Marx: La ideología alemana (2)
En
la jerarquía de los conceptos expuestos en La
ideología alemana el concepto de la división del trabajo ocupa exactamente
el lugar asignado antes en los Manuscritos
al concepto de alienación. Podemos decir que hasta el concepto de ideología
está introducido por el de la división del trabajo. La división entre vida real
y representación es ella misma un caso de la división del trabajo. Este
concepto tiene un campo de aplicación extremadamente amplio. La división del
trabajo tiene el mismo campo de aplicación que la alienación es la de que
reemplazamos esta última por la primera en la misma superficie semántica, en la
misma rejilla de significación. Esta caracterización es comparable a la
definición del sofista que da Platón; el sofista s aquel que dice algo sin
decir real. En el presente caso tenemos la posibilidad de poner entre
paréntesis la realidad en el mundo de la representación, de la conciencia. El
concepto de la división del trabajo entre trabajo material y trabajo mental
puede no explicar del todo el concepto de inversión de una imagen, pero la
condición de una imagen invertida de la realidad está dada por los medos de
separar la esfera del pensamiento y la esfera de la praxis.
Reconoce
la doble relación entre realidad e ideología nos lleva a la cuestión
fundamental: ¿a qué base real se reduce el proceso ideológico?. El texto parece
permitir dos interpretaciones posibles:
·
Podemos tomar
como ase real las entidades anónimas tales como clases, fuerzas de producción,
modos de producción.
·
Podemos
preguntarnos si estas entidades pueden reducirse ellas mismas a algo más
primitivo.
Quizá
la autonomía de la llamada condición económica general sea un producto del
estado de alienación, aun cuando no empleemos esta palabra.
Una
de las dos diferentes lecturas de La
ideología alemana es la que podríamos llamar interpretación
estructuralista, objetivista. Para quienes el individuo desaparece por lo menos
en el plano de los conceptos fundamentales. Los conceptos fundamentales
corresponden en cambio al funcionamiento de las estructuras anónimas.
El
segundo enfoque del texto, por otro lado, la base real es lo que en definitiva
Marx llama el individuo real que vive en condiciones definidas. Aquí, la clase
es un concepto intermedio que sólo puede aislarse mediante abstracciones
metodológicas, construcciones abstractas que Marx admite que sean utilizadas
por la ciencia real siempre que se tenga en cuenta que se trata de
abstracciones. Podemos resumir las alternativas de interpretación, pues,
preguntándonos si conceptos como las clases son abstracciones epistemológicas o
constituyen la base real.
Seguiré
primero la línea interpretación estructuralista. El concepto de clase
gobernante es el puntual inmediato de una teoría de la ideología. De manera que
desenmascarar una ideología es descubrir y poner de manifiesto la estructura de
poder que está detrás de ella. Lo que está detrás de una ideología es, no un
individuo, sino una estructura de la sociedad.
Las
relaciones materiales constituyen la base de la producción mental. Un interés
dominante llega a convertirse en una idea dominante; la relación no es tan
clara y aquí parece haber una radical oscuridad. Para Weber todo sistema de
poder o de autoridad siempre aspira a legitimarse. El lugar en que la ideología
surge es en el sistema de legitimación de un orden de poder. Las ideologías son
tan anónimas como su base, puesto que “las ideas rectoras no son más que la
expresión ideal de las relaciones materiales dominantes… concebidas como
ideas…” Esta conexión entre las relaciones materiales dominantes y las ideas
rectoras se convierte en el hilo conductor de a teoría de la ideología en el
marxismo ortodoxo y se la interpreta cada vez más desde el punto de vista mecanicista y no desde el punto
de vista de un proceso de legitimación, que en definitiva es también otra clase
de procedimiento intelectual. El concepto de la clase gobernante considera como
el sostén de las ideas rectoras.
Un
segundo argumento es el de la posición gobernante a su vez se refiere a un
factor que Marx llama el terreno real o la base real de la historia. Esta base
está expresada en una interacción entre fuerzas y formas o entre fuerzas e
intercambio. Es perfectamente posible una historia de la sociedad sin mencionar
a los individuos y recurriendo en cambio exclusivamente a las fuerzas y a las
formas. Otra voz que Marx emplea para designar la base es “circunstancias”.
