Un estudio de la Fundación
La Caixa titulado ‘Las transición de los jóvenes a la vida adulta. Crisis económica
y emancipación tardía’, hecho público el pasado 10 de julio, puso de relieve
que el 67,4% de los jóvenes españoles entre 20 y 29 años viven con sus padres,
muy por encima de lo que acontece en otros países europeos como Finlandia, en
donde la edad media de abandono del hogar familiar se sitúa en los 23 años,
contrastando significativamente con los 29 años en nuestro país.
La crisis económica ha
repercutido sobre la cada vez más tardía emancipación de los jóvenes españoles,
a pesar de que con anterioridad, vivían problemas de índole similar, aunque, en
estos momentos, se hayan agudizado y complejizado, puesto que, muchas de sus
familias experimentan en “carne propia” el impacto de la falta de trabajo y del
paro.
Sin embargo, las familias siguen siendo las que sostienen su
existencia, merecedoras como son de constituir espacios inquebrantables de
solidaridad, asociadas a la idiosincrasia y particularidades de la familia
mediterránea, en un contexto conflictual de ineficiencia de las políticas de
juventud y de un Estado de Bienestar débil e inadaptado a las nuevas demandas
sociales.
Los datos hablan por sí mismos, en el año 2011, el 44% de los jóvenes
entre 20 y 24 años estaba en paro, y, entre los ocupados, el 58,6% tenía un
contrato temporal. El 18,7% de los que trabajaban, entre los 30 y 34 años, y el
43,9%,entre los de 25 y 29, residían con sus padres debido a su precariedad
laboral, observándose que los jóvenes con estudios primarios y universitarios
son los más afectados por la actual situación.
Además, resulta significativo
que el porcentaje de los que disponen de estudios universitarios, que están
emancipados entre los 20 a 34 años, es sustancialmente inferior a los que
cuentan con estudios primarios, secundarios obligatorios y secundarios
posobligatorios, demostrándose, una vez más, la quiebra del modelo de sociedad
meritocrática, de la que los jóvenes españoles son conscientes. En ese sentido,
como planteábamos en un artículo anterior, devienen en jóvenes crónicos, que en
su tránsito hacia la edad adulta no tienen más opción que mantenerse al amparo
de sus progenitores.
Todo lo anterior está teniendo efectos perversos sobre
estos nuevos españoles, pues ni económicamente, ni psicológicamente logran
romper el vínculo respecto a sus familias de origen, generándoles sentimientos
de impotencia y frustración ante la imposibilidad de llevar a cabo sus propios
proyectos vitales, pues haber hecho sus “deberes” correctamente, estudiar y
formarse, ya no es garante de poder llevar vidas propias. Y la
maternidad/paternidad se retrasa, con las consecuencias sobre la tasa de
fertilidad (de hecho, la edad media en la que las mujeres españolas tienen su
primer hijo asciende a 31 años y el 60% de los nacimientos se producen de
madres/padres mayores de 30 años).
Es una generación perdida, tal como desde
hace años plantean los estudios del Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales
(GETS), un sector de población que se encuentra a la deriva, que no encuentra
su lugar en la sociedad, aun teniendo claro su papel histórico y las razones
que subyacen a sus circunstancias.
Una consecuencia directa de lo anterior está
resultando el incremento del número de residentes allende nuestras fronteras
que, según el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero del INE, aumentó
en 102.432 personas de 2009 a 2010, y en 128.655 en 2011, con un total de
62.611 emigrantes contabilizados para este último año.
En este mismo sentido,
el INE, en su publicación Estimaciones de la Población Actual, ha puesto de
relieve que 40.625 ciudadanos españoles se fueron del país durante el primer
semestre de 2012, un 44,2% más que en el mismo periodo del año 2011 (28.162).
¿Qué
hacer para que nuestros jóvenes recuperen sus espacios propios? Es precisa una
reestructuración del mercado laboral y, muy particularmente, que desde
instancias políticas se entienda que es insostenible que en España la tasa de
desempleo de los menores de 25 años supere el 52%, cuadriplicando la media
mundial (12,7%), según se detalla en el informe de la OIT Tendencias mundiales
del empleo juvenil 2012.
Para hacer frente a este escenario, la OIT plantea la
urgente necesidad de crear empleo para los jóvenes y que se conviertan
realmente en una prioridad política. En palabras del Director Ejecutivo del
Sector de Empleo de la OIT, es obligado que se adopten “… medidas que ofrezcan
facilidades fiscales y otros incentivos a las empresas que contraten jóvenes:
esfuerzos para reducir la falta de congruencia entre las competencias de los jóvenes;
programas de capacitación empresarial que integren la formación profesional, la
orientación y el acceso al capital; y la mejora de la protección social
destinada a los jóvenes”.
De no seguir por este camino, estaremos yugulando el
presente y futuro de las nuevas generaciones de españoles, les impediremos ser
ciudadanos de pleno derecho y, desde luego, conllevaría un retroceso en términos
de bienestar social, que nos remitiría a otras etapas de nuestra historia, que
más nos valdría haber desterrado, por completo, del universo de lo posible.
Esperemos
que no sea así y que los jóvenes no se vean avocados a cronificar su juventud,
que la madurez les llegue con la naturalidad que conlleva el cumplir primaveras
y el ver cómo se van quemando etapas, que nunca podrán revivir…
Hilde Sánchez Morales
Hilde Sánchez Morales
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