Artículo de Lydia Molina publicado en eldiario.es el 28/07/2013
En los años de primaria,
la escolarización de las niñas y los niños gitanos supera el 90%. El reto en
esta etapa es el absentismo. En los años de secundaria, lo es el abandono
escolar: solo dos de cada diez consiguen terminar, por lo que pocos
llegan al bachillerato y a los ciclos formativos. Y en el caso de la
universidad, aunque no existen cifras oficiales, los cálculos de la Fundación
del Secretariado Gitano (FSG) señalan que solo entre un 1% y un 2% de la
población gitana accede a estudios superiores.
“Somos pocos, pero la
gente piensa que hay menos de los que hay realmente. Al gitano en la
universidad no se le relaciona con que sea gitano. Es como si fuera
invisible”, asegura Jesús Heredia, estudiante de la doble licenciatura en
Derecho y Administración y Dirección de Empresas de la universidad Pablo
Olavide de Sevilla. Heredia no considera que estar estudiando sea algo más
extraordinario por el hecho de ser gitano, aunque reconoce que al principio sus
compañeros se sorprendieron.
“Era un poco raro porque
no se lo esperaban. Primero, que hubiese estado diez años en el conservatorio y
luego que esté en una carrera. En los seis años que llevo en la universidad, no
he tenido ningún problema más allá de discutir sobre algún estereotipo,
cuando la gente se pone a hablar de los gitanos y tú tienes que decir ‘eh, para
el carro, yo lo soy y no soy ni así ni asá’, pero nada más”, asegura Heredia.
La población gitana está
muy diluida entre el resto de estudiantes. “Ellos mismos son los que muchas
veces no se identifican y eso es muy significativo. Que no haya estigmatización
es lo ideal, pero también tenemos que hacer más visibles a los referentes”,
reconoce Mónica Chamorro, responsable de Educación de la FSG. Una
visibilización que empieza entre los propios gitanos. “Sus expectativas con
respecto a la educación son muy bajas. El discurso que te encuentras en algunas
familias es el de que si su hijo estudia, va a perder su identidad.
Mostrar estos modelos es una forma de demostrar que estudiar mejora tus
oportunidades, pero no te hace ser menos gitano”.
Teresa Vélez es estudiante
del grado de Educación Social en la UNED. A pesar del empeño de su padre en que
terminase BUP y empezara una carrera, se decantó por hacer la FP en
administración. “Mi padre se irritaba conmigo y yo decía que quería hacer algo
más ligerito”, recuerda la joven que hoy tiene 33 años. Con el paso del tiempo
y después de estar en contacto con una asociación de mujeres gitanas, decidió comenzar
el grado, con la idea de centrar su trabajo hacia la educación de las niñas
gitanas.
" Me siento una
privilegiada por haber tenido tanto apoyo", dice. “Desde que yo era
pequeña, las cosas han cambiado, pero en muchos casos, el papel de la mujer
sigue siendo el de quedarse en casa y no tener una vida de laboral. Es lo que
me preocupa y es necesario cambiar. Por muy abierto que sea su entorno, las
mujeres se siguen echando novio más jovencitas y tienen a primas a su alrededor
que se casan. Necesitan tener claro que el estudio es imprescindible y que
tienen que ser algo más en la vida”, asegura Vélez.
“Las mujeres gitanas lo
tiene muy complicado porque se mezclan varias presiones, la propia de ser mujer
y luego el rol que se espera de ellas como cuidadoras, madres, esposas,
quedando relegado el estudio a un plano secundario. Ellas tienen que romper con
mucho más y defender su ideal continuamente”, señala Chamorro. El apoyo de la
familia durante ese proceso es indispensable. “Todos los estudiantes pasan por
momentos malos y más si en tu entorno el tema de la educación no es algo que se
reconozca especialmente o que te haga sentir solo”, dice la responsable de
educación de la FSG.
Jesús Heredia tuvo el
empuje de sus padres. “Siempre me han dicho que el estudio es la mejor manera
de ganar el respeto de la gente”. Recuerda que su abuela aprendió a leer a los
54 años y se niega a ver los datos sobre educación y población gitana en
negativo. “Prefiero contar que cada vez somos más, que hace cincuenta años casi
no había gitanos escolarizados y ahora son muchos. Y cada vez más llegan a
estudios superiores. Es así como yo lo veo siempre”.
Tijeras en las aulas
Los recortes tienen un
efecto devastador en el alumnado con más dificultades. "En el caso de los
gitanos, muchas veces proceden de familias que no han estudiado, que ni
siquiera han terminado los estudios obligatorios y que no tienen herramientas o
habilidades para ayudarles en su estudio. Por eso requieren más apoyo. Con los
recortes, el mismo número de estudiantes recibe ahora una atención con menos
calidad y eso significa una marcha atrás en los avances que hayan podido
producirse en los últimos años”, asegura Chamorro.
"La masificación en
las aulas y la reducción de clases de apoyo hace que el alumnado con más
dificultades no pueda seguir el nivel del curso. Se están agravando situaciones
que ya eran problemáticas y se está produciendo un aumento del absentismo
escolar y del abandono temprano”, recuerda la FSG en un
reciente informe. “La reducción de las ayudas al estudio, becas de
comedor y material escolar repercute negativamente en la asistencia a las
aulas. Una parte de las familias no tiene recursos suficientes para costear
material escolar o comida”, denuncia esta institución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario