En la asignatura de Sociología del Trabajo del primer cuatrimestre del Grado en Sociología
de la UNED curso 2012/13, algunos compañeros realizamos los resúmenes de los
capítulos de la bibliografía obligatoria.
Derechos reservados, sus autores.
Tema 1.- La educación profesional para
el empleo - Antonio Jesús Acevedo Blanco // Tema 2.- Para una definición social de
la juventud Tomás
Javier Prieto González y Ruth Cardedal Fernández // Tema 3.- La
ocupabilidad en la familia María Lourdes Ruiz Garde // Tema 4.- Dinámica de
la desocupación Irene Ibañez
Sánchez // Tema 5.- Elementos de contexto Blas García Ruiz // Tema
6.- La temporalidad, pacto intergeneracional o imposición Pedro Medina Charavia
// Tema 7.- Biografías laborales por sexo y nivel de estudios Victoria Aguilera Izquierdo // Tema
8.- Dinámica laboral de la inmigración en España Tomás Javier Prieto González
La emancipación de los jóvenes en España
Tradicionalmente
la situación de los individuos en la sociedad ha estado dividida por clases
sociales y de sexo. Las edades marcaban un camino que las cohortes sucesivas
recorrían en una repetición de las pautas establecidas. En la España actual
esas edades van siendo un elemento de creciente desigualdad de oportunidades y
de posición respecto a la obtención de recursos y de derechos.
Ser
joven es estar adquiriendo la dimensión social de las posiciones personales
básicas. Relaciones que van configurando una red cuyos nodos son los lugares sociales en los que se
instalan o integran los que al hacerlo se convierten en miembros adultos de la
sociedad. Cada lugar social es un espacio en el que es factible la vida social.
Una vez ocupado, probablemente se mantendrá durante la mayor parte de la vida.
Los
jóvenes se enfrentan a la tarea de instituirse como personas sociales
invirtiendo los recursos de los que disponen en esa autoconstrucción. Esta
ocupación a tiempo completo permite considerarla como un segundo nacimiento.
Ese nacimiento social las
instituciones procuran a los jóvenes unas condiciones de libertad provisional
que favorecen la adaptación colectiva y la acomodación en una sociedad cada día
más compleja.
Esta
complejidad fuerza a una preparación más extensa, y esa formación se prolonga
retrasando la integración social que así se convierte en una tarea que exige
más dedicación. Las generaciones anteriores no son ajenas a la responsabilidad
de una parte apreciable de este retraso.
Se
podría hablar de un segundo crecimiento:
·
El
primero se da durante la infancia que es el período vital de crecimiento interno; las relaciones sociales básicas
le vienen dadas al individuo por la familia y por la enseñanza primaria.
·
El
segundo crecimiento de la juventud es externo y consiste en la adquisición del
espacio social exterior. Los
componentes son:
La formación;
la titulación como forma de apropiación de los conocimientos y reconocimiento
público.
El empleo;
como ocupación del tiempo; la obtención de recursos y como medio para alcanzar
la autonomía económica.
La pareja
como formalización de relación de convivencia y/o reproducción.
El domicilio
autónomo como territorio físico; lugar de referencia en el que la persona
social es localizable; como sede de
la empresa reproductiva.
El medio
ambiente social en el que se desarrolla esta transición es el grupo de amigos.
El aprendizaje de las relaciones tiene en la amistad un espacio privilegiado en
el que cabe la prueba y el error; se definen los límites de la confianza.
La edad
biológica es la que marca la inserción de las personas en cada momento
histórico, se pueden considerar otras edades; cada individuo accede a un estado
distinto. Los electos sociales que los jóvenes adquieren delimita en su logro
una forma de emancipación y un nuevo espacio de interacción.
En todos
los procesos es posible definir un punto de inflexión típico que es aplicable a
una amplia mayoría de las biografías personales. Por ejemplo, la salida de los
estudios reglados, como fin de la escolarización, marca un punto biográfico
a partir del cual comienza el
tiempo para trabajar. Los años cumplidos desde entonces se podrían denominar edad potencialmente activa. La edad
laboral como tiempo transcurrido desde el primer empleo o desde la
consolidación en el mismo, es un factor casi tan determinante como la edad
biográfica.
En las
dos últimas décadas el retraso medio de los jóvenes en la entrada a la primera
ocupación supera lo dos años. La influencia del paro y la temporalidad un
mínimo de seis años. Los varones españoles cuentan con una media de seis años
menos de experiencia laboral consolidada respecto a sus antecesores.
