Las paradojas del infinito
Consideremos
de nuevo el silogismo: todos los A son B, C es A, luego C es B. He sostenido
que este razonamiento se basa en nuestra experiencia de la inclusión y de la
clausura. El todo es mayor que la parte. (Ver figura 10, página 205).
Uno
puede sentirse tentado a suponer que, como las experiencias de clausura son
iguales para todos, grabarán este principio en todas las mentes de modo
uniforme y sin excepción. No es sorprendente que quienes creen en la
universalidad de la lógica lo citen como prueba.
Stark
no está diciendo que esa verdad sea innata. Permite que proceda de la
experiencia, pero es tan directa su conexión con la experiencia que no puede
insinuarse que nada se interponga entre la mente u la aprehensión directa de
esta necesidad. Siempre y en todo lugar, el todo es mayor que la parte. Esta
idea se encuentra en todas las culturas, se trata de un aspecto de nuestra
experiencia al que siempre podemos apelar y que siempre tiene aplicación. En
matemáticas hay un campo llamado “aritmética
transfinita” que debe sus logros precisamente al rechazo explícito del
principio de que el todo es mayor que la parte. Este ejemplo muestra que hay
verdades aparentemente evidentes, respaldadas por modelos físicos convincentes,
que, sin embargo pueden subvertirse y renegociarse.
Consideremos
la secuencia de números enteros: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, … Seleccionemos de este
secuencia infinita otra secuencia infinita constituida sólo por los números
pares: 2, 4, 6, …
1 2 3 4 5 6 7 …
2 4 6 8 10 12 14 …
Sabemos
por sentido común que los números pares se pueden contar; se dice que los
números pares se ponen en correspondencia uno-a-uno con los números enteros.
Esta correspondencia uno-a-uno nunca se interrumpe. Supongamos que ahora
decimos que los conjuntos de objetos que tienen una correspondencia uno-a-uno
entre sus miembros tienen el mismo número de miembros. Intuitivamente esto
parece razonable, pero en nuestro caso significa que existe la misma cantidad
de números pares que de números enteros. Los números pares, sin embargo son una
selección, una mera parte, un subconjunto de todos los números enteros. Por lo
tanto, la parte es tan grande como el todo y el todo no es mayor que la parte.
Esta
propiedad de los conjuntos infinitos ya era conocida muchos años antes del
desarrollo de la aritmética transfinita, y se consideraba una prueba de que la
idea misma de conjuntos de tamaño infinito era lógicamente paradójica,
auto-contradictoria y defectuosa. Lo que en un momento sirvió para descartar
conjuntos infinitos se aceptó más tarde como su propia definición.
¿Cómo
puede una contradicción convertirse en una definición? ¿Cómo es posible esa
renegociación? Lo que ha ocurrido es que el modelo de clausura física que
subyace a la convicción de que el todo es mayor que sus partes ha cedido paso a
otra imagen o modelo dominante: el de los objetos puestos en correspondencia
uno-a-uno. Una vez que este modelo alternativo se ha convertido en centro de
atención entonces la simple rutina de alinear los números pares con los números
enteros se convierte en la base natural para concluir que la parte (los números
pares) es tan grande como el todo (todos los números enteros). Se ha concretado
y explotado un nuevo tipo de experiencia. Si los principios lógicos ineluctables
resultan de una selección de elementos de nuestra experiencia, siempre podrán
desafiarse apelando a otros aspectos de esa experiencia. Cuando se plantean
nuevos intereses e intenciones, o nuevas preocupaciones y ambiciones, entonces
se dan las condiciones necesarias para que sufran reajustes.
No
hay ningún sentido absoluto que obligue a nadie a aceptar el principio de que
el todo es mayor que la parte. No es la estricta significación de las palabras
la que imponen ninguna conclusión. Las aplicaciones precedentes del modelo
crean la presunción de que los casos nuevos que sean similares se someterán
también a la misma regla, pero la presunción no es compulsión y decidir sobre
una similitud es un proceso, inductivo y no deductivo. Estamos constreñidos en
asuntos de lógica en el mismo sentido en que lo estamos para aceptar unas
conductas como correctas y otras como erróneas; porque damos por supuesta
cierta forma de vida. Wittgenstein cree correcto decir que estamos constreñidos
por las leyes de la inferencia de la misma manera en que lo estamos por
cualquier otra ley en la sociedad humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario