En la asignatura de Sociología de la Diversidad del primer cuatrimestre del Grado en Sociología
de la UNED curso 2012/13, el compañero Víctor Riesgo Gómez y yo, realizamos los
resúmenes de los capítulos de la bibliografía obligatoria. Como libro de referencia: Sociodiversidad
y sexualidad (José Antonio Nieto Piñeroba) Derechos reservados, sus
autores.
Tomás Javier Prieto González:
Tema 1 Planteamiento de la sociología de
la diversidad // Tema 2 Acción desviada, conducta desviada y
alteridad // Tema 3 El finiquito de la desviación y de la
conducta desviada // Tema 4 De la desviación y de la diversidad // Tema 6 Sociología de la diversidad // Tema 7 Antropología de la sexualidad y
discursividad // Tema 8 Los guiones sociales. El individuo, el
cuerpo y el transgénero // Tema 9 Notas sueltas sobre sexualidad en la
disctadura, transición y democracia española // Tema 10 Despsiquiatrizar
el transgénero Tema11 El transgénero en las sociedades
polinesias
Víctor
Riesgo Gómez:
Tema 5 Razones que justifican la
diversidad en sociología
La
Escuela de Chicago inicia, en los 30 una línea de pensamiento progresivamente
irredento. Sutherland acuña la expresión
differential association (socialización
diferenciada) mediante la cual, distanciándose de la instrumentación e
instucionalización del control social que corrientes sociológicas más
conservadoras propugnaban, insiste en que la desviación de las conductas
delictivas no es consecuencia de la herencia biológica. El aprendizaje social
surge en superficie por medio de actitudes, motivaciones, técnicas y
racionalizaciones que difieren en duración, frecuencia, intensidad y prioridad.
Permite que lo que hasta ese momento se contemplaba como desorganización social se contemple desde entonces como diferenciación social. La propuesta de
Wirth implica por un lado, una sociología que se distancia, hasta renunciar,
del perfil fisionómico del criminal delincuente, establecido por Lombroso en el
SXIX. En su lugar, establece la proposición de una criminalidad/delincuencia
que se perfila por medio de rasgos individuales, y en tal sentido psicológicos,
que viene asociados a rasgos de clase social y como tales acompañados de
sociedad y de cultura. La propuesta aboga por una psiquiatría social lejos de
su aislamiento clínico y desvinculación con la sociedad. With la designa como sociología clínica. El quebranto de la
“relación de pareja” interdisciplinar se sustancia sobre la base de que para
Lemert la subcultura, tan cara para Blumer y el interaccionismo simbólico,
constituye un concepto fundamental del que el pensamiento sociológico no puede
desprenderse. Para Blumer el interaccionismo simbólico “es fruto del proceso de
interacción entre los individuos”. Esa interacción procesual es lo que
diferencia, según Lemert a las clases sociales. Los ricos pertenecen a clubs;
los pobres son miembros de la subcultura.
Lemert
manifiesta a través de Blumer, cómo una sociedad enferma incide y daña al
individuo, sin necesidad de que este esté previamente afectado por un trastorno
de personalidad. Lo diferente emerge de un proceso social que dicta normas y
promulga leyes. Aquellos que violan el dictado de las normas son los desviados,
en tanto que la violación de las leyes es el resultado de la acción de los
delincuentes. Si se excluyeran en los manuales de conducta desviada, como
síntoma de patologización, la obesidad, la fealdad y las relaciones
extramatrimoniales, pocos serían los que escaparían al etiquetado de
psicópatas.
Becker
crea el concepto de moral entrepreneur
(empresario moral) y afirma que la
lógica que prevalece en las agencias de control se asemeja a las teorías
puritanas sobre la predestinación, la reprobación y la naturaleza del pecado y
a preguntar a los sociólogos por quién tomaban partido.