La
extensión de los estudios profesionales se ha efectuado llevando las
universidades a las puertas de sus casas; un modelo de emancipación de los
estudiantes contrario al vigente en Europa y EEUU. Mientras que en esos países
los estudios profesionales son el camino de la emancipación familiar y
domiciliar, en España son a la vez causa y efecto de la prolongación de la
dependencia doméstica de la familia de origen.
La emancipación familiar entendida como fin
de la convivencia con el padre y la madre a comienzos de 1992, las mujeres
menores de 23 años ostentan el dudoso récord de ser las menos emancipadas del
siglo. A partir de los 30 años de edad, un cumplimiento de la emancipación de
sus padres muy semejante al mayor del siglo. Conviven simultáneamente las
mujeres con menos emancipación familiar y las que lo han hecho de forma más
temprana, más rápida y más intensa durante todo el siglo. Esto acentúa las
diferencias y crea una situación objetiva y una percepción subjetiva de clara
desigualdad entre generaciones casi sucesivas. Entre los varones la situación
es semejante con la excepción de que los que tuvieron que emanciparse durante
la guerra o en la posguerra.
Los
jóvenes han encontrado en la prolongada convivencia con sus padres un modo
cotidiano de un confort material muy superior al que podrían adquirir fuera de
ese escudo frente a las dificultades que es el hogar familiar, La tolerancia de
los padres les permite mantener unas cotas de libertad muy superiores a sus
antecesores. Que las nuevas generaciones consigan más y mejor formación
cultural y profesional que sus mayores abona la democratización de las relaciones paterno-filiales.
La baja
cualificación de los mayores y la debilidad del sistema productivo que heredó
la democracia ha sido necesario proteger a los trabajadores adultos de una
competencia juvenil que podría haber expulsado del empleo a una generación
entera en una reconversión social de
proporciones incalculables. A partir de 1984 se mantuvieron los contratos
indefinidos mientras se reducían los derechos de los nuevos contratados. Ha
conducido a una distribución de la antigüedad en la que abundan los asalariados
de muy larga permanencia y los recién contratados, mientras que la proporción
de trabajadores con una antigüedad de 4 a 8 años es de las más reducidas de Europa.
La desigualdad formativa se ha visto compensada por esta desigualdad de
derechos y ha producido la igualdad de situación.
La
mejora del nivel medio de los puestos de trabajo viene a resultar otra
dificultad añadida respecto a integración laboral inicial. Los jóvenes no
encuentren posiciones de bajo nivel dificulta su primera inserción. La
cualificación sigue siendo un activo importante para conseguir y mantener el
trabajo.
El
estudio de los efectos de esta cualificación sobre la emancipación muestra que
las distintas edades median en gran medida su influencia; los mayores niveles
de estudio son un factor positivo para la emancipación, aunque en mayor grado
para los varones que para las mujeres. Más compleja es la influencia de la
clase social de origen, cuyo efecto sobre la emancipación de las mujeres es
prácticamente nulo cuando se controlan sus edades, sus estudios y su situación
en la actividad. Entre los varones esta influencia es apreciable.
La
temporalidad de los contratos de los jóvenes ha impedido a el acceso a una
vivienda. La nutrida presión fiscal sobre los salarios ha impedido la
adquisición de sus domicilios. El efecto de constricción sobre el mercado de
los alquileres ha cerrado el círculo de la dificultad de logro de una casa
donde vivir autónomamente para los jóvenes.
Tanto el
matrimonio como la cohabitación se retrasan. La confluencia del paro, de la
prolongación de los estudios, de la inestabilidad laboral, del alto precio de
la vivienda impide a muchos al emancipación y con ella la formación y la
consolidación de las parejas.
La
nupcialidad cae. Y como el no casarse no es una opción alternativa a la de
vivir juntos, la falta de formación de parejas hace que no aumenten ni los
hijos legítimos ni los habidos fuera del matrimonio tal como sucede en los
países nórdicos gracias al apoyo del Estado. Cuando en España la mitad del PIB
se gasta a través de las Administraciones Públicas para cubrir las necesidades
existentes, los jóvenes no obtienen apoyo salvo para estudiar, y se dedican a ello
masivamente. Mientras, la emancipación y la reproducción pueden esperar. En
1996, España es el país con la fecundidad más baja del mundo.
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