"Afirmo,
señores, que las reducciones propuestas en el presupuesto especial de las
ciencias, las letras y las artes son doblemente perversas –argumentaba Victor
Hugo frente a una propuesta ministerial de recortar fondos para la cultura en
1948–. Son insignificantes desde el punto de vista financiero y nocivas desde
todos los demás puntos de vista".
Es una de
las muchas voces que invoca el pensador italiano Nuccio Ordine en La utilidad de
lo inútil (Acantilado), un "manifiesto" sobre la
necesidad de la literatura (y especialmente de los clásicos) en tiempos de
crisis y contra la desintegración de los museos, universidades y laboratorios.
Aprovechamos su visita a Madrid para hablar de su libro y de las consecuencias
del utilitarismo cultural, que devora también nuestras instituciones. Empecemos
por el principio. ¿Qué es lo inútil?
En nuestra
sociedad se considera útil sólo aquello que produce beneficios. Por esa lógica,
la música, la literatura, el arte, las bibliotecas, los archivos de Estado, la
arqueología, son todas cosas que se consideran inútiles porque no producen
beneficios. Por eso no nos extraña que, cuando los gobiernos hacen recortes,
comienzan por estas cosas inútiles sin darse cuenta de que, si eliminamos lo
inútil, cortamos el futuro de la humanidad.
El drama que
vivimos es ese: todos los ámbitos de nuestra vida están contaminados por la
idea del beneficio y del lucro. Ya no educamos a las nuevas generaciones en el
amor por el bien común, por el desinterés, por lo gratuito. Los educamos al
revés, en el amor al dinero, a lo útil, al beneficio personal. Los profesores y
rectores universitarios se han convertido en managers, y hablan un
lenguaje contaminado por la lógica económica. Los estudiantes estudian para
conseguir créditos y para pagar unas deudas. Este lenguaje no es neutro,
demuestra que el lenguaje del lucro domina todas las capas de la vida. Dice
usted que la cultura sólo puede ser gratuita. Kant lo explica muy bien: si
yo voy a un concierto, ¿en qué me beneficia? Mi amor por la música es un amor
desinteresado y sólo ese amor me hace mejor. En una sociedad corrompida por la
dictadura del beneficio, el conocimiento es la única forma de resistencia.
Porque con el dinero se puede comprar cualquier cosa; parlamentarios,
políticos, jueces, el éxito, la vida erótica. Sólo hay una cosa que no se
compra con dinero: el conocimiento. Si soy un gran magnate y quiero comprar el
saber, ni un cheque en blanco me valdría. El precio del saber es el esfuerzo
personal. El conocimiento no se compra, se conquista. Sin embargo, en su
libro pone toda la responsabilidad sobre las instituciones. ¿No tenemos los
individuos la obligación moral de ser inteligentes?
Las
instituciones son los lugares donde esas cosas deberían ocurrir. Un joven tiene
que comprender la importancia de la cultura y la misión de la escuela, de la
educación, es esta: demostrarle que para entenderse a sí mismo y entender al
mundo es necesario aprender. Y esto no ocurre porque los profesores están mal
pagados, infravalorados y al mismo tiempo no hay recompensa para el que trabaja
en la escuela. Es una paradoja que aún hoy en Italia hay profesores
universitarios que tienen 50 años y siguen siendo interinos, no tienen un puesto
de trabajo. La crítica de las instituciones es una crítica a cada uno de
nosotros, pero las instituciones deben favorecer la excelencia. Cada vez que se
reduce la financiación de las escuelas y universidades, acabamos con ella.
En su
libro menciona que el poder tiene que destruir primero los artefactos y las
instituciones culturales para poder establecer su régimen. ¿Los destruye porque
los desprecia o porque les tiene miedo?
Los políticos matan la cultura
porque desprecian la cultura, pero también porque le tienen miedo. Lo
desprecian porque nuestra élite política es cada vez más ignorante, más
inculta. Y por otra parte tienen miedo porque prefieren tener delante un
público de personas que no estén capacitados para pensar con su propia cabeza
y, por tanto, sean manipulables por los medios de masas, la televisión, las
campañas electorales, toda una dimensión de engaños y mentiras que las personas
reciben sin ser conscientes.
La ausencia
de cultura es el abono necesario para que prospere la corrupción. En Italia, el Tribunal de Cuentas que comprueba el presupuesto
del Estado ha establecido que pagamos más o menos 150.000 millones al año de
corrupción. Esto significa que, si un funcionario del Estado compra un vaso y
el vaso compra un euro, nosotros pagamos un euro con 50 porque los 50 son el
precio de la corrupción. Si pudiéramos eliminar la corrupción, ya no haría
falta debilitar a la clase media y empobrecer cada vez más a los pobres. No
haría falta eliminar los derechos fundamentales que hacen que el hombre sea
digno de ser hombre.