Evolución de la transdiscursividad
sociopsiquiátrica del transgénero
Sutherland,
Wirth, Lemert y Becker muestran las propiedades de la transdiscursividad
sociológica. Los discursos de la psiquiatría se han caracterizado por su
contingencia. Las relaciones de intradiscursividad, tanto las psiquiátricas
como las sociológicas, lo que Foucault contemplaba como espistemología, trascienden el discurso que las genera y crean
dependencias fuera del contorno de los discursos que las contienen. Foucault
propone como genealogía y, por otro,
relaciones que conjugan condicionamientos políticos, económicos e históricos
que se encuadran en los rasgos culturales de una sociedad dada y que en
presentación foucaultiana aparece como dinastía
del saber. Psiquiatría y sociología muestran corrientes intradiscursivas y
extradiscursivas diversas que difícilmente puedan sintetizarse en una unidad
disciplinar de pensamiento. La interdiscursividad, las relaciones entre el
discurso psiquiátrico y el discurso sociológico, la arqueología del saber foucaltiana, en su contingencia ha mostrado
posicionamientos cambiantes que acercaban discursos en ocasiones y los
distanciaba en otras. Una proliferación de discursos que sirvió a Foucault para
negar la hipótesis represiva de la
sexualidad. La proliferación de discursos referidos al género no niega la
hipótesis represiva de la psiquiatriozación del transgénero. Goffman, desde la
sociología, en 1961, aporta un apellido al término desviación: core (medular,
nuclear). Para Goffman hay una core
desviation (una desviación medular/nuclear). Que la diferencia de la
desviación primaria y decundaria de Lemert. Recuérdese que la desviación
primaria se caracteriza por su transitoriedad y por no afectar la psicología
del sujeto social, su personalidad. La desviación secundaria, sin embargo, es
de mayor extensión en el tiempo y, asimismo, provoca una respuesta en la
sociedad. La desviación (nuclear) goffmaniana está más enraizada en el tiempo
que la desviación primaria y secundaria de Lemert. En Goffman más que en
Lemert, una vez que se abandona la normalidad, el sujeto avanza por un sendero
en el que se progresa, con cada paso que se da, hacia un estatus más y más
devaluado.
La
clasificación de enfermedad mental que Goffman viene marcada por un itinerario
extenso, pero delimitado para que el enfermo mental transcurra como
prepaciente, paciente y post-paciente. Goffman lo explica como si de una
“carrera moral” se tratara. Que en el caso de que la proporción de Goffman
hubiera incidido en el transgénero, se infiere que las personas trans hubieran sido etiquetadas como
pretransexuales, transexuales y postransexuales o predisfóricos de géneros,
históricos de género y posdisfóricos de género. La identidad pertenece al
sujeto pero éste no tiene el poder social para marcar e imponer un rótulo
positivo a su presentación identitaria. Igual sucede con roles y conductas. El
poder de rotular, de etiquetarse no es suyo.
Benjamín,
endocrinólogo, padre fundador de la transexualidad en 1966, publica The Transsexual Phenomenon. Daniel C.
Brown, se refiere al transexualismo como la inversión
del rol sexual de los sujetos que esperaban ser sometidos a dirigía para
corregir sus erróneos genitales.
En
el año 1967, los escritos se enmarcan, con Laing, en la psiquiatría y, con
Garfinkel, en la sociología. La antipsiquiatría, a través de Laing, ataca
despiadadamente los postulados de la psiquiatría convencional. Laing, la
antipsiquiatría, plantea y cuestiona principios del saber psiquiátrico
institucionalizado, con el fin de desacreditarlos. Para Laing, la enfermedad
mental surge en sociedad como excrecencia de la voracidad del sistema
capitalista y de su represión de las conductas de los individuos. Laing, a mi
juicio, en su radicalización, a cambio de desmitologizar la psiquiatría,
desmitifica indiscriminadamente la clasificación psiquiátrica de la enfermedad
mental. La relación de maridaje entre la sociología y la psiquiatría propuesta
por Wirth, quebrantada, en forma de desvinculación afectiva disciplinar, por
Lemert, logra con Laing la separación de bienes ante notario.
El
cuestionamiento de los procedimientos terapéuticos correctores de la
psiquiatría facilita el cuestionamiento del concepto sociológico de desviación.
La antipsiquiatría fue para la psiquiatría, más o menos, lo que la
etnometodología fue para la sociología. Garfunkel replicaba afirmando que la
sociología no herética esto es, la ortodoxa trataba a los sujetos sociales como
“idiotas culturales”. Garfunkel se reafirma e insiste en que la etnometodología
no tiene delante de sí una “idiota cultural”. La visión de Garfunkel de la
transexualidad supone un cambio sociológico paradigmático, pues que transforma
lo normativo en interpretativo. Para Foucault, la heterotopía es el rasgo fundamental de la realidad social. Fiel al
principio heterotópico que sustenta, flagela y fustiga cuanto puede todo
aquello que se represente en forma de unidad, de modo unitario, como pretende
la corriente de pensamiento humanista.
