En la asignatura de Sociología del Trabajo del primer cuatrimestre del Grado en Sociología
de la UNED curso 2012/13, algunos compañeros realizamos los resúmenes de los
capítulos de la bibliografía obligatoria.
Derechos reservados, sus autores.
Tema 1.- La educación profesional para
el empleo - Antonio Jesús Acevedo Blanco // Tema 2.- Para una definición social de
la juventud Tomás
Javier Prieto González y Ruth Cardedal Fernández // Tema 3.- La
ocupabilidad en la familia María Lourdes Ruiz Garde // Tema 4.- Dinámica de
la desocupación Irene Ibañez
Sánchez // Tema 5.- Elementos de contexto Blas García Ruiz // Tema
6.- La temporalidad, pacto intergeneracional o imposición Pedro Medina
Charavia // Tema 7.- Biografías laborales por sexo y nivel de estudios Victoria Aguilera Izquierdo // Tema
8.- Dinámica laboral de la inmigración en España Tomás Javier Prieto González
5.3. El
factor decisivo: la tasa de ocupación
Es sabido
que el equilibrio del sistema de pensiones reposa sobre tres factores
fundamentales:
- La relación entre el número de pensionistas y la población en edad de trabajar.
- La tasa absoluta de ocupación de la población en edad de trabajar.
- La cuantía de la pensión media respecto a la productividad media.
El primer
factor se ha solido estudiar haciendo demografía poblacional, sin tomar en
cuenta que la edad de trabajar no es un dato fijo, sino una realidad
profundamente cambiante. Consecuentemente, los cálculos no han recogido
variaciones y resultados de carácter decisivo.
Lo
importante no es cuánta población hay en cada momento sino cuántos ocupados, y
para ser más exactos, lo decisivo es la cantidad de afiliados en alta que
cotizan a la Seguridad Social.
El
crecimiento de la afiliación a la Seguridad Social es otro elemento que ha
sorprendido a los analistas. Al margen de otras explicaciones sociológicas a
este crecimiento, hay un elemento obvio y es que la economía sumergida ha
disminuido considerablemente. Parece claro que el que se generalice el pago de
las cotizaciones a todos los ocupados
es otro de los factores básicos para que el sistema sea sostenible.
A pesar
de las medidas tomadas a finales de la década de los noventa para facilitar la
anticipación de la jubilación, la fuerza del proceso social prevaleció respecto
a estos incentivos.
Es
importante este proceso ya que cada año que un grabajador sigue cotizando es un
año que se resta de gasto en pensiones y un año en el que sigue aportando su
producción. Como consecuencia de las jubilaciones anticipadas se dan
importantes exenciones de cotización a las empresas y a los trabajadores.
Por ello,
en lugar de utilizar el concepto de jubilación como paso de la ocupación a la
desocupación con cobro de pensión, es mejor usar el de abandono empírico de la
ocupación, que incluye. Paro temporal o definitivo, baja indefinida,
incapacidad laboral, etc. Aplicando este criterio, la edad media de “jubilación
efectiva” en 2002 es sensiblemente más joven que la de 62,5 años que
proporciona el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (MTAS). Que se refiere
únicamente al paso administrativo a la jubilación.
A pesar
de la reconocida relevancia del concepto de la tasa absoluta de ocupación,
salvo el trabajo del MTAS de 1994, no se han realizado estudios que hagan
prospectiva de las tasas previsibles de ocupación.
La
ausencia de estos estudios se debe a varias razones:
La
primera reside en la no disponibilidad de datos fiables de los que deducir de
forma directa estas biografías formativas y ocupacionales. La Tesorería de la
Seguridad social tiene importantes datos pero carece de variables individuales
básicas (ejemplo: nivel de estudios).
La
segunda razón estriba en que se parte del supuesto de que lo que define la
oferta de trabajo es la delimitación legal de las edades potencialmente
activas, condicionadas por las declaraciones de los interesados sobre su
disponibilidad para el trabajo. Esto es la denominada Población Activa. Sin embargo, las edades nominales hace tiempo que
no concuerdan con las empíricas y las declaraciones de disponibilidad no
coinciden con la ocupabilidad objetiva.
