En este ensayo se propone
elaborar una aproximación al texto Modernidad Líquida de Zygmunt Bauman -Polonia, 1925-. Para ello se
desarrollará un análisis de esta obra a través de los cinco paradigmas que
ordena el autor en la solidificación de lo liquido: Emnancipación,
Individualidad, Espacio/Tiempo, Trabajo y Comunidad. Se realizará en constante
diálogo con otros autores, incluyendo mi propia argumentación sobre los asuntos
tratados, tal como se establece en las orientaciones que se encuentran en la
guía de estudio de la asignatura.
3.
Espacio/Tiempo
Bauman
establece que un estado sólido de la modernidad a uno líquido no podía
vertebrarse sólo en decisiones individuales o sociales del ser humano. La
evolución de los escenarios ha sido tan vasta que el propio conocimiento del
tiempo y el espacio han cambiado, una vez lo han hecho las herramientas de
trabajo, los vehículos, o hasta el propio ser humano. Cuántas veces nos hemos
preguntado si el corredor de cien metros lisos podrá reducir esa medida casi
sobrehumana del último récord de velocidad. Se ha llegado a borrar el concepto
de espacio, de tiempo aplicado como herramienta de medir el espacio entre dos
puntos. Los correos electrónicos, la web, la mensajería instantánea han
fulminado las diferencias producidas por millones de kilómetros. Y todo se ha
convertido en un plano de dos dimensiones en las que no existe un lapso entre
dos puntos, por más que físicamente sea imposible esto que estoy relatando.
Los
lugares cambian, y se convierten en espacios públicos, de paso, en los que no
vive nadie, los lugares fágicos, los no-lugares e incluso los espacios vacíos.
Ámbitos geográficos que componen la nueva realidad social –aquella que
basábamos en la individualidad- y que se conforman con lugares, otros en los
que la vida desarrolla una parte X del tiempo de vivir: de paso, de consumo, de
no permanencia, de simulaciones… “(…) nunca antes los no-lugares han ocupado
tanto espacio” (Bauman, 2012:111), suertes de tierras de nadie pobladas en
exceso pero en las que nadie permanece. Estas ciudades de la modernidad crecen
en torno a la nada, desafiando al miedo a lo externo, a lo desconocido, quizás
la vuelta del calcetín de siglos de fabricar ciudades dentro de murallas. Y
conviviendo con ello ataques terroristas, robos a mano armada, atracos en el
metro, gente llorando, viviendo en cajeros automáticos, gente sin nombre, que hace
tener miedo…, y el ciudadano sólo desconfiando de todo busca su lugar apartado
en el que disfrutar de su propia soledad segura.
A
todo ello se une una cierta prisa por la inmediatez, dada por el deceso de la
relación entre el tiempo y el espacio. Todo ocurre de manera inmediata: los
correos tardan segundos en atravesar el planeta, los twitts informan en “tiempo real” y desbancan con sus ciento
cuarenta caracteres a la sesuda interpretación de la noticia plasmada en una
página del periódico matutino, y el dinero es escupido por el cajero automático
cuando pulsamos la tecla verde. Gente con prisa crea situaciones de urgencia. Todo
ello superando los modelos anteriores en los que había que recapacitar,
rellenar un formulario, pegar un sello, o hacer cola en un banco para que un
cajero no-automático fuera a la caja fuerte y contara los billetes.
El manejo de Internet
otorga nuevas miras, novedades en la forma de pensar, de estructurar el trabajo
intelectual. En este proceso de cambio continúo e imparable habrá que cuestionarse
quiénes son los que ganan, pero aún más importante es saber quiénes son los
perdedores, argumentos que han provocado enfrentamientos y correspondencias de
poder. Hace ya algunos años Daniel Bell en su obra “El advenimiento de la
sociedad post-industrial” aludió a cinco planos, por los que la tecnología
opera grandes transformaciones; fortaleciendo la productividad, racionalizando
en beneficio de la eficiencia y optimización, el brote de un nuevo sector
social, una innovación que ha revolucionado los transportes y las comunicaciones
y por último transformación del pensamiento, tendiendo a modificar incluso “las
percepciones del espacio y el tiempo, permitiendo visiones diferentes y hasta
ahora inéditas sobre planos perspectivas y nociones diferentes de la velocidad,
el tiempo, etc.” (Tezanos, 2008:59). Para la lógica de la eficacia y eficiencia
no importa el cómo sino a qué precio.
El vínculo entre el individuo y el espacio público se
redimensiona adquiriendo una nueva plasticidad y desarrollándose en una serie
de estructuras y de cambios que por ejemplo Beck, desarrolla como el
apartamiento de la identidad social, disipando sus rasgos distintivos, tanto en
términos de auto compresión como en su interrelación, las desigualdades siguen
existiendo pero redefinidas. El tiempo y el espacio dependen de si las otras
personas están presentes temporal o espacialmente, lo primordial ya no es la
interacción cara-a-cara. Sin embargo, unos sistemas sociales se extienden en el
tiempo y el espacio, mientras otros dejan de estar presentes. Tal como afirma
Giddens, la cuestión sociológica fundamental del orden social “depende del
grado de integración de los sistemas sociales en el tiempo y en el espacio”
(Ritzer, 2010:483). Pero qué queda cuando las estructuras que creíamos sólidas
e impertérritas se desvanecen, qué resulta de esa desintegración.
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