La utilidad
de lo inútil
La furia
destructiva se abate sobre las cosas consideradas inútiles: el saqueo de la
biblioteca real de Louyang efectuado por los Xiongnu en China, la quema de
manuscritos paganos en Alejandría, decretada por el obispo Teófilo, los libros
heréticos consumidos por las llamas de la Inquisición, las obras subversivas
destruídas en los autos de fe escenificados por los nazis en Berlín, los
espléndidos budas de Bamiyán arrasados por los talibanes en Afganistán o
también los manuscritos de Sahel y las estatuas de Alfaruk en Tombuctú
amenazadas por los yihadistas. Cosas inútiles e inermes, silenciosas e
inofensivas, pero percibidas como un peligro por el simple hecho de existir.
Lee la introducción
completa del manifiesto de Nuccio Ordine
Con la
excusa de la crisis se está expropiando la dignidad humana. Si corto los fondos
para financiar a los enfermos, para ayudar a los discapacitados, si despido a
padres que ya no pueden mantener a los suyos con un mínimo de dignidad, cometo
un crímen gravísimo. Los derechos en los que se fundamenta la dignidad humana
jamás se deberían tocar. Sería suficiente luchar contra la corrupción y esos
150.000 millones que ahorraríamos podrían con creces solucionar la crisis y
mucho más. Los gobiernos mienten cuando dicen que la crisis la pagamos todos:
esta crisis no la pagan los bancos, no la pagan los banqueros, no la pagan los
financieros. Esos reciben millones de euros de sueldo al año y aún finalizan su
mandato con 15 millones de euros de finiquito. Luego se descubre que la empresa
está en números rojos y que el directivo había firmado acuerdos para
"privatizar" el dinero de la gente y llevárselo a casa. ¿Cómo podemos
salir de este círculo vicioso? Creando y formando a jóvenes que sean
conscientes, que sean capaces de defender el bien común. Jóvenes que no sean
educados en el culto del beneficio y del dinero. Gente que se haya educado en
una visión ética del mundo y que profesen el culto a la solidaridad humana. Pero
la solidaridad no depende de sus beneficiarios, igual que la naturaleza de un
crimen no se debe definir por sus víctimas. ¿Podemos aspirar a la solidaridad
humana mientras aceptamos como sociedad la crueldad institucionalizada contra
el resto de las especies?
Absolutamente correcto: infligir dolor no es una
cosa que atañe únicamente al género humano. Hay un fragmento bellísimo de
Demócrito que, hablando con Hipócrates, le explica al padre de la medicina por
qué se ríe. Porque Hipócrates pensaba que Demócrito estaba loco y por eso se
reía. En cambio Demócrito se ríe por otra cosa. "Mira debajo de los
hombres –le dice– ¿Qué hacen todo el día? Persiguen el dinero. ¿Y qué hacen con
el dinero? Buscar más dinero. El dinero ya no es un medio, se ha convertido en
el fin en sí mismo". Y añade que, para conseguir el dinero, el hombre
"le corta las venas a la tierra".
Es lo que
estamos viendo hoy en todo el mundo. En Italia, la Camorra (la mafia
napolitana) ha construido una serie de depósitos subterráneos de residuos tóxicos.
Y en aquellas zonas hay una alta tasa de enfermedad, de niños enfermos porque
sus habitantes comen productos agrícolas contaminados por esos residuos
tóxicos. Con este sistema estamos creando una manera de aniquilar cualquier
cosa que atañe no sólo a la vida humana sino a la vida de nuestro sistema en
sí. El Renacimiento y la Ilustración, con su desarrollo de conceptos
ilustrados como el de los "derechos humanos" que definen nuestra
sociedad actual, coinciden en el tiempo con las dos grandes olas de colonialismo
europeo. Los monarcas e intelectuales ilustrados, junto con la Iglesia,
disfrazaron la expropiación y el genocidio de misión civilizadora. ¿No está
ocurriendo ahora lo mismo dentro de nuestras fronteras? ¿Son los pobres las
nuevas colonias?
La comparación es muy buena. Si lees a algunos autores del
Renacimiento, pocas voces han gritado contras las masacres llevadas a cabo en
el Nuevo Mundo. Uno de estos es Bartolomé de las Casas. En Italia, Giordano
Bruno describió a Colón y a sus marineros, no como marineros sedientos de saber
sino como piratas sedientos de oro y de plata. Bruno dice: "Fueron a
llevar una civilización, pero ellos ya tenían una civilización. Fueron a llevar
una lengua, pero ellos ya tenían una lengua. Fueron a llevar una religión, pero
ellos ya tenían una religión".
Estos filósofos del Renacimiento dejaban
entrever que la multiplicidad de las lenguas, de las religiones, de las
filosofías, de los pueblos, de los colores de la piel, no son una limitación de
la humanidad sino una riqueza de la humanidad. Lo que vemos hoy es propio de
ese modelo horrible de masificación de hacer que seamos todos iguales. ¿Cuál es
la ley que nos guía? La ley del beneficio.
