Los transexuales ya no son
enfermos mentales. Así lo certifica la nueva edición de la biblia de la
psiquiatría. El DSM-5,
acrónimo en inglés del Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades
Mentales, elaborado por la Asociación
Americana de Psiquiatría (APA, en sus siglas en inglés), solo
conserva la "disforia de género", es decir, la angustia que sufre la
persona que no está identificada con su sexo masculino o femenino.
En España hay entre 7.000 y 12.000
transexuales, que llevan años pidiendo ser
excluidos de los manuales psiquiátricos, al igual que activistas y
transgénero de todo el mundo. En este país su derecho a sentirse hombre o mujer
está reconocido desde 2007. Pueden cambiar de nombre legalmente u operarse para
tener genitales del otro sexo, pero sobre el papel padecían una enfermedad. No
por el dolor causado por sentirse mujer viviendo en el cuerpo de un hombre o
viceversa, sino por el mero hecho de ser transexual.
El estigma se sumaba al rechazo social, la
incomprensión o el largo tratamiento al que muchos de ellos se someten y que
incluye repetidas intervenciones quirúrgicas para adecuar su aspecto al del
sexo deseado. Pero hay mucho más. Estudios citados por las asociaciones
aseguran que los transexuales padecen una tasa de paro de entre el 60% y el 80%
El órgano directivo de la APA aprobó el pasado 1 de diciembre
el nuevo manual, la primera revisión a fondo en 20 años de los criterios
diagnósticos más compartidos en el mundo de la psiquiatría. Se publicará en
mayo de 2013 y en él, junto a otras modificaciones, ha desaparecido el término
"Trastorno de la Identidad de Género", según ha explicado este martes
una portavoz de la asociación.
El proceso parece similar al de la
normalización de la homosexualidad. Desapareció como enfermedad mental en 1973,
pero se conservó, con el nombre de "homosexualidad egodistónica", el
supuesto que describe la angustia y el sufrimiento que padece un gay o una
lesbiana por el hecho de serlo. El término se retiró en 1986.
El DSM tiene sesenta años de historia y ha
constituido durante estas décadas una poderosa herramienta de trabajo para
psiquiatras, psicólogos y otros trabajadores de ese campo. Es una suerte de
guía para ordenar y nombrar las distintas enfermedades mentales.
La revisión del DSM, que ha llegado a su quinta
edición, supone un trabajo de seis años y la aportación de 1.500 expertos de 39
países. Incluso se ha sometido al escrutinio público. De hecho, se han escrito
13.000 comentarios en la web donde ha estado colgado el documento preliminar y
se recibieron 12.000 aportaciones en forma de e-mails o cartas. "Ha
habido mucho más interés por parte de los ciudadanos y cobertura mediática del
DSM-5 que en anteriores revisiones", ha explicado el presidente de la APA,
Dilip Jeste, en el anuncio de la aprobación del tratado, "ello refleja
mayor conciencia pública e interés de los medios de comunicación en la
enfermedad mental".
"El DSM es la herramienta de referencia
para el mundo de la clínica", asegura Enrique García Bernardo, jefe de
servicio de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, "no tanto
en el ámbito académico, que sigue la clasificación de la Organización Mundial
de la Salud (OMS), el ICD-10".
Este último listado, que es un compendio de enfermedades de todo tipo, no solo
psiquiátricas, sí que conserva el trastorno de identidad sexual. Está en
proceso de revisión, como ha ocurrido con el DSM. "Habitualmente la OMS
sigue los pasos del tratado estadounidense", asegura el psiquiatra,
"y además su clasificación tiene una razón más administrativa y
ordenadora"
Esta revisión del DSM recoge otros cambios.
Algunas enfermedades mentales, como la transexualidad, han dejado de serlas.
Otras se incorporan. Pero el resultado es muy parecido en términos numéricos.
La evolución social y la investigación aclaran situaciones y conductas y la
nueva referencia en enfermedades mentales no patologiza más a la sociedad.
Nuevas dolencias: el acaparamiento y la
excoriación
En el grueso volumen se podrá consultar los
criterios diagnósticos de una afección relacionada con el síndrome de
Diógenes, que se ha trasladado al tratado con el nombre de Trastorno
de Acaparamiento. Se justifica su inclusión "con una extensa investigación
científica. Su incorporación", asegura la asociación en una nota de
prensa, "ayudará a caracterizar a la gente con dificultades persistentes
para deshacerse de sus posesiones, independientemente de su valor real. Esta
conducta tiene efectos dañinos (emocionales, físicos, sociales, económicos e
incluso legales) para un acaparador y sus familiares".
El síndrome de
Asperger desaparece bajo el paraguas del Trastorno del Espectro
Autista, que incorporará varias condiciones patológicas existentes en la
anterior edición del volumen, el DSM-IV, como el autismo, el síndrome antes
mencionado, el Trastorno Desintegrador de la Infancia y el de Desarrollo
Infantil. Los niños que padecen la dolencia bautizada con el nombre del
pediatra austriaco que lo definió suelen tener un habla sin ritmo e intereses
muy limitados. Hacen acopio de infinidad de datos sobre ellos sin
categorización.
Otra enfermedad mental nueva es el Trastorno
de Estado de Ánimo Disruptivo y No Regulado, que sirve para describir el caso
de niños "que muestran irritabilidad persistente y episodios frecuentes de
arrebatos de conducta tres o más veces a la semana durante más de un año",
observa la asociación. "Se pretende evitar el diagnóstico erróneo o el
sobretratamiento de trastornos bipolares en niños".
Se incorpora también la excoriación, es decir, el
acto de arrancarse la piel de manera continuada, dentro de las dolencias
vinculadas a la enfermedad obsesiva-compulsiva
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