Sociedad y conocimiento
Hemos
avanzado la hipótesis de que a la ciencia y al conocimiento puede dárseles el
mismo tratamiento que los creyentes dan a lo sagrado. La única justificación de
esta hipótesis ha sido que permite comprender un aspecto paradójico o singular
de nuestros valores intelectuales. Quizá la singularidad del fenómeno sería
suficiente para justificar la de la propia hipótesis.
¿Por
qué debería otorgarse al conocimiento un rango tan notable? Empelaré la tesis
general de Durkheim, la religión es esencialmente una manera de percibir y de
hacer inteligible la experiencia que tenemos de la sociedad en que vivimos.
Durkheim sugiere que la religión es, “antes que nada, un sistema de ideas con
el cual son miembros, y las oscuras, aunque íntimas, relaciones que mantienen
con ella”. La distinción entre lo sagrado y lo profano separa aquellos objetos
y prácticas que simbolizan los principios sobre los cuales se organiza la
sociedad. Éstos encaran el poder de su fuerza colectiva, una fuerza que puede
dar vigor y sustentar a sus miembros, pero que también puede imponerse sobre
ellos con un constreñimiento de eficacia singular e impresionante.
Podemos
suponer que, cuando pensamos en la naturaleza del conocimiento, lo que estamos
cabiendo es reflexionar indirectamente sobre los principios que organizan la
sociedad. Estamos manipulando tácitamente representaciones sociales. Lo que
tenemos en nuestras mentes, lo que estructura y guía nuestros pensamientos, son
concepciones cuyo carácter efectivo es el de un modelo social. La respuesta a
la cuestión de por qué el conocimiento debe ser visto como sagrado es que al
pensar en el conocimiento, pensamos en la sociedad y, si Durkheim está en lo
cierto, la sociedad tiende a ser percibida como sagrada. Debemos discutir
algunas cuestiones preliminares:
1.
Decir que cuando
pensamos en el conocimiento en términos de manipulación de representaciones
sociales no significa que hablemos de un proceso consciente o que se manifieste
necesariamente en toda investigación epistemológica o filosófica.
2.
Hay que subrayar
la necesidad de un modelo y, en parte, sugiriendo que los modelos sociales son
especialmente apropiados, que existe una afinidad natural entre los dos grupos
de ideas.
Para
poder encajar los datos en una historia coherente se necesitan principios
organizadores. La historia presupone una imagen de la ciencia en la misma
medida en que la ofrece, y el historiador parte habitualmente de alguna
filosofía implícita o de alguna de las tradiciones propias de las distintas
escuelas de filosofía.
Quienes
ofrecen pretensiones de conocimiento antagónicas son grupos sociales
diferentes, como los clérigos y los laicos, los eruditos y los profanos, los
especialistas y los generalistas, los poderosos y los débiles, los bien
situados y los contestatarios… Además, existen muchas conexiones intuitivas
entre conocimiento y sociedad. El conocimiento tiene que integrarse,
organizarse, sustentarse, transmitirse y distribuirse, y todos estos procesos
están visiblemente conectados con instituciones establecidas: el laboratorio,
el lugar de trabajo, la universidad, la iglesia, la escuela… Así, la mente ha
registrado en algún lugar que existe cierta conexión entre el conocimiento y la
autoridad o el poder. Hay un cierto sentido de la analogía y de la proporción
que relaciona entre sí nuestra idea del conocimiento y de la sociedad.
Aquí
se puede plantear la siguiente objeción: si el conocimiento es demasiado
abstracto para que podamos reflexionar sobre él directamente (y de ahí la necesidad
de recurrir a modelos sociales) ¿por qué, entonces, no nos parece la sociedad
demasiado abrumadora como para pensar en ella también directamente? ¿Por qué no
necesitamos también un modelo para la sociedad? Esta cuestión nos va a permitir
añadir un elemento importante al análisis que estamos iniciando, pues,
seguramente, la objeción está justificada. Inmersos como estamos en la sociedad
no podemos reflexionar conscientemente sobre ella como un todo a no ser que
empleemos una representación simplificada, una imagen o lo que se puede
denominar una “ideología”. La religión en el sentido de Durkheim es una
ideología de este tipo. Lo cual significa que esa vaga sensación de identidad
entre conocimiento y sociedad suministra, de hecho, un canal a través del cual
nuestras ideologías sociales simplificadas entran en contacto con nuestras
teorías del conocimiento, Son esta ideologías, más que la totalidad de nuestra
experiencia social real, las que presumiblemente controlan y estructuran
nuestra teorías del conocimiento.
Lo
que acabamos de perfilar es una teoría sobre cómo piensa la gente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario