Conclusión ¿dónde nos encontramos?
Las
categorías del pensamiento filosófico forman un paisaje intelectual. Sus
grandes hitos se denominan “verdad”, “objetividad”, “relativismo”, “idealismo”;
“Materialismo”, etc. La ciencia es causal, teórica, neutral, a menudo
reduccionista como el sentido común; se opone a la teleología, al
antropomorfismo y a lo que es trascendente. La estrategia global ha sido unir
las ciencias sociales lo más estrechamente posible con los métodos de otras
ciencias empíricas: basta con proceder como lo hacen las otras ciencias u todo
irá bien.
Al
delinear el programa fuerte en sociología del conocimiento, he intentado captar
lo que pienso que realmente hacen los sociólogos cuando inconscientemente
adoptan la postura naturalista en su disciplina. Sólo las visiones parciales
serán presa de ciertas inconsistencias. Las ideas del conocimiento se basan en
representaciones sociales, que la necesidad lógica es una especie de obligación
moral y que la objetividad es un fenómeno social.
Aunque
que he acentuado el carácter materialista de la aproximación sociológica, el
materialismo tiende aún a ser pasivo y no activo. Espero que no puede decirse
que no sea totalmente dialéctico, pero sin duda representa al conocimiento como
teoría más que como práctica. Parecen tener, los críticos de la sociología del
conocimiento, menos recursos para enfrentarse con el problema que quienes
mantienen una aproximación naturalista. La filosofía de Popper hace de la
ciencia un asunto de pura teoría en vez de una técnica en la cual podemos
confiar. Sólo provee una ideología para el científico más puro y deja al
ingeniero y al artesano sin auxilio.
La
topografía del intelectual no es moralmente neutra. La Racionalidad y la
Causalidad luchan entre sí como si fueran las fuerzas del Bien y del Mal. Las
respuestas prefabricadas y las evaluaciones convencionales son tan inapropiadas
para la sociología del conocimiento como predecibles por ella. El relativismo
es simplemente lo opuesto al absolutismo, y seguramente es preferible a él.
Es
innegable que el programa fuerte en la sociología del conocimiento descansa
sobre una forma de relativismo. Éste adopta lo que se puede llamar “relativismo
metodológico”, una posición resumida en los requisitos de simetría y reflexividad
que fueron definidos al principio. Todas las creencias deben ser explicadas de
la misma manera general, al margen de cómo se evalúen.
Una
forma en la que la sociología del conocimiento podría autojustificarse
polémicamente en su relativismo es insistir en que no es más no menos culpable
que otras concepciones del conocimiento que normalmente escapan esta acusación.
La sociología del conocimiento puede formular fácilmente lo esencial de su
propio punto de vista en los términos de esa filosofía. Todo conocimiento es
relativo a la situación local de los pensadores que lo producen: las ideas y
conjeturas que son capaces de producir, los problemas que les inquietan la
interacción entre presupuestos y crítica en su medio social, sus objetivos y
pretensiones, las experiencias que tienen y los patrones y significados que
aplican. Tampoco se altera la situación porque al explicar la conducta y la
creencia algunas veces se establezcan suposiciones sobre el mundo físico que
circunda a los actores. Si Popper está en lo cierto, este conocimiento también
es conjetural. La explicación entera es una conjetura, aunque sea una conjetura
sobre otras conjeturas.
Un
sociólogo puede asumir la insistencia de Popper en que lo que establece el
conocimiento científico no es la verdad de sus conclusiones sino las reglas de
procedimiento, los patrones y las convenciones que los conforman.
Considerar
todo conocimiento como algo conjetural y falible es realmente la forma más
extrema de relativismo filosófico. Lo que constituye la misma existencia de la
ciencia es su condición de actividad en proceso; es un modelo de pensamiento y
conducta, un estilo de abordar las cosas que tienen sus normas y valores
característicos. Si podemos vivir con el relativismo moral, podemos vivir con
el relativismo cognitivo.
La
ciencia puede ser capaz de funcionar sin verdad absoluta, aunque tal verdad
podría subsistir. Este sentimiento residual seguramente descansa sobre una
confusión entre la verdad y el mundo material. Pero creer en un mundo material
no justifica la conclusión de que exista un estado final o privilegiado de
adaptación a él que constituya el conocimiento o la verdad absoluta. Como ha
sostencito Kuhn con gran claridad, el progreso científico (que es bastante
real) es como la evolución darwiniana. Hemos alcanzado la posición actual en el
progreso y evolución de nuestro conocimiento, de igual manera que ocurre en la
evolución de nuestras especies, sin faro ni meta alguna que nos guíe.
Se
acusa a la sociología del conocimiento de relativismo como de subjetivismo. Si
no se hubiese sostenido la existencia de la objetividad no habría habido
necesidad de desarrollar una teoría para describirla. Son otras teorías de la
objetividad las que quedan refutadas mediante un análisis sociológico, no el
fenómeno mismo. Una teoría sociológica de la objetividad probablemente otorga a
ésta un papel más prominente en la vida humana del que ellos mismos le
conceden. Desde esta teoría, el conocimiento moral también puede ser objetivo.
El conocimiento parece diferente al percibirse desde diferentes ángulos. Basta
aproximarse a él por un camino inesperado, observarlo desde una perspectiva
inusual, para que no sea reconocible a primera vista.
Me
siento más que feliz cuando veo a la sociología descansando en los mismos
fundamentos y supuestos que las otras ciencias, cualquiera que sea su categoría
y su origen. Realmente, la sociología no tiene otra elección que la de
descansar en esos fundamentos, ni tampoco ningún otro modelo más apropiado que
adoptar. Pues ese fundamento es nuestra cultura misma. La ciencia es nuestra
forma de conocimiento. Que la sociología del conocimiento se mantenga o sucumba
junto a las otras ciencias me parece muy deseable como destino y altamente
probable como predicción.
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