Artículo de D. Grasso publicado en El Confidencial el 24/11/2013
“Los ilusos que accedimos
al Préstamo Renta Universidad durante el curso 2010/2011, aquel préstamo sin
necesidad de aval y de bajos intereses que el Instituto de Crédito Oficial
(ICO) concedía para estudiar un máster, ahora debemos empezar a devolverlo.
Por narices. Da igual que no tengamos trabajo ni dinero para comer”.
Esta es la encrucijada económica en la que se encuentra David A. Martín,
licenciado en periodismo y miembro de la Plataforma de Afectados por el
Préstamo Renta Universidad ICO. En su caso accedió a un préstamo estatal, pero
se encuentra en una situación idéntica a la de miles de jóvenes españoles que
accedieron, y acceden, a préstamos bancarios para poder matricularse en un
grado o posgrado. El coste de estas
tasas se incrementó el pasado curso en una media del 16,7%.
La disminución de la
inversión pública en educación, que se refleja año tras año en los
Presupuestos Generales del Estado, está obligando a buscar alternativas
para afrontar los estudios universitarios. “Endeudarse para estudiar” es una
práctica establecida ya en muchos países del mundo: es el caso de Chile o
de Estados Unidos, donde más de la mitad de los estudiantes prestatarios
acumulan, de media, 10.000 dólares de deudas tras cursar estudios
universitarios. En España, este modelo está avanzando lentamente. Pero ante la
dificultad de recibir créditos bancarios, las familias arriman el hombro: el
debate sobre la financiación del Programa Erasmus, al que el Estado prevé
cortar la ayuda directa desde 2014, ha dejado claro que, cada vez más, la
educación son los padres.
“No volveré a endeudarme
en mi vida”
La situación por la que está
pasando Martín es semejante a la de Inés Casas, licenciada en
Comunicación Audiovisual, que solicitó un préstamo para completar sus estudios
con un posgrado en una universidad privada de Madrid. “El banco me dio una
cantidad suficiente para pagar la matrícula, que era de las más caras, y para
cubrir los gastos de manutención durante el año y medio que duraba el máster.
Lo acabé y encontré un trabajo de becaria. No estaba muy tranquila por la
deuda, pero entendía que aún no tenía que comenzar a devolverla porque no
llegaba a la nómina estipulada para ello. Sin embargo, un día me llamaron de
la entidad para decirme que podían embargarme la cuenta porque no tenía
bastante dinero para pagar”.
Desde entonces, recuerda
la joven, su vida se ha convertido en una agonía. Todo lo que gana con los
trabajos esporádicos que encuentra como freelance va para pagar su
deuda. “Quiero quitarme esta pesadilla de mi cabeza lo antes posible. Juro que
no volveré a endeudarme en mi vida”, apunta arrepentida. El alquiler del
piso compartido, y parte de sus gastos, corren a cuenta de sus padres. Una
situación que, asegura, “hace que te sientas fatal. Yo siempre fui
independiente económicamente, hasta en la universidad me iba apañando con
trabajos por horas y los fines de semana”.
La tendencia al
endeudamiento de los estudiantes “irá sin duda a más”, argumenta el politólogo
y profesor de sociología en la Universidad CEU-San Pablo de Madrid, Juan
Carlos Jiménez. E implicará cambios radicales. No serán sólo novedades en
el modelo educativo, sino también en el laboral. “Esencialmente, cambiará la
valoración de la educación, sobre todo de la superior, porque al ser más
cara se primará que te proporcione un empleo y que se forme a las élites”,
vaticina Jiménez. “A medida que se incremente el precio de las matrículas, que
tendrán que hacerlo necesariamente, aumentará la tendencia a solicitar
préstamos para estudiar, la universidad dejará de ser de masas y tenderemos más
al modelo universitario anglosajón”, añade.
Los últimos datos
disponibles para analizar esta tendencia son los de la encuesta de gasto en
educación que el Instituto Nacional de Estadística llevó a cabo a mediados de
2012. En la investigación, las familias españolas declararon gastarse, de
media anual, 1.319 euros anuales por alumno que cursa una enseñanza
universitaria. Los datos de la OCDE, por su parte, aseguran que las
instituciones públicas españolas -el Ministerio, sin contar las comunidades-
aportaron alrededor de 990 euros anuales a los costes formativos de cada
estudiante.
Cambio de modelo
¿Qué consecuencias puede
tener esta tendencia? “Conseguiríamos parecernos más al modelo
norteamericano, con un acceso a la universidad menos masivo y una formación
profesional más valorada. Sin embargo, en España, el deseo de los padres es que
sus hijos acaben en la universidad, independientemente de qué vayan a estudiar
y si responde a las necesidades del mercado”, explica el politólogo de la
CEU-San Pablo.
