter decisivo.

Lo importante no es cuánta población hay en cada momento sino cuántos ocupados, y para ser más exactos, lo decisivo es la cantidad de afiliados en alta que cotizan a la Seguridad Social.

El crecimiento de la afiliación a la Seguridad Social es otro elemento que ha sorprendido a los analistas. Al margen de otras explicaciones sociológicas a este crecimiento, hay un elemento obvio y es que la economía sumergida ha disminuido considerablemente. Parece claro que el que se generalice el pago de las cotizaciones a todos los ocupados es otro de los factores básicos para que el sistema sea sostenible.

A pesar de las medidas tomadas a finales de la década de los noventa para facilitar la anticipación de la jubilación, la fuerza del proceso social prevaleció respecto a estos incentivos.

Es importante este proceso ya que cada año que un grabajador sigue cotizando es un año que se resta de gasto en pensiones y un año en el que sigue aportando su producción. Como consecuencia de las jubilaciones anticipadas se dan importantes exenciones de cotización a las empresas y a los trabajadores.

Por ello, en lugar de utilizar el concepto de jubilación como paso de la ocupación a la desocupación con cobro de pensión, es mejor usar el de abandono empírico de la ocupación, que incluye. Paro temporal o definitivo, baja indefinida, incapacidad laboral, etc. Aplicando este criterio, la edad media de “jubilación efectiva” en 2002 es sensiblemente más joven que la de 62,5 años que proporciona el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (MTAS). Que se refiere únicamente al paso administrativo a la jubilación.
A pesar de la reconocida relevancia del concepto de la tasa absoluta de ocupación, salvo el trabajo del MTAS de 1994, no se han realizado estudios que hagan prospectiva de las tasas previsibles de ocupación.

La ausencia de estos estudios se debe a varias razones:

La primera reside en la no disponibilidad de datos fiables de los que deducir de forma directa estas biografías formativas y ocupacionales. La Tesorería de la Seguridad social tiene importantes datos pero carece de variables individuales básicas (ejemplo: nivel de estudios).

La segunda razón estriba en que se parte del supuesto de que lo que define la oferta de trabajo es la delimitación legal de las edades potencialmente activas, condicionadas por las declaraciones de los interesados sobre su disponibilidad para el trabajo. Esto es la denominada Población Activa. Sin embargo, las edades nominales hace tiempo que no concuerdan con las empíricas y las declaraciones de disponibilidad no coinciden con la ocupabilidad objetiva.

La tercera razón se basa en el sobreentendido de que la ocupación es un elemento no directamente sensible a las políticas y que, si resulta necesario realizar ajustes, es más sencillo hacerlo sobre las reglas económicas que rigen el acceso y las cuantías de los derechos de pensión.

Apoyar estos estudios en la demografía de las edades sin entrar en un análisis más riguroso no sería grave en una economía estable, pero la evolución convulsa que ha sufrido el mercado de trabajo español desde el último cuarto de siglo y la transformación del nivel formativo de los futuros trabajadores hace que ignorar sus efectos laborales y productivos desvíe drásticamente cualquier proyección.

Otro elemento que aconseja considerar de forma separada a los parados de los ocupados es además de la cotización, la decisiva diferencia entre la producción de los efectivamente ocupados, de un lado, y el coste económico de los cubiertos por el seguro de desempleo y el coste individual y social de los que no lo está, de otro.

De este modo, la proyección de la ocupación dará como producto complementario una estimación de la dependencia económica entre ocupados y no ocupados.

5.4. La dimensión generacional del trabajo de los varones

En el año 1964 la mitad de los varones ya trabajaban a la edad de 15 años. Para que la mitad de los mayores hubiesen dejado el empleo tenían que alcanzar los 67 años de edad. Desde esta perspectiva, la vida laboral media duraba 52 años. En 1994 las edades correspondientes eran 24 y 59 años. Los 52 años de tres décadas atrás se habían reducido a 35. Respecto a esta última duracn transversal, los 17 años de disminución suponen la mitad de la vida laboral actual.

Pero esta forma de entender la evolución de la vida laboral es engañosa. Los que en 1994 alcanzan los 59 años de edad pertenecen a la quinta de 1935, en la que la mayor parte empezó a trabajar a edades tempranas. El 50 por ciento ya estaba ocupado, durante la difícil posguerra, antes de cumplir los 14 años y una cuarta parte trabajaba sin llegar a los 12 años. Por ello, el cálculo transversal de su vida laboral les resta cuando menos 10 años respecto a la evaluacn longitudinal. Por otra parte, su temprana integración laboral dificultó e incluso impidió su formación básica. Esas carencias se traducirían medio siglo después en un serio obstáculo para ser muy productivos en sus trabajos o para adaptarse a nuevos puestos con nuevos requerimientos de cualificacn, tal como exia la modernización del sistema productivo.

Del mismo modo, la cohorte de los nacidos en 1984, que en 2004 alcanza a la edad de 20 años el 50 por ciento de ocupación, es más que previsible que no llegue a la mitad de su ocupación a los 59 años, como la que lo hacía e1994, ni siquiera a la de 62 años, como lo hacen los de esa edad en 2004, sino, muy probablemente, más tarde. Además su nutrida formacn profesional y universitaria les permiti una flexibilidad laboral incomparablemente mayor que la que poseían sus antecesores.

Visto en términos de dependencia masculina. La jornada media de los varones en 1964 era de 51,7 horas a la semana y en 1994 la jornada semanal pasó a ser de 19,1 horas. Desde este punto de vista se puede decir que el progreso técnico y organizativo de la sociedad española ha liberado en gran medida del trabajo a los varones. La mayor parte de esa “liberación” se produce entre 1974 y 1985 acompañando a la transición política.

Sería un error considerar que esos cambios representan tendencias estables y no fenómenos transitorios que no sólo no continuarán en esa línea, sino que probablemente cambiarán de sentido.

De la dedicación a la producción de los varones puede decirse algo muy semejante. Si en 1994 trabajaban el 53,4% de los mayores de 15 años, en 2004 ya lo hacían el 62,6%. Tampoco esta evolución es extrapolable al futuro por mucho que suponga un acercamiento a las economías del entorno.


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