La
relación es circular, antes que desarrollarse en una sola dirección. El
marxismo ortodoxo tratará de preservar esta reciprocidad afirmando que,
mientras la infraestructura es en última instancia el factor dominante, la
superestructura puede reaccionar y obrar sobre la infraestructura. Lo que
realmente entraña la frase “en última instancia” es el núcleo de muchos de los
conflictos teóricos registrados en el seno del marxismo posterior. La idea es
la de la que las circunstancias hacen a los seres humanos y que los seres
humanos hacen también a las circunstancias. Estas circunstancias son en
realidad o que los filósofos llamaron “sustancia”. La filosofía desea referir
todos los cambios a algo que exista fundamentalmente, y el concepto de
sustancia cumple esta parte. Lo que los filósofos llaman sustancia, dice Marx,
es lo que él mismo llama la base concreta.
Un
tercer argumento a favor de la interpretación estructuralista deriva del gran
lugar asignado en las descripciones empíricas de Marx a las entidades
colectivas de ciudad y campo. Para Marx, la relación de ciudad y campo es una
aspecto de la división del trabajo. Esta relación tiene gran importancia en el
marxismo chino donde es una de las oposiciones fundamentales de la división del
trabajo. Stalin también trató de atacar este problema de la división entre
campo y ciudad. El propio Marx dice “La máxima división de trabajo material y
trabajo mental es la separación de la ciudad y el campo”. Esta división puede
superponerse a la división de material y mental pues bien podemos decir que las
actividades mentalmente orientadas se concentran en la ciudad”.
Los
grandes actores de esta historia son entidades colectivas. Quizás el principal
agente estructural es lo que Marx llama manufactura o industria. Está presenta
aquí una dramaturgia de las estructuras económicas: una estructura se derrumba
y es reemplazada por otra, como el fenómeno anónimo de la acumulación de
capital móvil. Al citar estas aseveraciones mi interés no es el de determinar
si la descripción de Marx es exacta. Cuando Marx escribe sobre las entidades
colectivas y afirma que son los actores de la historia, siempre considera que
las entidades que tienen historia, son, no ideas, sino el tráfico, el comercio,
la propiedad, el trabajo, etc. Hay una especie de dramatización asociada con la
actividad de la manufactura o al industria. La gran industria sin rostro, es el
actor histórico, el sujeto lógico. Hasta la división del trabajo, que antes
presentamos como una fragmentación del ser humano, se manifiesta ahora como un
aspecto de la estructura industrial de clases.
Quizás
el argumento más vigoroso a favor de la interpretación estructuralista del
texto sea una cuarta aseveración: la necesidad de lucha política pone el acento
en conflictos, no entre individuos, sino entre clases. Aquí el concepto del
proletariado aparece precisamente como una entidad colectiva. Podemos describir
la historia como el conflicto entre la gran industria y el proletariado sin
mencionar a los individuos y recurriendo tan sólo a las estructuras y formas.
Una
revolución es una fuerza histórica y no una producción consciente. Toda
conciencia de la necesidad de un cambio tiene el sostén de una clase. El
marxismo ortodoxo desarrollará este conflicto entre estructuras atendiendo a
los que Freud llama (en relación con la lucha entre la vida y la muerte
descrita en El malestar de a cultura)
una gigantomaquia, un conflicto de gigantes. Podemos leer y escribir la
historia como el choque entre el capital y el trabajo, como una relación
polémica entre entidades, como un conflicto de espectros históricos.
Podemos
finalizar esta interpretación estructural con una quinta y última
característica: la decisión metodológica de interpretar la historia, no de
conformidad con la propia conciencia de la historia, sino de acuerdo con la bes
real. La afirmación de que los historiadores no deben compartir las ilusiones
de la época estudiada está expuesta en varios pasajes.
Al
escribir sobre las acciones políticas de príncipes y Estados y sobre las varias
luchas religiosas y teóricas, el enfoque clásico trata sólo la superficie de la
historia. Pasa por alto que detrás del rey de Noruega, para citar un ejemplo
familiar, está el arenque y la historia del comercio del arenque. Los
historiadores fracasan cuando albergan las ilusiones de la época examinada. No
compartir la ilusión de una época es precisamente mirar detrás de esa ilusión
o, como dice ahora los alemanes, hinterfragen,
preguntar sobre lo que está detrás de los ostensible.