Aunque
Foucault no estudio la transexualidad per
se, sí trabaja sobre la intersexualidad de Herculine Barbin es una
hermafrodita del siglo XIX “sufre en su cuerpo y mente todas las estrecheces y
crueldad de una sociedad represiva, de una moral católica rígida y de una
pretendida “ciencia” desabrida que ignora las inquietudes simplemente humanas
de las personas”.
La
lectura moral y política de la mirada psiquiátrica ha sido cuestionada, de modo
directo, por una sociología crítica con los postulados del control social.
Sirvan de recordatorio algunos ejemplos. Rosenhan: “caso Rosenhan” varias
personas simularon una enfermedad mental para ser ingresadas en un centro
psiquiátrico, con el fin de hacer un seguimiento en proximidad de la relación
terapéutica entre psiquiatras y enfermos mentales. Después de un tiempo de
internamiento y comportamiento normal, alegaron que las voces internas que
escuchaban habían sido ficticias. Pero tuvieron problemas para ser dadas de
alta, puesto que no lograban convencer al staff
responsable de que habían sido objeto de un diagnóstico equivocado. Edgerton
contrapone el “caso Rosenhan” y relata que un anciano Hebei, sin causar daño a
su comunidad, se colgaba de un árbol boca abajo y manifestaba que tenía un
pollo en la cabeza sin sufrir por ello menoscabo, censura u represión alguna en
su persona. Era reconocida por los Hebei como psicópata. Stewart relata la
conducta de un santo de la secta sufi chistiya, Baba Farid, que “rezaba colgado
de los pies durante 40 días”.
Cheslet
es su distanciamiento de las aplicaciones terapéuticas al uso de la
psiquiatría, indica que los centros psiquiátricos de la segunda mitad del SXX
eran lo más parecido, en términos de aislamiento y marginación, a las reservas
de indios americanos. Con Pearson, el divorcio entre sociología y psiquiatría
se evidencia en 1975, al considerar que los trastornos mentales son desviaciones creativas. Kessler y
MacKenna, el alejamiento del modelo médico del transgénero se fundamenta en la
construcción social del género. Que la psiquiatría ignora. Kessler refiriéndose
a la intersexualidad, muestra cómo ese mismo modelo daña al intersexual;
reproduce, refuerza y perpetúa las creencias culturales del género –los genitales culturales. Raymond
cuestiona los planteamientos de la psiquiatría. Señala que la psiquiatría no ha
acuñado expresiones como insatisfacción negra, incomodidad negra o disforia
negra. ¿Por qué entonces disforia de género? Sedwick prefiere referirse a la
psiquiatría como política de mente.
Des de la teoría razonada Ekins
afirma que los encuentros psiquiatra-pacientes constituyen una forma excluyente
de recogida de datos que, en su unicidad, no recogen experiencias de trabajo,
familia, entornos asociativos y médicos. No establecen criterios de comparación constante y, además, explora
y muestra las construcción dinámica del varón
feminizante que le sirve para cuestionar las carencias del modelo médico de
transgénero.
El
divorcio entre la sociología y la psiquiatría señalado por Pearson necesita ser
matizado. Por lo siguiente:
1.
El control social propio
de la sociología que clasifica las conductas humanas en desviadas con respecto
a normas y no desviadas, es decir, centradas en relación a las mismas normas y,
por otra, idiotiza culturalmente a los sujetos sociales.
2.
Si a mayor abundamiento,
las acciones de los actores sociales inciden políticamente en sociedad y las
conductas “perversas” de los sujetos con trastornos mentales, las llamadas por Pearson desviaciones creativas que cuestionan las normas institucionales
son reprimidas por la psiquiatría, consecuentemente, se puede concluir en forma
de corolario.
3.
Que tal planteamiento,
en lugar de explicar el divorcio entre la sociología y la psiquiatría, como
afirma Pearson, contribuiría a los que pudiera denominarse “hermanamiento
teórico represivo” entre el control social de la sociología (psiquiátrica) de
la desviación y el control psiquiátrico de la identidad de género, propiciado
por la psiquiatría de los DSM.
El
divorcio entre sociología y psiquiatría se produce, a mi juicio, por medio del
fallecimiento epistemológico de la sociología de la desviación, para en su
lugar procurar el nacimiento y configuración de una sociología de la
diversidad.