La peculiaridad social a
la que se refiere Jiménez, por la que muchos padres anhelan por encima de todo
que sus hijos tengan los estudios que ellos no tuvieron por motivos históricos,
hace que antepongan la inversión en educación frente a otras cuestiones. Una
realidad que hace presuponer que el endeudamiento estudiantil no dejará de
crecer, al menos, durante esta generación. Precisamente por esto, el
catedrático de economía en la Universidad de Sevilla Juan Torres entiende
que los préstamos a estudiantes son un negocio para la banca. “Se dice que no
hay dinero suficiente y se suben los precios de las matrículas hasta llegar a
niveles que hacen imposible que puedan pagarlos familias de ingresos medios
o bajos que, sin embargo, siempre van a estar dispuestas a todo con tal de
que sus hijos estudien”, explica. De este forma, “miles de estudiantes
piden préstamos y así aumenta aún más el negocio y el beneficio de los
bancos”.
En Estados Unidos este
negocio bancario de los préstamos estudiantiles ha crecido extraordinariamente
en los últimos años. “La matrícula de los colleges públicos ha subido
un 73% de 1999 a 2009, y la de los privados un 34%, mientras que los ingresos
familiares medios han descendido un 7%”, apunta Torres. De hecho, el 60%
de los estudiantes se ve obligado a pedir un préstamo bancario, según
los datos de la
American Student Assistance, el doble que en 2005 en números
absolutos. Sus deudas, apuntan los datos de la
Federal Reserve Bank of New York, ya superan las que se generan por
créditos concedidos por la compra de coches. Según Torres, “se incentiva un
sistema de préstamos a los estudiantes que se presenta aparentemente como muy
atractivo y generoso, pero que a la larga se convierte en una losa de la
que miles de jóvenes no pueden liberarse”.
¿Merece la pena?
Con una entera generación
sobrecualificada, la universidad ya no es un passepartout para el
mercado laboral. “Las familias de clase media, acostumbradas a considerar los
estudios como un valor que dejar en herencia sus hijos, están perdiendo la
confianza”, analiza José Félix Tezanos, catedrático de sociología de la
UNED y coordinador del libro Juventud, cultura y educación. Perspectiva
comparada en España y Chile (Biblioteca Nueva). “Hasta ahora nos
habíamos acostumbrado a una sociedad basada en una movilidad ascendente, pero
de repente esta tendencia ha cambiado: ya vemos que aunque estudiemos, no
llegaremos a tener lo que han tenido nuestros padres”, argumenta Tezanos.
“Es un espejo de la crisis de la sociedad”.
En el citado libro,
Tezanos compara el estado del sistema educativo en España con el camino que ha
tomado Chile. El cambio de modelo educativo llevado a cabo por el último
Gobierno de Sebastián Piñera, ante una fuerte contestación social, ha
convertido el país en uno de los más caros del mundo para estudiar una
carrera. Los bancos conceden la mayoría de los préstamos, con tipos de
interés que pueden fácilmente alcanzar el 7%.
Pero la economía está
creciendo a un ritmo de un 5% anual, “algo que genera expectativas de futuro,
haciendo que los padres puedan pensar en inversiones a largo plazo para el
mañana de sus hijos”, explica Tezanos a El Confidencial. En la España
actual, sin embargo, la realidad es diferente. Los salarios, según los datos de
la Agencia Tributaria difundidos esta semana, han caído, de media, 570 euros
con respecto a 2011.
Es por ello que un
recorte aparentemente pequeño, el de 200 euros de la ayuda estatal a la beca
Erasmus para los estudiantes españoles, que será realidad desde el próximo
año, ha vuelto a abrir la caja de Pandora. Es un peso que no todas las familias
podrán asumir, desvirtuando así la idea fundadora del programa: que cada
estudiante de la UE pueda cursar seis meses en otro estado comunitario.
Basándose en los
datos del Ministerio de Educación, el profesor Emilio García Prieto ha
analizado el peso de esta beca sobre las familias en el libro Qué es el
programa Erasmus (Pirámide): “Después de unos años de tendencia alcista del
apoyo público, nos encontramos con una situación en la que las familias tienen
que aportar el 80% del coste del programa”, explica a El Confidencial.
“El dinero europeo empieza
así a llegar a menos estudiantes, algo que está provocando las reacciones
irritadas de la UE a las decisiones españolas”, añade. Los datos lo confirman:
las estimaciones de estudiantes que accederán al programa Erasmus en el
presente curso prevén una bajada del 6%. El número irá probablemente a más, ya
que se estimó antes de que se anunciara el recorte. Será la primera vez
desde que instauró el programa que disminuyan los “Erasmus” españoles en la
Unión Europea.
Ante la merma de la
posibilidad de aguante de las familias, se abren dudas sobre las consecuencias
a largo plazo de este cambio de modelo. Tras conocer la realidad de Chile,
Tezanos esboza una imagen: “Cuando presentamos el libro, uno de los autores
chilenos contó una anécdota. Habló de una joven embarazada que vio en las
últimas protestas del país y que llevaba una pancarta con el escrito: ‘Cuando
acabe de pagar mi crédito empezaré a pagar el de mi hijo’. Probablemente
nos estamos encaminando hacia esto”.
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