Reservé
para e final quizá la afirmación más significativa en apoyo de la
interpretación estructural de este texto. Se define lo que habrá de llegar a
ser la posición clásica de marxismo ortodoxo. Las fuerzas productivas cambian
con el desarrollo técnico, pero las formas de intercambio se resisten y se
mantienen. La resistencia se da no sólo en las relaciones productivas sino también
en el sistema de ideas injertado en esas estructuras. Se crea una situación
revolucionaría cuando este conflicto, esta contradicción, entre fuerzas
productivas y formas de intercambio llega a una tensión próxima al punto de
ruptura. La circunstancia más saliente es el hecho de que los individuos,
portadores de la contradicción, quedan puestos completamente entre paréntesis.
El
propio Marx suministra los instrumentos para llevar a cabo una crítica interna
de todo enfoque que considere factores explicativos últimos categorías tales
como la clase gobernante. Recordemos palabras con que Marx inicia su discusión:
“Las ideas de la clase gobernante son en cada época las ideas rectoras, es
decir, la clase que es la fuerza material gobernante de la sociedad es al
propio tiempo su fuerza intelectual rectora”. Pero para Marx este vínculo entre
clase gobernante e idea rectora no es mecánico; no es una imagen especular,
como un eco o un reflejo. Esa relación exige un proceso intelectual propio.
Aquí
se produce un cambio en las ideas mismas. Se produce un proceso de
idealización, puesto que una idea vinculada con un interés particular debe
aparecer como una idea universal. Esto significa que también se produce un
proceso de legitimación que aspira a la aceptación por parte del resto de la
sociedad. De manera que hay implícito un verdadero trabajo mental en la
transposición de intereses particulares a intereses universales.
Esta
transposición no sólo exige un verdadero esfuerzo mental sino que puede
desarrollarse en una serie de diferentes maneras. De suerte que el modo en que
un interés está representado en un sentido ideal es en realidad el compendio de
un gigantesco y complejo proceso mental. Goldmann un estudiosos de Lukács, se
debatió toda su vida con este problema. Trató de refinar el modelo marxista
distinguiendo en el seno de la sociedad francesa del SXVII. Goldmann sostenía
que la empresa de estos últimos contenía contradicciones específicas que
podrían representarse por el Dios culto de Pascal. Constituye uno de los
grandes desafíos lanzados a una historia marxista de las ideas el hacer más
plausibles las conexiones entre un sistema de intereses y un sistema de
pensamiento.
Hay
muchos eslabones intermedios entre una cruda afirmación de un interés y la
forma refinada de un sistema filosófico o teológico. Tiene más sentido
interpretar la relación entre un inertes y su expresión en ideas si nos valemos
de un sistema de legitimación. Si utilizamos este marco conceptual, debemos
introducir la idea de motivo y también el papel de los agentes individuales que
tienen motivos, porque un sistema de legitimación es un intento de justificar
un sistema de autoridad. El proceso es una compleja interacción de pretensiones
y creencias, pretensiones por parte de la autoridad y creencias por parte de
los miembros de la sociedad. El proceso de motivación es tan complejo que
resulta extremadamente difícil incorporarlo dentro de la cruda relación de
infraestructura y superestructura. El modelo ortodoxo tendría que refinarse
hasta el punto en que finalmente se quebrara.
Consideremos
ahora el papel de la clase. Lo mismo que antes, no discuto a Marx como
historiador de la sociedad; no me interesa saber si está en lo cierto cuando
dice que esta clase reemplazó aquella otra. ¿qué entiende Marx por clase?
¿hasta que punto la clase es una categoría última? Marx sugiere que la clase
tiene realmente una historia propia y que su autonomía respecto de los
individuos es ella misma un proceso similar al proceso que aísla las ideas de
su base. Una teoría de la historia que emplea el concepto de clase como causa
última es en realidad víctima de la ilusión de la autonomía, exactamente como
el ideólogo cae víctima de la ilusión de la independencia de las ideas. Aquí se
presenta una genealogía por lo que en otro tipo de discurso es un factor
último. Dos discursos están entretejidos, uno para el que la clase es el agente
histórico y el otro para el que se produce una reducción antropológica o una
genealogía de la entidad sociológica.
El
mismo proceso se separa las ideas de la vida real separa la clase del
individuo. Por lo tanto, la clase misma tiene una historia. Marx habla de clase
como de una circunstancia o condición. Las condiciones y circunstancias siempre
se refieren a los individuos que se encuentran en tales situaciones. Debemos
aplicar la misma reducción de clase a individuo que la reducción de ideología a
clase; una reducción antropológica presta sostén a la reducción económica. Está
implícita una reducción antropológica en la continua aseveración de Marx de que
los individuos reales son quienes entran en relaciones.
Sostener
que el objetivo de la revolución comunista es abolir las clases presupone que
la clase es, no una estructura inviolable y dado, sino más bien un producto de
la historia. La idea de la abolición de las clases tiene sentido únicamente si
la clase es, no un factor histórico irreductible, sino el resultado de una
transformación de poderes personales en poderes objetivos. Las verdades
víctimas de la división de trabajo, de la estructura de clases, son los
individuos. Los individuos puedes acometer el proyecto de abolir la estructura
de clases y la división del trabajo porque se trata de sus propios poderes
personales que se transformaron en poderes materiales. Las clases y la división
del trabajo son manifestaciones de esos poderes materiales que constituyen la
transformación de nuestro poder personal. Aquí la idea del poder personal es
puesta en el primer plano.
La
brecha entre el joven Marx y el Marx clásico está, no en la abolición del
individuo, sino por el contrario en el surgimiento del individuo partiendo del
concepto idealista de conciencia.
La
división del trabajo es problemática sólo porque nos divide a cada uno de
nosotros en dos partes:
·
Una parte es
nuestra vida interior.
·
La otra lo que
damos a la sociedad, a la clase, etc.
La
división dentro del individuo está engendrada por la clase, pero la clase misma
está engendrada por la fisura producida en el interior del individuo, una
división entre las partes personales y las partes de la clase de la existencia
individual. De manera que la línea divisoria pasa a través de cada individuo.
La
afirmación de sí mismas de las personas como individuos es fundamental para
comprender el proceso de liberación, de abolición. La liberación es la
afirmación del individuo contra las entidades colectivas. La motivación
fundamental de la revolución, por lo menos en La ideología alemana, es la afirmación del individuo.
Si
la estructura última es la clase, la fuerza última de motivación es el
individuo. En el texto compiten una explicación basada en las estructuras y una
explicación basada en los motivos últimos de los individuos que están detrás de
las estructuras.
Lo
que está en tela de juicio es no sólo la motivación de los proletariados, sino
también la forma de su asociación. Marx considera la posibilidad de un partido
que sea, no una máquina, una burocracia, sino una unión libre. Marx dice que si
en el proceso del trabajo los obreros son sólo dientes de engranajes y obran
como individuos de una clase, cuando se reúnen con sus camaradas lo hacen como
individuos reales. Cuando entran en esta otra relación se sustraen a la
relación de clase, Los trabajadores sufren como miembros de una clase pero que
reaccionan como individuos.
La
aparente autonomía de la clase se manifiesta porque este modo de relación s
abstracto: un obrero trabaja y se le paga sobre la base de una relación
estructural anónima. La asociación libre es la respuesta que da Marx al desafío
de la asociación obligatoria de la clase. Una de las realizaciones del
comunismo será incorporar este movimiento de la asociación libre.
Se
presta atención aquí al poder de los individuos unidos; so se trata de
entidades colectivas. Persiste la primacía del papel de los individuos.
Cuando
Marx dice que las fuerza productivas son fuerzas productivas son fuerzas reales
sólo para los individuos, no puede afirmarse más vigorosamente la primacía de
los individuos. Ni siquiera en su condición más abstracta, los individuos
desaparecen, sino que por el contrario
se convierten en individuos abstractos; cada individuo es remitido a sí
mismo y entonces es capaz de juntarse con los demás en una unión de individuos.
En
la prominencia asignada a la parte de los individuos, el aspecto más importante
es el desempeñado por el concepto de la autoactividad. El énfasis puesto en la
autoactividad demuestra que no hay una completa ruptura entre los Manuscritos y la La ideología alemana. La autoactividad desapareció porque es un
proceso de destrucción interna. Este concepto conserva de los Manuscritos algo de concepto de
objetivación, del concepto de autocreación del ser humano. Lo que confirma la
continuidad con los Manuscritos es el
hecho de que se mantiene el concepto de apropiación en La ideología alemana. La palabra “alienación” puede haber
desaparecido del texto, pero el término “apropiación” sobrevivió a este cambio.
Marx abandonó la palabra “alienación” porque ésta correspondía demasiado al
lenguaje de la conciencia y de la autoconciencia que ahora parece un
vocabulario idealista. Todos los conceptos de los Manuscritos, encapsulados antes más o menos en una ideología de la
autoconciencia, son recuperados ahora a favor de una antropología de la
autoafirmación, de la autoactividad. Todos los argumentos de Marx tienen aquí
sus raíces en este movimiento de la autoactividad, de la pérdida de la
autoactividad y de la apropiación de la autoactividad.
El
concepto clave de individuos que viven en condiciones definidas, porque este
concepto es opuesto al del individuo como mero individuo, al concepto del
individuo como algo simplemente contingente respecto de sus condiciones. Marx
caracteriza la abstracción del individuo de todo condicionamiento social al
insistir en a subordinación del individuo a la división del trabajo, concepto
que en La ideología alemana desempeña
la parte que el concepto de alienación desempeña en los Manuscritos. La división del trabajo cumple el mismo papel que la
alienación porque tiene la misma estructura, sólo que ya no está expresada en
el lenguaje de la conciencia; ahora lo está en el lenguaje de la vida. El
concepto de autoactividad reemplazó al concepto de conciencia.
El
Estado es un ejemplo de la autoafirmación de una entidad que en realidad es un
producto; aquí la sociedad civil es siempre presentada como un resultado antes
de convertirse a su vez en una base. Un difícil problema planteado por La ideología alemana es el de la
correcta relación entre las dos lecturas, la reducción antropológica o
genealogía y a explicación económica; estas lecturas corren en planos paralelos
sin llegar a cortarse en una intersección. Pero eliminar la antropología a
favor del lenguaje económico es suponer que el estado actual de cosas es
insuperable.
El
único punto del texto en que se emplea la palabra “superestructura”. Este
vocablo aparece en el momento que Marx discute la sociedad civil: “La sociedad
civil como tal sólo se desarrolla con la burguesía; la organización social
evoluciona directamente partiendo de la producción y el comercio, que en todas las
épocas forman la base del Estado y del resto de la superestructura idealista…”
En La ideología alemana es la primera
vez que aparece la palabra. Sostengo la hipótesis de que aquí el gran
descubrimiento de Marx es la compleja noción del individuo que vive en
condiciones definidas porque la posibilidad de la segunda interpretación está
implícita en la primera. Podemos poner entre paréntesis al individuo, partir de
las condiciones y sostener que las condiciones son la causa. Al proceder así no
destruimos la dialéctica entre individuos y condiciones, porque el individuo
siempre existe en ciertas condiciones.
El
filósofo Michel Henry trató de reorganizar los textos de Marx alrededor de la
misma idea que propiciamos nosotros: el concepto concreto de acción o esfuerzo.
Para Henry cierta condicionalidad está implita en el proceso del esfuerzo; un
esfuerzo se relaciona siempre con una resistencia. Podemos pasar sin
contradicción a emplear el lenguaje objetivo de la historia de las condiciones
que ahora obran independientemente como agentes y fuerzas históricas reales. Si
logramos relacionar correctamente estos dos planos, ya no tenemos dos lecturas,
sino que tenemos más bien una lectura dialéctica de los conceptos de fuerzas
históricas y de individuos reales. Los mismo que los textos de Spinoza y de
otros, los textos de Marx son textos abiertos. No necesitamos adoptar una
posición a favor o en contra del comunismo o de cualquier otro tipo de partido.
Los textos de Marx son buenos textos filosóficos y deben leerse de la misma
manera en que se leen todos los otros. Hay pues cabida para muchas
interpretaciones de Marx y la de Henry es una de as interpretaciones
plausibles.
Si
la línea divisoria, por lo menos en el joven Marx, corre entre praxis e
ideología, la línea divisora posterior corre entre ciencia e ideología. La
ideología se convierte en lo contrario de la ciencia y no en la contrapartida
de la vida real. Para el joven Marx no existía esta oposición, de manera que la
ideología se oponía a la vida real. Pero cuando el marxismo mismo se convierte
en un cuerpo científico éste constituye lo contrario de la ideología. Este
cambio arcará la modificación principal producida en la historia de la
ideología como concepto.
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