Porque
una sociología de la diversidad preocupada por la conculcación de los derechos
de ciudadanía no concibe la perpetuación del estigma que supone para las
personas trans el hecho de seguir
etiquetando y diagnosticando su identidad como trastorno mental. Actualmente
informes y debates barajan múltiples alternativas, pero no parece que se
planteen la eliminación de la disforia de género. Durkheim, al finalizar el
SXIX, afirmaba que la desviación es el precio a pagar por el cambio social.
Ahora, resultaría más atinado afirmar que el cambio social exige la
transformación de la desviación en diversidad y las identidades y conductas
desviadas en derecho.
El
informe de Cohen-Ketenis y Pfäfflin propone que el concepto de trastorno de
identidad de género debe cambiarse en el DSM-V porque el eje central de la
disforia de género, la angustia o el malestar, no se manifiesta en las personas
trans que prescinden de la clínica. Muestran su disconformidad con
los profesionales de la salud mental que defienden que la angustia, aunque haya
personas trans que viven su identidad sin ella, es
inherente al concepto. Cohen-Ketenis y Pfäfflin sostienen que el concepto de
trastorno no debería aplicarse a las personas con variantes de género que no
experimentan malestar en sus vidas. “Corazón del problema”: la disconformidad
de las personas trans con los rasgos físicos de su sexo y/o
el género asignado. En diciembre de 1973 la homosexualidad deja de ser tratada
como trastorno mental. No obstante, su psicopatologización no fue eliminada.
Hasta la publicación del DSM-III en 1980, la homosexualidad se diagnosticaba
como Sexual Orientation Disturbance (Perturbación de la orientación sexual):
se incluye la homosexualidad egodistónica, aplicable al homosexual que se
encuentra a disgusto con su orientación sexual. En 1987 el DSM-III-R es el
momento en que la egodistonia homosexual desaparece y de despatologiza la
homosexualidad de los DSM.
Cohen-Ketenis
y Pfäfflin, las recomendaciones que proponen para tratar al trastorno de
identidad de género en el próximo DSM. Con el fin de no estigmatizar,
consideran que la expresión “disforia de género” es la apropiada para su
inclusión en el DSM venidero. Otros profesionales prefieren el uso de
expresiones más neutras, como “incongruencia de género”, “disonancia de
género”, “incomodidad de género” o “discordancia de género”.
Se
proponen transformar “trastorno de la identidad de género” por la de “variantes
de la identidad de género”; la no obligatoriedad de la dirigía de reasignación
de sexo. Meyer-Bahlburg se decante por la imposibilidad de interpretar el
transgénero con fundamentos que se sustenten en la ciencia. Se necesita un
consenso entre la ciencia y el servicio que se preste a las personas trans.
Eliminando
la faz de los enfermos/trastornados y transformando y descomponiendo sus
cuerpos, para que en su descorporización los sujetos resulten innominados.
Se pretende resaltar que los DSM emiten y difunden juicios psiquiátricamente
clínicos que ocultan veredictos morales y políticos, que sirven
injustificadamente para fundamentar la psiquiatrización transgenérica.
En
los DSM, el caso del transgénero, se trata, sin evidencia que los justifique,
como enfermedad mental. Los DSM emiten un discurso totalizador excluyente de
otras culturas del saber, elimina la posibilidad de definición del transgénero,
los sujetos sociales trans
cognoscentes. Los DSM se instituyen en cetro referncial e insoslayable trans y, en su hacer, de manera
envolvente y circular, transforman el pretexto en causa. En su psiquiatrización
de la identidad transgenérica, los manuales de diagnóstico y estadísticos no
logran neutralizar a las personas trans
que demandan ser despsiquiatrizadas.
Si
el cuerpo es el lucus de identidad
que mediante acciones concretas expresan las personas trans no operadas y que no quieren someterse a la cirugía de
reasignación genital, el cuerpo rompe la dicotomía identitaria al uso. Tdos
estos torcimientos, mezclas y enturbiamientos de género se explicitan en la
demostración de un género subversivo que quiere romper el sistema binario de
género y en su ruptura desdualizar la dicotomía imperante. Los DSM, de mirada psiquiátrica,
observan la enfermedad mental pero en su observación pierden voluntariamente la
perspectiva global que pretenden abarcar, porque reconvierten a los sujetos trans e intersexos en personas elusivas,
sin matices ni perfiles diferenciadores. Los DSM integran las conductas de los
actores sociales trans bajo el rótulo
psiquiátrico de trastorno mental, en
equivalencia a los idiotas culturales
de los teóricos de la sociología del control social.
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