La
tercera razón se basa en el sobreentendido de que la ocupación es un elemento
no directamente sensible a las políticas y que, si resulta necesario realizar
ajustes, es más sencillo hacerlo sobre las reglas económicas que rigen el
acceso y las cuantías de los derechos de pensión.
Apoyar
estos estudios en la demografía de las edades sin entrar en un análisis más
riguroso no sería grave en una economía estable, pero la evolución convulsa que
ha sufrido el mercado de trabajo español desde el último cuarto de siglo y la
transformación del nivel formativo de los futuros trabajadores hace que ignorar
sus efectos laborales y productivos desvíe drásticamente cualquier proyección.
Otro
elemento que aconseja considerar de forma separada a los parados de los
ocupados es además de la cotización, la decisiva diferencia entre la producción
de los efectivamente ocupados, de un lado, y el coste económico de los
cubiertos por el seguro de desempleo y el coste individual y social de los que
no lo está, de otro.
De este
modo, la proyección de la ocupación dará como producto complementario una
estimación de la dependencia económica entre ocupados y no ocupados.
5.4. La
dimensión generacional del trabajo de los varones
En el año 1964 la mitad de los varones ya trabajaban a la edad de 15 años. Para que la mitad de los mayores hubiesen dejado el empleo tenían
que alcanzar los 67 años de edad. Desde esta perspectiva,
la
vida laboral media
duraba 52 años. En 1994 las edades correspondientes eran 24 y 59 años. Los 52 años de
tres décadas atrás se
habían reducido a 35. Respecto a esta última
duración transversal,
los 17 años de disminución suponen la mitad de la vida
laboral actual.
Pero esta forma de entender la evolución de la vida laboral es engañosa. Los
que en 1994 alcanzan los 59 años de edad pertenecen a la quinta de 1935, en
la que la mayor parte
empezó a trabajar a edades tempranas. El 50 por ciento ya estaba ocupado, durante
la difícil posguerra, antes de cumplir los 14 años y una cuarta parte trabajaba sin llegar a los 12 años.
Por
ello, el cálculo
transversal de su vida laboral les resta cuando menos 10 años respecto a la
evaluación longitudinal. Por otra parte, su temprana integración laboral
dificultó e incluso impidió
su formación básica. Esas carencias se traducirían
medio siglo después en un serio obstáculo para ser muy productivos en sus
trabajos o para adaptarse a nuevos puestos con nuevos requerimientos
de cualificación, tal como exigía la
modernización del sistema
productivo.
Del mismo modo, la cohorte de los nacidos en 1984, que en 2004 alcanza –a la edad de 20 años– el 50 por ciento de ocupación, es más que
previsible que no llegue a la mitad de su ocupación a los 59 años, como la que lo hacía en 1994, ni siquiera
a la de 62 años, como lo hacen los de
esa edad en 2004, sino,
muy probablemente, más tarde. Además su nutrida formación profesional y
universitaria les permitirá una flexibilidad laboral incomparablemente mayor
que
la que poseían sus antecesores.
Visto en
términos de dependencia masculina. La jornada media de los varones en 1964 era
de 51,7 horas a la semana y en 1994 la jornada semanal pasó a ser de 19,1
horas. Desde este punto de vista se puede decir que el progreso técnico y
organizativo de la sociedad española ha liberado en gran medida del trabajo a
los varones. La mayor parte de esa “liberación” se produce entre 1974 y 1985
acompañando a la transición política.
Sería un
error considerar que esos cambios representan tendencias estables y no
fenómenos transitorios que no sólo no continuarán en esa línea, sino que
probablemente cambiarán de sentido.
De la
dedicación a la producción de los varones puede decirse algo muy semejante. Si
en 1994 trabajaban el 53,4% de los mayores de 15 años, en 2004 ya lo hacían el
62,6%. Tampoco esta evolución es extrapolable al futuro por mucho que suponga
un acercamiento a las economías del entorno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario