martes, 5 de marzo de 2013

Resúmenes Sociología del Trabajo Parte 19


En la asignatura de Sociología del Trabajo del primer cuatrimestre del Grado en Sociología de la UNED curso 2012/13, algunos compañeros realizamos los resúmenes de los capítulos de la bibliografía obligatoria. Derechos reservados, sus autores.

Tema 1.- La educación profesional para el empleo - Antonio Jesús Acevedo Blanco // Tema 2.- Para una definición social de la juventud  Tomás Javier Prieto González y Ruth Cardedal Fernández // Tema 3.- La ocupabilidad en la familia María Lourdes Ruiz Garde // Tema 4.- Dinámica de la desocupación  Irene Ibañez Sánchez // Tema 5.- Elementos de contexto Blas García Ruiz // Tema 6.- La temporalidad, pacto intergeneracional o imposición Pedro Medina Charavia // Tema 7.- Biografías laborales por sexo y nivel de estudios  Victoria Aguilera Izquierdo // Tema 8.- Dinámica laboral de la inmigración en España Tomás Javier Prieto González 

5.5. Las dos biografías de la mujer en España

La clave de la tendencia fundamental al crecimiento de la ocupación estriba en el aumento de la participación laboral de la mujer. Excluyendo a las estudiantes, en 1994 trabajaban el 34,6% de las mujeres de 16 a 64 años de edad y en 2004 lo hace el 52,8%.
La formación para el trabajo es un factor de participación laboral mucho más importante entre las mujeres que entre los hombres.

Al final de la “etapa del desarrollo” (1969-74) fueron muchas las mujeres de entre 30 y 50 años de edad las que se incorporaron al trabajo sin formación profesional y casi la mitad de ellas por cuenta propia. Se integraron en puestos especialmente vulnerables a la crisis posterior (1975-85).

Las jóvenes, durante ese periodo de crisis se dedicaron en gran medida a formarse, adelantando a los varones en participación universitaria.
Cuando la crisis terminó, y los puestos de trabajo aumentaron, los empresarios, con las administraciones públicas al frente, pudieron constatar el radical vuelco de la estructura de cualificación por sexos. A partir de este momento la trayectoria del empleo femenino ya nunca volvería al pasado.

A los puestos del segmento superior se llegaba a través de los estudios. Como consecuencia de ello, una parte cada vez más importante del empleo femenino era de alta cualificación.

Las protagonistas de esta segunda fase cumplían de 20 a 35 años durante el quinquenio de 1984-1989 y tenían una biografía opuesta a la de sus antecesoras. Retrasaban su incorporación laboral a la finalización de los estudios, y posponían la formación de la familia, e incluso de la pareja, a la consolidación profesional. Se incorporaban a puestos de trabajo de mayor estabilidad empírica y no los abandonaban ni por el matrimonio ni por la infrecuente y escasa maternidad posterior.

La mujer veía mejorar su posición relativa en el mercado de trabajo. En el cuarto trimestre de 2004, los varones ocupados de 25 a 40 años tienen estudios universitarios en un 21%, mientras que sus coetáneas del sexo opuesto los tienen en un 35%. Entre 1994 y 2004 las ocupadas con formación universitaria superior crecieron un 133%.

Entendiendo como moderno lo propio de las sociedad más avanzadas, la estructura ocupacional de las mujeres es más moderna que la de los hombres. En el cuarto trimestre de 2004 las mujeres son asalariadas en mayor proporción que los varones, participan en mayor medida en el sector servicios, su porcentaje de profesionales es sensiblemente superior y tienen formación laboral en mayor proporción que los varones.

La baja ocupación femenina en España es una consecuencia del pasado, quedando muchos años por delante para alcanzar la participación laboral de su la mujer europea.


Síntesis final

1.- La valoracn de las dificultades de solvencia financiera que afrontan los sistemas de pensiones, en general, y el español, en particular, se ha basado invariablemente en proyecciones demográficas que consideraban básicamente las proporciones entre las edades activas y las de jubilacn. Al extrapolar los actuales comportamientos laborales de los mayores a generaciones venideras, pronosticaba u rápid crecimient d l poblac jubilad y   un consiguiente deterioro de la tasa de dependencia de los pensionistas. Tales estimaciones de la dependencia parten, pues, del supuesto de que las trayectorias laborales de los jubilados de hoy se mantendrán constantes en el futuro. Sin embargo, este supuesto no encuentra respaldo cuando se dividen por estudios las biografías de ocupacn de las cohortes de los españoles nacidos entre 1911-85.

2.- El análisis de las edades de incorporación al trabajo muestra, de forma clara, comportamientos muy diferentes entre grupos de cohortes. Globalmente se  aprecia  con  claridad  una  pauta  de  retraso  de  la  edad  media  de incorporación al trabajo, sobre todo, a partir de las cohortes nacidas en torno a la mitad del siglo XX. Sin embargo, dentro de cada nivel de estudios, esas pautas se asemejan en todas las sucesivas cohortes de modo sobresaliente. Por tanto, el retraso, antes aludido, se funda en la composición por estudios de cada cohorte debido a que cuanto más elevado es el nivel de estudios, tanto más tarde se registra el inicio del primer empleo. En vista de estas importantes diferencias (de hasta 14 años entre los niveles de estudios extremos), el establecimiento de una única edad de jubilación de 65 años para la obtencn de una pensión completa resulta tan escasamente razonable como injusta. La existencia de esa edad fija ha penalizado a quienes, aun habiendo cotizado más años de los necesarios para la consecucn de una pensión completa (35 años), han perdido o abandonado su empleo antes de los 65 años.

3.- La masiva expulsn del mercado de trabajo que sufrieron los varones durante las crisis de empleo, en los años 1977-1985 y 1991-1994, les afectó de manera que los licenciados  universitarios  no  perdieron  el  empleo y  los  menos  cualificados fueroexpulsadodel  trabajo de manera  más  intensa y definitiva cuanto menor era su nivel formativo. Resulta evidente que la educación protege de la expulsión  del  mercado  de  trabajo.

4.- En el caso de las mujeres, sus trayectorias de incremento de la ocupación se caracterizan por la estabilidad en las crisis y el crecimiento durante las fases favorables. Al analizar por niveles educativos, resulta muy notable la semejanza de las trayectorias de las diferentes cohortes de cada nivel (exceptuando el bachillerato superior como nivel de transición entre dos espacios educativos). Por tanto, se puede afirmar que el cambio de participación laboral de las mujeres es una consecuencia directa de su cambio formativo. Respecto a la recuperacn de la ocupación entre los varones y las mujeres con estudios primarios, cabe observar que, al ser mucho más numerosos los que salen del sistema productivo de puestos descualificados que los que entran con bajos niveles de estudios, los parados o inactivos de las edades  intermedias  cuentan  con  mayores  posibilidades  de  ocupar  esos puestos.

5.- Lo que aquí se ha denominado vuelco formativo” ha consistido en un impresionante aumento de los niveles educativos generales de las cohortes nacidas a partir de 1950. En particular, las mujeres españolas, aunque partían de niveles formativos más bajos que los varones, han efectuado un enorme esfuerzo educativo, gracias al cual han aventajado en nivel de formación a sus coetáneos.  Como  la  actividad  y,  en  mayor  medida,  locupacn  de  las mujeres depende de su nivel formativo, su vuelco educativo explica buena parte del crecimiento de más de seis millones de ocupados entre 1994 y 2004. El “vuelco formativo” reforzará la tendencia a retrasar la edad de abandono del mercado de trabajo.

6.- Tomando como base la proyección demogfica del INE de 2001 se plantean dos supuestos: en el primero se estudia exclusivamente el efecto del vuelco formativo y en el segundo se extrapolan las trayectorias del último quinquenio de las cohortes de cada nivel de estudios. Esta última se denomina proyeccn hacia el pleno empleo. En ambos supuestos las mujeres aumentarán su tasa de empleo durante la práctica totalidad de sus biografías laborales, y entre los varones se produci un cierto retraso de la edad de abandono del trabajo. Su efecto en el nivel de dependencia total (cantidad de no ocupados” de todas las edades por cada ocupado) sería el siguiente: al considerar únicamente la formación, se mantendría prácticamente estable a lo largo de los próximos 25 años. En el supuesto hacia el pleno empleo la dependencia total disminuiría de forma importante al bajar, en esos años, de 1,48 dependientes por ocupado a 1,01.

7.- La dependencia de los mayores crecería de 0,41 (dependiente mayor de 65 años por cada ocupado) en 2004, a 0,58 en 2030 si sólo consideramos el cambio educativo, o a 0,48 si se cumple la proyección hacia el pleno empleo. Estos cambios son mucho menores que los que se han venido produciendo, por tanto, los resultados que pronostica la demografía formativa de la ocupacn parecen, pues, compensar los efectos más alarmantes de los cambios demogficos previsibles.

8.- No obstante, sería imprudente fiar a esa evolución prevista la solucn de los  problemas  dviabilidad  financiera  del  sistema  español  dpensiones. Parece razonable crear incentivos institucionales para reforzar esas tendencias hacia el pleno empleo y el alargamiento de las carreras laborales. En el área de la política de pensiones, la priorización de los años que representan una carrera contributiva completa (pasando a un segundo plano la edad legal de jubilación) incentivaría el retraso de la jubilación entre quienes se hubieran incorporado más tarde al empleo, al tiempo que supondría un avance en la consecución de mayor justicia intergeneracional. En todo caso, parece indispensable un esfuerzo para promover y dar soporte formativo al  mantenimiento de la ocupacn de los mayores ya que es crucial porque serán mayoría entre las edades activas en 2030.

9.- Desde la perspectiva de la accn política no podemos olvidar que los abuelos jóvenes desempeñan en nuestros días tareas cruciales de cuidado familiar que no podrían cubrir si se mantienen ocupados. Ante esta carencia, puede que sea aún más difícil la formacn de familias venes, se reduzca aún más la natalidad y que los más ancianos se encuentren con problemas de atención y cuidado derivados de estados de dependencia física grave.

10.- Para que el Estado pudiera asumir servicios de dependencia sería necesario una mayor producción de la que el Estado poder extraer los recursos necesarios para atenderla. Habría que trabajar más y ser más productivos. Para ser colectivamente más ricos hay que ser capaces de crear más riqueza.


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