Del país más
perdido de Asia hasta el país más rico de Europa o Estados Unidos, comemos las
mismas hamburguesas de McDonald's, vestimos la misma ropa y vemos las mismas
tonterías en televisión. Esta ideología del beneficio es cada vez más global de
lo que pudo ser en el pasado y los primeros ejemplos de la colonización son los
ejemplos de cómo una suspuesta civilización pudo destruir una civilización que
no conocía el beneficio y que vivía en un estado natural. Tocqueville dice
"hoy en América la gente busca las bellezas fáciles". ¿Qué quiere
decir? Que no tengo tiempo de dedicarme a la lectura o para ir a una exposición
de cuadros. El tiempo es dinero. Prefiero el libro que no me pide esfuerzos y
aquellas manifestaciones culturales superficiales, mundanas, donde yo no
aprendo nada porque no tengo tiempo para las cosas que requieren un compromiso
personal. El riesgo de hoy está justamente en cultivar las bellezas fáciles; el
bestseller, las películas que sólo son efectos especiales, todo lo que
usamos para distraernos porque no queremos pensar, en lugar de ser estimulados
a la reflexión.
¿Qué pasará cuando se privatice totalmente la enseñanza?
La
educación, como la sanidad, es un pilar fundamental de una sociedad que sólo el
Estado puede gestionar. Y la educación privada es una trampa, una de las peores
cosas hacia las que nos podemos dirigir. Porque no podemos conocer el nivel de
laicidad de una escuela privada, de una escuela católica, musulmana, de
partido. Digo laicismo en el sentido de pluralidad, de construir personas
libres de la ortodoxia. La escuela pública garantiza en primer lugar igualdad
de los estudiantes. Quizá no ahora en la práctica pero es el único lugar donde
se puede aspirar a este modelo. Hay universidades privadas excelentes pero
están restringidas a los que tienen dinero. Tenemos que crear unas escuelas e
universidades igual de excelentes con dinero del Estado para dar a todos la
misma oportunidad.
¿Se puede tener democracia sin escuela pública? Absolutamente
no. Como no se puede tener democracia sin cultura, sin el respeto del otro y
sin amor por el bien común. La formación de los jóvenes es importante porque es
el futuro de la democracia. Si seguimos creando personas que piensan sólo en su
beneficio personal, perderemos lentamente la democracia.
¿Lentamente?
Bueno, en
realidad ya la hemos perdido. El proceso está ocurriendo ante nuestras narices
pero no tenemos capacidad de reacción. ¿Cuál es la cura de la infelicidad?
Adriano
Olivetti [el singular empresario de las máquinas de escribir] decía: "Yo
quiero una fábrica que no produzca sólo beneficios. Quiero una fábrica que
produzca belleza y libertad. Porque serán la belleza y la libertad las que nos
indiquen el camino para ser felices". Y una de las cosas que me ha llamado
la atención leyendo a Montaigne es que Montaigne nos dice que no es poseer lo
que nos hace felices, sino el gozar y el aprender a gozar. Si no apreciamos la
belleza, si no sabemos apreciar el arte, la música, muy difícilmente
aprenderemos a gozar. ¿Nos ayudan los clásicos a encontrar en el infierno lo
que no es infierno?
Leí ese pasaje
del que hablas en un colegio donde muchos chicos eran hijos de padres
encarcelados y les impactó mucho. Mi libro quiere ser una de esas pequeñas
llamas de las que habla Calvino que pueden ayudar a ver el camino y hacernos
entender lo que no es infierno del infierno en que vivimos para poder
defenderlo. Este es el camino difícil que necesitamos escoger.
La tarea de
los clásicos es despertar nuestra atención, estimular la reflexión, alimentar
nuestra pasión, y ayudarnos a entendernos a nosotros mismos y el mundo que nos
rodea. Y para desmontar una de las mayores tonterías que hoy perviven en
nuestra sociedad: que para entender el presente hay que estudiar el presente.
Para entender el presente hace falta el pasado. Sin pasado, no se puede
entender el presente.
Giordano
Bruno nos enseña que si la filosofía no se transforma en una manera de vida, no
nos sirve para nada. Y Bruno escribió la última página de su filosofía en la
hoguera del Campo de Fiore donde fue quemado por hereje, demostrando que se
pueden quemar los libros pero no las ideas. La palabra de Bruno, la palabra de
Montaigne, la palabra de Víctor Hugo, nos hacen entender tantas cosas de
nuestro presente porque algunos de nuestros grandes autores que han sabido
exponer de manera sencilla lo que llevamos dentro y que no somos capaces de
expresar. Y la literatura, la música, el arte son los únicos capaces de decir
lo indecible y enseñarnos lo invisible.
Artículo de Marta Peirano publicado el 17/12/2013 en eldiario.es
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