En la asignatura de Sociología del Trabajo del primer cuatrimestre del Grado en Sociología
de la UNED curso 2012/13, algunos compañeros realizamos los resúmenes de los
capítulos de la bibliografía obligatoria.
Derechos reservados, sus autores.
Tema 1.- La educación profesional para
el empleo - Antonio Jesús Acevedo Blanco // Tema 2.- Para una definición social de
la juventud Tomás
Javier Prieto González y Ruth Cardedal Fernández // Tema 3.- La
ocupabilidad en la familia María Lourdes Ruiz Garde // Tema 4.- Dinámica de
la desocupación Irene Ibañez
Sánchez // Tema 5.- Elementos de contexto Blas García Ruiz // Tema
6.- La temporalidad, pacto intergeneracional o imposición Pedro Medina
Charavia // Tema 7.- Biografías laborales por sexo y nivel de estudios Victoria Aguilera Izquierdo // Tema
8.- Dinámica laboral de la inmigración en España Tomás Javier Prieto González
TEMPORALIDAD CONTRACTUAL Y EMPÍRICA. LAS DOS FASES
Existen dos tipos
de estabilidades en el puesto de trabajo que no son iguales y no tienen por qué
ir unidas. Por una parte está la
estabilidad contractual, que se define por la división entre los contratos
indefinidos y todos los demás. Por otra, la estabilidad conjunta de los puestos
y las personas que los ocupan, la
estabilidad empírica, que se define por la antigüedad en el puesto de los
trabajadores, ya que esta permanencia en el mismo puesto implica a la vez
continuidad del puesto y del trabajador, y consecuentemente la estabilidad de
ese empleo.
La estabilidad
contractual y la empírica entre los varones asalariados del sector privado ha
tenido dos fases diferenciadas: la primera desde 1986 a 1991, y la segunda de
1992 a 1995. En la primera fase la proporción de contratos temporales se
duplica y la temporalidad empírica se distancia progresivamente de la
contractual hasta el cuarto trimestre de 1991. A partir del tercer trimestre de
1991 la contractual se estabiliza en torno al 38% hasta el primer trimestre de
1994, período en el que la temporalidad empírica presenta un comportamiento
cíclico en respuesta a la estacionalidad de la variación del empleo. Pero el
saldo total, sobre todo a partir del segundo trimestre de 1993 es de un notable
crecimiento de la temporalidad empírica, lo que unido al relativo estancamiento
de la temporalidad contractual compensa la progresiva separación de la fase
anterior.
Si observamos otro
planteamiento de la temporalidad que no atiende a la antigüedad, como es la proporción de asalariados que estando
contratados temporalmente en la fecha inicial continúan trabajando (en esos
puestos o en otros) y cuyo porcentaje se sitúa en torno al 80% durante todo el
período, y lo combinamos con la extraordinaria variación de la temporalidad,
podemos apuntar que el crecimiento de la
rotación lo es de los mismos trabajadores. A partir del decreto de 1992 se
estabiliza la proporción de la contratación temporal alrededor del 40%. Pero la proporción de asalariados del
sector privado que tiene una antigüedad menor de un año pasa del 27% al 41% en
1995.
LA ADAPTACIÓN EMPRESARIAL A LA TEMPORALIDAD
A partir de otoño
de 1991, durante una profunda crisis de empleo, el empleo con contrato fijo
disminuye durante un semestre en 320 mil asalariados mientras que el número de
temporales permanece estable. Y cuando en 1992 cambian las condiciones de
acceso al seguro de desempleo, los empresarios tienen sobre sí el creciente
coste de los despidos que sigue siendo de trabajadores con contrato indefinido
y largas antigüedades. La constante legislación laboral desde 1992 y las
expectativas de un posible cambio de gobierno desde 1993, impulsan a los
empresarios a invertir en capital fijo y a posponer la contratación de personal
o efectuarla en condiciones de mayor temporalidad empírica en espera de mejores
oportunidades para el despido; los
empresarios huyen de la antigüedad como de una grave enfermedad. Se supone que
un empleador no despide a un trabajador que cumpla con sus tareas salvo que la
empresa vaya mal, pero como los empresarios temen una acumulación de derechos
por parte del trabajador, la solución drástica pasa por despedir cada seis
meses desplazando los costes a las situaciones fáciles para la empresa. Es por
esta razón que se puede observar en el mercado de trabajo español de 1995 una
creciente temporalidad empírica que no parece razonable atribuir a la
estructura productiva.
En relación con el aumento de la rotación
se pueden nombrar varios componentes institucionales. El primero es la
estructuración de la reforma laboral, que para favorecer la contratación
indefinida prohíbe las prórrogas de las contrataciones temporales, lo cual
puede hacer preferible el despido del trabajador antes de hacerlo indefinido.
Otro factor son las erráticas respuestas judiciales a la ambigüedad de la
legislación sobre despido por causas económicas. Por último, y no menos
importante, se podría citar las posturas de las asesorías laborales, en las
cuales delegan muchos empleadores dado la complejidad de la legislación
laboral. Dichas asesorías tenderían a priorizar el cumplimiento de la ley sin
considerar los costes que genera despedir a trabajadores productivos.
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